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martes, 18 de diciembre de 2012

Antífonas Mayores de Adviento. Día 18: O Adonai.

En este día de Adviento, la Antífona Mayor para el Cántico Evangélico de Vísperas comienza invocando a Dios con el nombre de Adonai; recordemos que este término hebreo significa mi Señor, y, por extensión, El Señor. Los judíos adoptaron la costumbre de pronunciar este nombre cada vez que en las Escrituras Sagradas aparecía el de Yahweh (“El que Es”), con el cual Dios se había dado a conocer a Moisés en la zarza ardiente del Horeb, interpretando de manera literal el segundo mandamiento del Decálogo, que prohíbe pronunciar en vano el santo nombre de Dios (1). El texto de la Antífona es el siguiente:

SEGUNDA ANTÍFONA.
Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la llama de la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste la ley, 
ven a librarnos con el poder de tu brazo.




Moisés y la zarza ardiente.
Como señalábamos ayer, aquí arriba tenéis un vídeo de youtube para escuchar la antífona, y una partitura para aprenderla. Y esta es la reflexión que sobre la misma nos ofrece Dom Próspero Guéranger, OSB:
¡Oh soberano Señor, Adonai! ven a rescatarnos, no ya con tu poder, sino con tu humildad. En otro tiempo te manifestaste a tu siervo Moisés en medio de una llama divina; diste la ley a tu pueblo entre rayos y truenos: ahora no se trata de amedrentar sino de salvar. Por eso, conocedora tu purísima Madre María, como su esposo José, del Edicto del Emperador que les obliga a emprender el camino de Belén, se ocupa de los preparativos de tu próximo y feliz Nacimiento. Dispone ella para ti, oh Sol divino, los humildes pañales que han de cubrir tu desnudez y que te protegerán del frío en este mundo creado por ti, cuando aparezcas en medio de la noche y del silencio. Así es cómo nos has de librar de la servidumbre de nuestro orgullo, y cómo tu brazo se dejará sentir más poderoso, aunque parezca más débil y más inútil a los ojos de los hombres. ¡Todo está dispuesto, oh Jesús!, tus pañales te esperan: sal pues cuanto antes y ven a Belén, para liberarnos del poder de nuestros enemigos”.
LA EXPECTACION DEL PARTO DE LA SANTISIMA VIRGEN,
O "NUESTRA SEÑORA DE LA O".
Así nos presenta el autor del Año Litúrgico esta celebración, comenzando por sus orígenes históricos:
Virgen de la Esperanza.
Museo de Logroño.
Esta fiesta que hoy se celebra no solamente en toda España sino en casi todas las Iglesias del orbe católico, al menos hasta hace pocos años, fue instituida por los Obispos del Concilio décimo de Toledo, en 656. Estos Prelados, habiendo encontrado algún inconveniente en la costumbre antigua de celebrar la fiesta de la Anunciación de la Virgen Santísima el 25 de marzo, toda vez que esta alegre solemnidad cae con bastante frecuencia en días en que la Iglesia vive absorta en la consideración de los dolores de la Pasión, y que es menester trasladarla a veces al tiempo Pascual en que choca a su vez con otra contradicción, decretaron que en adelante se celebraría en la Iglesia española ocho días antes de Navidad, una Fiesta solemne con Octava en memoria de la Anunciación y para que sirviera de preparación a la gran solemnidad del Nacimiento de Jesucristo (2). En el curso de los siglos sintió España la necesidad de volver a la práctica de la Iglesia romana y de todas las del mundo entero que solemnizan el 25 de Marzo como día para siempre consagrado de la Anunciación de la Santísima Virgen y Encarnación del Hijo de Dios; mas tal había sido durante varios siglos la devoción de los pueblos a la Fiesta del 18 de diciembre, que se juzgó menester guardar un recuerdo. 
Cesó, pues, de celebrarse en el día susodicho la Anunciación de María, pero se fijó la atención devota de los fieles al pensamiento de esa divina Madre durante los ocho días que preceden a su maravilloso alumbramiento. Se instituyó, pues, una nueva Fiesta con el título de: Expectación del Parto de la Santísima Virgen. Esta Fiesta apellidada "Nuestra Señora de la O", o Fiesta de la O, con ocasión de las Antífonas Mayores que, como estamos viendo, se cantan estos días, y, sobre todo, de la que empieza: O Virgo Virginum! (que se conservaba en las Vísperas del Oficio de la Expectación, sin omitir por ello la del día: O Adonai!) se celebraba siempre en España con gran devoción. Durante los ocho días que duraba, se cantaba Misa solemne de madrugada a la que se juzgaban obligadas de asistir todas las mujeres encinta, de cualquier clase a que pertenecieran, para honrar a María en su divino embarazo y solicitar para sí mismas su amparo maternal”.
Seguidamente, el Abad de Solesmes nos muestra una vez más sus profundos conocimientos de historia de la liturgia, añadiendo estos datos:
"No extraña, pues, que devoción tan tierna se haya extendido con aprobación de la Sede Apostólica a la mayor parte de las demás Provincias Católicas. Pero antes ya de las concesiones hechas sobre el asunto que nos ocupa, la Iglesia de Milán celebraba el Domingo sexto y último de Adviento (3) el Oficio de la Anunciación de la Santísima Virgen, y daba a la última semana de este santo tiempo el nombre de "Hebdomada de Exceptato", corrupción de Expectato. Pero estos detalles pertenecen a la arqueología litúrgica en especial, y exceden la índole de este trabajo, y así volvemos a la fiesta de la Expectación de la Santísima Virgen, que la Iglesia ha establecido y refrendado como medio de llamar poderosamente la atención de los fieles en estos últimos días del Adviento”.
Añadamos nosotros que en nuestros días no se recoge ya esta celebración mariana en el calendario litúrgico, aunque en muchos lugares se conserva en la devoción popular (pensemos por ejemplo en las tan veneradas imágenes sevillanas de la Esperanza Macarena o la Esperanza de Triana, entre otras muchas). Muy recientemente, el calendario litúrgico de las diócesis de Madrid y de Getafe recoge esta celebración, aunque advirtiendo que se trata únicamente del “recuerdo del título de la Virgen María”, pero que no se utiliza ningún texto propio sino que “toda la liturgia del día 18/12”. Después de la explicación histórico-litúrgica, Dom Guéranger nos ofrece su breve reflexión, tras la que incluye el texto de la antigua antífona O Virgo Virginum!, a la que se refería un poco más arriba:
Es muy justo, ¡oh Virgen y Madre! que nos unamos al ardiente deseo que tienes de ver con tus propios ojos al que tu casto seno encierra desde hace ya casi nueve meses, de contemplar los rasgos de ese Hijo del Padre celestial, que lo es también tuyo, de ver finalmente realizarse el feliz Nacimiento que va a dar Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y en la tierra Paz a los hombres de buena voluntad. ¡Oh María!, contadas están las horas, y rápidamente pasan, aunque lentas todavía para tus ansias y las nuestras. Haz que nuestros corazones estén atentos con mayor ahínco, termina de purificarlos con tus maternales sufragios, a fin de que si nada pone trabas en el solemne instante a la carrera del Emmanuel al salir de tu seno virginal, nada retrase, tampoco, su entrada en nuestros corazones preparados por diligente espera”.
N. S de la Esperanza
y de la O. Compostela.
 ANTÍFONA MAYOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN 
¡Oh Virgen de las vírgenes! 
¿Cómo podrá realizarse esto? 
Porque no ha habido antes otra semejante a ti, 
ni la podrá haber en lo sucesivo. 
¿Por qué os admiráis de mí, 
hijas de Jerusalén?  
Misterio divino es lo que contempláis.
 
