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jueves, 18 de abril de 2013

Beata María de la Encarnación, Madame Acarie

Celebra hoy nuestro Carmelo a una beata muy conocida en Francia, pero lamentablemente poco más. Mística, gran luchadora, muy humilde y penitente:

Beata María de la Encarnación, viuda, religiosa. 18 de abril.
Bárbara Avrillot nació el 1 de febrero (como yo) de 1566. Era hija de Nicolás Augusto Avrillot, señor de Chanpalestreux, consejero del rey de Francia y canciller de la reina de Navarra. Su madre fue Maria de Huilher, perteneciente a una reputada y acomodada familia parisina. Estudió en las Hermanas Menores de la Humildad de Longchamps, una congregación franciscana donde era religiosa profesa una tía suya. Allí aprendió la doctrina cristiana, la piedad y el gusto por las obras de caridad y la austeridad. Al regresar a casa a los 14 años, pretendió seguir su vida piadosa y austera, pero su madre se opuso tenazmente, haciéndola visitar a la alta sociedad, mostrándola en bailes y cenas. como no lograba sacarla de su retraimiento y vida piadosa, la castigaba, la sometía a ayunos y encierros que a Bárbara le sabían a gloria. Finalmente, sus padres pensaron que si no podían doblegarla, lo haría un marido, y al poco tiempo fue prometida a Pedro Acarie, hijo único del señor de Montbraud y de Bucenay, y vizconde de Villemor. 

Misa en su casa.
Sus hijas y sirvientas comulgan
Aunque intentó resistirse, no le sirvió de nada y contrajeron matrimonio cuando Bárbara tenía 16 años. Tuvieron seis hijos. Fue buena esposa, como cabía esperar de su formación cristiana y con el tiempo aprendieron a quererse y fueron felices. Ejemplo para los sirvientes, con los que rezaba y a los que ayudaba, más allá del salario justo. Visitaba a los pobres, enfermos, viudas pobres. Instruía a los niños en la doctrina cristiana, socorría a los monasterios y con su ejemplo y palabras influía en las esposas de algunos herejes, a los que logró convertir por este medio.

Las guerras de religión les trastocaron su vida para siempre, primero dando todo de sí en favor de los necesitados, especialmente durante el asedio de París en 1590. Su marido era partidario de la Liga, opuesta al rey Enrique IV, por lo que al triunfar este en París, perdieron sus bienes y quedaron reducidos a la pobreza. Dedicada a la educación de sus hijos, los encaminó con ayudas, y logró del rey el priorato de Grammont para su hijo segundo. Dedicó años a administrar los pocos bienes que le quedaron, e ir acrecentando la fortuna familiar, hasta lograr rehabilitar a su marido ante el rey, logrando se le devolviesen parte de sus posesiones. En 1601, conoció la vida y obra de la española Santa Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto) y, estando en oración en la iglesia de San Nicolás de Lorena, tuvo una visión de Santa Teresa, que le pedía se esforzase para que las carmelitas descalzas pudieran establecerse en Francia. Pero son tiempos difíciles, las congregaciones monásticas eran mal vistas y las leyes prohibían la fundación de nuevos conventos, menos aún de extranjeras. Insiste ante el rey y ante el arzobispo de París, pero nada. 

Visión de Santa Teresa.
Madame Acarie contempla las santas carmelitas francesas

Como era mujer espiritual y conocida en los círculos intelectuales católicos consultó su visión e intenciones con su primo, el futuro cardenal Berulle, con el cartujo Dom Beaucosin, que serán sus incondicionales defensores, con el presbítero Andrés Duval (que será su director espiritual y escribirá su vida). Todos le respondieron que esperase a tiempos más favorables, esperando que Dios le diese una señal más cierta. Otra vez se le aparece Santa Teresa insistiéndole, por el bien del Carmelo, de la Iglesia y de Francia, ya que habrá frutos de santidad de gran valor (como ha sucedido realmente con Santa Teresita, Isabel de la Trinidad, las mártires de Compiégne, etc). Tuvo que aparecer San Francisco de Sales (24; 29, traslación de las reliquias, de enero y 28 de diciembre), en la escena, que al conocerla, ver su valía espiritual y su intención, se preocupó del tema. Lograron entusiasmar con la idea a la princesa de Longueville, que comenzó la lucha por conseguir sitio para la primera fundación. Sería en París, en el priorato de Santa María de los Campos, que hubo comprar al Cardenal de la Joiosa, que fungía como abad comendatario. San Francisco de Sales logró convencer al rey, a los obispos, al General de la Orden y al mismo papa Clemente VIII, que autoriza la entrada de las carmelitas españolas en Francia. 

