San José Marchand, presbítero y mártir. 24 (Todos los Mártires de Viet-Nam) y 30 de noviembre.
Nació José en Passavant, el 17 de agosto de 1803, terminada apenas la Revolución Francesa y comenzando la Iglesia a resurgir de las cenizas adonde la había querido confinar la misma. Fueron sus padres Agustín Marchand y Juana Moine.
De niño estudió en las escuelas de Orsans, y siendo aún infante descubrió su vocación religiosa, por lo que comenzó sus estudios sacerdotales. Afianzada su vocación como misionera, entró al Seminario de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París, fundada por la Iglesia para la evangelización de los pueblos, principalmente de Asia. Fue la estrategia misionera de la Iglesia para no depender de las órdenes religiosas tradicionales, a menudo demasiado implicadas en los asuntos de sus propios países. Así, la Iglesia evangelizaba sin contar con los reinos de Portugal o España, aunque no estuvo exenta de las intromisiones de los gobiernos franceses del siglo XIX, ni mucho menos ajena a los problemas internos de los países asiáticos.
El 25 de diciembre de 1828, José fue ordenado diácono, y el 4 de abril de 1829 subió al altar para ser ordenado presbítero. Las ansias misioneras de José y la necesidad de misioneros por parte de la Iglesia eran tantas, que el 24 de abril, a los 20 días de ordenado partió a misiones. Desde Nantes partió el 12 de mayo a bordo del barco "Voltaire", en una travesía que no estuvo exenta de sufrimientos. Los marinos, hechos zafios durante la Revolución, eran hostiles a la Iglesia y a los religiosos, a los que ofendían y ante los cuales blasfemaban cuanto querían. Pero José Marchand no mostraba enfado, sino que solo rezaba por ellos en su fuero interno. Un día que un marinero se unió a los sacerdotes en sus oraciones, fue azotado con una cuerda. De tal calibre era la situación. En octubre llegaron a Manila, donde José subió a un barco español que le llevó a Macao, donde le dieron su misión: Cochín, al sur del imperio de Vietnam, donde se uniría a los misioneros Gagelin y Cuenot. El 27 de febrero de 1830 se embarcó en el barco de unos traficantes chinos, que le llevaron a su destino.
En la Universidad-Seminario de Lai Thieu, cerca de Saigón, aprendió, en tiempo record, la lengua de los anamitas, y se lanzó a evangelizar y a animar a las iglesias establecidas por Chau-Doc, Vinh Long, llegando a Phnom Penh, capital de Camboya. En 1830 regresó a la Universidad, donde dio clases a un grupo de estudiantes, a la par que era párroco de las iglesias locales vecinas. En 1832 volvió a emprender un viaje misioneros por la provincia de Binh Thuan, donde le sorprendió la persecución, a inicios de 1833. La persecución de los cristianos en Asia tiene muchos componentes políticos en los cuales los países occidentales no dejan de tener su parte de razón, aunque siempre sufrieran los mismos: los inocentes.
Nuestro santo estuvo un tiempo escondido en la Baja Cochinchina, hasta que uno de los rebeldes al poder imperial le capturó y le encerró en Saigón. Los rebeldes al emperador eran vietnamitas que odiaban su carácter inestable y sus acciones irrespetuosas, y lo que les enervó más fue la profanación que el emperador llevó a cabo al azotar la tumba del primer Mandarín, muerto en 1832 y al que el pueblo estimaba sobremanera. La idea del líder rebelde que capturó al P. Marchand era que el misionero aprovechara su ascendencia sobre los católicos y los animara a levantarse en armas contra el emperador Minh Mang, perseguidor de los cristianos. Pero José se negó a aquello, diciendo que solo era un misionero y solo quería salvar almas. Pero a pesar de su negativa, al cabo de 18 meses, cuando las tropas imperiales tomaron Saigón, el 8 de septiembre de 1835, el santo fue acusado de formar parte de la rebelión y de hacer precisamente aquello a lo que se había negado: rebelar a los católicos bajo la bandera del Evangelio contra el emperador. Le llevaron a Hue, donde llegó el 18 de octubre del mismo año. Allí le atormentaron con tenazas al rojo vivo para que confesara algo que no había hecho. Como los jueces vieron que no había pruebas para acusarle, le pidieron entonces que renegara de Cristo y pisara una cruz. Pero José Marchand se negó, por supuesto y fue condenado a morir de cien heridas. Este tormento consistía en aplicar ciertos cortes pequeños, pero letales, mediante los cuales el condenado se desangraba y sufría atroces dolores de nervios y huesos. Luego de morir por Cristo, el 30 de noviembre de 1835, su cuerpo fue despedazado y arrojado al mar, mientras que la cabeza fue expuesta durante días como escarmiento. Finalmente la trituraron a golpes y la arrojaron al mar.
