martes, 6 de julio de 2021

"Para mí, morir es igual a vivir en Cristo".

Santa Ciríaca, mártir. 6 de julio. 

Santas Ciríaca y Parasceves
Fueron sus padres Santos Doroteo y Eusebia (27 de julio), naturales de Anatolia, actual Turquía. Vivieron muchos años sin hijos hasta que luego de oraciones y ayunos tuvieron una hija, nuestra santa, a la cual llamaron Ciríaca, o sea "consagrada al Señor". 

Cuando Ciríaca llegó a la juventud fue solicitada en matrimonio por varios jóvenes, mas ella los rechazaba a todos aludiendo a su condición de consagrada a Dios. Entonces uno de ellos, despechado, la denunció a ella y a sus padres por profesar la fe cristiana. Eran los tiempos de los emperadores Diocleciano y Maximiano, terribles perseguidores de los cristianos. La familia fue apresada e interrogada, y hallándolos culpables, Doroteo y Eusebia fueron desterrados a Melitene, donde murieron a causa de las torturas recibidas. 

Por su parte, Ciríaca fue enviada al emperador Maximiano, quien se hallaba en la ciudad de Nicomedia. Allí fue interrogada nuevamente, y al confesar que era cristiana fue flagelada cruelmente. Pasó Ciríaca más interrogatorios y castigos, de manos del procurador Hilario, quien la atormentó varias veces, enviándola a prisión nuevamente. En una de estas ocasiones se le apareció Nuestro Señor, quien la sanó milagrosamente y le confirmó en su firmeza diciéndole: "No temas por estos tormentos, mi gracia estará contigo." Y desde entonces, ningún tormento le hizo daño ni las fieras la tocaron. 

Murió Hilario y el procurador Apolonio tomó el caso de Ciríaca. Más interrogatorios y castigos se sobrevinieron. Como Apolonio siempre insistía en amenazarla, Ciríaca le dijo al tirano en el último interrogatorio: "No conseguirás apartarme de mi fe. Echadme al fuego, y tengo el ejemplo de los tres jóvenes en el horno de fuego; arrojadme ante las fieras, y tengo el ejemplo de Daniel en el foso de los leones; arrojadme al mar, y tengo el ejemplo del profeta Jonás; condenadme a la espada, y tengo el ejemplo de Juan el Bautista. Para mí, morir es igual a vivir en Cristo". 


Entonces ante esto, Apolonio la condenó a la decapitación, la cual se efectuó inmediatamente. Era sobre el año 303. En Occidente se le conoce como Santa Domenica. 


A 6 de julio además se recuerda a:


San Goar,
presbítero y eremita.
San Tranquilino
de Roma, mártir.
Santa Noyale
virgen y mártir.
 
S. Ángela de Bohemia
virgen carmelita.

 

lunes, 5 de julio de 2021

Santas Cirila, Aroa y Lucía, mártires.

Pregunta: existe un santo para Aroa? 

Respuesta: Sí que existe. Aunque parece este un nombre moderno, en realidad es bien antiguo: 


Santas Cirila, Aroa y Lucía, mártires. 5 de julio. 


Cuéntase que vivieron en Cirene de Libia, y padecieron el martirio en 310. Al ser llamado a comparecer ante el tribunal el obispo San Teodoro (4 de julio), este se presentó mas se negó a entregar los libros sagrados. Mientras Teodoro era interrogado, estas mujeres se acercaron a él, y confesaron su fe cristiana. Mientras estaban en la cárcel Cirila quedó libre de su migraña, gracias a que Teodoro le impuso las manos. 


Habiendo sido decapitado el santo obispo, lo fueron también al día siguiente nuestras tres valientes santas. 



A 5 de julio además se celebra a:


B. Pedro de Luxemburgo,
cardenal.
San Guillermo
de Hirsau, abad.
Santa Trófima,
virgen y mártir.
Ss Zoé y Nicostrato,
mártires.










domingo, 4 de julio de 2021

Benedicto V, ¡carmelita!

San Benedicto V, papa y carmelita. 4 de julio.

Ese santo de hoy es una de esas confusiones, manipulaciones e inventos tan propios de los siglos XVI y XVII y que podemos ir poco a poco dilucidando y poniendo en claro.

La historia:
Nació en la célebre familia Conti de Roma, donde descolló por su oratoria, saber y buenas disposiciones para la vida pública, como honestidad, sabiduría, letras y rectirud de vida. Se le llamaba “El Gramático”, por lo cual su nombre de pila no nos ha llegado. Era diácono de la iglesia de Roma y servía al nefasto papa Juan XII, un títere del emperador Otón I. En 964 este papa traicionó sus alianzas con el emperador y este invadió Roma, deponiendo a Juan y nombrando papa a un hombre de su confianza, quien se denominó León VIII. Apenas el emperador abandonó Roma Juan XII invadió la ciudad, depuso a León, mas no pudo disfrutar de su triunfo, pues falleció al poco tiempo mientras tenía sexo con una de sus amantes. León VIII pretendió ocupar la Sede Romana, mas el clero de Roma, harto de papas corruptos, eligió a nuestro "Gramático”.

