domingo, 29 de junio de 2014

San Pedro y San Pablo en los escritos de Santa Teresa

Que los santos fueron de gran ayuda, como modelo e intercesores para nuestra Madre Santa Teresa es algo de muchos sabido. La Madre de Dios y San José, en primer lugar, luego los santos pecadores, que lo era ella también, a su decir, para identificarse con ellos. Los santos, en su dimensión de cristianos abiertos a la acción y la voluntad de Dios, cumplidores del Evangelio y auxilio de los queen esta tierra peregrinamos, tienen presencia constante en los escritos de Santa Teresa. Hoy me fijaré en dos, por ser día de su solemnidad: San Pedro y San Pablo, apóstoles y columnas de la Iglesia. Ambos son para santa Teresa santos con "determinada determinación", en medio de sus caídas y pecados. Elegidos ambos por Cristo para ser luces en la Iglesia, como la misma Teresa. Por ello se sirve del ejemplo de ambos, de sus escritos que se ve conoce, para escribir su doctrina, hallar consuelo y tomarlos como protectores e intercesores. Veamos unas pinceladas sobre ambos en los escritos de la Santa:

SAN PEDRO

Crucifixión de San Pedro. Icono.
Siglo XVIII
1. "Determinada determinación" a lanzarse a los brazos de Cristo, en los tiempos de sus inicios en la oración, guiados por algún director espiritual de alto vuelo. Determinados, pero serenos: 
"Pensaba muchas veces que no había perdido nada San Pedro en arrojarse en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones son gran cosa, aunque en este primer estado es menester irse más deteniendo y atados a la discreción y parecer de maestro; mas han de mirar que sea tal, que no los enseñe a ser sapos, ni que se contente con que se muestre el alma a sólo cazar lagartijas. ¡Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras!" (Vida 13, 3).

2. Gratuidad en la entrega, pues por grande e importante que sea lo que dejemos por Dios, si bien es un acto meritorio, no hay que pensar que ya se tiene a Dios, ni mucho menos ha de corresponder este. Gratuidad, repito:
"Parecernos ha que las que tenemos hábito de religión y le tomamos de nuestra voluntad y dejamos todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El (aunque sea las redes de San Pedro, que harto le parece que da quien da lo que tiene), que ya está todo hecho. Harto buena disposición es, (...) que no hay duda sino que si persevera en esta desnudez y dejamiento de todo, que alcanzará lo que pretende. Mas ha de ser con condición que se tenga por siervo sin provecho (...) y crea que no ha obligado a Nuestro Señor para que le haga semejantes mercedes; antes, como quien más ha recibido, queda más adeudado." (3 Moradas 1, 13).

3. Una vez adentrados en la relación con Dios, atormentan los pecados de la vida pasada, duele el haber ofendido al Dios que, se compueba en la unión íntima, tantas gracias nos dio y da. No es un dolor estéril: forma parte del proceso de purgación del alma:
"Yo no tendría por seguro, por favorecida que un alma esté de Dios, que se olvidase de que en algún tiempo se vio en miserable estado; porque, aunque es cosa penosa, aprovecha para muchas. (...) Para esta pena ningún alivio es pensar que tiene nuestro Señor ya perdonados los pecados y olvidados; antes añade a la pena ver tanta bondad y que se hacen mercedes a quien no merecía sino infierno. Yo pienso que fue éste un gran martirio en San Pedro y la Magdalena; porque, como tenían el amor tan crecido y habían recibido tantas mercedes y tenían entendida la grandeza y majestad de Dios, sería harto recio de sufrir, y con muy tierno sentimiento." (6 Moradas 7, 4).

4. Consuelo en los trabajos. No garantiza la cercanía con Cristo la ausencia de penas, sino antes bien estos se acrecientan y sólo en Él se pueden llevar. Aún son gracia si de su mano vienen. Aquí se puede recordar aquella florecilla de la santa, en la que quejándose al Señor por los trabajos padecidos y sabiendo de Él que así trataba a sus amigos, respondióle la Santa: 'por eso tienes tan pocos':
"Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y los gloriosos apóstoles. (...) Gusto yo mucho de San Pedro cuando iba huyendo de la cárcel y le apareció nuestro Señor y le dijo que iba a Roma a ser crucificado otra vez. Ninguna rezamos esta fiesta adonde esto está, que no me es particular consuelo. ¿Cómo quedó San Pedro de esta merced del Señor, o qué hizo? Irse luego a la muerte; y no es poca misericordia del Señor hallar quien se la dé." (7 Moradas 4, 5).

SAN PABLO

San Pablo en la cárcel.
1. Confianza en Cristo. Cuando mora Cristo en el alma, todo viene de él, y a él todo se dirige. Asustan los pecados, pero más fuerte es esta pertenencia a Cristo y su presencia en el alma:
"¡Quién dijera que había tan presto de caer, después de tantos regalos de Dios, después de haber comenzado Su Majestad a darme virtudes, que ellas mismas me despertaban a servirle, después de haberme visto casi muerta y en tan gran peligro de ir condenada, después de haberme resucitado alma y cuerpo, que todos los que me vieron se espantaban de verme viva! ¡Qué es esto, Señor mío! ¿En tan peligrosa vida hemos de vivir? Que escribiendo esto estoy y me parece que con vuestro favor y por vuestra misericordia podría decir lo que San Pablo, aunque no con esa perfección, que no vivo yo ya sino que Vos, Criador mío, vivís en mí, según ha algunos años que, a lo que puedo entender, me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y determinaciones y en alguna manera probado por experiencia en estos años en muchas cosas, de no hacer cosa contra vuestra voluntad, por pequeña que sea, aunque debo hacer hartas ofensas a Vuestra Majestad sin entenderlo. Y también me parece que no se me ofrecerá cosa por vuestro amor, que con gran determinación me deje de poner a ella, y en algunas me habéis Vos ayudado para que salga con ellas, y no quiero mundo ni cosa de él, ni me parece me da contento cosa que salga de Vos, y lo demás me parece pesada cruz." (Vida 6, 9). 

2. Soledad, sequedad, crucifixión con Cristo, al que se ha entregado toda la vida. Nada llena, nada sacia, solo el estar con Cristo y en soledad con él. Y en medio de ella, la certeza gustosa, aunque lacerante, de que es Dios quien lo quiere:
"...con parecerme que está (...) lejísimo Dios, a veces comunica sus grandezas por un modo el más extraño que se puede pensar; (...) porque no es la comunicación para consolar, sino para mostrar la razón que tiene de fatigarse de estar ausente de bien que en sí tiene todos los bienes. (...) [Algunas] veces parece anda el alma como necesitadísima, diciendo y preguntando a sí misma: ¿Dónde está tu Dios? (...) Otras me acordaba de lo que dice San Pablo, que está crucificado al mundo. No digo yo que sea esto así, que ya lo veo; mas paréceme que está así el alma, que ni del cielo le viene consuelo ni está en él, ni de la tierra le quiere ni está en ella, sino como crucificada entre el cielo y la tierra, padeciendo sin venirle socorro de ningún cabo. Porque el que le viene del cielo (que es, como he dicho, una noticia de Dios tan admirable, muy sobre todo lo que podemos desear), es para más tormento; porque acrecienta el deseo de manera que, a mi parecer, la gran pena algunas veces quita el sentido (...) Parecen unos tránsitos de la muerte, salvo que trae consigo un tan gran contento este padecer, que no sé yo a qué lo comparar. Ello es un recio martirio sabroso, pues todo lo que se le puede representar al alma de la tierra, aunque sea lo que le suele ser más sabroso, ninguna cosa admite; luego parece lo lanza de sí." (Vida 20, 9, 11)

Santos Pedro y Pablo.
Vidriera francesa. Siglo XV
3. La Humanidad de Cristo, deleite de la Santa Madre y de los que verdaderamente quieran adentrarse en la contemplación. Amigo, Esposo, Compañero, Dios y Hombre; Jesucristo es el que siempre está presente, visible, cercano:
"Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita. (...) ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí. Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino." (Vida 22, 6, 7). 

