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miércoles, 18 de octubre de 2017

Orando por los enemigos... ¡para que se mueran!

San Julián Sabas, eremita. 18 de octubre y 14 de enero.

Fue Teodoreto quien escribió la vida de este santo. Según él, Julián Sabas nació a inicios del siglo IV, era de humilde condición, rudo y sin educación, pero estaba de tal modo asistido por el Espíritu Santo, que San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias) escribió que apenas era inferior a San Pablo Ermitaño (15 de enero) y a San Antonio Abad (17 de enero).

Julián Sabas, deseoso de servir a Dios con toda libertad, se fue a una pequeña cabaña en los desiertos de Osrhoene, Mesopotamia. Allí vivía austeramente, comiendo solo un pan de hierbas una vez por semana y bebiendo agua solo la necesaria para no morir. y eso comería toda su vida, añadiendo higos cuando ya era anciano. Trabajaba, oraba y cantaba salmos todo el día. Su virtud le hizo atraer discípulos, y llegó a tener cien. Para ese momento ya vivía en una cueva húmeda e insalubre de la que los discípulos lograron sacarle solo con sus ruegos. El ritmo orante de la comunidad era constante, diariamente se cantaban los 150 salmos de David, empezándose a medianoche y alternándose en grupos los monjes, mientras otros trabajaban. Oraban de esta manera: uno, de pie, cantaba quince salmos mientras los demás del grupo permanecían postrados. Luego le sustituía otro, mientras el que había cantado se postraba con los demás. Y así, uno tras otro, se sucedían los salmos en la orante comunidad. Al atardecer se reunían para comer algo frugal, orar todos juntos e irse a dormir, hasta la medianoche, cuando volvía a repetirse todo. 

Julián Sabas visitó el Monte Sinaí con su discípulo Asterio. Julián construyó una pequeña capilla en el Sinaí, y luego volvió a su desierto de Osrhoene. Al volver a su recinto, supo de la campaña militar que el emperador Juliano el Apóstata estaba llevando a cabo contra los persas y, temiendo que el emperador volviera a perseguir a la Iglesia si ganaba aquella campaña, pasó diez días de incesante oración a Dios para que entregara al emperador en manos de sus enemigos. Al cabo de ese tiempo, oyó una voz que le dijo: "Alégrate, ese cerdo apestoso y vil está muerto". Entonces Julián reunió a sus hermanos y les mandó cantar himnos de alabanza por aquella derrota de Juliano que, efectivamente, no regresó de esa campaña. Tal vez, todo sea dicho, Julián no sabía que los feroces persas paganos serían aún más crueles en sus persecuciones a los cristianos.

Desierto de Osrhoene.
Imperando Valente, monarca arriano, Julián Sabas fue llamado por los cristianos de Antioquía para que alentara su fe, ya que se veían reducidos ante los ataques de los arrianos, perdiendo sus templos y con su obispo, San Melecio (12 de febrero), desterrado. Una leyenda cuenta que al entrar a la ciudad, Julián Sabas entró en la casa de una mujer piadosa y pidió un refrigerio. La dueña de casa mandó a su esclava prepara una cena para el santo, pero en ese momento, el hijo de la esclava cayó al pozo y la esta comenzó a gritar. La dueña le dijo: – "No grites, pon la tapa al pozo y prepara la cena como te he mandado". Así lo hizo la esclava. Luego de comer el santo preguntó por el niño, pidiendo lo trajeran a su presencia para bendecirlo. Dijo el ama: –"Está en el fondo del pozo, hemos estado tan ocupadas preparando la cena, que no hemos tenido tiempo de sacarlo". Inmediatamente Julián fue al pozo, quitó la tapa, y las aguas comenzaron a subir, devolviendo el niño a la superficie, sano y salvo. De regreso a su desierto, Julián Sabas pasó por Ciro, donde el emperador Valente había colocado un obispo arriano llamado Asterio. Los católicos imploraron la ayuda de nuestro santo, que hizo lo que único que sabía hacer: hizo varios días de oración y al día siguiente de que Julián dejara la ciudad, el obispo arriano murió ahogado en sus vómitos y putrefacto. 

El año de la muerte de Julián Sabas no se sabe con certeza, pero debe haber sido alrededor de 378.


Fuente:
-"Lives of Saints". Tomo XI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.


A 18 de octubre además se celebra a
Santa Gwendolin (Cándida) de St-Vennec, madre.
San Justo de Beauvais, niño cefalóforo mártir.

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