Apenas lo supo Otón, corrió a Roma, apresó a Benedicto y repuso a León VIII en el trono de San Pedro. A nuestro Benedicto lo desterró en mayo de 964 a Hamburgo, donde vivió prisionero en el palacio arzobispal de esta ciudad. Allí vivió y murió el 4 de julio de 966. Fue sepultado en la catedral de Hamburgo, siendo reconocido como verdadero papa. Hoy sus restos están en Roma. Curiosamente, a León VIII se le considera antipapa desde su elección hasta la muerte de Benedicto, y se le reconoce papa desde 966 hasta su muerte.

La leyenda y apropiación carmelita:
Aquí podría terminar esta crónica sobre un papa, mas con Benedicto V tenemos a un santo no reconocido, sino por su leyenda. En el siglo XVII el P. Pedro Lucio, carmelita, lo añadió a la lista de santos papas de la Orden (Telesforo, Dionisio, Zacarías, Silverio), basándose en un epitafio que según él se conservaba en Avignon y que decía: "Hic iacet Benedictus, quem Carmelus protulit, Cassinus aluit, Vaticanus coronavit". O sea “Aquí yace Benedicto a quien el Carmelo engendró, Cassino crió y el Vaticano coronó”. Sin embargo, este epitafio pertenece a la obra "Epitafios Heroicos", de Claude de la Ville, no se refiere al papa Benedicto, sino a otra persona a quien no conocemos.

Este epitafio dio pie a una “vita” e iconografía de Benedicto V, ya tenido como papa, según la cual, nacido en Roma, peregrinó a Tierra Santa, donde conoció a los ermitaños del Monte Carmelo, con los cuales habría tomado el hábito religioso y vivido durante años. Posteriormente habría vuelto a Occidente, donde ante la ausencia de carmelitas se fue al monasterio de Montecassino donde vivió la Regla de San Benito y se formó en teología y ciencias, siendo uno de los monjes más aventajados de su tiempo. Allí habría estado hasta ser llamado a Roma por el papa Agapito II, quien lo habría ordenado diácono y nombrado secretario suyo.

Habiendo acontecido lo antes narrado entre el Imperio, Juan XII y León VIII, Benedicto habría tenido una visión en la cual veía a Jesús padecer mansamente ante Pilato, y en su corazón sintió todos los dolores íntimos que Cristo pareció ante la injusticia del gobernador. Esta visión habría hecho que Benedicto renunciara al solio pontificio mansamente, y permitiera ser apresado por Otón, y desterrado. Por esta mansedumbre, esta misma vida legendaria le llama mártir.

A partir del epitafio mencionado, el cual hace alusión a tres montes: el Carmelo, Montecassino y la colina Vaticana, en su iconografía se representaban tres montañas. Dentro de la Orden del Carmen no tuvo culto, y su iconografía es escasa. Y para terminar, los Bollandistas, con el padre Daniel Paperbrock a la cabeza, desmintieron desde el principio esta leyenda y atribución de los carmelitas. También lo intentaron los carmelitas con el Beato Benedicto XII (25 de abril), mas los cistercienses reclamaron, pues era santo suyo.

Fuentes:
-”Vinea Carmeli”. DANIEL DE LA VIRGEN MARÍA.
-“Decor Carmeli, sive inclyti Ordinis Carmelitani pręrogativæ”. P JOSÉ ANDRÉS S.J.

Otros santos papas son:

San Esteban I. 2 y 30 de agosto.
San Telesforo. 5 y 30 de enero (carmelitas), y 22 de febrero.
San Dionisio. 19 de enero (carmelitas) y 26 de diciembre.
San Celestino V. 19 de mayo.
San Cleto. 26 de abril.
San Ceferino. 26 de agosto.
San Inocencio I. 28 de julio.
San Gregorio III. 28 de noviembre.
San Sergio I. 8 y 9 de septiembre.
San Melquíades. 10 de diciembre.
San Agapito I. 22 de abril y 20 de septiembre, la traslación.
San Lino. 23 de septiembre.
San Urbano I. 25 de mayo.
San Silvestre I. 31 de diciembre.
San Eugenio I. 2 de junio.
San Calixto I. 14 de octubre.
Beato Gregorio X. 10 de enero.
San Julio I. 12 de julio.
San Zacarías. 3, 15 y 22 de marzo.
San Marcos. 7 de octubre.
San Gelasio I. 21 de noviembre.
San Agatón. 10 de enero.
San Lucio I. 4 de marzo.
San León IX. 19 de abril.
San Aniceto. 17 de abril.
San Alejandro I. 3 de mayo.
San Gregorio VII. 25 de mayo.
San Celestino I. 6 de abril.
Beato Benedicto VIII. 9 de abril.
Beato Benedicto XII. 25 de abril.
San Hormisdas. 6 de agosto.

A 4 de julio además se celebra a:






sábado, 3 de julio de 2021

Hizo de su corazón, un trono para Cristo.

San Bernardino Realino, presbítero jesuita. 3 de julio. 