4. El matrimonio espiritual. Cristo y el alma forman una unión indisoluble. Aunque seres diferentes, son uno en la acción y en el sentir, y esto por acción de Cristo, que desde los inicios ha ido entrando en el alma, y esta se ha ido dejando penetrar por él. Finalmente consuman la unión, que la santa ejemplifica, sabiendo que aún se queda corta:
"...es [la unión] como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cual es el agua del río, o lo que cayó del cielo; o como si un arroyico pequeño entra en la mar, no habrá remedio de apartarse; o como si en una pieza estuviesen dos ventanas por donde entrase gran luz; aunque entra dividida se hace todo una luz. Quizá es esto lo que dice San Pablo: El que se arrima y allega a Dios, hácese un espíritu con El, tocando este soberano matrimonio, que presupone haberse llegado Su Majestad al alma por unión. Y también dice: 'Mihi vivere Chistus est, mori lucrum'; así me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la mariposilla que hemos dicho [el alma], muere y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo." (7 Moradas 2, 4, 5).
San Pedro y San Pablo, protectores de Santa Teresa.
Y finalmente, un texto en el que la Santa declara que ambos santos son sus protectores, desde aquellos inicios en la oración, cuando la tribulación de lo desconocido, los confesores timoratos y las monjas recelosas, la hacían padecer sobre si no sería demoníaco lo que le provocaba las visiones y consuelos en la oración:
"Como las visiones fueron creciendo, uno de ellos [de los confesores] (...) comenzó a decir que claro era demonio. Mándanme que, ya que no había remedio de resistir, que siempre me santiguase cuando alguna visión viese, y diese higas [un gesto grosero, con el dedo levantado], porque tuviese por cierto era demonio, y con esto no vendría; y que no hubiese miedo, que Dios me guardaría y me lo quitaría. A mí me era esto gran pena; porque, como yo no podía creer sino que era Dios, era cosa terrible para mí. Y tampoco podía -como he dicho- desear se me quitase; mas, en fin, hacía cuanto me mandaban. Suplicaba mucho a Dios que me librase de ser engañada. Esto siempre lo hacía y con hartas lágrimas, y a San Pedro y a San Pablo, que me dijo el Señor, como fue la primera vez que me apareció en su día, que ellos me guardarían no fuese engañada; y así muchas veces los veía al lado izquierdo muy claramente, aunque no con visión imaginaria. Eran estos gloriosos Santos muy mis señores." (Vida 29, 5).

sábado, 28 de junio de 2014

La escuela del Corazón de Jesús en el Carmelo Descalzo

"¡He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, que no ha escatimado en nada, hasta quedar agotado y consumido para testimoniarles mi amor!" (Jesús a Sta. Margarita Ma. de Alacoque).


La humanidad ha considerado desde la antigüedad al corazón como el lugar donde residen los afectos y sentimientos. Cuando hablamos del Corazón de Jesús estamos hablando del amor, de los sentimientos, del humanismo y la entrega de Jesús mismo.

Santa Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto) nos habla de la necesidad de ver a Cristo como hombre, como un igual, que nos es muy buen amigo y dechado que nos sirve de ejemplo. Esta humanidad de Jesús, de la que Teresa nos insiste sea base y guía en nuestro camino, es la misma humanidad que nutre la devoción y espiritualidad del Sagrado Corazón.

La devoción al corazón de Jesús se convierte en escuela donde aprendemos a amar, sentir y actuar como Él. Su Corazón se vuelve el lugar de encuentro y amistad con su humanidad. Amor que lo encarnamos introduciéndonos en los sentimientos y acciones que hicieron darse al Jesús libertador de pobres, pecadores y marginados, teniendo como fundamento la contemplación del Evangelio y la silenciosa atención a la voz de la voluntad del Padre. Porque fue el mismo Jesús el que nos invitó a aprender de su modo de sentir, Él mismo nos invitó a dejarnos transformar por Él y en Él. Aunque el Corazón de Cristo no es de tradición carmelitana fué adoptada con gran cariño y rapidez. La fundadora Teresa de Jesús ya vislumbra el gran provecho de este fervor y escribe:
"...cuando este Esposo riquísimo la quiere enriquecer y regalar más, conviértela tanto en Sí, que como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece se queda suspendida en aquellos divinos brazos y arrimada a aquel sagrado costado y aquellos pechos divinos." (Conceptos 4, 4).

Siguiendo el ejemplo fueron varias las almas de virtud que hicieron de este “Amoroso Órgano” su fuente de inspiración en su vida, entre las cuales encontramos nombres como: Santa Teresa Margarita Redi del Sagrado Corazón (1 de septiembre), Santa Teresa de los Andes (13 de julio), Santa Maravillas de Jesús (11 de diciembre) la Ven. Concepción de S. Jaime y Sta. Teresa, Santa Teresita del Niño Jesús (1 de octubre) y las Beatas Teresa de San Agustín y compañeras mártires de Compiègne (17 de julio).

En una época en la que esta devoción estuvo ligada a ritos exteriores, estas mujeres dan prueba de lo que verdaderamente es honrar al Corazón humano de Cristo, pues les hizo tocar sus fibras más intimas y las llevo a una perfección de la caridad tanto con sus hermanas de convento como con la gente que las rodeaba incluso con quienes no conocían. Pondremos ejemplos de cada una:

Santa Teresa Margarita Redi del Sagrado Corazón: Conocida como el ángel del convento, pues su vida fue un continuo servir a sus hermanas con amor y diligencia. Sin embargo, al compararse con el amor de Cristo se le hizo tan poca cosa lo que hacia que se sumergió en una noche profunda hasta su muerte donde se preguntaba si su amor había sido real.

Santa Teresa de los Andes: esta santa chilena del siglo XX fue una enamorada del Corazón de Jesús. Influenciada por las enseñanzas de las religiosas de su escuela, cuando estuvo de seglar se distinguía por su activo apostolado a favor de los pobres a los cuales también les infundía un amor por esta devoción. A su entrada en el Carmelo, podemos constatar en sus cartas, sigue bebiendo de esta espiritualidad que le es de gran provecho en sus momentos de prueba.

Santa Maravillas de Jesús: Sin duda esta monja carmelita fue una de las más grandes devotas, no solo se dedico a propagar el cariño entre los pobres y su familia cuando era seglar, también lo hizo con fuerza en su vida de carmelita, recordemos tan solo la fundación en el Cerro de los Ángeles, monasterio que serviría de lámpara contemplativa para acompañar al monumento del Sagrado corazón que esta instalado en ese lugar. Su devoción le llevaría a ser un alma tan entregada a los pobres y marginados que se dedico desde su clausura a apoyarlos financiando un caserío para esta gente desprotegida, en tiempos de guerra le serviría de consuelo y fuente de fuerza para sacar a flote a una comunidad confundida y asustada, ayudando no solo a sus hermanas también a las de otros monasterios, congregaciones y varios seglares.

