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viernes, 21 de septiembre de 2018

"No es el sexo, sino el valor lo que hace fuerte".

Santa Débora, juez y profetisa. 21 de septiembre, 11 y 14 de diciembre (Iglesias Orientales).


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La Escritura habla poco de Débora, pero lo suficiente para que salte a la vista el hecho de ver a una mujer como juez del pueblo de Dios. Los Jueces ejercían un liderazgo moral, político y religioso. En tiempos en que aún Israel aun no tenía reyes los Jueces eran, junto a los profetas, la voz de Dios y por Él se les consideraba elegidos. No eran gobernantes propiamente dicho y ninguno pretendió ser superior a los demás. Los Jueces fueron Otoniel, Aod, Samgar, Gedeón, Abimelec, Tola, Jaír, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón, Sansón, Samuel y nuestra Débora.

La principal acción de Débora, quien dictaba sentencia bajo una palmera entre Rama y Betel, en favor de Israel fue animar al general Barac a lanzar las tropas israelitas sobre el cananeo Sísara. Le profetizó que vencerían, aunque él no vería el triunfo. Efectivamente, Israel vencería, pero quien mataría a Sísara sería Jael, mujer del cananeo Héber. Al ocurrir la victoria, Débora habría entonado un cántico a Dios.

Y poco más podemos decir de su biografía. Pero aún así, su figura ha sido evocada por numerosos padres de la Iglesia y santos han mirado a Débora como prefiguración de la Iglesia, de la Santísima Virgen, puesta como ejemplo para las mujeres, o comparada con el alma cristiana imbuida de Dios:




"Y así, de acuerdo con la historia, para que las mentes de las mujeres pudieran asentarse, una mujer se convirtió en una juez, una mujer que puso todo en orden; una mujer que profetizó; una mujer que triunfó; y que se unió a la batalla, enseñó a los hombres a la guerra bajo el consejo de una mujer. Pero en un misterio, es la batalla de la fe y la victoria de la Iglesia". San Ambrosio.
"Y creo que su judicatura ha sido narrada y sus hechos descritos, que las mujeres no deben ser restringidas de actos de valor por la debilidad de su sexo. Una viuda, gobierna al pueblo; una viuda, dirige ejércitos; una viuda, elige generales; una viuda, determina guerras y ordena triunfos. Por lo tanto, no es la naturaleza la que causa la debilidad. No es el sexo, sino el valor lo que hace fuerte". San Jerónimo.
"Nada es más poderoso que una mujer piadosa y sensible para poner a un hombre en orden y moldear su alma como ella quiera. Porque no soportará a los amigos, ni a los maestros, ni a los gobernantes, como lo hará con su pareja aconsejándole y aconsejándole, pues el consejo lleva consigo incluso cierto placer, porque la que da el consejo es muy amada. Podría hablar de muchos hombres duros y desobedientes que han sido ablandados de esta manera. (…) Una mujer destruyó Absalón, una mujer destruyó Amnón, una mujer rescató a Nabal de la matanza. Las mujeres han preservado naciones enteras, pues Débora y Judit exhibieron éxitos dignos de los hombres; así también lo hacen otras diez mil mujeres". San Juan Crisóstomo.

Y, además, tenemos el detalle poco conocido de que Santa Teresa de Jesús (15 de octubre; 26 de agosto, la Trasverberación; 13 de julio, Traslación de las reliquias) es llamada "la Nueva Débora" por el papa Gregorio XV en la Bula de Canonización. Este "piropo" daría pie a una iconografía particular que San Enrique de Ossó (27 de enero) promovería para la Institución Teresiana. Pero habría que dejarlo para otro artículo.

A 21 de septiembre además se celebra a:


Beato José Vila Barri,
presbítero HSF y mártir
Santa Efigenia,
virgen carmelita.
San Cuadrato de Atenas,
obispo y mártir
.



2 comentarios:

  1. Venía de leer en el antiguo blog el artículo "De la virginidad y sus trampas" (https://preguntasantoral.blogia.com/2010/031401-de-la-virginidad-y-sus-trampas....php), cuya visión de ese carisma en la mujer no me había convencido, y este me gusta mucho más. Ya que allí ya no se puede comentar, dejo aquí lo que había pensado, de todos modos.

