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jueves, 1 de julio de 2021

Valeroso padre de innumerables hijos.

San Domiciano, abad y fundador. 1 de julio. 


Nació en Roma a principios del siglo V, en una familia cristiana que se había mantenido firme contra el arrianismo. Desde niño fue piadoso y amante de las letras, por lo que cuando tenía 12 años sus padres le encomendaron a piadosos y sabios varones para que se formase en estudios mayores. 

Cuando Domiciano tenía 15 años su padre, tal vez era obispo, fue martirizado por unos arrianos. Del dolor, ssu madre quedó ciega y enferma, muriendo al poco tiempo. Siendo hijo único y receptor de abundantes riquezas de repente, Domiciano no sabía qué hacer. Por un lado, quería dedicar su vida entera a Dios, pero por otro, se sentía responsable del patrimonio de su padre, del trabajo de su familia durante siglos. Y he aquí que un día entabló un interesante diálogo con un esclavo suyo llamado Sisinio. Le preguntó Domiciano: “¿crees tú que el hombre, habiendo nacido libre y pudiendo vivir en la libertad de los hijos de Dios, tiene que someterse a la servidumbre de las posesiones, sólo para darse el gusto de disfrutar de bienes que son caducos?”. “Yo creo” —respondió Sisinio— “que vale infinitamente más ser libre que esclavo de algo”. Esta respuesta del esclavo, hombre no instruido, iluminó la mente y espíritu de Domiciano, que resuelto dijo a Sisinio: “Bien respondiste. Como enseña San Pablo, si puedes vivir libre, prefiere la libertad a la servidumbre”. y añadió: “"Hoy mismo daré libertad a mis esclavos, venderé mis bienes y repartiré el dinero a los pobres”. 

En dos semanas, Domiciano ya era libre de posesiones y riquezas y se fue a Arlés, donde se entrevistó con el obispo San Hilario (13 de enero), quien le vio tan preparado en las Escrituras y lleno del Espíritu Santo, que le ordenó presbítero a pesar de su corta edad. Domiciano quiso retirarse al monasterio de Lérins, mas sabiendo de la obra reformadora y espiritual que estaba llevando a cabo el obispo San Euquerio de Lyon (16 de noviembre) se fue allá, donde el santo obispo quedó prendado de él, y le confirmó que necesitaba su presencia en sus tierras para que floreciera la vida monástica. Euquerio le regaló un arca con las reliquias de Santos Crisanto y Daría (25 de octubre), que Domiciano usaría como altar para decir la misa durante toda su vida, arrancando de estos  santos mártires numerosos milagros. 

Domiciano se fue a un bosque solitario donde levantó una ermita en honor de San Cristóbal (10 y, 25 de julio). Allí vivía en oración, penitencia y trabajo. Poco a poco su soledad terminó, pues se le unieron varios discípulos que formaron una comunidad monástica pobre, laboriosa y orante como pocas. Pero la vida sencilla y callada empezó a verse turbada por la gente que acudía a Domciano y sus monjes para pedir oraciones, remedios o consejo. Llegó a tanto que Domiciano le consultó a Euquerio y este le dejó en libertad para buscar un sitio más apartado. 

Partió Domiciano con un monje llamado Modesto y anduvieron varios días y noches en busca de un sitio apropiado para fundar un eremitorio. Pasando por un hermoso bosque con varias fuentes de agua, pernoctaron allí, y esa noche se apareció Cristo a Domiciano y le dijo: "Sé valeroso, yo mismo te ayudaré en tu misión. Aquí tendrás innumerables hijos que seguirán tus ejemplos. Ea, pues, manos a la obra. Empieza ya a ejecutar lo que determinaste”. Animado con esta visión, Domiciano regresó con sus monjes y les llevó al nuevo sitio, donde debían levantar un monasterio en toda regla. Allí vivían en armonía, trabajando duramente para mantenerse, oraban sin cesar y sus penitencias eran muchas.

Realizó Domiciano varios milagros. Cuenta la leyenda que, estando el santo con los monjes bañándose en el río que pasaba junto al monasterio, una zorra comenzó a comerse la sandalia del santo. Entonces este invocó a Dios diciendo: "¡Oh Dios!, criador de todos los seres, te pido que ni yo ni mis hijos recibamos daño ninguno de este animal ni otros de su especie que viven en los bosques”. Y al instante la zorra cayó muerta. También tuvo el don de arrojar los demonios de los posesos, y realizó dos resurrecciones. 