Ven. Concepción de S. Jaime y Sta. Teresa: Movida por su ardiente amor al Corazón de Jesús y, con unos deseos de no defraudarle, empleará toda su fuerza de voluntad para saltar con confianza los obstáculos mas dificultosos hasta llegar a un estado de unión con Cristo, que se vio reflejado hasta sus últimos días en su relación con sus hermanas a las cuales nunca dejó de apoyar y aconsejar sin importarle las enfermedades o limitaciones que la aquejaban.


Estos son solo pequeños ejemplos del como la espiritualidad del corazón ha permeado y matizado la espiritualidad carmelitana, haciendo énfasis no en los rituales si no en la vida. Es una invitación a todos nosotros para reflexionar sobre nuestro camino como cristianos. Pero también es una llamada para adentrarnos en la escuela que Jesús mismo nos presenta y recomienda: la de su Amor. No me queda mas que terminar y resumir todo en unas sencillas palabras: “Descansemos en el Corazón de Jesús y en Él aprenderemos el camino de la santidad y la ciencia del perfecto amor.“(Sta. Maravillas de Jesús. B2079)

Miguel Angel Aguilar Arreola .

Y quiero añadir a estos ejemplos, dos más:

Santa Teresita del Niño Jesús: Es la gran impulsora, sin pretenderlo, dentro del Carmelo, de la devoción al Corazón de Cristo en el siglo XX mediante sus obras. Hija de su época, ama y hace amar al Sagrado Corazón, más allá de "las mieles" de esta devoción. Para Teresita, el Corazón de Jesús es el abismo donde perderse, donde descansar, es el sitio del alma enamorada. Todo su Jesús se resume en el Corazón de este. Y así, le dedica una hermosa poesía, que extracto:

"¡Corazón de Jesús, tesoro de ternura, 
tú eres mi dicha, mi única esperanza! 
Tú que supiste hechizar mi tierna juventud, 
quédate junto a mí hasta que llegue 
la última tarde de mi día aquí. 
Te entrego, mi Señor, mi vida entera, 
y tú ya conoces todos mis deseos. 
En tu tierna bondad, siempre infinita,
quiero perderme toda, Corazón de Jesús". 

Beatas Teresa de San Agustín y compañeras mártires de Compiègne: Al arreciarse la persecusión y martirio de los religiosos o seglares, producto de la Revolución Francesa, la priora del monasterio de Compiègne, tuvo la inspiración, de hacer un voto al Sagrado Corazón de Jesús, de ofrecimiento como víctimas, ofreciéndoles para aplacar la cólera divina y para que la paz volviera a la Iglesia y a Francia. Hecho el voto, lo renovaban día tras día. Una vez que fueron denunciadas, apresadas y acusadas de conspiración, reuniones ilícitas la prueba "incriminatoria" fue precisamente una estampa del Sagrado Corazón de Jesús: la realeza de Cristo, el reinado de su Corazón, eran (y son) términos chirriantes a las llamadas democracias. El catolicismo era una cuestión de Estado, ser católico era ser regalista casi necesariamente. Una popular imagen del Sagrado Corazón, usada como estandarte, resumía esta creencia y fue la hallada a las mártires.

Santa Isabel de la Trinidad: "¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para vuestro Corazón; quisiera cubriros de gloria, amaros… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y os pido os dignéis revestirme de Vos mismo, identificad mi alma con todos los movimientos de la vuestra, sumergidme, invadidme, sustituidme, para que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida".

Ramón

lunes, 16 de junio de 2014

Santos Julita y Quirico, ejemplo de invento

…queréis saber si se conservan sus actas en Icona, de donde os han dicho que madre e hijo eran originarios. Os quejáis que las que han dado en vuestras manos son poco correctas, llenas de fábulas, de cuentos frívolos y de muchas cosas que no admite la sólida y austera decencia de la religión cristiana…
Vidriera moderna.

Así se inicia la carta que el obispo de Icona, Teodoro, envía a Roma por el año 304, al ser requerido sobre “un cierto martirio” de Julita y su pequeño hijo. Actualmente todos tenemos la misma queja de los que le escriben a Teodoro, no han cambiado los deseos en más de 1700 años: queremos saber lo que pasó, tanto de Julita como de otros mártires. Lamentablemente no siempre se puede y lo que poseemos de muchos mártires corresponde más a fantasías que a hechos reales. No es este el caso; esta carta, según su autor, se basa en averiguaciones entre varios testigos “muy bien instruidos de todas las circunstancias de esta historia: tuvieron la bondad de hacerme la relación conforme la habían oído hacer muchas veces a unos señores de Licaonia, parientes muy cercanos de la santa”.

Y esto es lo que nos cuenta: Julita (cuya fiesta era celebrada por las casas más nobles de Licaonia, que la tenían por pariente), ante el avance de la persecución decretada por Diocleciano, se retira a Seleucia con su pequeño hijo Quirico (también llamado Ciro o Quirce) y dos doncellas; pero allí no es menor la persecución, llevada a cabo por Alejandro, gobernador de la región. Como era costumbre, todos los ciudadanos fueron llamados a sacrificar a los dioses, con la amenaza de muerte para quien se negara. Julita huyó a Tarso, donde fue abandonada por sus esclavas y apresada junto a su hijo, puesto que Alejandro se había trasladado allí y su séquito la reconoció.

Al ser llevada ante el gobernador, Julita ocultó su condición noble, simplemente respondiendo a todo “soy cristiana”. El gobernador mandó que le quitaran el niño y fuera azotada con nervios de bueyes, una de las variadas modalidades de flagelos que usaban los romanos para castigar. Como es natural, costó muchísimo separar al niño de su madre y con solo imaginar la escena ya se puede entender el valor y la fe de esta mujer. Alejandro tomó al niño, que se revolvía contra él, queriendo ir con su madre (las actas posteriores y legendarias ponen algunas palabras piadosas en su boca, así como intenciones de ser mártir, e incluso que soportó el tormento de la rueda, pero no hay que inventarse nada donde lo más natural es que el niño hiciera precisamente eso, querer volver con su madre).

Alejandro intentó ganarle con mimos y cariños y llama la atención de este gobernador que no se conduele con la madre, tener estas ternezas con el niño. Este hecho en la narración es buena señal, no se nos intenta poner una situación idílica, sino que se nos narran hechos propios de las debilidades humanas y sus contradicciones. ¿querría ablandar a la madre, entristecerla tal vez, viendo que el niño se olvidaba de ella?... queda en lo secreto de la historia, que continúa diciendo que Quirico repetía las mismas palabras de su madre “soy cristiano”, sin querer aceptar las bondades de Alejandro. No duró mucho la “bondad” del gobernador: tomó al niño de un pie y lo lanzó al suelo, rompiéndole la cabeza contra las gradas del tribunal. Así de impactante y escueto se muestra el obispo Teodoro al narrar la muerte del niño, como si decir más palabras quitaran fuerza a semejante acto de crueldad para con el niño y la madre.