    Hum... Creo que estoy en contra de esta visión, con matices. Después de todo (y en primer lugar), el Concilio de Trento (acabo de buscarlo, sesión XXIV, canon X) establece como dogma de fe ("sea anatema") la superioridad ("más perfecto y ordenado") del carisma del celibato sobre el carisma del matrimonio, aunque conforme a la doctrina católica y lo que explica el Señor en el Evangelio, ambos son buenos, están al servicio de los demás y cada uno tiene que seguir el que recibe para llegar a la plenitud de la caridad. Es decir, el valor inmenso de la virginidad, incluso superior al del matrimonio, no es una mera cuestión cultural o un prejuicio variable, sino verdad revelada por Dios.

    En cuanto a su especial brillar en la mujer, yo diría que es en primer lugar porque refleja la virginidad de María, que es la primera de todos los santos y la imagen viva más perfecta de la Iglesia, y la persona meramente humana con una vida de fe más íntima y perfecta. Además, es una novedad del Evangelio: hombres que de hecho resultaban ser vírgenes ya había, como el Bautista o Jeremías, por estar consagrados a misiones exclusivas. Pero una virginidad femenina que es camino privilegiado de maternidad espiritual, recepción de la Fe y trato con Dios, eso es algo nuevo, aunque anunciado proféticamente en todo el Antiguo Testamento, desde el Arca hasta Ester, por citar dos ejemplos. Creo que hay que defender que la virginidad, como el martirio, es un camino privilegiado de trato con Dios, y la virginidad femenina en concreto hace de una persona imagen privilegiada de Su Iglesia, hasta el punto de que morir en su defensa constituye un martirio. Además, la doctrina católica siempre ha condenado las relaciones sexuales prematrimoniales, en varones y en mujeres.

    A la luz de la Biblia, creo que son dos signos distintos. La mujer virgen es, como María, imagen viva de la Iglesia, Esposa de Cristo a la espera, y lo vive así en su trato con Dios (Santa Teresita es un magnífico ejemplo de esto). Del hombre, más que virginal, se destaca bajo el aspecto del signo que es célibe y casto. Así está dedicándose exclusivamente a la custodia de la Iglesia, y aunque es cierto que así refleja más perfectamente a Cristo en su trato con los demás, creo que la experiencia espiritual y el signo en la Iglesia son muy distintos.

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  2. Pese a los tiempos y las corrientes, creo que hay que decir sin vergüenza que la cultura bíblica y eclesial es patriarcal, y que eso no es algo malo ni denigratorio para la mujer, sino precisamente su salvación, como ocurre con todos nosotros. El Universo está regido por un Padre, después de todo, que ha elegido esa imagen para revelarse, y Cristo usa la imagen del Esposo, y nadie tiene amor más grande por cada mujer del mundo que ellos. El Reino de Israel está construido sobre los Santos Patriarcas, incluyendo a Jacob y sus doce hijos, y en el Señor y los doce Apóstoles bajo el primado de San Pedro hay un eco directo de la misma estructura. A su sucesor lo llamamos "Papa", Padre, y a algunos Obispos se les llama directamente Patriarcas. Y aceptar cada uno su lugar, sea cual sea, para llenarlo de caridad, es parte de la obediencia que Cristo le rinde al Padre en nosotros. Sin embargo, la meta de toda la Iglesia es la santidad, y la santa más perfecta y amada es una mujer: tampoco la labor de gobierno es la más grande en la Iglesia, sino que entre Marta y María, María escogió la mejor parte. Eso demuestra que no hay contradicción, inferioridad o desventaja en este peculiar Patriarcado: en Cristo Jesús no hay diferencias. Lo de los santos "jovenzuelos" y su representación más o menos como efebos, bueno, me parece más sencillo decir que suelen ser los que murieron en la veintena salvo San Bernardo y San Antonio, que precisamente tienen una iconografía algo más variada (hay bastantes imágenes de ambos con barba, por ejemplo), y no que son una trampa. San Juan, pongamos, solía ser representado a lo efebo en las ilustraciones del Evangelio y con barbas patriarcales cuando escribe el Apocalipsis, así que diría que lo primero se debe más a la juventud que a la pureza.

    La Iglesia (como el Universo) será por tanto un Patriarcado edificado sobre el de Israel, pero uno con María en su centro, uno que ha sido purificado y sigue purificándose, y que se enfrenta a la poligamia, al repudio, al abuso y a todo lo que esclaviza, cosifica y hunde a la mujer, lo mismo que al hombre, especialmente lo que actúa desde dentro del corazón. No una conspiración para apartar a la mujer de esto y de aquello, sino un Plan de Salvación pensado por Dios Padre para llevarla a lo más alto del señorío, la libertad, el amor y la fuerza, que -de nuevo, como para todos- sólo vienen de la obediencia a Dios y el servicio a los demás.

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