San José Sabás Reyes Salazar, presbítero y mártir, protector de la Niñez y Juventud mexicana. 13 de abril
Nació en Cocula, Jalisco, el 5 de diciembre de 1883, hijo de Don Norberto Reyes López y Doña Francisca Salazar Castillo, fue bautizado el día 8 de Diciembre del mismo año, por motivos de la pobreza de la época su familia se trasladó a Guadalajara, en donde tuvo una infancia extremadamente pobre. Para mitigar el hambre y la desnudez fue voceador de periódicos y mal pudo concluir la instrucción primaria.
Una salud frágil y una limitada capacidad intelectual fueron las secuelas de tantas carencias. Adolescente, ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, en donde según los criterios de la época, sus cortas facultades en el campo del saber lo descalificaron para ordenarse clérigo por Guadalajara; sin embargo, teniendo en cuenta su noble índole, los superiores mismos le recomendaron agregarse a una diócesis necesitada; humilde y constante en su vocación; Sabás fue recibido en la Diócesis de Tamaulipas, donde recibió las órdenes sagradas, incluyendo el 24 de diciembre de 1911, el presbiterado. Celebró su primera misa en Guadalajara en 1912 en compañía de sus familiares y amistades, Por dos años ejerció el ministerio sacerdotal en Tantoyuca, Veracruz. En 1914 se desató la persecución religiosa en el Estado de Tamaulipas, el Padre Sabás pidió permiso para trasladarse a la diócesis de Guadalajara y, una vez autorizado, prestó sus servicios ministeriales en San Cristóbal de la Barranca, Plan de Barrancas, Hostotipaquillo y Atemajac de Brizuela; todas estas poblaciones pertenecientes al Estado de Jalisco.
En el año de 1919 pasó a la parroquia de Tototlán, Jalisco, para colaborar con el señor cura Francisco Vizcarra Ruiz, primero como capellán de la hacienda San Antonio de Gómez y después en 1921, fue trasladado a la cabecera parroquial. Cuando hubo de suspenderse el culto en los templos de la República, el párroco de Tototlán se retiró del pueblo y quedó al frente el padre Sabás, con el encargo de administrar los sacramentos. El Padre Sabás durante su estancia en Tototlán, recuerdan los pobladores, les dio asilo en su propia casa a los niños huérfanos. La señora Francisca Rodríguez, quien vive en Ocampo No. 48, en donde vivía el ahora Santo, recuerda que por ser la hija mayor, a ella la llevaba su papá, Don Anastasio Rodríguez, a rezar el Rosario a la casa del padre y que con motivo de la concentración de las personas en las ciudades grandes, el día en que iban a salirse del pueblo, su papá le dijo al sacerdote que se fuera con ellos, que lo pondría en su trabajo para que nadie se enterara de quién era, pero su respuesta fue negativa: "No, ¿y mis muchachos?", dijo refiriéndose a los huérfanos que vivían con él, y aunque le insistieron que dejara el pueblo y saliera de ahí con todo y sus muchachos, no accedió.
El santo con dos niños |
Capturado por las tropas federales, fue objeto de crueles tormentos que parecían no tener fin. Fue el único párroco que permaneció en Tototlán desatada persecución religiosa. Luego de que el ejército federal dispuso capturar a los sacerdotes por promover la rebelión, algunos amigos le sugirieron al Padre Sabás que se pusiera a salvo, pero él, con firmeza, declaró: “Mis superiores aquí me dejaron y mi párroco me encomendó la atención de la parroquia, por eso aquí permaneceré; si es la voluntad de Dios, aceptaré de buena gana el martirio”. Días después, avisado que las tropas federales atacarían Tototlán, se ocultó en el domicilio de la señora María Ontiveros, junto con tres acompañantes: el joven José Beltrán, y los niños Octavio Cárdenas y Salvador Botello. Desde ese momento hasta su captura se mantuvo rezando el rosario, y aunque cuando los soldados llegaron a su escondite la dueña de la casa negó que ahí estuviera, cuando ingresaron al lugar y preguntaron por el fraile, el padre Reyes salió del traspatio y dijo: “Aquí estoy, ¿qué se les ofrece?”. Por respuesta le ataron fuertemente los brazos.
San José Sabás con niñas de catequesis. |
Indecibles fueron las horas transcurridas, hasta el anochecer del Miércoles Santo; casi a rastras lo condujeron al panteón municipal en donde fue acribillado. Uno de sus verdugos comentó luego: “Me pesa mucho haber matado a ese padre; murió injustamente. Le habíamos dado ya tres o cuatro balazos y todavía se levantó y gritó "¡Viva Cristo Rey!”.
Al día siguiente, 14 de abril, a las siete de la mañana, dos señores que iban a preparar una sepultura para Don Aurelio de la Torre que fue asesinado por esconder al Padre José Dolores Guzmán, vieron el cadáver del Padre Reyes que estaba recargado en la pared, afuera del panteón, ya rígido, con cuatro balazos: dos en el pecho, uno en el brazo derecho y otro en la frente. El cuello, las costillas y los tobillos con las señales muy marcadas de las sogas; las manos quemadas, el cráneo muy hundido y prácticamente todos los huesos rotos a golpes. Solicitaron el permiso necesario para sepultarlo en la misma sepultura de Don Aurelio.
Reliquias de San José Sabás. |
San Sabás Reyes, que dedicaste tu vida enseñando y educando a la niñez, asistiendo a tu feligresía y derramaste tu Sangre por Cristo Rey, rogad por nosotros!
José Daniel Villafuerte.
Muy interesante, espero nuevos artículos sobre los mártires mexicanos, que por desgracia no son suficientemente conocidos. Recuerdo que hace ya mucho tiempo conseguí (y leí con emoción) una biografía del Beato Miguel Pro, publicada muy pocos años después del martirio, con interesantísimas fotos. También tengo una reliquia (que me mandaron los agustinos) del Beato Elías Nieves.
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