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viernes, 1 de enero de 2021

Agustiniano, sin ser agustino.

San Fulgencio de Ruspe, obispo. 1, 3 (Órdenes Agustinas) y 16 de enero.  

Nació en 468 en la ciudad africana de Telepte, y se llamó Claudio Gordiano Fulgencio. Su padre fue un patricio que se llamaba Claudio y que murió cuando Fulgencio era pequeño. Su madre, una noble llamada Maliana, le buscó los mejores preceptores del momento, que le formaron en las ciencias, las letras y la piedad.  
Siendo ya un joven se cautivó con la lectura de las obras de San Agustín (28 de agosto; 24 de abril, bautismo; 29 de febrero, traslación de las reliquias a Pavía; 5 de mayo, conversión; 15 de junio, en la Iglesia oriental) y comenzó a desear la vida monástica. Luego de prepararse para ello, se fue a un monasterio en Túnez, donde era abad su amigo Félix. Este, viendo enseguida sus virtudes, en poco tiempo le puso a cargo de los monjes jóvenes y le consultaba todo. 
A causa de la invasión bárbara los monjes tuvieron que trasladarse a Mauritania, en la actual Marruecos, y Fulgencio obtuvo licencia para visitar a los monjes del desierto egipcio. Sin embargo, no llegó a su destino, pues supo que la herejía arriana campeaba por Egipto y la división en la Iglesia era atroz, por lo cual regresó. De vuelta a Mauritania, un noble local le regaló tierras para que fundase un monasterio, que se llenó en breve de jóvenes fervorosos, que le nombraron abad.  
En 507 le llegó el nombramiento de obispo de Ruspe, en la actual Túnez. La cosa fue así: como el rey vándalo Trasimundo era partidario de los arrianos se reservó para sí, sin discusión alguna, la prerrogativa de la elección de los obispos para así solo elegir obispos fieles al arrianismo y a él mismo. Los obispos católicos, perseguidos, elegían en secreto a los verdaderos obispos en secreto, reunidos o por cartas secretas. Así eligieron a nuestro santo, en lo escondido, quien no pudo negarse, luego de tantos trabajos para elegirle. Se fue a un monasterio de Ruspe y desde allí, como un simple monje, comenzó a gobernar su iglesia local. Y allí volvía siempre que no se le necesitó, para vivir mortificado, en silencio y oración.  
Antes de un año Fulgencio y sesenta obispos africanos fieles a la ortodoxia católica fueron desterrados a Cerdeña por orden de Trasimundo. Algunos monjes le siguieron y fundaron un monasterio en Cagliari, desde donde Fulgencio comenzó una obra apologética y evangelizadora tremenda. Divulgó la doctrina de San Agustín y fue férreo contra el arrianismo. Esto hizo que, aún considerándole su enemigo, Trasimundo le convocara a Cartago para una polémica con obispos arrianos. Fulgencio les dejó a todos evidenciados, desenmascarando la falsedad de su herejía y aún convirtió a algunos. Entonces Trasimundo le envió de vuelta enseguida a Cerdeña. 
En 523 el rey murió y Fulgencio volvió a su sede episcopal, donde continuó su obra de evangelización. En 533 falleció santamente, pobre y humilde como el monje de corazón que siempre había sido. Un año antes había intentado abandonar el gobierno para retirarse a un monasterio en la costa, pero el pueblo le reclamó tanto que volvió a la cátedra. Y de esta al cielo. 

A 1 de enero además se celebra a:
San Oyend, abad.
San Demet, eremita.










  

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