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sábado, 1 de abril de 2017

"Me esconderé en las llagas de Cristo"

Los Estigmas de Santa Catalina de Siena, virgen dominica. 1 de abril.

Santa Catalina de Siena, una de las místicas más importantes de la Iglesia, nació en Siena el 25 de marzo de 1347 y falleció el 29 de abril de 1380 en Roma. Llevó una intensa vida cristiana, marcada por su caridad, los dones místicos y su servicio a la Iglesia, que desempeñó como profeta para un mundo y una jerarquía eclesiástica alejados de Dios, enfrentados, y necesitados de apasionarse por Cristo. El 1 de abril de 1375 Catalina se encuentra en Pisa, comisionada por el papa Gregorio para evitar que los pisanos se unan a la liga contra él mismo. Allí, estando en la iglesia de Santa Cristina (hoy es llamada "del Crucifijo", precisamente por el hecho en cuestión) ocurrió el fenómeno de la estigmatización. El primero en narrar el hecho fue el confesor de la santa, el Beato Raimundo de Capua (5 de octubre), que escribió la biografía de Catalina, y a quien doy la palabra:
"A continuación voy a referir algo que ocurrió (…) en la ciudad de Pisa, y esto en mi presencia. Cuando Catalina fue a este lugar, la acompañaron varias personas, yo entre alias. Ella recibió hospitalidad en la casa de un vecino del mismo, situada cerca de la iglesita de Santa Cristina. Un domingo celebra yo allí la santa misa y le di la sagrada oomunión. Catalina perrnaneció durante mucho tiempo en éxtasis, según solía; nosotros esperamos hasta que hubo recobrado el conocimiento con el fin de recibir de alto algún consuelo espiritual. De pronto vimos que su cuerpo que estaba postrado en el suelo, se elevaba un poco, se arrodillaba y extendía las manos y los brazos. Tenía el rostro encendido y permaneció mucho tiempo inmóvil y con los ojos cerrados. Luego, como si hubiese recibido una herida mortal, vimos que caía al suelo y adoptaba la postura que tenía antes, permaneciendo así hasta que recobró el uso de los sentidos.

Entonces me Ilarnó y me dijo en voz baja: -'Padre, le anuncio que por Ia merced de Nuestro Señor, yo llevaré en mi cuerpo sus sagrados estigmas'. Yo le contesté que sospechaba algo extraordinario después de haber visto lo que había ocurrido durante su éxtasis, y le pregunte qua le había hecho Nuestro Senor. 'Vi' – me contestó ella – 'a nuestro Salvador crucificado que descendía sobre mí envuelto en una gran luz; el esfuerzo que hizo mi espíritu para ir a su encuentro fue lo que hizo que mi cuerpo se levantase del suelo. Luego, procedentes de las cinco aberturas de las heridas de Nuestro Señor vi que se dirigían hacia mí otros tantos rayos color de sangre, los cuales avanzaron hacia mis pies, mis manos y mi corazón. Yo comprendí el misterio y exclamé: ¡Ah, Señor, mi Dios, te ruego que estas cicatrices no aparezcan exteriormente en mi cuerpo! Mientras yo estaba hablando, los rayos sangrientos se hicieron brillantes, adquiriendo el aspecto de luz, Ilegando en esa forma hasta las mencionadas partes de mi cuerpo'.

Crucifijo que imprimió las llagas
a la Santa.
Entonces yo le pregunté: -'Y uno de esos rayos de luz uno llegó hasta su costado derecho?'. Ella me contestó: -'No; hasta el izquierdo y directamente encima de mi corazón. La forma luminosa que emanaba del costado derecho del Señor no llegó hasta mi de una manera oblicua sino directamente'. '¿Siente usted' – interrogué de nuevo – 'un dolor agudo en cada uno de esos lugares?'. Ella me contestó lanzando un profundo suspiro: 'Siento en esos lugares y sobre todo en el corazón dolores tan violentos, que me parece no podría vivir en este estado a no ser por un nuevo milagro del Señor'. Estas palabras me llenaron de angustia y traté de ver si exteriormente se notaban en ella signos de estos dolores. Cuando Catalina hubo terminado de hacerme las confidencias anteriormente consignadas, salimos de la capilla con el fin de dirigimos a la casa donde ella habitaba. Apenas llegamos se retiró a su habitación donde ella cayó sin sentido. Todos nos reunimos a su alrededor y viéndola en tal estado lloramos por miedo de perder a una persona a quien tanto amábamos en el Señor. Nosotros habíamos presenciado con frecuencia los éxtasis que la privaban del uso de los sentidos y que también pesaban sobre su cuerpo, pero jamás la habíamos visto sometida a una suspensión tan completa de sus fuerzas vitales".

Así, los estigmas eran solo visibles para Santa Catalina mientras vivió, pero el día de su muerte, al fallecer, se hicieron visibles para todos, queriendo así el Señor demostrar la gracia que había hecho a su amada. Más de 200 años tuvieron que pasar, luego incluso de la canonización de la santa en 1461, para que sus Estigmas fueran considerados verdaderos por la Iglesia. Esta lo habría hecho antes de no ser por la pugna que los franciscanos entablaron contra todo aquel que osara representar o enseñar que otro santo era estigmatizado aparte de San Francisco de Asís (4 de octubre, 25 de mayo, traslación de las reliquias, 17 de septiembre, estigmatización), al que aún hoy muchos creen como primer estigmatizado de la historia, cuando tenemos al Beato Roberto de Abrissel (24 y 25 de febrero), que lo fue un siglo antes que el Seráfico Padre. Santa Catalina de Siena y la mística carmelita Santa María Magdalena de Pazzi (25 de mayo), padecieron esta persecución Así fue que hasta 1623 Urbano VIII definitivamente zanjó el tema aprobando la veneración de las imágenes de la santa de Siena con estigmas, aprobando el hecho como verdadero y milagroso. La Orden Dominicana comenzó a celebrar la Fiesta de los Estigmas de Santa Catalina por estas mismas fechas cada 1 de abril. Y lo hizo hasta la reforma litúrgica del postconcilio.

Y para terminar, que cierre la misma Santa Catalina de Siena: "Yo confieso a mi Criador que mi vida estuvo siempre en tinieblas; pero me esconderé en las llagas de Cristo crucificado, y en su preciosa Sangre lavaré mis iniquidades, y con santo deseo me gozaré en mi Crador".


Fuentes:
-"Leyenda Mayor. Vida de Santa Catalina de Siena". RAIMUNDO DE CAPUA. Fundación Miguel de Cervantes. 2015.
-"Diálogos". SANTA CATALINA DE SIENA. Madrid, 1797.


A 1 de abril además se celebra a
Santa Genoveva de Brabante, eremita.
Santa Teodora de Xalapa, virgen y mártir.
San Hugo de Grenoble, obispo.

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