San Quirico que se venera
en Manzaneruela, Cuenca
Regalo del P. Ángel Estecha
Julita, ante esto, no claudicó, sino que se mostró más intrépida cuando fue amenazada con el potro y mientras le envolvían los pies en pez ardiente, a la vez que el verdugo le conminaba a sacrificar. Ella, más valiente después de perder a su niño, sólo gritaba: “Yo no sacrifico a los demonios. Yo adoro a Jesucristo, único Hijo de Dios”. Viendo Alejandro que no tenía remedio, la condenó, finalmente a la pena capital y su cuerpo y el de su hijo arrojados con los de todos los condenados. Julita inclinó la cabeza, hizo una oración: “Gracias os doy, Dios mío, de que os hayais dignado dar a mi hijo una silla en vuestro reino. Tened la bondad, Señor, de querer recibir también en él a vuestra sierva, por indigna que sea”. Hay que decir que estas y otras palabras que siguen sí es probable que sean añadidas por los narradores que le contaron la historia a Teodoro, los cuales no sabrían en verdad las palabras exactas de dicha oración. No hay que dudar que quien sea capaz de dar la vida, sea capaz de hacerlo con serenidad y en medio de una oración. Y así, al terminar, el verdugo cortó su cabeza, los cuerpos fueron arrojados a la fosa común, de donde serían sacados por las esclavas que estaban escondidas, pero vigilantes. Estas mujeres, dice Teodoro “tuvieron bastante valor y resolución para levantar las sagradas reliquias de su ama y del niño”. Las enterraron en un campo cercano, donde estuvieron hasta que fueron puestas a la veneración, ya luego de la paz de Constantino.

El culto a madre e hijo es muy antiguo y la misma carta cuyos fragmentos se reproducen aquí lo demuestra. En algunos sitios el hijo ha ganado en la veneración a la madre y esta ha pasado a segundo plano, como en Potenza o Cisterino, ambas localidades italianas, donde goza de gran devoción el santo niño. San Quirico es patrón de los niños con dificultad en caminar, según tradición de Nevers, Francia, ciudad cuyacatedral les está consagrada a ambos. En ocasiones se le llama Ciro o Quirce, y en la edad Media se le consideraba uno de los santos sanadores, por una confusión con San Ciro, médico mártir. La escultura no ha sido muy generosa con madre e hijo, pero sí lo han sido la pintura y los grabados, motivados por el patetismo del momento del niño llorando por su madre, mientras es atraído por el gobernador, o su martirio. Grabados, miniaturas, pinturas del romanticismo y el neoclasicismo del siglo XIX recogen bellamente esta escena, tan bella que a veces hacen olvidar lo que hay detrás: la dureza de quien se ve vencido y aplastado por la verdad y la bondad.


(Tomado de: P. Teodorico Ruinart. LAS VERDADERAS ACTAS DE LOS MÁRTIRES. Tomo Tercero, página 59. Madrid, 1726).



A 16 de junio además se celebra a San Aureliano de Arlés, obispo.



NOVEDAD

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martes, 10 de junio de 2014

Del 10 de junio, algunos santos

San Bogomil de Gniezno
Pregunta: Buenas, ante todo un cordial saludo a esta excelente pagina, mi pregunta es la siguiente que santos y beatos se conmemoran el dia 10 de Junio, ya que mi cumpleaños cae ese día, y me gustaría saber que santos se conmemoran ese día. muchas gracias y saludos desde Venezuela.

Respuesta: Gracias por el elogio a la página, se hace lo que se puede. Vamos a ver, hasta donde sé estas son las memorias a celebrar. 

San Abunefrio, monje, en el calendario copto.
San Aguilulfo, obispo y mártir, en Sajonia. (Memoria, 22 de mayo).
San Alejandro de Vologda, eremita.
San Alexis de Bitinia, obispo.
San Apolo, obispo.
San Asterio de Petra, obispo. 
San Basiano de Lodi, obispo
San Basílides de Roma, mártir.
San Benjamín, mártir, en el calendario griego.
San Blanco de Brescia, mártir.
San Landeric
de París
San Bogomil de Gniezno, camaldulense, obispo y eremita.
San Canides de Capadocia, recluso.
San Censurio de Auxerre, obispo.
San Deodato de Ebersheimmunster, monje.

San Etto, obispo, en el antiguo calendario benedictino (M. 10 de julio).
San Eusebio, carmelita, discípulo de San Cirilo de Constantinopla.
San Evermond de Fontenay, obispo.
San Gerlach de Obermarchtal, premonstratense.
San Illadan de Rathlihen, obispo.
San Ithamar de Rochester, primer obispo inglés.
San Ivo de Persia, obispo, y tres compañeros mártires.
San José Imbert, presbítero.
San Juan Bautista Souzy, presbítero mártir.
San Juan de Tobolsk, obispo.
San Juan Nicolás Cordier, presbítero mártir.
San Landeric de París, obispo.
San Landoaldo, obispo, en Bélgica. (M. 19 de marzo).
San Macario el Grande, en el calendario copto. (M. 15 de enero).
San Maurino de Colonia, abad.
San Máximo de Aveia, mártir.
San Metrófanes de Beijing, primer presbítero chino, mártir.
San Pacífico de Lens, religioso franciscano.
San Pansemne de Antioquía, penitente.
San Rogacio.
San Seguiano de Escocia, presbítero.
San Silvano de Kiev, monje.
San Teófanes de Antioquía, recluso.
San Timoteo de Prusa, mártir.
San Trípodes, diácono y mártir.
San Zacarías de Nicomedia, mártir.


Beato Walter Pierson
Santos Alejandro y Antonina, mártires, en el calendario griego. (M. 3 de mayo).
Santos Amancio y Arecio, mártires.
Santos Basílides, Aurisio, Rogato, Januario, Casiano, Victuro, Victuro (otro), Martín, Davallio, y 20 compañeros más, mártires de Roma, en la Vía Aurelia.
Santos Celidonio y Máximo, en el calendario galicano. (M. 20 de agosto).
Santos Críspulo y Restituto, mártires.
Santos Getulio, Cereal, Amancio y Primitivo de Roma, mártires en la Vía Salaria.
Santos Mammar, presbítero; Félix y Victoriano, diáconos; Albino, Donato, Libuso, Lorenzo, Faustiniano, Ziddino, Crispino, Leuvo, Faustina, Fausta, Faustino, y dos compañeros más, mártires de Numidia.

Santa Basilla de Roma, mártir.
Santa Blanda, virgen, en Bélgica. (M. 20 de febrero).
Santa Faustina de Cizico, mártir.
Santa Isabel Guillén, virgen mercedaria.
Santa Oliva de Palermo, virgen y mártir.
Santa Raneguslis, virgen.
Santas Marcela, Marta, Maurolico y Felicio, mártires (M. 29 de julio).

Todos los Santos de Siberia.

Beata Amada de Bolonia, virgen dominica.
Beata Cecilia Cesarini, virgen dominica.
Beata Diana de Andallo, virgen dominicana.
Beata Isabel Herden, terciaria franciscana.
Beata Margarita de Monte Walgurgis, virgen cisterciense.
Beata María de Vallencuriæ, virgen cisterciense.
Beata María Magdalena de Carpi, virgen.
Beato Arnoldo, religioso dominico.   
Beato Bardo de Mainz, obispo.
Beato Buenaventura de Braga, eremita de San Agustín, obispo.