Nació el 1 de diciembre de 1530 en Carpi, Módena. Sus padres se llamaron Francisco Realino e Isabel Bellentani. Su infancia se desarrolló en el palacio del príncipe Luis de Gonzaga, pues su padre era caballerizo mayor del príncipe. Fue un niño y adolescente amante del estudio y las letras, y los estudios se le daban muy bien, obteniendo siempre excelentes calificaciones.  

A los 18 comenzó los estudios de Filosofía en la Universidad de Módena, donde igualmente fue de los mejores estudiantes. Su carácter bondadoso y amigable le traía la admiración de los buenos y la envidia de los malos. Algunos de estos pretendieron ser sus amigos para llevarle por la senda de los vicios y así no tener un ejemplo de virtud ante ellos. Así, poco a poco, Bernardino fue enfriando la piedad y limitando las horas de estudio, mientras perdía el tiempo en juergas, bromas y galanteando muchachas. Su madre se limitaba a orar por él y a reconvenirle con buenas palabras. 

Finalmente, Bernardino recapacitó y se alejó de aquellos malos amigos, hizo una confesión general y volvió a la misa diaria, la comunión frecuente y los ejercicios de devoción que siempre realizaba. Y para alejarse aún más de las malas compañías, se trasladó a la Universidad de Bolonia. En los días de la mudanza a la nueva ciudad, la señora Isabel falleció repentinamente, sin que Bernardino pudiera despedirse de ella. Supo que unos parientes de su madre que vivían en Ferrara habían usado malas artes para quitarle unas posesiones y herencia que le correspondía, y esta ciudad se fue a reclamarlas. Se enfrentó al juez injusto y cuando este le recibió de mala manera, Bernardino sacó su espada y le atacó. Aunque el juez esquivó el golpe y no recibió herida alguna, aquella osadía no podía quedar sin castigo y Bernardino fue desterrado de la ciudad de Ferrara.

Todo esto hizo mella en el santo, que decidió dedicarse mejor a los negocios del alma y la salvación, al tiempo que volvía a sus estudios. Dedicaba diariamente varias horas a la oración y meditación, hacía obras de caridad y mejoraba en los estudios. Una vez doctorado en Filosofía, su padre le consiguió una audiencia con el cardenal Madruzzo, a la sazón gobernador de Milán, y a quien su padre servía desde hacía unos años. Las influencias del cardenal, más la simpatía del príncipe Segismundo, lograron que en 1556 Bernardino fuera nombrado Gobernador de Felizzano. Este cargo duraba un año, y al cabo, los habitantes de la ciudad querían que Bernardino siguiera en el cargo, mas Bernardino aspiraba a más, por lo cual logró ser nombrado fiscal en el Piamonte, luego gobernador de Casino.  

Sus dotes de gobierno hicieron que el marqués de Pescara le nombrase en 1562 para el gobierno de Castel-Leone, la ciudad principal del Estado de Milán. Era esta una ardua tarea, pues la región estaba sembrada de rencillas y odios entre familias enfrentadas entre sí. Abundaban los bandoleros y maleantes. Bernardino echó mano de la bondad y de la justicia y mano dura al mismo tiempo. Impuso la ley para todos, pobres o ricos. Castigó a los culpables y perdonó siempre que pudo, más imponiendo algún castigo leve o multas. Al cabo de un año la región era otra. Estaba hecha la paz, o al menos les el temor a delinquir o tomar venganza, por lo cual poco a poco se fueron calmando los ánimos y hubo más de una conversión y sincero perdón entre rivales. A la par de su trabajo en el mundo, Bernardino no descuidaba su alma. Tenía varios ratos de oración y meditación, asistía a misa y rezaba el rosario cada día. Frecuentaba los Sacramentos y no se perdía una prédica, novena o procesión. 

Dos años debía durar su cargo, mas en 1564 los habitantes de Castel-Leone quisieron que siguiera en el cargo, deseo que fue concedido por Isabel de Gonzaga, quien gobernaba en ausencia de su marido. Pasados dos años más, el marqués le quiso en su corte y le nombró Oidor y Lugarteniente. En esta época escribió Bernardino una obra sobre el modo cristiano de regir los Estados, que fue leído por todos los príncipes y nobles de los Estados italianos. 

El santo gobernador vivía contento en el mundo. Piadosamente, pero en el mundo. Mas una noche en que meditaba sobre la Natividad del Señor, su soledad y abandono, se le apareció Cristo en forma visible de hermoso Niño. “¿Dónde querrías ponerme, Bernardino?", le preguntó el Divino Niño. Y el santo sin dudarlo, abrió su camisa y señalando su corazón, dijo “Aquí”. Esta visión le dio gran consuelo al tiempo que avivaba en su alma una inquietud por servir mejor a Cristo. Mas no sabía cómo.  