Tanta gracia depositada en él no podía quedar oculta y en dos años los peregrinos eran asiduos. Domiciano se resignó a la voluntad divina de ser un faro que llevara la luz de Cristo, y decidió construir una gran iglesia separada del monasterio para acoger a los fieles. En ese tiempo asoló la región una terrible hambruna y un día que los albañiles dejaron de trabajar por el hambre que tenían. El santo les pidió que volvieran al trabajo aún con hambre, aseverándoles que Dios les proveería. Entonces se fue a la aldea de Torciaco, adonde todos los habitantes estaban junto al horno de pan comunitario, esperando saliera el único pan que tenían para todos. El santo llegó cuando habían comido, mas les ordenó abrieran el horno otra vez. Así lo hicieron y hallaron un hermoso pan recién cocido, allí donde minutos antes no había nada. Los de Torciaco le dieron el pan a Domiciano, quien lo llevó a los albañiles. Y no solo estos comieron sino que, milagrosamente, el pan se multiplicó para los 16 monjes de Domiciano, durándoles 10 días. 

Convirtió Domiciano al arriano señor feudal de Latiniaco, llamado Latino. Domiciano les visitó para pedirles limosna y a la par se enzarzó con Latino en una disputa religiosa, sobre la Trinidad. Latino le preguntó sobre su fe, a lo que Domiciano le respondió: "Tengo la fe que recibí de mis maestros, sucesores de los Apóstoles. Contra ella se han enfurecido los arríanos, predicadores de nuevas doctrinas. Por tanto, creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único Hijo, Nuestro Señor, y en el Espíritu Santo. Digo Dios Padre, porque tiene Hijo. Y digo Dios Hijo, porque tiene Padre, a quien se asemeja totalmente por la divinidad. De ambos procede el Espíritu Santo, que es consubstancial y eterno con el Padre y el Hijo. Confesamos que hay tres Personas en un solo Dios, porque sólo hay una Divinidad, un Poder, una Eternidad, una Majestad Indivisa.” 

¿Acaso el poder del Padre no es mayor que el del Hijo?”, le preguntó Latino. “No – replicó  Domiciano – porque Padre e Hijo tienen un solo y mismo poder divino.” "Lo que dices, no puede ser así —repuso el arriano —. ¿Acaso sería yo prudente si dejara mis bienes y mi dignidad al arbitrio de mi hijo, si es incapaz para usar de ellos correctamente? Pues no. Por lo mismo no pudo Dios comunicar su poder y dignidad a su Hijo, habiéndole engendrado.” Entonces Domiciano se levantó y dijo: “Tu sabiduría es del todo carnal. Para demostrarte que dije la verdad, mira. En el nombre del Hijo único de Dios, eterno y semejante en todo a su Padre, mando que caigan al suelo al punto aquellos templos paganos que han sido siempre guarida de los demonios.” Se trataba de dos templos dedicados a Júpiter y a Saturno que habían sobrevivido a la dominación romana y donde en ocasiones los campesinos, aún cristianos, hacían oraciones y presentaban ofrendas a los dioses “por si acaso”. Pues bien, al punto los dos templos se derrumbaron estrepitosamente, al tiempo que el cielo se cuso negro y caía una fuerte granizada.  

Latino entendió que la fe católica era la correcta y aceptó de corazón convertirse. Su mujer, Sigrid, quien era católica terminó de convencerle. Apenas tomó la resolución, el cielo se aclaró y Latino comprobó que por misericordia de Dios el trigo de sus campos no se había destrozado con el granizo. se echó a los pies del Santo le pidió perdón y le rogó que le instruyese en la verdadera fe. Así lo hizo Domiciano, quien le catequizó durante tres días y al cabo le bautizó correctamente. Entonces Latino quiso ser generoso con los monjes y les donó numerosas tierras y parte de la cosecha de trigo anual para siempre. 

Domiciano gobernó su monasterio durante muchos años, hasta que, siendo anciano, cedió el cargo de abad al piadoso monje Juan, comenzando entonces a prepararse para su santa muerte. Esta le llegó el 1 de julio de 440, luego de haber exhortado a los religiosos con estas palabras: "Vivid en paz y santidad, porque es condición indispensable para ver un día al Señor en la gloria. Obedeced siempre a quien el Cielo os designare por superior.” luego se celebró la misa en su celda, y al cabo, apenas comulgó, Domiciano exclamó: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu” y expiró. 

El santo abad fue enterrado en la iglesia abacial, y pronto su sepulcro fue fuente de portentos. En 680 los monjes sepultaron allí a San Rambert (13 de junio), quien de alguna manera opacó el culto a San Domiciano, e incluso dio nombre al recinto, borrando el de Domiciano. En el siglo XII los monjes de Cluny lo ocuparon hasta la Revoclución Francesa. Las reliquias de Domiciano y Rambert se veneran ahora en la iglesia parroquial, en un hermoso relicario de 1872. La abadía está ocupada por religiosas de vida activa.

Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo IX. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.
-"El Santo de cada día". EDELVIVES. Huesca, 1946.


A 1 de agosto además se celebra a:

B. Juan de Jerusalén,
obispo carmelita.
San Pedro Ad Víncula
S. Alfonso M. Liguori
obispo y fundador.
Santa Elessa,
virgen y mártir.







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