Beato Eduardo Poppe, presbítero.
Beato Enrique de Treviso, laico.
Beato Eustaquio Kugler, religioso de San Juan de Dios.
Beato Guido de Valperga, obispo.
Beato Juan Dominici, obispo dominico.
Beato Pedro de Claraval, religioso cisterciense.
Beatos Walter Pierson y Tomás Green, monjes cartujos mártires de Londres.


San Edmundo, rey mártir
Invención de las reliquias de Santa Aldegundis de Maubegue, abadesa (M. 30 de enero).
Traslación de las reliquias de San Aniano, obispo. (M. 12 de diciembre).
Traslación de las reliquias de San Antonio Abad. (M. 17 de enero).
Traslación de las reliquias de San Edmundo, rey mártir. (M. 20 de noviembre).
Traslación de las reliquias de San Felipe Benicio, servita. (M. 23 de agosto).
Traslación de las reliquias de San Geraco, mártir. (corposanto).
Traslación de las reliquias de San Lorenzo Mártir a Leodia. (M. 10 de agosto).
Traslación de las reliquias de San Mauro Abad. (M. 15 de enero).
Traslación de las reliquias de San Modestino, obispo, y compañeros mártires. (M. 14 de febrero).
Traslación de las reliquias de San Pantaleón, mártir, a Crema. (M. 27 de julio).
Traslación de las reliquias de San Patricio de Irlanda, obispo. (M. 17 de marzo).
Traslación de las reliquias de San Rigoberto, obispo (M. 4 de enero).
Traslación de las reliquias de San Tatwin de Cantuaria, obispo. (M. 30 de julio).
Traslación de las reliquias de San Ursino, obispo. (M. 8 de agosto).
Traslación de las reliquias de Santa Amalberga, viuda. (M. 10 de julio).
Traslación de las reliquias de Santa Catalina de Alejandría, por manos angélicas, al monte Sinaí. (M. 25 de noviembre).

Sobre el tema de las traslaciones, tengo este artículo: De Invenciones y Traslaciones.

sábado, 7 de junio de 2014

Beata Ana de San Bartolomé, casi Madre Nuestra

La Beata Ana de San Bartolomé (7 de junio) es uno de los pilares del carmelo teresiano, a la que debemos mucho los que amamos este carisma. De las monjas fieles, luchadoras, impregnadas del espíritu teresiano, que se enfrentaron a frailes, generales y obispos para conservar el espíritu de Nuestra Madre. De las santas, en fin. Lega, fundadora, priora, mística, intuitiva, consejera de gobernantes, libertadora de los cristianos... Muchas cosas podríamos decir de ella, leyendo sus cartas y su autobiografía, escrita por obediencia a los superiores. Por falta de tiempo no puedo hacer un artículo como se merece (suponiendo que pudiera hacerlo yo), sino que os brindo un sencillo resumen del libro "La Beata Sor Ana de San Bartolomé. Una maravilla de Dios", del agustino recoleto P. Ángel Peña. 

I. Los inicios:
Ana García Manzanas nace el 1 de octubre de 1549, sexta de siete hermanos, e hija de Alonso Sánchez y María Sánchez. De su infancia sabemos que dedicaba largos ratos a la penitencia y la oración y que tuvo la gracia de ser acompañada frecuentemente por el Niño Jesús, que según ella crecía, se iba mostrando de su edad. A los diez años habían muerto sus padres y fue enviada como pastora por sus hermanos. A los 13 años la quieren casar, pero ella desecha a todos los pretendientes y suplica a Dios la libre de matrimonio alguno si no es con Él mismo. Tiene una revelación de una orden nueva: carmelitas que viven la regla primitiva, y con ellas quiere entrar. Rechaza a las jerónimas, que la invitan a profesar con ellas. Los hermanos le dicen que de carmelitas fundadas por "una loca llamada Teresa"; nada, que si quiere, a las jerónimas. Uno llega a acuchillarle. Finalmente su tío intercede por ella y la llevan a Ávila, donde le dilatan la entrada y mientras, los hermanos le hacen la vida imposible, cargándola de trabajos todo el día. Al fin, el 2 de noviembre de 1570 entra al monasterio como hermana lega, siendo la primera de la descalcez. 

II. Con Teresa:
En 1571, siendo novicia aún, conoce a la Santa Madre Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto), que al verla, dice: "Aunque sea novicia, llévenla a mi celda, que quiero que sea mi compañera". Siendo priora la santa en la Encarnación le dará permiso para la profesión, que ocurrió el 15 de agosto de 1572. Fue tornera y enfermera. Jamás estaba ociosa y aún de priora, si iba al locutorio, hilaba, cosía, escribía o rezaba el rosario. En 1574 enferma de cuidado, por lo que la Santa no puede llevarla consigo, como quería, a las fundaciones de Beas de Segura y Sevilla. Vuelta la santa de Sevilla, encuentra gran pobreza en el monasterio, y varias enfermas por el hambre que pasaban. Pone a Ana de enfermera y esta, por obediencia, arrastrando su enfermedad, consuela a las otras y mejora su salud. Desde ese momento, comienza a atender a la Santa y no se separará de ella hasta ayudarla a morir en sus brazos. Juntas vivieron  los caminos calurosos o fríos, secos o húmedos; los desplantes de Burgos y las alegrías de Palencia. Juntas por esos mundos: Valladolid, Salamanca, Villanueva de la Jara. Juntas padeciendo, riendo, enfermando y sanando. Juntas temieron la persecusión de los "calzados", la angustia por la prisión del Santo Padre, los ataques a Gracián y el casi derrumbe de la obra teresiana. Juntas agradecieron a Dios por el Capítulo de Alcalá de Henares. Juntas, en fin, llegaron a Alba de Tormes el 20 de septiembre de 1582, para morir la santa el 4 de octubre del mismo año, sostenida por Ana de San Bartolomé. 

Muerte de Santa Teresa
III. Sin Teresa:
Enterrada la Santa en Alba, quiso Ana quedarse a la vera de su cuerpo, pero fue enviada a Ávila, su verdadero convento. Fue testigo entre 1583 y 1588 de las desastrosas e indignas traslaciones del cuerpo de Santa Teresa, de Alba a Ávila y viceversa. Tuvo, como otras religiosas, apariciones de la santa, ya fuera bendiciendo a la priora, en el coro sentada entre las demás monjas, o sintiendo el mismo olor que expedía su cuerpo incorrupto en varias estancias del convento de Ávila. En 1591 María de San Jerónimo es nombrada priora del convento de Madrid para atajar un atisbo de separación de las monjas de dicho convento, y llevó consigo a nuestra beata a dicha ciudad. En 1595 la llevaría consigo a la fundación de Ocaña, donde permaneció hasta 1598 y se fraguó la tercera y definitiva parte de su vida. Ella lo cuenta: 
"Estando en esta fundación de Ocaña, la noche de Navidad, después de los Maitines, me quedé recogida y en sueños me mostraron la venida que había de hacer a la Francia. Entráronme en un mar muy oscuro que me daba temor y me enviaron con unas compañeras que no eran mis conocidas, sino una conocí después en este recogimiento. Me hallé forzada mi espíritu antes de esta vista en un vivo deseo de ser mártir, y aunque algunas veces se me han apretado estos deseos, no tan perfectos como esta vez, que me hallaba con una conformidad y gozo, tomándolo por Dios con el más encendido amor que en esta parte he tenido (...) Se me mostró Nuestro Señor como cuando andaba por el mundo, mas con grandísima hermosura y Majestad, pero por otra parte afligido, dándome a entender la mucha pena que tenía y tocándome en el hombro, me dijo: “Hija, ayúdame. Mira las almas que se me pierden en Francia”. Y fuéme mostrando todo el reino y estas tierras de por acá cómo se están abrasando en herejías y grandes pecados. Y de aquel tocarme en el hombro me parece descargó su pena y me la dio a mí tan grande y sentí tan gran dolor que me parece me moría. Los efectos con que quedé de este arrobamiento y visión fue un amor tan abrasado con aquellas almas y las de todos mis prójimos que me parece me iba secando". 