Y he aquí como ocurrió su vocación: un día que caminaba por la ciudad, vio a dos jóvenes de sotana que caminaban en sentido contrario, con los ojos bajos y aspecto angelical. Quiso saber Bernardino quienes eran y les preguntó. Al saber que eran jesuitas, una Orden nueva, se admiró, y el domingo siguiente se fue a misa allí. Predicó ese día el padre Juan Carminata, discípulo de San Ignacio de Loyola (31 de julio y 20 de mayo, la Conversión), quien ponderó tan bien la vida eterna sobre lo caduco del mundo y de los bienes de este, que Bernardino necesitó hablarle de sus dudas y deseos de servir a Cristo resueltamente. Carminata le mandó hiciera un retiro espiritual de 8 días pidiendo a Dios le iluminara. 

Así hizo el santo Realino, y en el mismo retiro reconoció que debía abandonar el mundo y tomar la sotana. Además, sería a la Compañía de Jesús adonde dirigiría sus pasos. Solo le dolía su anciano padre y causar agravio al marqués de Pescara, quien tanta confianza le tenía y esperaba de él. En esas estaba cuando un día que rezaba el rosario, tuvo una visión de la Madre de Dios, quien le animaba a desechar aquellas tentaciones, confiar en su Divino Hijo e ingresar sin más en la Compañía de Jesús. Así se dispuso Bernardino, escribiendo a su padre y al marqués, recibiendo como respuesta la bendición de ambos, lo cual le llenó de sorpresa y alegría.  

El 13 de octubre de 1564, tomó la sotana en el Noviciado de Nápoles, teniendo 34 años de edad. Esta causa, sus estudios previos y su experiencia en el mundo, hicieron que los superiores le mandaran a estudiar la Teología a los seis meses de novicio, lo cual no era lo acostumbrado. Terminados los estudios, Bernardino fue ordenado sacerdote de Cristo el 24 de mayo de 1567. Fue predicador en Nápoles durante tres años, al cabo de los cuales el General de la Orden, San Francisco de Borja (3 de octubre) le dispensó de más años de espera, y le dio la profesión solemne de cuatro votos el 1 de mayo de 1570.  

Ese mismo año fue destinado a Lecce, donde ejerció una espectacular misión durante años. Predicaba, visitaba a los enfermos, a los pobres, las cárceles, y gastaba muchas horas en el confesionario, llegando a estar en ello días enteros. En algunas ocasiones terminó desmayado de la extenuación. E incluso si era trasladado a la enfermería, allí aún recibía a sus amados penitentes. 

Realizó Bernardino varios milagros que acentuaron su fama de hombre de Dios, pero más que estos, eran sus ejemplos de bondad, pobreza, penitencia, los que le atraían las almas para ser renovadas y mejor servir a Dios. Sus palabras siempre eran sobre Dios y las cosas del cielo. Sus ayunos constantes y prolongados, llegando solo a comer pan y hierbas durante la cuaresma. Empleaba todo el tiempo que podía ante el Sacramento, incluso robándole horas al sueño, y de ordinario dormía muy poco. Su oración era muy encendida y en ocasiones se le vio levitar mientras oraba extasiado. Una vez en que estaba en la enfermería, se le apareció la Santísima Virgen con el Niño, preguntándole “¿Por qué tiemblas?” “Tengo frío Señora", fue la respuesta. Y al punto, la Madre de Dios le colocó su hijo en brazos del santo religioso, quien sanó repentinamente y volvió a su ingente labor sacerdotal. 


Llegó Bernardino a los 80 años y nunca tenía tiempo para si mismo, sino para Dios y sus fieles, mas Dios quería ya darle su premio. El 29 de junio de 1616 se sintió muy débil y perdió el habla. Hay que decir que desde 1610 el buen Bernardino ya parecía en el otro mundo, luego de una caída desde la escalera que había sufrido provocándole un fuerte golpe en la cabeza. El 2 de julio recibió los Últimos Sacramentos y exclamando “¡Oh, Santísima Señora mía!”, expiró dulcemente. 

Sus funerales fueron muy sentidos y duraron varios días a causa de la cantidad de fieles que procesionaron ante sus restos para venerarlos por última vez. El papa León XIII le beatificó el 27 de septiembre de 1895. Pío XII le canonizó en 1947. 

Fuente:
-"El Santo de cada día". EDELVIVES. Huesca, 1946. 

 A 3 de julio además se celebra a: 


viernes, 2 de julio de 2021

Sus obras le hicieron varón prudentísimo.

San Otón de Bamberg, obispo. 2 de julio, 30 de junio y 1 de octubre. 

Nació en 1062, en una familia de la baja nobleza de Mistelbach, Franconia. Sus padres se esforzaron para que estudiara, lo cual agradaba mucho al niño Otón, el cual pronto destacó entre sus condiscípulos. A los 17 años sus padres murieron, y sy hermano mayor no pretendía seguir apoyándole en sus estudios, por lo cual Otón se fue a Polonia, donde carecían de maestros, y con una pequeña herencia recibida, abrió una modesta escuela, con la cual ganaba suficiente para vivir y pagarse estudios superiores. 

