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viernes, 13 de abril de 2018

De la leyenda del protomártir Trinitario.

Ya lo he dicho varias veces, hay santos que se te atraviesan en el camino, sea por una leyenda, por un atributo, por un animal que le acompaña (los persigo), y no se te van de la memoria. En mi caso suele ser porque no sé nada o muy poco de ellos. La experiencia me dice que hay que dejar de pensar en ellos, porque más tarde o más temprano, te los encuentras al pasar la página de un libro, buscar otra cosa en una web, o recibes una estampa de un amigo. Es el caso de este santo que os comparto aquí, desconocido hasta para muchos de sus hermanos de hábito, los Trinitarios. Y de él dice un viejo libro:

San Roberto de San Juan, protomártir trinitario. 13 de abril.

Era Roberto originario de Montiduno, Inglaterra; e hijo de padres nobles. Estudió en su país todo lo que pudo y con buenos frutos. Cuando dos amigos suyos quisieron pasar a París a estudiar Teología, Roberto se animó a ir con ellos y sus padres le dieron autorización. Estudiaron los años preceptivos y Roberto se graduó con excelentes resultados, luego de causar admiración en sus profesores y la envidia de sus demás compañeros. Terminado la Teología, los amigos de Roberto deseaban ir a Roma, para lograr ser ordenados y obtener algún beneficio eclesiástico o una parroquia digna, pero Roberto deseaba ir a su casa, junto a sus padres. Aún así, les acompañó, con deseo de visitar la Ciudad Eterna, donde visitó las principales reliquias, iglesias y monasterios.

Estando en Roma, vio a un romano ofender y pegar a unos cautivos, que habían sido liberados (aunque él no lo sabía) por el Beato Juan Anglico (17 de junio) y el Beato Guillermo Escoto (13 de mayo), trinitarios. Encendido de furia, golpeó al hombre de tal manera que lo dejó tendido en el suelo. Pensando Roberto que lo había matado y que sería ajusticiado, pensó refugiarse en un convento, para que la justicia no le alcanzara. Echó a correr y el primer convento que halló fue el de Santo Tomás "in Formis", de los trinitarios. Allí halló a San Juan de Mata (17 de diciembre y 7 de mayo, traslación de las reliquias), que supo, por revelación que roberto sería religioso suyo y santo. A todas estas, el hombre maltratado por Roberto se levantó del suelo, se fue a sus cosas y nada pasó, pero aún así, sus amigos le pidieron regresara enseguida a Inglaterra, no fuera que le denunciara de todos modos.

San Juan de Mata le dijo que lo pensase bien, no fuera que el Señor le estuviera dando una señal. Roberto pasó toda esa noche en oración y decía: "Válgame la Santísima Trinidad, ¿qué es esto que por mi pasa? ¡Yo en un convento, que su instituto principal es el rescate del cautivo, y yo por la defensa de un cautivo haberme refugiado en este Convento! En esta religión que rescata los cautivos hallé refugio en mi trabajo, y ya que Dios me sacó de él, ¿tengo que huir y tengo que embarcar? Pues, ¿no será mejor imitar a estos santos padres en buscar a los cautivos para redimirlos, que el huir por defenderlos? Parece esto cobardía de ánimo, y no quiero ser ingrato al cielo, y así, de más razón será alistarme en esta milicia sagrada, que no huir cobarde a mi tierra". Pero recaía, temiendo no fuera cosa de Dios, y sabiendo lo difícil de ser religioso, para volver a reflexionar y orar: "¿Cómo pueden ser casuales estas circunstancias? ¿No había en Roma otros templos, monasterios e iglesias, que me pudieran servir de auxilio? La defensa de un cautivo me trajo a esta casa, que hallan su refugio cautivos en ella, pues ¿cómo la puedo yo dejar, si me trae a su casa Dios?"

