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martes, 29 de mayo de 2012

El Caso Juana de Arco (I): los interrogatorios.


Santa Juana.
Escultura, siglo XX
Hoy, 30 de mayo, memoria de Santa Juana de Arco, siguiendo el artículo anterior y recordando una vieja polémica del blog con alguien más juanista que Juana de Arco, quiero traeros algunas investigaciones y fragmentos de “Los procesos de Juana de Arco”, libro de los historiadores y esposos Georges y Andreé Duby, que hace un tiempo me regaló una buena persona, y que recoge las actas de los procesos inquisitorial y rehabilitatorio, y añade notas aclaratorias. Todo un lujo para los amantes de los santos. Comprenderéis que solo sean fragmentos sobre diversos aspectos:

El proceso inquisitorial, político a todas luces, se abrió el 9 de enero de 1431, por el obispo Cauchon, en cuyo territorio había sido apresada Juana. Era adepto a la causa inglesa y al rey Enrique II de Inglaterra y VI de Francia, y, por ende, contrario a Carlos VII de Francia. Deslegitimar a este fue la verdadera causa para enjuiciar y condenar a Juana, ya que un rey que había sido casi entronizado por una bruja no debía ser obedecido, pues no era un rey bendecido por Dios. O sea, que dijera lo que dijera Juana, su sentencia ya estaba “escrita”, si era o no era hereje o bruja no importaba. El 21 de febrero comenzaron los interrogatorios del proceso en el que todos, desde jueces, asesores y carceleros, o eran ingleses, o eran adeptos a Inglaterra. Por si fuera poco, ls actas fueron amañadas, pus varios testigos declararon en el proceso de rehabilitación, como había escribanos que cambiaban textos, a la orden de Cauchon.
La primera trampa, usual en los tribunales inquisitoriales, consistió en hacerla jurar que respondería la verdad, fuera lo que fuera que le preguntaran, a lo que ella contestó: “No sé sobre qué me van a interrogar. No me podría aventurar a asegurar tal cosa antes de saber lo que me van a preguntar”. Era lo que querían, pues si no juraba era porque algo tendría que ocultar. Desde el principio Juana dejó claro que en lo concerniente a sus revelaciones privadas no añadiría nada de lo que ya había dicho, pero de todo lo demás estaría dispuesta a decir la verdad. Tanto le insistieron en esto que el 24 de febrero dijo “Por mi fe, no me podéis preguntar aquello que no os contestaré (…) Quizá haya muchas cosas sobre las que me podréis preguntar a las que no responda la verdad, especialmente en lo concerniente a las revelaciones, puesto que me podéis obligar por ventura a revelar algo que he jurado no decir. De esta manera caeré en perjurio, cosa que no deberíais desear”.

Los principales temas que les obsesionaban a los jueces eran: “las voces”, la "señal", y el vestirse de hombre. Sobre lo primero hay que decir que según avanza el proceso estas voces van definiéndose, personificándose, casi hasta poder ser representadas gráficamente. Juana misma pasa de hablar de voces, a hacer algunas descripciones, como si para ella misma fueran tomando forma. Le preguntaron nimiedades sobre estos seres, como si vestían con sábanas, si San Miguel llevaba balanza, si la tocaron en alguna parte del cuerpo, si hablaban a la vez o por separado, si hablaban francés, o tenían pelos. Largos y cansados interrogatorios se sucedieron sobre esto… 

San Miguel aparece a Juana.
Estampa de entre 1909 y 1920.
I. Las voces:
El 27 de febrero le preguntan como supo que eran Catalina y Margarita, a lo que respondió: “Ya os he dicho muchas veces que son las santas Catalina y Margarita; creedme si así lo deseáis” El 3 de marzo: preguntada si sus hombres creían que ella venía de parte de Dios, dijo: "No sé si lo creerían, solo me remito a su coraje. No obstante, si no lo creían, fui enviada por Dios igualmente".