Su tesón y luces le hicieron conocido entre la nobleza polaca, a la cual traducía documentos, servía de notario y, una vez terminado el Derecho, les sirvió de abogado. Esta misma nobleza le introdujo en la corte de Boleslao I, quien quedó prendado de él y quiso fuera ordenado presbítero para que fuera su consejero y capellán. Tanto confiaba en él, que en 1088 le nombró jefe de la misión diplomática que fue a Alemania a pedir la mano de la princesa Judit a su hermano Enrique IV. 

La misión salió bien y mal para Boleslao, pues se logró el compromiso, mas el emperador Enrique se quedó para sí a Otón al verle tan preparado y piadoso. Así, sabiendo que era alemán le mandó quedase con él para servirle de consejero en su propio reino. Enrique, además de tenerlo como confesor y consejero, en 1090 le nombró Canciller. Durante sus años enfrente de los asuntos del palacio, este se renovó completamente: se sanearon cuentas, se eliminaron normas injustas, se promovió la vida piadosa y la caridad, y se alejó del trono a parientes peligrosos, aduladores y perezosos que nada aportaban al rey y su familia. Además, en 1092 restauró esplendorosamente la catedral de Spiers.

Varias veces le propuso Enrique IV a Otón nombrarlo obispo en pago a tan grandes servicios, pero Otón siempre rehusaba aquella dignidad, motivado por su conciencia que le decía que aquel poder de poder y deponer obispos, el emperador lo había usurpado a la Iglesia. Él admiraba a Enrique IV, pero no podía dejar de recriminarle su actitud desafiante con el asunto de las “Investiduras”. A grandes rasgos, este fue un problema que se arrastraba desde el siglo IX y que duraría casi 100 años, se trató acerca de la prohibición por parte de la Iglesia, de que los monarcas invistieran obispos por su cuenta, como si de un cargo civil se tratara. El emperador y los príncipes elegían obispos solo por conveniencia política, para premiar a sus parientes o simplemente vendían el obispado a quien lo comprara mejor.  

Un ejemplo de todo esto lo vemos en la historia de San Federico de Lieja (27 de mayo), quien era Deán de la catedral de Lieja cuando murió el obispo, en 1119. Antes que pudieran elegir un nuevo obispo, Alejandro, uno de los canónigos de la catedral y su tesorero, apoyado por Godofredo, conde de Lovaina, compró al emperador Enrique V su nombramiento como obispo de la sede vacante. Enrique V le entregó el anillo y el báculo y le envió a Lieja. Pero Federico reunió al Capítulo catedralicio y a todo el clero de la ciudad para hacer frente al obispo simoníaco e impedirle tomar la sede. A tal punto llegó la cosa que hubo hasta una batalla. También el caso del Beato Odo de Cambrai (19 de junio), a quien no le dejaron tomar posesión de su sede por haber sido elegido obispo por el papa Pascual II. También padeció por ello San Anselmo de Canterbury (21 de abril) allá en Inglaterra, pues el problema no solo era con el Sacro Imperio Germánico. Los prelados estaban divididos entre lo que mandaba la Iglesia y la obediencia al emperador. Así, por ejemplo, en el siglo X veremos a San Lantpert de Freising (18 de septiembre) del lado de Otón II frente al papa.  

En 1102 quedó vacante la sede de Bamberg y Enrique volvió a pedirle a Otón que aceptara el cargo. Este aceptó con tal que Enrique no nombrara a algún presbítero o seglar desalmado y simoníaco. Mas no consintió, sino que su nombramiento fuera hecho público por el papa y no por el emperador. Entretanto escribió al papa Pascual II: “Por espacio de dos años serví a Enrique, mi señor, logré ganar su amistad, pero dos veces he rechazado la investidura que me ofrecía, por juzgar yo que el emperador no es quién para otorgar la dignidad episcopal. Instóme a ello tercera vez y me nombró obispo de Bamberg, mas si yo supiera no ser del agrado de Vuestra Santidad el investirme y consagrarme, renunciaría al obispado. Por tanto, suplícole me dé a conocer cuál sea su voluntad en este negocio, para que al acudir yo a Vuestra Santidad no sea en balde.” El papa le escribió con prontitud diciéndole: “El hijo sabio llena de alegría el corazón de su padre. Tus obras y todas tus trazas dan a entender que eres varón prudentísimo. Nos juzgamos que es menester respetar y amparar tu promoción”. 

Esta complacencia del papa consoló a Otón, quien partió para Agnani, donde el papa estaba, acompañado de muchos fieles de Bamberg. Allí entregó al papa del papa el anillo pastoral y el báculo, que había recibido del emperador, al tiempo que suplicaba al papa le librase de aquello. Mas el papa, admirado de su humildad, le respondió: “Cerca estamos de la fiesta del Espíritu Santo; encomendémosle este asunto”. y no le respondió nada más. Estuvo algún tiempo con el papa, venerando los santos lugares de Roma e Italia y luego volvió a su sede, aún con la esperanza de que el papa le librara del obispado después de Pentecostés. Mas no había llegado a Bamberg cuando el correo papal le alcanzaba y comunicaba que debía volver adonde el papa inmediatamente, para ser consagrado obispo personalmente por el mismo Pontífice. Y esto ocurrió el 17 de mayo del año 1106, el mismo día de Pentecostés y cuatro años después de su designación. 