Mientras tanto, María contacta jóvenes virtuosas, para apoyar la fundación. Funda una especie de beaterio junto a la abadía de Santa Genoveva, y allí las reúne para practicar las virtudes, aprender el oficio divino, iniciarse en la oración. Se llamaban "hijas de Santa Genoveva", aunque no hicieron votos ni vistieron hábito alguno, esperando la llegada de las carmelitas o lo que Dios dispusiera. No solo luchaba por la introducción de las carmelitas en Francia, sino que mientras esperaba ayudó a la reforma de los monasterios de Longchamps, las benedictinas de Montebraldo, y las monjas de Soissons. Fundó en París un monasterio de Ursulinas, para la educación de las niñas. A los 27 años, recibe las llagas de la Pasión, aunque de manera invisible, siendo la primera santa francesa cuya autenticidad de las llagas se verificó (desconozco como se puede certificar algo así, invisible).

Siglo XVIII.
Franciscanos de Pontoise.
El 29 de agosto de 1604 salieron rumbo a Francia desde España, las seis primeras carmelitas descalzas, entre ellas la Venerable Ana de Jesús y la Beata Ana de San Bartolomé (7 de junio), discípulas de primer orden de Santa Teresa. Llegaron a Paría el 15 de octubre del mismo año iniciando el 18 del mismo mes la vida regular. Ana de Jesús fue nombrada priora de París, donde tuvo dificultades con Berulle, decidido a influenciar en la vida de las carmelitas, y a perpetuarse como superior. De allí salió para fundar en Dijon. Ana de San Bartolomé, que había sido priora en Pontoise, le sucedió. En 1607, Ana de Jesús dejó Francia para fundar en Bruselas. Ana de San Bartolomé, luego de fundar Tours, también salió de Francia rumbo a Flandes, donde fundó.

Fundó los conventos de Pontoise, Digione y de Amiens, donde entraron monjas tres de sus hijas (Sor Genoveva de San Bernardo, Sor María de Jesús y la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, gran propagadora de la devoción a la Infancia de Jesús en Francia). En 1613 llegó otra adversidad: Pedro Acarie fue presa de una enfermedad mortal y murió. Encaminados los hijos y sin ataduras a este mundo, vistió el hábito de hermana conversa en el monasterio de Amiens junto a sus hijas, el 7 de abril de 1614, Miércoles de Cenizas, con el nombre de María de la Encarnación, para profesar el 8 de abril del año siguiente. Era el Carmelo más pobre e insalubre de todos. Su vida monástica fue humilde y muy penitente, no parecía para nada que había sido una gran señora. Comenzó un tiempo de éxtasis, visiones, consuelos en la oración, en medio de su enfermedad y sufrimiento. Fue, junto a su hija, gran devota y propagadora de la devoción al Corazón de Jesús, anticipándose a la también francesa Santa Margarita María de Alacoque (16 de octubre). Fue una mística de la "presencia de Dios".

En 1616 fue trasladada al monasterio de Pontoise, donde, aún vivió dos años. El 7 de febrero de 1618 se le detectó una inflamación gravísima de un pulmón, que la hizo padecer graves dolores que llevó con paciencia y caridad. Finalmente murió el 18 de abril de 1618. Apenas saberlo el pueblo, acudió en masa a venerar sus restos, recordando a su otrora benefactora. Fue enterrada en la capilla del monasterio, y muy pronto fue visitada por la Reina Madre y otros nobles. San Francisco de Sales celebró misa allí, y Santa Juana Fremiot de Chantal (12 de diciembre) encomendó a ella su obra fundacional de las Visitandinas. Sus reliquias se mostraban en una bella urna.

María de la Encarnación.
Grabado del XIX
El 23 de marzo de 1623 se inició el proceso informativo de virtudes en Reims. En 1630 se abrió en otras ciudades francesas. Se detuvo el proceso, por el decreto de Urbano VIII que prohibía iniciar procesos de canonización hasta los 50 años después de la muerte del candidato. El 15 de octubre de 1788, luego de varias gestiones de sacerdotes, monjas carmelitas, Pío VI mandó reabrir el proceso, declarando las virtudes heroicas. El 10 de abril de 1791 se declararon auténticos tres milagros para la beatificación, que ocurrió ese mismo año, el 5 de junio, por Pío VI. Se fijó su memoria litúrgica para toda la Orden y las diócesis de Amiens y Rouen a 18 de abril, con oficio del común de santas mujeres. 