Los traductores españoles del Año Litúrgico han querido concluir añadiendo este pequeño dato anecdótico: “Señalamos como anécdota curiosa en este día festivo la costumbre introducida por los estudiantes madrileños de la Universidad Central de recorrer las calles de la capital estampando en las puertas con variados colores la letra O en gran tamaño, para expresar ingeniosamente los vivos deseos que todos tenían de que se les adelantaran a esta fiesta las vacaciones de Navidad. Y, por regla general, daba el "placet" el Rector de la Universidad y la refrendaba el Gobierno”. (3) Por otra parte, vamos también a incluir la correspondiente paráfrasis de la “Conducta…” del Padre Avrillon:
¡Oh Soberano Señor, Rey de Reyes, dueño del cielo y de la tierra, y conductor de la casa de Israel a la tierra prometida!, que era figura de la celestial herencia que nos has merecido por la efusión de tu sangre, y a la cual nos conduces por tu gracia. Tú te apareciste a Moisés en una zarza de llamas de fuego. Tu le diste una ley toda santa sobre el monte Sinaí, que no era más que una preparación a la ley de la gracia; ley sagrada que querías escribir en el fondo de nuestros corazones en la nueva alianza que con nosotros quieres contraer. ¡Ven, divino Legislador! Nosotros estamos prontos a recibirla; ven con todo el poder de tu brazo para librarnos de la muerte, del pecado y del infierno”.
 
(1) Cf. “Enciclopedia de la Religión Católica”; Ed. Dalmau y Jover; Barcelona, 1950.  
(2) Nos llama la atención que el docto benedictino no cite expresamente la influencia de San Ildefonso, Arzobispo de Toledo, en la institución de esta fiesta.  
(3) Cf “Calendario Litúrgico-Pastoral”, editado anualmente por la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española.

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