Cuando Otón volvió a Bamberg emprendió una gran labor reformadora y caritativa. Primero impuso disciplina y austeridad en los monasterios, purgando de ellos a los monjes díscolos y abades reticentes a la reforma. Luego, con la ayuda de monjes celosos, fundó más de 20 monasterios en su vasta diócesis, para cuidar del culto, la caridad, la evangelización. En 1109 fundó el monasterio benedictino de Prüfening, nombrando a San Erminold (6 de enero) primer abad. 

Su acción misionera se vio equilibrada con una vida piadosa, de oración, penitencia y austeridad. No se permitía el más mínimo lujo personal, a pesar de tener varias y abundantes entradas de dinero. Sus ropas eran sencillas y del tipo que los pobres solían vestir: una túnica basta y de color "sucio”, por ser lana sin teñir, su cama era sencilla y su almohada un trozo de madera. Todos sus beneficios económicos los empleaba en los pobres y necesitados, incluso hasta el alimento. Cuéntase que en una ocasión le regalaron un gran pescado horneado que había costado dos monedas de plata. El santo dijo al mayordomo del palacio arzobispal: "Que no se diga que el obispo Otón se ha comido hoy él solo cosa tan cara”. Y tomando solo una pequeña porción del pescado, dijo al mayordomo: “Ofrécele este manjar a Jesucristo en la persona de algún pobre enfermo o paralítico. Por lo que a mí respecta, ya estoy bastante fuerte; me bastará con un trocito y con un pedazo de pan”. 

Durante las epidemias o desastres se le veía asistiendo personalmente a los necesitados o ayudando a enterrar a muertos, pues no rehuía las tareas más espantosas. El duque Boleslao le regaló un abrigo de piel, al poco tiempo se lo dio a un enfermo. Y en repetidas ocasiones hizo distribuir dinero a los pobres, o grano para que cosecharan, o herramientas de trabajo, las cuales eran caras. 

En 1124 Boleslao de Polonia conquistó el duucado de Pomerania (tierras comprendidas hoy entre Polonia y Alemania) y llamó a Otón para que le ayudase en la conversión de los habitantes de aquella región, quienes eran bárbaros y poco dados a la fe cristiana. Los pomeranos eran díscolos, pero amantes del lujo y del oro. Por ello Otón se presentó allí con una gran comitiva de clérigos y monjes, cargados con bellas imágenes, relicarios y cálices de oro, para mostrar a los de Pomerania que no pretendía nada de sus bienes materiales, pues él los poseía mejores (al menos en apariencia). Fue otón bien recibido por el duque, quien en lo secreto admiraba la fe católica, y quien con alegría aceptó la misión evangelizadora de Otón. 

Igualmente le recibieron bien los señores de Piritz, quienes a pesar de que permitían el paganismo en su ciudad, y celebraban numerosas fiestas a los antiguos dioses, reconocían a la fe católica como muy superior, además de necesaria para integrarse en el gran Imperio que se gestaba en Europa. Sí, nunca hay que olvidar el cálculo político de los gobernantes. Otón les predicó magníficamente y a los tres días bautizó a los señores de la ciudad y a casi todos los habitantes de la ciudad.  

Las ciudades de Vollín y Stettín también se convirtieron, aunque en principio mostraron reticencia. Mas la virtud de Otón, sus prédicas y expocisiones de la fe, les hicieron recapacitar y aceptar a Jesucristo y su Iglesia. En Stettín bastó que bautizara a dos jóvenes prominentes de la ciudad para que estos predicaran a los demás de la grandeza de la fe cristiana, y así muchos en la ciudad se convirtieron. 

En 1128 volvió el santo a Pomerania, enviado por el papa Honorio II, pues el paganismo comenzaba a repuntar luego de cuatro años de instaurada la fe cristiana. unos perseveraban en la fe recibida, pero muchos habían vuelto al paganismo. Los sacerdotes no eran celosos y los monjes estaban relajados. Los sacerdotes de los ídolos amotinaban al pueblo y animaban a perseguir a los cristianos. Al mismo Otón recibieron con amenazas de muerte, mas este no se arrendó, sino que con una cruz en mano avanzaba procesionalmente de una ciudad a otra, predicando y entonando salmos. Su sola presencia imponente hizo quedar como petrificados a unos que apuntaban sus lanzas contra él, mientras Otón caminaba entre ellos sin bajar la mirada. 

Luego de esta ardua misión, Otón regresó a Bamberg (aunque nominalmente también era obispo de Pomerania) donde vivió algunos años más como un sencillo monje en su palacio episcopal, preparándose para el encuentro con Cristo, que ocurrió 30 de junio de 1139. Fue sepultado en la iglesia de San Miguel de Bamberg, que él mismo habí reconstruido. Allí aún se venera su tumba, una joya del arte gótico. El papa Clemente III le canonizó en 1189, nombrándole además, santo patrono de las diócesis de Bamberg y de Berlín. Además es patrono contra la rabia y la fiebre. 