El día 14 de marzo dijo que Santa Catalina le había dicho que estaría a salvo, aunque no sabía si sería liberada, ni cuando sería juzgada. Las voces le dijeron: “Sé consciente de todo. No te preocupes por tu martirio, porque vendrás finalmente al paraíso”. Llamaba Juana “martirio” a la pena y adversidad de la prisión pues “no sabía si sufriría un mal mayor, pero seguía esperando en Nuestro Señor". Los jueces vieron en ello un resquicio de presunción, un pecado contra la fe, por lo que le insistieron, preguntando si las voces le decían que, fuera como fuera, se salvaría y no se condenaría al infierno, a lo que respondió que “creía férreamente lo que las voces le decían: que se salvaría, tan fuertemente como si ya lo hubiese conseguido”. Le advirtieron del peligro de esa afirmación respondió que “la mantendría como un tesoro”, y le pidieron considerara si no se hallaba en pecado mortal luego de decir eso. Ella contestó rotundamente: “No lo sé, pero me confío en todo a Nuestro Señor”. Sus respuestas siempre eran superiores lo capcioso de las preguntas de los jueces, para su perdición.


II. La señal:
El 10 de marzo ocurre un curioso y enigmático interrogatorio sobre “la señal” que Juana dio al Delfín, futuro Carlos VII, para que reconociera en ella el auxilio de Dios sobre Francia. Le preguntan si existe aún y ella responde: "Es bueno saber que todavía perdura y se mantendrá por más de mil años”. Insistida sobre el carácter de la señal, dirá “¿queréis que cometa perjurio?” Inquirida sobre si habia jurado a Santa Catalina no revelar cual era esa señal, contestó: “He jurado y prometido. Prometo que no hablaré de ello con nadie”. Además, añadió que dicha señal estaría en el tesoro del rey. ¿De que se trataba, algo físico entonces? ¿Un amuleto o una protección? No lo sabemos y es raro, porque un poco más adelante en el interrogatorio, Juana, para que la dejen en paz dice que el rey, los que le acompañaban y hasta el ángel que la trajo, la vieron. Y más aún, más de trescientas personas la habían visto. 

Y añadió: “no habrá ningun  hombre que pueda hacer algo tan rico como la señal, porque de todas formas la señal que os hace falta es que Dios me libre de vuestras manos. Esto es lo más cierto que os enviará”. Y es que Juana confió siempre en que sería liberada de su prisión, y esta es una de las causas suficientes para dudar de sus “voces”. Incluso el 12 de marzo llega a afirmar que las voces la aseguraban que ganaría el proceso. 


Estatua en Compèigne
III. Vestir de hombre:
12 de marzo: preguntada si la voz le pidió se vistiera de hombre, respondió: “Todo el bien que he hecho, lo he hecho por orden de las voces”. O sea, que vestirse de hombre era un bien.

14 de marzo: cuestionada sobre si este vestir de hombre sería pecado, dijo: “Puesto que lo hago por orden de Nuestro Señor y a su servicio, creo que no hay ningún mal en llevarlos y cuando le plazca ordenármelo, dejaré los hábitos enseguida”. Juana con esta respuesta, aunque parezca extraño, contesta para su bien, pues en la mentalidad de los jueces, aunque lo que hiciera estuviera mal, ella debía hacerlo, pues ella creía que era Dios quien se lo pedía. Podría ser errado, pero al creer ella que era bueno, debía hacerlo sin dudar.

15 de marzo: Pretenden trazarle una trampa, para anteponer los vestidos a su deseo de poder ir a misa: Le dicen que, ya que quería ir a misa, sería más honesto vestir de mujer. Que escoja que es lo que prefiere, vestirse de mujer y oir misa, o vestir de hombre y quedarse sin la misa. Como la pregunta anterior, es una trampa por la misma causa. Si Dios era quien le pedía vistiese de hombre, y además, había jurado que no se quitaría las ropas masculinas, así que sería peor para ella (cometería desobediencia a Dios y perjurio) renegar de los vestidos masculinos por la misa, pero claro, no se lo dicen, a la par que le ponen la misa como lo mejor. Pero ella no es tonta y responde: “Garantizadme que oiré misa si me pongo los hábitos de mujer y os responderé”. Se lo garantizan y ella replica: “Y yo os digo que he jurado y prometido que no me quitaré estos hábitos. Por lo que respondo que hagáis que me hagan una falda que sea tan larga que llegue al suelo, sin cola, y encomendádmela para ir a misa y después, cuando vuelva, cogeré los hábitos que llevo”.(1)