Su martirio y supuesta “traición” animó al emperador a acentuar su persecución contra el cristianismo, pues nada extranjero era bueno para el imperio. Acusó a los cristianos, vietnamitas o no, de ser los verdaderos causantes de la rebelión, y de estar al servicio de potencias extranjeras. Y muchísimos sacerdotes y laicos fueron perseguidos y cruelmente martirizados. Y no solo siguió esta política el imperio, sino que fue y es medular en el Viet-Nam comunista, acérrimo enemigo de la Iglesia.
Gregorio XVI declaró Venerable a José Marchand en 1840, apenas pasaron cinco años de su martirio. Y León XIII le beatificó el 7 de mayo de 1900. Su canonización fue 19 de junio de 1988, junto a 117 mártires de Viet-Nam, por el Papa Juan Pablo II.
Fuente:
-"La vie de Abbe Marchand, missionnaire apostolique et martyr". J.-B.-S. JACQUENET. París, 1851.
A 30 de noviembre además se celebra a
San Andrés, Apóstol.
San Tugdual de Bretaña, abad.
San Wachtang I de Georgia, rey.
Nació José en Passavant, el 17 de agosto de 1803, terminada apenas la Revolución Francesa y comenzando la Iglesia a resurgir de las cenizas adonde la había querido confinar la misma. Fueron sus padres Agustín Marchand y Juana Moine.
De niño estudió en las escuelas de Orsans, y siendo aún infante descubrió su vocación religiosa, por lo que comenzó sus estudios sacerdotales. Afianzada su vocación como misionera, entró al Seminario de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París, fundada por la Iglesia para la evangelización de los pueblos, principalmente de Asia. Fue la estrategia misionera de la Iglesia para no depender de las órdenes religiosas tradicionales, a menudo demasiado implicadas en los asuntos de sus propios países. Así, la Iglesia evangelizaba sin contar con los reinos de Portugal o España, aunque no estuvo exenta de las intromisiones de los gobiernos franceses del siglo XIX, ni mucho menos ajena a los problemas internos de los países asiáticos.
El 25 de diciembre de 1828, José fue ordenado diácono, y el 4 de abril de 1829 subió al altar para ser ordenado presbítero. Las ansias misioneras de José y la necesidad de misioneros por parte de la Iglesia eran tantas, que el 24 de abril, a los 20 días de ordenado partió a misiones. Desde Nantes partió el 12 de mayo a bordo del barco "Voltaire", en una travesía que no estuvo exenta de sufrimientos. Los marinos, hechos zafios durante la Revolución, eran hostiles a la Iglesia y a los religiosos, a los que ofendían y ante los cuales blasfemaban cuanto querían. Pero José Marchand no mostraba enfado, sino que solo rezaba por ellos en su fuero interno. Un día que un marinero se unió a los sacerdotes en sus oraciones, fue azotado con una cuerda. De tal calibre era la situación. En octubre llegaron a Manila, donde José subió a un barco español que le llevó a Macao, donde le dieron su misión: Cochín, al sur del imperio de Vietnam, donde se uniría a los misioneros Gagelin y Cuenot. El 27 de febrero de 1830 se embarcó en el barco de unos traficantes chinos, que le llevaron a su destino.