Fuente:
-"El Santo de cada día". EDELVIVES. Huesca, 1946.

A 2 de julio además se celebra a:

Santa Monegundis
reclusa y abadesa.
San Juan F. Regis,
presbítero jesuita.
San Swithun de
Winchester, obispo.
Santos Proceso y
Martiniano, mártires







 

jueves, 1 de julio de 2021

Valeroso padre de innumerables hijos.

San Domiciano, abad y fundador. 1 de julio. 


Nació en Roma a principios del siglo V, en una familia cristiana que se había mantenido firme contra el arrianismo. Desde niño fue piadoso y amante de las letras, por lo que cuando tenía 12 años sus padres le encomendaron a piadosos y sabios varones para que se formase en estudios mayores. 

Cuando Domiciano tenía 15 años su padre, tal vez era obispo, fue martirizado por unos arrianos. Del dolor, ssu madre quedó ciega y enferma, muriendo al poco tiempo. Siendo hijo único y receptor de abundantes riquezas de repente, Domiciano no sabía qué hacer. Por un lado, quería dedicar su vida entera a Dios, pero por otro, se sentía responsable del patrimonio de su padre, del trabajo de su familia durante siglos. Y he aquí que un día entabló un interesante diálogo con un esclavo suyo llamado Sisinio. Le preguntó Domiciano: “¿crees tú que el hombre, habiendo nacido libre y pudiendo vivir en la libertad de los hijos de Dios, tiene que someterse a la servidumbre de las posesiones, sólo para darse el gusto de disfrutar de bienes que son caducos?”. “Yo creo” —respondió Sisinio— “que vale infinitamente más ser libre que esclavo de algo”. Esta respuesta del esclavo, hombre no instruido, iluminó la mente y espíritu de Domiciano, que resuelto dijo a Sisinio: “Bien respondiste. Como enseña San Pablo, si puedes vivir libre, prefiere la libertad a la servidumbre”. y añadió: “"Hoy mismo daré libertad a mis esclavos, venderé mis bienes y repartiré el dinero a los pobres”. 

En dos semanas, Domiciano ya era libre de posesiones y riquezas y se fue a Arlés, donde se entrevistó con el obispo San Hilario (13 de enero), quien le vio tan preparado en las Escrituras y lleno del Espíritu Santo, que le ordenó presbítero a pesar de su corta edad. Domiciano quiso retirarse al monasterio de Lérins, mas sabiendo de la obra reformadora y espiritual que estaba llevando a cabo el obispo San Euquerio de Lyon (16 de noviembre) se fue allá, donde el santo obispo quedó prendado de él, y le confirmó que necesitaba su presencia en sus tierras para que floreciera la vida monástica. Euquerio le regaló un arca con las reliquias de Santos Crisanto y Daría (25 de octubre), que Domiciano usaría como altar para decir la misa durante toda su vida, arrancando de estos  santos mártires numerosos milagros. 

Domiciano se fue a un bosque solitario donde levantó una ermita en honor de San Cristóbal (10 y, 25 de julio). Allí vivía en oración, penitencia y trabajo. Poco a poco su soledad terminó, pues se le unieron varios discípulos que formaron una comunidad monástica pobre, laboriosa y orante como pocas. Pero la vida sencilla y callada empezó a verse turbada por la gente que acudía a Domciano y sus monjes para pedir oraciones, remedios o consejo. Llegó a tanto que Domiciano le consultó a Euquerio y este le dejó en libertad para buscar un sitio más apartado. 

Partió Domiciano con un monje llamado Modesto y anduvieron varios días y noches en busca de un sitio apropiado para fundar un eremitorio. Pasando por un hermoso bosque con varias fuentes de agua, pernoctaron allí, y esa noche se apareció Cristo a Domiciano y le dijo: "Sé valeroso, yo mismo te ayudaré en tu misión. Aquí tendrás innumerables hijos que seguirán tus ejemplos. Ea, pues, manos a la obra. Empieza ya a ejecutar lo que determinaste”. Animado con esta visión, Domiciano regresó con sus monjes y les llevó al nuevo sitio, donde debían levantar un monasterio en toda regla. Allí vivían en armonía, trabajando duramente para mantenerse, oraban sin cesar y sus penitencias eran muchas.

Realizó Domiciano varios milagros. Cuenta la leyenda que, estando el santo con los monjes bañándose en el río que pasaba junto al monasterio, una zorra comenzó a comerse la sandalia del santo. Entonces este invocó a Dios diciendo: "¡Oh Dios!, criador de todos los seres, te pido que ni yo ni mis hijos recibamos daño ninguno de este animal ni otros de su especie que viven en los bosques”. Y al instante la zorra cayó muerta. También tuvo el don de arrojar los demonios de los posesos, y realizó dos resurrecciones. 