Juana ante los jueces.
Cromo comercial.
IV. Trampas de los jueces: 
Indagada sobre si había amenazado al obispo de Beauvais y los demás que la juzgaban con un peligro inminente, contestó que la había dicho: “Decís que sois mi juez. No sé si lo sois, pero me habéis juzgado mal. Estáis enfrentandoos a un peligro y os advierto para que si Nuestro Señor os castiga, yo haya hecho lo que debía, diciéndoos” Es decir, intentan hacerla origen del castigo, mientras que ella, inteligentemente, aclara que no es ella quien los castigará, sino que solo avisa, pero no será la causante.

Una respuesta parecida les dio el 10 de marzo, cuando le enumeraron los hechos pecaminosos comprobados, como vestir de hombre, pelear en día festivo, saltar desde una torre con peligro para su vida, tomar un caballo del obispo de Senlis, y otras cosas, respondió: “No creo que esté en pecado mortal, y en caso de que lo estuviese, es Dios quien debe saberlo cuando me confiese a Dios o a un reverendo”. Vamos, que si estaba en pecado, sería por culpa de ellos mismos, que no la dejaban confesarse.


Querían saber si tenía dotes adivinatorias o mágicas, así que le preguntaban sobre nimiedades, como si sabia de un clérigo concubino o una taza perdida, a lo que dijo: “sobre eso no se nada y nunca he oido hablar sobre ello”. Preguntada por que fue ella y no otra la enviada al rey, respondió: “Le plació a Dios que fuera hecho así por una simple doncella, para combatir a los adversarios del rey”.

Y quiero terminar esta breve pincelada (sus virtudes teologales y cardinales lo traeré en otro artículo) con una muestra de su habilidad, al manifestar su obediencia, pero sin traicionar a su conciencia. Le preguntan si quiere someter a la decisión de la Iglesia lo que hacía y decía sobre las voces, el vestir de hombre, la torre, la señal, etc. y respondió: “Todas mis obras y lo que he hecho, lo he realizado de la mano de Dios y me oriento por él. Os certifico que no quiero decir ni hacer nada contra la fe cristiana y si hubiese dicho o hecho algo contra mi propio cuerpo que los clérigos estimen señalarlo como un hecho contra la fe cristiana que Nuestro Señor ha establecido, no lo apoyaré, pero lo acataré”.


A 30 de mayo además se celebra a
Santos Basilio y Emmelia, esposos.
Santos Caidoc y Frechor, monjes misioneros.

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(1)Curiosamente, fijaos que toda la imaginería piadosa de Juana de Arco ha insistido en ponerle algo femenino, cual jueces inquisitoriales, así que al 99 %, sus imágenes lucen una falda larga sobre la armadura, cuando no es que visten totalmente de mujer.

2 comentarios:

  1. Esta preciosa Santa es un maravilloso ejemplo de Perseverancia FE y la mas grande Lealtad.A muchos no nos haria mal imitarla.Agradezco su articulo y solo deseo que la preciosa Santita les bendiga con su proteccion y amparo. se lo que es gozar de su proteccion.

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  2. Muy bella su historia - una santa guerrera - inspirada por dios como todo parece indicarlo : sus prodigios , sus habilidades , sus profecías , etc. No ha habido otra en la historia , ni la habrá . Sus declaraciones durante el juicio son como ráfagas de luz capaces de alumbrar cualquier tiniebla , la pureza de su alma resplandece frente a tanta iniquidad . Mujer única y excepcional , mártir y doncella , santa y guerrera . Su ejemplo nos sigue inspirando y su muerte en la hoguera nos sigue sobrecogiendo . Santa patrona de Francia , como no podía ser menos . Dio su vida por su patria y los franceses le estarán eternamente agradecidos .

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