"estando de rodillas recogida, vi a Nuestro Señor
Jesucristo (...) que me puso la mano en el hombro
porque descargue en mi su pena, y quedéme
como desmayada, porque me dio su Divina
Majestad a entender las muchas almas que se
perdían en Francia, y dejóme
"
Diálogos sobre su espíritu.
IV. A Francia, o sea, al Calvario:
La fundación en Francia, procurada por Madame Acarie y su primo Pedro Berulle, había pasado por varios contratiempos que podéis leer en el artículo dedicado a esta santa mujer en este blog. En 1604 Berulle fue a España a buscar las religiosas necesarias, pero halló que la religiosa que más lo había procurado, la Gran María de San José, había fallecido. Berulle la sustituyó con Ana de San Bartolomé, cosa que no gustó ni al Nuncio ni a las demás monjas (Ana de Jesús Lobera, Leonor de San Bernardo, Isabel de los Ángeles, Isabel de San Pablo y Beatriz de la Concepción), pues Ana de San Bartolomé era una lega sin instrucción. Entraron en Francia el 29 de agosto de 1604, y llegaron a París el 15 de octubre. El 18 se fundaría el convento de la Encarnación, nombrando a Ana de Jesús como priora.

A los dos meses los superiores determinaron darle el velo negro de corista a Ana, que se negó rotundamente. Era necesario, para que fuera fundadora y priora, dada la posibilidad de hacer otras fundaciones. La Venerable Ana de Jesús se opuso fuertemente, diciendo que iba contra la Santa, que la había querido de velo blanco, que jamás se había visto que una lega cambiase al velo negro, y menos para ser priora y fundadora. Dice la Beata su autobiografía:

"La prelada [Ana de Jesús] no quería. Yo estaba sola y ella me tenía a veces en una celda una hora entera, diciéndome cosas de harta temeridad, que no los creyese, que me condenaría y que por mí se perdería y relajaría la Orden en Francia y en España".

Finalmente Berulle y los superiores harían su voluntad, y el 11 de enero de 1065 tomaría el velo negro. Dos días después sería encomendada como fundadora y priora de Pontoise. El 15 de enero llegó a la ciudad. No le fue fácil; estaba acostumbrada a obedecer, no a mandar. No podía enseñar a rezar el breviario a las cuatro novicias que entraron, pues no sabía leer latín. Ninguna hablaba español, ni ella hablaba francés. Finalmente, por un milagro, pues Ana de San Bartolomé tenía don de lenguas, lograron entenderse. Mientras, en París, la tensión entre Berulle y Ana de Jesús crecía, puesto que este, pretendía mantener a perpetuidad la autoridad sobre las carmelitas, en contra de lo acordado, que era que sólo sería hasta que los carmelitas descalzos entraran en Francia. Como no se preveía aún dicha fundación, Berulle maquinaba, y, todo sea dicho, los descalzos desentendidos de sus monjas. Pronto entendió Ana de San Bertolomé las verdaderas intenciones de Berulle de hacerla monja de coro: manipularla e influir en las monjas para imponer su propia visión de la vida religiosa reformada, valiéndose de una figura tan cercana a la Santa Madre como Ana de San Bartolomé. Pero no contaba con el temple de una hija de Santa Teresa como era la Beata.

Ana de Jesús dejó París, y fue de fundadora a Dijon, por lo que Ana de San Bartolomé fue mandada de priora a París, y para que las monjas de Pontoise no protestaran, la sacaron disfrazada de hombre. Toda una locura e improvisación por parte de Berulle y compañía. Milagros casi eran necesarios para que todo aquello prosperase. El primer año le fue bien, pero al cabo, las tensiones de Berulle con las monjas se acentuaron y Ana de San Bartolomé las padeció. La acusaron de pretender introducir a los frailes (¡como si ese no fuese el "convenio"!) para librarse de su obediencia. Comenzaron a sembrar cizaña entre las monjas francesas contra la beata, diciéndoles (según cuenta Ana en su autobiografía): 

Cardenal Berulle.
Solo hay que ver esa cara...
"No tratéis con la Madre vuestras almas, que su espíritu no es para vosotras. Ella es extranjera, y más, española. No os fiéis de ella, que si quiere a los frailes, os darán una vida muy cruel. Son recios; no es para vosotras su término". 

Menuda cara dura, cuando el rigorismo del Carmelo francés fue obra suya y no de los frailes ni monjas españolas. Más aún, Berulle gobernaba el monasterio, aceptando o echando monjas, cambiando oficios a su antojo, o poniendo o quitando prácticas de devoción o penitencias, sin contar con la priora para nada. O más, diciéndole "que no tengo que tener pena ni cuidado, que ellos lo tendrán". La vigilaba, le ponía una monja espía de tornera o de compañera, prohibía a las monjas y a ella misma elegir confesor, a las monjas que le hablaran cualquier cosa de espíritu, siendo esto contra la regla y constituciones teresianas.

En 1608 logró salir de allí, para fundar en Tours, donde le tocó otra persecución  era ciudad casi totalmente protestantizada, y las calumnias llovieron sobre ella y las monjas: que si vivían con sacerdotes, que si una prostituta era monja allí, que si tenían hijos a escondidas. Y tampoco tuvo paz: la supriora era afín a Berulle y le informaba de cada paso que daba la beata. Llegaron a interceptarle las cartas que enviaba y recibía de España. En 1611 quiso volver a París, ya que, al fin, los descalzos estaban a punto de fundar. Berulle aceptó, pero le prohibió pidiese la obediencia a los descalzos, pues "ellas eran suyas" (!). Pero el General envió una orden a Ana para que fundase en Flandes, lo que enfureció a Berulle que quiso hacerla negarse y que le prestara obediencia. Ella, claro está, se negó rotundamente y fue castigada. Pero no osó Berulle contradecir al General y en octubre de 1611 partió Ana de San Bartolomé hacia Flandes. Y dice:
"Salí antes del amanecer fuera del lugar adonde me llevaron, que estaban allí los religiosos aguardando. Dios me dio tan grande consuelo de verme vuelta a la Orden que me parecía estaba como cuando echan una piedra en un pozo y se va al centro y allí reposa como en su gloria y paraíso".