Tanta gracia depositada en él no podía quedar oculta y en dos años los peregrinos eran asiduos. Domiciano se resignó a la voluntad divina de ser un faro que llevara la luz de Cristo, y decidió construir una gran iglesia separada del monasterio para acoger a los fieles. En ese tiempo asoló la región una terrible hambruna y un día que los albañiles dejaron de trabajar por el hambre que tenían. El santo les pidió que volvieran al trabajo aún con hambre, aseverándoles que Dios les proveería. Entonces se fue a la aldea de Torciaco, adonde todos los habitantes estaban junto al horno de pan comunitario, esperando saliera el único pan que tenían para todos. El santo llegó cuando habían comido, mas les ordenó abrieran el horno otra vez. Así lo hicieron y hallaron un hermoso pan recién cocido, allí donde minutos antes no había nada. Los de Torciaco le dieron el pan a Domiciano, quien lo llevó a los albañiles. Y no solo estos comieron sino que, milagrosamente, el pan se multiplicó para los 16 monjes de Domiciano, durándoles 10 días. 

Convirtió Domiciano al arriano señor feudal de Latiniaco, llamado Latino. Domiciano les visitó para pedirles limosna y a la par se enzarzó con Latino en una disputa religiosa, sobre la Trinidad. Latino le preguntó sobre su fe, a lo que Domiciano le respondió: "Tengo la fe que recibí de mis maestros, sucesores de los Apóstoles. Contra ella se han enfurecido los arríanos, predicadores de nuevas doctrinas. Por tanto, creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único Hijo, Nuestro Señor, y en el Espíritu Santo. Digo Dios Padre, porque tiene Hijo. Y digo Dios Hijo, porque tiene Padre, a quien se asemeja totalmente por la divinidad. De ambos procede el Espíritu Santo, que es consubstancial y eterno con el Padre y el Hijo. Confesamos que hay tres Personas en un solo Dios, porque sólo hay una Divinidad, un Poder, una Eternidad, una Majestad Indivisa.” 

¿Acaso el poder del Padre no es mayor que el del Hijo?”, le preguntó Latino. “No – replicó  Domiciano – porque Padre e Hijo tienen un solo y mismo poder divino.” "Lo que dices, no puede ser así —repuso el arriano —. ¿Acaso sería yo prudente si dejara mis bienes y mi dignidad al arbitrio de mi hijo, si es incapaz para usar de ellos correctamente? Pues no. Por lo mismo no pudo Dios comunicar su poder y dignidad a su Hijo, habiéndole engendrado.” Entonces Domiciano se levantó y dijo: “Tu sabiduría es del todo carnal. Para demostrarte que dije la verdad, mira. En el nombre del Hijo único de Dios, eterno y semejante en todo a su Padre, mando que caigan al suelo al punto aquellos templos paganos que han sido siempre guarida de los demonios.” Se trataba de dos templos dedicados a Júpiter y a Saturno que habían sobrevivido a la dominación romana y donde en ocasiones los campesinos, aún cristianos, hacían oraciones y presentaban ofrendas a los dioses “por si acaso”. Pues bien, al punto los dos templos se derrumbaron estrepitosamente, al tiempo que el cielo se cuso negro y caía una fuerte granizada.  

Latino entendió que la fe católica era la correcta y aceptó de corazón convertirse. Su mujer, Sigrid, quien era católica terminó de convencerle. Apenas tomó la resolución, el cielo se aclaró y Latino comprobó que por misericordia de Dios el trigo de sus campos no se había destrozado con el granizo. se echó a los pies del Santo le pidió perdón y le rogó que le instruyese en la verdadera fe. Así lo hizo Domiciano, quien le catequizó durante tres días y al cabo le bautizó correctamente. Entonces Latino quiso ser generoso con los monjes y les donó numerosas tierras y parte de la cosecha de trigo anual para siempre. 

Domiciano gobernó su monasterio durante muchos años, hasta que, siendo anciano, cedió el cargo de abad al piadoso monje Juan, comenzando entonces a prepararse para su santa muerte. Esta le llegó el 1 de julio de 440, luego de haber exhortado a los religiosos con estas palabras: "Vivid en paz y santidad, porque es condición indispensable para ver un día al Señor en la gloria. Obedeced siempre a quien el Cielo os designare por superior.” luego se celebró la misa en su celda, y al cabo, apenas comulgó, Domiciano exclamó: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu” y expiró. 

El santo abad fue enterrado en la iglesia abacial, y pronto su sepulcro fue fuente de portentos. En 680 los monjes sepultaron allí a San Rambert (13 de junio), quien de alguna manera opacó el culto a San Domiciano, e incluso dio nombre al recinto, borrando el de Domiciano. En el siglo XII los monjes de Cluny lo ocuparon hasta la Revoclución Francesa. Las reliquias de Domiciano y Rambert se veneran ahora en la iglesia parroquial, en un hermoso relicario de 1872. La abadía está ocupada por religiosas de vida activa.

Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo IX. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.
-"El Santo de cada día". EDELVIVES. Huesca, 1946.


A 1 de agosto además se celebra a:

B. Juan de Jerusalén,
obispo carmelita.
San Pedro Ad Víncula
S. Alfonso M. Liguori
obispo y fundador.
Santa Elessa,
virgen y mártir.







Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...