En fin, para no hacer el cuento muy largo. El caso es que salió en busca de San Juan de Mata, lo halló en el coro y este le dijo que conocía de sus dudas, y que Dios le quería para religioso trinitario. Al día siguiente lo presentó a la comunidad, y ante una duda de un religioso, el santo le profetizó: "algún día sabrá los alientos de este valeroso Soldado de Cristo y cuanta gloria ha de dar a la Trinidad Santísima, y cuanta honra se ha de seguir a nuestra Religión". Y le dio el hábito él mismo. Al saberlo sus compañeros y oírle hablar de la vida religiosa, la vanidad del mundo y de las letras, le dijeron: "Tú viniste con nosotros solo por acompañarnos, tomando un viaje tan largo, sin que te moviese más interés que el cariño: Esta acción tan gloriosa pide igual correspondencia, y así, con gran gusto recibiremos el santo hábito, quedándonos en tu compañía, si el Superior de la Religión nos concede esta fineza; pide tú, por la Sangre de Cristo, que nos conceda esta gracia". Y como San Juan de Mata, ya conocía de la voluntad divina, les admitió en la Orden. Y fueron los religiosos, Fray Rodulfo y Fray Ricardo, que asistieron en la muerte al Santo Fundador.

No hay que decir de todas las penitencias, tentaciones, miedos y consuelos del Señor que recibió en el noviciado. Es una vida de santo y ya se sabe... nunca es poco para exaltar virtudes. Así, Roberto profesó en medio de grandes fervores y consuelos del cielo. Sabiendo San Juan de Mata las grandes virtudes del religioso, mandó que se le ordenase presbítero, aunque nuestro santo no quería. Aceptó por obediencia, del mismo modo que aceptó el ministerio de la predicación. Sus sermones eran elevadísimos y, al mismo tiempo, cercanos al vulgo, del cual logró grandes conversiones e interés en la Redención de Cautivos.

En 1199 Inocencio III ordenó la IV Cruzada, a la que se sumaron numerosos presbíteros y religiosos para servir de "ejército espiritual". Roberto fue uno de ellos, destacando entre los más celosos de la predicación y la virtud. Con gran valor exhortaba a los soldados a ser buenos y piadosos, y además, con aquellos que enfermaban era caritativo y les socorría en todo lo que podía. Algunas veces hasta quedó sin comer en el viaje por dar a los soldados u otros religiosos.

Pensaba Roberto predicar en Tierra Santa, pero la Providencia tenía otro destino para él. Sobre 1209 tomó el santo un barco desde Beirut hasta Ancou, en el cual iban algunos musulmanes. Estos, al verle, comenzaron a reírse de la fe cristiana, y de la risa pasaron a la blasfemia. Roberto les amonestó y les corrigió sus errores, enseñándoles lo que realmente enseña la Iglesia, pero los moros lo tomaron como un agravio y con sus alfanjes le despedazaron y lo arrojaron al mar. Un musulmán que se hallaba presente, se convirtió a la fe cristiana al ver aquel testimonio y dio aviso a los cristianos. Cuéntase que cuando fue hallada su cabeza en el mar, los ojos aún estaban como vivos y resplandecientes de alegría. Al saber San Juan de Mata del martirio de Roberto, lo dio a conocer al papa Inocencio III, quien sin más le declaró mártir y concedió que los trinitarios le rindieran culto como su protomártir. 

No es Roberto, ciertamente, un santo histórico, o al menos evidencias de que lo haya sido no hay. Los datos que de él tenemos aparecen en un libro de un religioso trinitario, del que se sospecha se inventó muchísimo de la "historia" trinitaria, sólo para dar ciertos orígenes ilustres a su Orden. Este fraile dice que el convento de Santo Tomás in Formis guardaba testimonio del culto a San Roberto, pues había un altar erigido a su memoria, pero esto no consta. 


Fuente:
-"Noticias históricas de las tres florentísimas provincias de la Gran Bretaña, Inglaterra, Escocia, e Hibernia, del Celestial Orden de la Ss. Trinidad, de Redención de cautivos cristianos". P. FR. DOMINGO LÓPEZ. Madrid, 1714.


A 13 de abril además se celebra a
San Hermenegildo, príncipe y mártir.
Beata Ida de Lovaina, virgen cisterciense.
Beata Ida de Bolonia, viuda.

1 comentario:

  1. Me ha parecido genial el estilo con el que narras la historia, pero lo que más me ha gustado es que aclaras en el párrafo final que no se trata de una historia verdadera (al menos no hay pruebas de ello).

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