V. Flandes, la nueva y definitiva morada.
Y a Flandes llegó. Tenía 62 años, que no son pocos para el siglo XVI, siendo ella también una "inquieta y andariega". Llegada a Flandes, estuvo un año con las carmelitas de esta ciudad, hasta el 17 de octubre de 1611, que partió como fundadora a Amberes. Esta fundación le infundía algunos temores, pero Jesucristo se le reveló consolándola y diciéndole: "No temas, que esta fundación resplandecerá con el tiempo como una antorcha que da mucha luz". El 26 de octubre llegarían a Amberes. Revisó los últimos retoques de la casa provisional y alquilada, y el 6 de noviembre se hizo el traslado solemne y se inaugura la clausura, em una probreza teresiana al cien porciento:

"Vinimos aquí en tanta pobreza que no teníamos sino 50 florines prestados, y los padres jesuitas nos dieron recaudo para decir la primera misa, que no teníamos cosa, y los del Magistrado no nos querían; querían tornarnos a enviar, y Dios lo ha todo allanado de tal manera que de toda la villa está este monasterio estimado y, en tres años que ha estamos aquí, está más proveído que otros de diez años. Hemos comprado el mejor sitio del lugar… La santa es la Priora, que lo más ordinario me imagino que la ando sirviendo como lo hacía cuando era viva, y que lo demás ella lo hace. Y sin ser muchas veces imaginación, actualmente la he sentido conmigo y que lo hace todo. Dios me ha dado en esto tanta paz y consuelo que nadie lo podrá creer". (Autobiografía)
El 21 de noviembre profesaría la primera novicia, y muy pronto se reencontraría con el P. Gracián, ya expulsado de la descalcez y en esos momentos "calzado", que visitaba la ciudad para predicar a los soldados y a unas religiosas con motivo del Adviento. El 11 de abril de 1619 profesaba en sus manos Sor Clara de la Cruz, antigua dama de la Infanta Isabel Clara Eugenia, a la que la Beata había profetizado años antes que sería monja. No solo acertó, sino que fue su secretaria, su apoyo y amiga hasta la muerte de la Beata. El 1 de mayo de 1619 se funda otro Carmelo de jóvenes inglesas, que pronto abandonarían la obediencia a la Orden, con pena y disgusto de Ana de San Bartolomé, que llegaría a escribir a Isabel Clara Eugenia, para que les llamara al orden, o las expulsara del país incluso. El 15 de agosto se inaugura la casa definitiva de las carmelitas, trasladadas de la primera casa. En 1618 será año de gran alegría para Ana de San Bartolomé: sus queridos descalzos fundan en Amberes, aportándole consuelo y seguridad. En 1623 las carmelitas de Borges huyen de Berulle, la Beata las acoge y con la misma comunidad funda el monasterio de Jeper. 1614 le llena de gran alegría, por la beatificación de la Santa Madre, el 24 de abril. Inmediatamente cambia el nombre a su monasterio de Amberes por el de "Beata Teresa y San José", siendo el primero en llevar el nombre de su amada Madre. Alegría completa en 1622, cuando Gregorio XV canoniza a Santa Teresa de Jesús. Nuestra Beata escribe:
"Me consolé el día de su canonización… Yo quedé en paz y gozo, que lo he tenido de ver esta santa honrada como lo merece de Dios y de su santa Iglesia. Bendigamos día y noche al Señor que la escogió para poner en ella tantas gracias, que es de su gloria mostrarlas en sus amigos".


Ana de San Bartolomé,
patrona de Amberes
VI. Libertadora de Amberes.
Es llamada, y con razón, libertadora de Amberes, pues en dos ocasiones el poder se su intercesión salvó la ciudad. En 1621, las tropas españolas y las holandesas terminan la tregua y se reanuda la guerra. Ana de San Bartolomé aumenta su oración, sus penitencias en aras de la victoria española y católica, contra los holandeses herejes, todo por la gloria de Dios y el bien de las almas. Es el siglo XVII, recordad. Al año siguiente, los españoles sufren pérdidas y el asedio a Bergen-op-Zoom es un fracaso. Spínola tiene que abandonar el asedio para no someter a los soldados a una matanza segura. Con esto, se quedaba el camino despejado para que los herejes tomaran Amberes. En diciembre de 1622 llegó el momento, las tropas holandesas atacaron la ciudad, pero no contaban con aquella monja que se sacrificaba y oraba intensamente por la exaltación de la fe católica, y perdieron. Sobre este hecho contará la M. Teresa de Jesús, quien sería la priora que le sucedió:
"Pasaba las noches en oración clamando a Dios por estas necesidades como lo hizo aquella noche cuando los holandeses quisieron venir a tomar Amberes, que antes de acostarse nos dijo a todas en el coro con grandísimo fervor: que por amor de Dios que rezásemos bien y apretásemos a Dios por estas cosas de su Iglesia, y esto tornaba a repetir con tanto ímpetu, que nos espantábamos, y pensábamos que había tenido nuevas, que se había de hacer alguna gran empresa. Y preguntádoselo dijo que no sabía esto, mas que Dios le ponía este espíritu; y desde las dos de la mañana se puso en oración hasta que yo fui a su celda a la mañana antes de ir al coro como lo tenía de costumbre, y en entrando me dijo: '¡Ay, hija!, y qué cansada que estoy, que parece tengo el cuerpo molido, alguna gran traición debe de haber, porque toda la noche parece he peleado y de la fuerza que me han hecho para que yo rezase que al momento que yo quería bajar los brazos que tenía levantados para clamar a Dios, me decían siempre reza más, más, más, y aunque hubiera peleado con un ejército no creo estuviera más cansada, que estoy toda en agua'. Y así fue menester mudarle la túnica, y a la mañana sosegó y dijo: 'Ya está hecho', y dos o tres horas de ahí vino la nueva de cómo había faltado muy poco para que los holandeses tomasen Amberes, y fuíselo a decir a nuestra Madre, la cual dio hartas gracias a Dios por esta merced. Hartas veces decía sentía había alguna traición, y de ahí algunos días venían las nuevas cómo era verdad. (Procesos de canonización).

Dos años después , en agosto de 1624, Spínola comienza el asedio de Breda, y aún con el temor que los holandeses aprovecharan para atacar Amberes de nuevo, como pasó de hecho el 13 de octubre del mismo año, con el fracaso de los herejes, en la rendición de Breda. Cartas dela Beata, estampas o pañuelos que habían sido tocados o bendecidos por ella eran tenidos como reliquias y muchos soldados llevaban alguno, confiando en la oración de esta Esposa de Cristo. Su otra gran intervención en favor de las tropas católicas, esta vez a distancia, fue en la batalla de la Montaña Blanca, el 8 de noviembre de 1620, donde el paladín de la victoria sería el carmelita Venerable Domingo de Jesús María y la Capitana de los ejércitos sería Nuestra Señora, en su advocación carmelitana de Nuestra Señora de la Divina Gracia. La Beata profetizaría sobre esta batalla: "En este día los cristianos han obtenido una gran victoria”, y a los pocos días la noticia de la victoria le dio la razón.
 
VII. También muere hija de la Iglesia
En este mismo 1624, los primeros síntomas de su partida al cielo se hicieron notar. Sufrió una apoplejía de la que no se recuperó del todo, aunque la Infanta le hizo ver de los mejores médicos y tomar los mejores remedios del momento. Casi tenía que moverse a gatas, y aún así no abandonó sus oraciones y el trabajo. En una ocasión llegó incluso a cortar la leña para que se calentasen las monjas al salir del Oficio Divino. Dos años duró esta agonía, durante los cuales, intensificó su unión con el Amado, recitando frecuentemente con San Juan de la Cruz "adonde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido". Los días de comunión se preparaba desde la madrugada, con oraciones, ratos de silencio y se hacía leer los salmos. El 4 de junio de 1626 tuvo una recaída, el 7 del mismo mes se le impartió la extremaunción, y luego de comulgar tuvo un éxtasis de unos quince minutos, para luego morir dulcemente, sin tensión ni dolor aparente. A los pocos días, la venerable Catalina de Cristo escribió contando a la M. Teresa, como había tenido revelación de la muerte nuestra beata:
"El Señor me dio a entender en la oración que estaban a su cabecera todos los santos y toda la Trinidad y la Madre de Dios y nuestra santa Madre y el maestro, santísimo padre san José, con las demás vírgenes; y en saliendo su bendita alma del cuerpo, fue al cielo derecha con cánticos celestiales de todos los santos y santas y ángeles". 

