martes, 8 de noviembre de 2016

Alabanza de gloria...

Santa Isabel de la Trinidad, virgen carmelita. 8 de noviembre.

Isabel Catez nació el 18 de Julio de 1880 en un campo militar de Avor, cerca de Bourges, luego de un embarazo difícil. En contra de todos los pronósticos la niña nace saludable y hermosa. El 22 de julio siguiente es bautizada con los nombres de Isabel Josefina. Desde pequeñita Isabel fue piadosa y despierta, aprendió a leer muy pronto y a los cinco años ya mostraba talento para la música. A los siete años su madre la inscribe en el Conservatorio, para que estudie piano. Y será la única escuela que conozca, pues a la familia no le gustan las escuelas, pues una vez suprimidas las escuelas religiosas, las del Estado son extremadamente laicas e "ideologizantes" (las cosas no han cambiado). Sin embargo, en su casa recibirá Isabel una sólida formación. A los 11 años recibe su primera comunión, viviéndola con un gran gozo y plenamente consciente del Dios al que recibe. Es su primera y más íntima unión con Jesús y que ella percibe como una donación mutua: ella se entrega y Él a su vez se entrega más aún. Sus experiencias místicas comienzan con la contemplación de la naturaleza: la belleza de las estrellas o las flores, todo le habla de Dios, al más puro estilo sanjuanista.

En la adolescencia y juventud participa como todas las jóvenes en las fiestas, devaneos e ilusiones juveniles, aunque en su caso, la llama y el sentimiento de su primera comunión (la entrega mutua) no desfallece, sino que aumenta y fructifica en una vocación religiosa que la llama a la oración, la humildad y la vida escondida en Cristo. Así, 2 de agosto de 1901 entra en el Carmelo de Dijon, donde halla el sitio perfecto para hallar a Cristo y solo a Cristo. El trabajo, la oración, la Regla van desfilando ante ella, se adapta, sufre, ora y persevera, y en todo halla al Señor, que la va configurando. El 8 de diciembre de 1902 toma el hábito con el nombre de Isabel "de la Trinidad", que será su sello durante su corta vida terrenal. El 11 de enero de 1903 pronuncia sus votos.

Su pasión por la lectura, que la acompañaba desde la niñez, se sacia en el Carmelo con la lectura asidua del Evangelio y de San Pablo, del que extrae abundante tema de meditación y oración. “Padre de su alma” llamará al Apóstol. Descubre al santo místico del Carmelo, Nuestro Padre San Juan de la Cruz (14 de diciembre y 24 de noviembre) y su alma se abre a la profundidad de sus escritos. Comienza a experimentar la unión esponsal de Cristo y el alma que el Santo vivió y relata en sus escritos, sobre todo en su único "Cántico Espiritual". El 21 de noviembre de 1904 Isabel pasa un especial momento de gracia ante el Santísimo Sacramento, donde Dios le penetra el alma profundamente y ella se abisma en la inmensidad del amor de Dios. Esa noche escribe su más conocida obra, todo un texto místico que quedará para los siglos: su alabanza a la Santísima Trinidad.
"Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.

Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora.

Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte..., hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.

Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.

Oh Fuego abrasador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.

Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas".

Al igual que su contemporánea y coterránea Santa Teresita del Niño Jesús (1 de octubre), Isabel descubre su vocación en el amor en las Escrituras: "ser alabanza de gloria" (Ef 1,6). Alabar constantemente a la Trinidad que vive en ella. Ser la voz y el corazón de los que le alaban y suplir a aquellos que no lo hacen. Trasmitir, transfigurar a la Trinidad en su vida cotidiana mediante la caridad, la palabra y la oración. Salvar, salvar almas es su anhelo y misión.

Reliquias de la santa.
San Miguel de Dijon.
En 1906 Isabel comienza a sufrir desvanecimientos y vómitos de sangre y en marzo pasa a la enfermería. Una úlcera estomacal ha hecho presencia, y los ayunos y austeridades propias del Carmelo no ayudan en nada. El 30 de octubre ya no puede levantarse de la cama y el 1 de noviembre comulga por última vez. El 7 de noviembre pronuncia sus últimas palabras: "Voy a la Luz, al Amor, a la Vida". Pasa el día 8 en silencio, como en éxtasis. El día 9, recién sale el sol, Isabel de la Trinidad vuela allá mismo: a la Trinidad. El día 12 de noviembre fue enterrada en el cementerio municipal, como mandaban las leyes, que impedían las sepulturas en los recintos monásticos, y el 10 de octubre de 1930, al abrirse el proceso de canonización, se exhumaron sus restos. El 23 de marzo de 1931 se incoó la causa y los interrogatorios duraron hasta 1941. En 1944 la Sagrada Congregación de Ritos declara que en los escritos de Sor Isabel de la Trinidad no hay nada contra la fe y la moral. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25 de noviembre de 1984 y canonizada por el papa Francisco el 16 de octubre de 2016.

Algunas frases suyas:
"La Trinidad: aquí está nuestra morada, nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos salir... Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí eso todo se iluminó para mí."

"Creer que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en todo instante del día y de la noche y que nos pide que vivamos en sociedad con El, he aquí, os lo confío, lo que ha hecho de mi vida un cielo anticipado."

"Mi Esposo quiere que yo sea para Él una humanidad suplementaria, en la cual Él pueda seguir sufriendo para gloria del Padre y para ayudar a la Iglesia."


Fuentes:
-"Sor Isabel de la Trinidad. Obras Completas". Manuel Ordoñez Villarroel (Traductor)
-"Sor Isabel de la Trinidad: Experiencia de Dios en su vida y escritos". Ciro García Fernández
-http://carmelnet.org/chas/santos/isabel.htm


A 8 de noviembre además se celebra a  
Los Cinco Santos Escultores, mártires.
San Willehad de Bremen, obispo.

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