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martes, 23 de febrero de 2021

"Una llamada de mi Superior me lleva hacia él."

Santa Milburgh de Wenlock, abadesa. 23 de febrero y 26 de mayo, traslación de las reliquias. 

Su "vita" la escibió el monje William de Malmesbury. Fue la hija mayor del rey Merewald y su mujer Santa Domneva (19 de noviembre) y nació en 622. Sus hermanas fueron Santa Mildred (13 de julio) y Santa Mildgytha (30 de julio). Desde niña se dedicó a las cosas de Dios con todo su corazón. Gustaba de la liturgia, de socorrer a los pobres, bordar, tocar la lira y leer. 

A los 17 años decidió consagrarse a Cristo y para ello fundó, con la ayuda de su padre y su tío Wulfhere, un monasterio en Wenlock, del que fue abadesa consagrada y perpetua, dándole el velo San Teodoro de Canterbury (19 de septiembre). Fue pronto un monasterio famoso por su piedad y erudición. Contaba con numerosas reliquias, libros, tierras y privilegios. Milburgh destacó por su gran dote de gobierno dentro y fuera del monasterio, pues tenía también jurisdicción civil otorgada por su padre. 

De la santa se cuentan numerosas leyendas del gusto popular y casi mágico de las crónicas inglesas, irlandesas y escocesas. Una de ellas cuenta que, estando Milburgh en Stoke fue pretendida por el hijo de un rey vecino y quiso llevársela con él a la fuerza. Para ello reunió soldados y preparó una emboscada. Milburgh, avisada por su ángel guardián, escapó cruzando el arroyo Corve. Cuando el hombre pretendió perseguirla, el arroyo se volvió un río turbulento que no dejó al licencioso cruzarle. Otra leyenda nos dice que pasaba muchas noches en profunda oración, por lo cual una de ellas se durmió profundamente en la iglesia. Al amanecer tocaron la campana y la santa despertó sobresaltada y el velo cayó de su cabeza, quedando enganchado en un rayo de sol que entraba por un ventanal de la iglesia, impidiendo que el velo, signo de la consagración, tocara el suelo. 

En otra ocasión llegó al monasterio una viuda con su hijo muerto, e imploró a Mildred que le resucitara a su hijo. Milburgh la reprendió diciendole "Ve y entierra a tus muertos, luego prepárate para seguir a tu hijo, porque todo hombre nace para morir." Pero la viuda insistió sin moverse del monasterio. Entonces la santa abadesa accedió y se postró en oración junto al cuerpo del niño. En el acto un fuego sagrado bajó del cielo y envolvió a ambos. Las monjas gritaron a la santa para que se apartara, pero ella estaba absorta en la oración. Al consumirse el fuego, Mildred estaba ilesa y el niño revivido. Hay que decir que esta leyenda también se cuenta de Santa Werburgis de Trentham (3 de febrero). 

Además, uno de sus milagros más conocidos, y que forma parte de su iconografía, y es la leyenda de los gansos: Cuenta esta que una bandada de gansos apareció en un campo perteneciente al monasterio, escarbando el suelo y comiendo toda la simiente recién sembrada. Los siervos corrieron al monasterio y lo dijeron a la santa, quien se fue al campo y trazando la señal de la cruz, hizo moverse a los espantapájaros, asustando a los gansos que salieron volando. Pero al volver al monasterio, Milburgh comprobó que las aves lo que habían hecho era cambiar de sitio y ahora campeaban por la huerta monástica. Entonces con voz firme mandó a las aves que vinieran en fila hacia ella, y cuando estaban todos, les rogó por amor de Dios que se fueran a otro sitio y dejaran las tierras del monasterio en paz. Los gansos obedecieron y levantaron vuelo, pero no se movían de sobre la abadía. Entonces la santa comprendió que faltaba uno de ellos. Las monjas lo hallaron asado en el horno de uno de los jardineros. Milburgh hizo una oración y revivió al animal, que remontó vuelo con los suyos, perdiéndose todos para siempre. 

Vivió nuestra santa muchos años, cargada de penas y dolorosas enfermedades. Hacia el final de sus días reunió a la comunidad y les dijo: "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Queridas hermanas, os he amado como a mis entrañas, y os he cuidado como a una madre a sus hijas, con piadoso cuidado. Una llamada de mi Superior me lleva hacia él. Os encomiendo a Dios y a la Santísima Virgen". Y entró en la gloria del Esposo el 23 de febrero de 722. 

Fue enterrada con mucha devoción en la iglesia del monasterio, junto al altar. En el siglo IX los piratas daneses destruyeron el monasterio, reduciéndolo a cenizas, y la tumba bendita quedó bajo los escombros. En 1079 los monjes de Cluny comenzaron la reconstrucción del monasterio, y un día, dos niños que jugaban entre los escombros del altar, cayeron de rodillas y en éxtasis. Acudieron los monjes y les hallaron frente a un sepulcro del cual salía perfume, como de un oloroso bálsamo. Las reliquias de la santa fueron tomadas con gran devoción y puestas en la sala capitular, pasando a la iglesia cuando esta se terminó. 

Muchos fueron los milagros obtenidos por su intercesión, y muchos los peregrinos que acudieron durante siglos. El 26 de mayo de 1501, las reliquias fueron depositadas en un bello cofre relicario, y puestas en el centro del altar mayor. Y allí permanecieron hasta su destrucción, reinando de Enrique VIII.


A 23 de febrero además se recuerda a:






 

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