En la Universidad-Seminario de Lai Thieu, cerca de Saigón, aprendió, en tiempo record, la lengua de los anamitas, y se lanzó a evangelizar y a animar a las iglesias establecidas por Chau-Doc, Vinh Long, llegando a Phnom Penh, capital de Camboya. En 1830 regresó a la Universidad, donde dio clases a un grupo de estudiantes, a la par que era párroco de las iglesias locales vecinas. En 1832 volvió a emprender un viaje misioneros por la provincia de Binh Thuan, donde le sorprendió la persecución, a inicios de 1833. La persecución de los cristianos en Asia tiene muchos componentes políticos en los cuales los países occidentales no dejan de tener su parte de razón, aunque siempre sufrieran los mismos: los inocentes.
Nuestro santo estuvo un tiempo escondido en la Baja Cochinchina, hasta que uno de los rebeldes al poder imperial le capturó y le encerró en Saigón. Los rebeldes al emperador eran vietnamitas que odiaban su carácter inestable y sus acciones irrespetuosas, y lo que les enervó más fue la profanación que el emperador llevó a cabo al azotar la tumba del primer Mandarín, muerto en 1832 y al que el pueblo estimaba sobremanera. La idea del líder rebelde que capturó al P. Marchand era que el misionero aprovechara su ascendencia sobre los católicos y los animara a levantarse en armas contra el emperador Minh Mang, perseguidor de los cristianos. Pero José se negó a aquello, diciendo que solo era un misionero y solo quería salvar almas. Pero a pesar de su negativa, al cabo de 18 meses, cuando las tropas imperiales tomaron Saigón, el 8 de septiembre de 1835, el santo fue acusado de formar parte de la rebelión y de hacer precisamente aquello a lo que se había negado: rebelar a los católicos bajo la bandera del Evangelio contra el emperador. Le llevaron a Hue, donde llegó el 18 de octubre del mismo año. Allí le atormentaron con tenazas al rojo vivo para que confesara algo que no había hecho. Como los jueces vieron que no había pruebas para acusarle, le pidieron entonces que renegara de Cristo y pisara una cruz. Pero José Marchand se negó, por supuesto y fue condenado a morir de cien heridas. Este tormento consistía en aplicar ciertos cortes pequeños, pero letales, mediante los cuales el condenado se desangraba y sufría atroces dolores de nervios y huesos. Luego de morir por Cristo, el 30 de noviembre de 1835, su cuerpo fue despedazado y arrojado al mar, mientras que la cabeza fue expuesta durante días como escarmiento. Finalmente la trituraron a golpes y la arrojaron al mar.
Su martirio y supuesta “traición” animó al emperador a acentuar su persecución contra el cristianismo, pues nada extranjero era bueno para el imperio. Acusó a los cristianos, vietnamitas o no, de ser los verdaderos causantes de la rebelión, y de estar al servicio de potencias extranjeras. Y muchísimos sacerdotes y laicos fueron perseguidos y cruelmente martirizados. Y no solo siguió esta política el imperio, sino que fue y es medular en el Viet-Nam comunista, acérrimo enemigo de la Iglesia.
Gregorio XVI declaró Venerable a José Marchand en 1840, apenas pasaron cinco años de su martirio. Y León XIII le beatificó el 7 de mayo de 1900. Su canonización fue 19 de junio de 1988, junto a 117 mártires de Viet-Nam, por el Papa Juan Pablo II.
Fuente:
-"La vie de Abbe Marchand, missionnaire apostolique et martyr". J.-B.-S. JACQUENET. París, 1851.
A 30 de noviembre además se celebra a
San Andrés, Apóstol.
San Tugdual de Bretaña, abad.
San Wachtang I de Georgia, rey.