El cuerpo fue puesto en el coro bajo de las monjas, y fue tanta la afluencia de gente a venerar el cuerpo de su "santa española", que las monjas, sin permiso, lo acercaron a la ventanilla de comulgar del presbiterio, para que los fieles la tocaran, besaran y pasaran objetos de devoción. Cuando les regañó el superior, ya no pudo impedirlo. Durante esos días de continua devoción, se tocaron miles de rosarios, los carros provenientes de Bruselas, Mons, y otras ciudades llegaron a atascar las entradas y salidas de Amberes. Aún no estaba enterrada y ya se hizo patente el primer prodigio: una endemoniada que llevaba poseída dos años fue liberada en la iglesia de los agustinos de Amberes, luego que le aplicaran una reliquia tocada al cuerpo de la Beata. Los procesos narran que continuaron los prodigios: las ropas, cama y objetos que había usado desprendían un olor sobrenatural, incluso después de haber sido lavados en lejía algunos, para probar.

En 1625 el P. Matías de San Francisco, General de la Orden, quiso ver el estado de las reliquias, se abrió el sepulcro y el cuerpo estaba íntegro y oloroso. Se le cambió de caja. En 1634 se volvió a abrir la sepultura, por deseo de la reina de Francia, María de Médicis, sanada milagrosamente en 1633 por la intercesión de Ana. Se comprobó por parte de los asistetes, el olor del cuerpo. En 1635 se concluyó el proceso ordinario, como de costumbre; recopilación y análisis de sus escritos, declaración de testigos, certificación de milagros y prodigios, evidencias de devoción popular, etc. En 1783 se abrió el sepulcro y se vio el cuerpo en buen estado. Se tocaron varios objetos, para reliquias. Pero el proceso se detuvo, se ralentizó, hasta recibir un definitivo impulso entre los siglos XIX y XX. En 1917 los restos fueron exhumados y colocados en su celda, convertida en oratorio. Finalmente Benedicto XV el 6 de mayo de 1917, y actualmente proceso para la definitiva su canonización duerme en el sueño de los papeles.
VIII. Un alma mística
Varios dones místicos tuvo Ana de San Bartolomé, como la bilocación: Sabiendo que su confesor, el P. Juan de San Cirilo estaba para morir, oró por él, se sintió arrebata y se vio a su lado, recomendándole un remedio al enfermero. A los pocos días el antes enfermo fue al monasterio a darle las gracias. Tuvo muchos éxtasis, mediante los cuales contemplaba y comprendía misterios de la fe, como la Santísima Trinidad, o la presencia de Cristo en el Sacramento. Tuvo don de conocimiento de las alma, y lo usaba para orar por los demás, y para aconsejar a religiosas y seglares, sin que estos le contasen sus problemas, o antes que lo hicieran, si iban a visitarla. Varios milagros realizó en vida, como multiplicar el dinero de un mercader que les había dado a guardar una suma, sanar a hermanas de melancolía, fiebres, dolores de muelas o de cabeza. Y todo con sencillez, discreción y naturalidad, sin alterar sus oficios, ni pavonearse por ello.

Sufrió ataques y tentaciones del demonio, al que llegó a ver en forma de perro gigante en la cocina de Ávila. Se le enfrentó diciéndole que no le temía, y que más prefería tener a siete demonios en el monasterio que a un solo hombre, con lo que el diablo se esfumó por la chimenea. Otro ataque del demonio lo venció con la oración, y como premio vio como San Juan Evangelista, San José, Santiago Apóstol y San Bartolomé bendecían la casa derramando agua bendita. Como no podía ser menos en una carmelita, fue hija amantísima de la Virgen María. Escribe en su autobiografía:
"Estando una vez en la fiesta de Navidad haciendo mi oración, adoraba las llagas de los pies de Jesucristo y vínome a la memoria: “Ahora, Señor, venís niño, y Vos en la cruz. ¿Qué haré de veros siempre así, oh Niño?”. Y en ese momento se le apareció la Virgen con el Niño en sus brazos mostrándomelo desnudo y pequeñito como lo tenía en sus sagradas entrañas y tenía en sus pequeñitos pies señaladas las llagas como llagas con unas gotas de sangre, que parecía le habían caído como señalados los clavos que había de tener"

De su devoción y trato frecuente con los santos, dice, igualmente en su Vida:

"Tuve devoción (desde niña) con los gloriosos San José, San Juan Bautista, San Francisco, San Bernardo y el arcángel San Gabriel, y a cada uno rezaba un padrenuestro y un avemaría cada día, y tres a las once mil vírgenes a quienes rogaba guardasen mi castidad (...) Una vez, el día de San José, habiéndome levantado, me puse en oración diciendo que como estaba mala me pesaba de no poder solemnizar su fiesta como yo quisiera. Entonces el glorioso San José me representó todas las mercedes que Dios le había hecho desde su niñez; de que quedé tan consolada y elevada que, si no me hubiera ido a la mano, me hubiera hecho mucho daño. Y cuando empezaron los cantores a cantar la misa, estaba fuera de mí".


La Beata contempla a San Elías
sobre los capitulares.
Tal vez la revelación más conocida, y representada en los ambientes carmelitanos, por su trascendencia es aquella donde vio a Nuestro Padre San Elías (20 de julio; 12 de enero, en la Iglesia Oriental, la ascensión al Paraíso; y 20 de junio, traslación de reliquias a la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla) bendecir el importante Capítulo de Valladolid de los descalzos:
"Una vez, estando nuestros padres en capítulo en Valladolid, habiéndose juntado de toda la provincia para definir cosas de la Orden y hacer prelados, acabando de comulgar que era cuando querían entrar en el Capítulo, yo los estaba encomendando a Dios. Y mostróme el Señor al santo padre nuestro Elías, que estaba sobre el convento donde estaban juntos, en una manera de nube como fuego, tendida su capa y abiertos los brazos sobre ellos, mostrando darles su espíritu. Y acabado el Capítulo vino el provincial a nuestro convento de Ávila, que era el padre fray Nicolás [Doria], un santo varón, y dijo a la Priora que había tenido un Capítulo de cielo que, entrando los frailes en él, se hallaron tan suspensos y recogidos que ninguno discrepó de otro en cuantas cosas se ordenaban. Y todos tenían un mismo espíritu sin hablarse los unas con los otros. Y dividían entonces las provincias y todos a una voz dijeron: 'llamemos ésta de San Elías' [provincia de Castilla], que parece en esto que sentían su espíritu. Y así lo dijo el provincial: 'Este Capítulo ha sido de Dios y de su Santo Espíritu por los efectos que todos me han confesado y lo que yo he sentido'".

 Y muchos más dones y virtudes podríamos relatar, pero necesitaríamos mucho más espacio y tiempo.


A 7 de junio además se celebra a
San Deochar de Herrieden, abad
San Mériadec de Vannes, obispo.

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