Se le llama "Madre y Fundadora del Carmelo en Francia", pero es un título que realmente no le corresponde. Fue la gran promotora, la impulsora y quien puso los medios para ello, pero en realidad, ni siquiera la idea original fue de ella: Ya en 1582, el carmelita francés Jean de Brétigny se reunía en Sevilla con María de San José, para tratar la fundación de las monjas en Francia. Y en 1585, en Pastrana, trató el asunto de introducir a los frailes en Francia. Pero el General Doria y el rey Felipe II se opusieron a ambos proyectos (los frailes no llegarían hasta 1611), y Brétigny se dedicó a la traducción de las obras de la Santa Madre. Por otro lado, Madame Acarie era muy cercana a Berulle en su visión rigorista, alejada del humanismo teresiano. Berulle pretendió introducir un nuevo voto "de servicio" en la regla carmelitana, y aunque no lo logró, su impronta marcó el Carmelo francés. No deja de ser sintomático que las carmelitas francesas hayan sido más sanjuanistas que teresianas. Y no es que sea nada malo, sino que viene dado por esa visión torcida de San Juan de la Cruz, que le presenta como duro, severo, hosco y penitente hasta extremos nada reales.

La verdadera fundadora del Carmelo francés es Ana de Jesús, que fue quien introdujo el espíritu reformador, la sensibilidad teresiana y, finalmente, el modo de vida descalzo, del que María de la Encarnación tuvo que aprender. Ella puede considerarse como cooperadora sustancial, importantísima, pero no como la fundadora de Francia. Sería algo semejante a decir que la fundadora de la reforma teresiana fuera Doña Luisa de la Cerda o el fundador Álvaro de Mendoza o San Pedro de Alcántara (19 de octubre), por el apoyo y facilidades dados a Santa Teresa en su obra.

Eco involuntario de la verdadera fundadora y de como se le negaba este título a Ana de Jesús, se hace Santa Teresita (1 de octubre) en su "Historia de un alma", al narrar una visión que tuvo: 
"...era el 10 de mayo, segundo domingo del mes de María, (...) sin saber cómo habían entrado, vi a tres carmelitas, vestidas con capas blancas y con los grandes velos echados. Me pareció que venían por nuestra Madre, pero lo que entendí claramente fue que venían del cielo. Yo exclamé en lo hondo del corazón: ¡Cómo me gustaría ver el rostro de una de esas carmelitas! Y entonces la más alta de las santas, como si hubiese oído mi oración, avanzó hacia mí. Al instante caí de rodillas. Y, ¡oh, felicidad!, la carmelita se quitó el velo, o, mejor dicho, lo alzó y me cubrió con él. Sin la menor vacilación, reconocí a la Venerable Ana de Jesús, la fundadora del Carmelo en Francia. [aquí refiere una gracia de consuelo]. Esta impresión ha quedado grabada en mi corazón. Lo cual es tanto más curioso, cuanto que la Venerable Ana de Jesús me había sido hasta entonces del todo indiferente, nunca la había invocado, y su pensamiento sólo me venía a la mente cuando oía hablar de ella, lo que ocurría raras veces. Por eso, cuando comprendí hasta qué punto me quería ella a mí, y qué lejos estaba yo de serle indiferente, mi corazón se deshizo en amor y gratitud, y no sólo hacia la santa que me había visitado, sino hacia todos los bienaventurados moradores del cielo".

Sepulcro de
María de la Encarnación
Y termino con un texto del P Duval, primer biógrafo de María de la Encarnación:
Se mantenía en Presencia de Dios independientemente de si se encontraba viajando, atendiendo a asuntos importantes, u orando a los pies de Cristo en la Cruz. Viajando en dirección a Amiens, en una ocasión en la que discutíamos acerca de la elevación del alma hacia Dios y de las distracciones en que podía uno incurrir, admitió que durante en el transcurso de un día entero podía llegar a distraerse –apartando así momentáneamente la atención sobre Dios- unas nueve o diez veces, lo que no es casi nada dada la naturaleza vagabunda de la imaginación humana que, como constatamos por nosotros mismos, nos conduce hacia mil objetos distintos a cada instante”.

Fuentes:
-"Vida de Madame Acarie, Beata María de la Encarnación". BERNARD SESÉ.
Biografía Eclesiástica Completa. Tomo XII. 
-Conferencia "La Encarnación, espiritualidad de Madame Acarie". P. JEAN DUJARDIN. 25 de marzo de 2000.
-"Historia de un alma".Manuscrito B. [2ºr] y [2ºv]. SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS
-"Obras Completas". ANA DE SAN BARTOLOMÉ. Editorial Monte Carmelo.



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