Pregunta: oie hablános de Eufrosina, yo ni la conocía!
jejejej. YA NO APARECE EN EL CALENDARIO, NI O. CARM, NI OCD.
Respuesta: Dice San Pablo, que para los que aman a Dios,
todo les sirve para el bien. Y es la historia de esta mujer, travestida en
hombre, por una causa: el Reino de los Cielos.
Vivió Eufrosina en tiempos de Teodosio el Menor y fue hija
de Pafnucio y de una mujer cuyo nombre no se recoge. Este matrimonio, bueno y
piadoso, padecía el no tener hijos. Acudían a santuarios a orar por su
intención, y monasterios a suplicar oraciones, en especial a uno, donde era
abad un conocido de Pafnucio. Y al parecer, Dios, satisfecho o cansado de sus
oraciones, les premió con una hija, a la que pusieron el nombre de Eufrosina,
nombre que en griego quiere decir “alegría”. Fue una niña hermosa, buena y
piadosa, y a los doce años ya decidió consagrarse a Dios. A los dieciocho
comenzó a recibir pretendientes y, como es lógico, el padre comenzó a
analizarlos y eligió a uno de noble familia y mejor virtud. Antes, llevó a su
hija ante su amigo, aquel abad que había orado por él, para pedirle la
bendijera y tuviera un buen matrimonio. Pero sucedió que, al ser bendecida,
Eufrosina se confirmó en su decisión primera: su matrimonio sería con Cristo.
Al volver a casa cambió de costumbres y comenzó, si cabe más, una vida de
profunda piedad y oración. Llegó incluso a recibir la consagración de las
vírgenes en secreto, ante lo cual, se determinó salir de su casa, puesto que su
padre no cejaba en su intento de casarla.
¿Y que se le ocurrió? Pues travestirse, asumiendo una identidad
masculina. y huyó de casa. Así, Eufrosina, o Esmaragdo, el nombre masculino que eligió, se fue
al monasterio de marras, y pidió el hábito al abad, que no la reconoció. Fue
recibida y le dio por maestro al santo monje Agapio, para que la enseñara el
estilo de vida monástico. Cuando Pafnucio volvió a su casa y no la halló, dio
la voz de alarma, mandó cerrar las puertas de la ciudad y se fue al monasterio,
a llorar junto a su amigo, pidiéndole orara para que su amada hija apareciera
viva y sana. El abad le consoló diciéndole que confiaba que su hija estaba
feliz y contenta, y de seguro estaba al servicio de Dios; aún más, le aseguró
que Dios no dejaría que muriera sin verla. Y así, tranquilo, se fue el buen
hombre a su casa. Y Esmaragdo sin saber nada, siendo un monje más, solo
destacando por su mansedumbre, piedad y obediencia.
Y sucedió que algunos monjes (copio literalmente del Flores del Carmelo) “se le aficionasen torpemente por su extremada hermosura, sin saber
que era mujer”, vamos, que en el monasterio algunos la hubieran dejado más tranquila si
se hubiera sabido que era una mujer. Por esta razón le mandó el abad a
Esmaragdo viviera recluido en una celda, apartado de los otros, sin que tuviera
comunicación con nadie, salvo con Agapio. Allí vivió Esmaragdo, hasta que un
día, viniendo su padre al monasterio, oyó a los monjes a hablar de aquel que se
santificaba en una celda solitaria y quiso conocerlo. Entró a su celda, le
contó sus lágrimas y sufrimientos por su hija desaparecida, ante lo cual,
Esmaragdo se echó a llorar, pensando el padre que eran lágrimas de empatía, por
lo cual le encomendó que rezara por él.
Eufrosina se revela a su padre. |
Treinta y ocho años vivió allí, en oración, penitencia y
feliz, hasta que llegó el día en que Dios reveló a Eufrosina que moriría
pronto, y sabiendo que su padre estaba de visita, mandó decirle que no saliera
de allí, hasta pasado tres días, al cabo de los cuales le llamó a su celda y le
dijo: “Quiero librarte, Pafnucio, de muchos cuidados, y
declararte lo que sé de tu hija; pues tienes gran deseo de saber de ella. Yo,
padre, soy tu hija Eufrosina, y este es el rostro de tu bija: Dios me ha
encaminado en este encerramiento y manera de vida, como Esmaragdo, sin que
ninguno pudiese entender que era Eufrosina y me ha inspirado que tomase este
hábito de monje, y perseverase en él hasta esta hora; y me ha dado gracia, para
que habiéndole visto muchas veces en esta casa, nunca me he arrepentido de
haber venido a ella, ni tus lágrimas me hayan ablandado, ni movido a volver
atrás. Dios te ha traído, para que entierres mi cuerpo”. Y murió. Su padre, a
voces, contó a los monjes la verdad. Pidió, y obtuvo del abad, la gracia de
quedarse en aquella celda bendita donde vivió su hija, y allí vivió diez años
más, hasta morir.
La Orden del Carmen la tuvo como Santa propia hasta la
reforma del santoral en 1972. Su memoria se celebró primero el 10 de febrero y
luego el 2 de enero, hoy está suprimida. Sín embargo, su iconografía permanece en muchas iglesias antiguas de la Orden, sobre todo iglesias de monjas.
Fuentes:
-“Flores del Carmelo, vidas de los santos de N. S. del Carmen”. FR. JOSÉ DE SANTA TERESA. Madrid, 1678.
-"El Carmelo Ilustrado con favores de la Reina de los ángeles". P. FRANCISCO COLMENERO. Valladolid, 1754.
-"Jardim Carmelitano". Primera Parte. FR. EGIDIO LEONINDELICATO. OCarm. Lisboa, 1761.
Otras mujeres que vistieron de hombre son:
Santa Eugenia-Eugenio. 25 de diciembre.
Santa Eusebia-Hospedes. 23 24 de enero.
Santa Ángela-Ángelo. 6 de julio.
Santa Hildegundis-José. 20 de marzo.
Santa Teodora-Teodoro. 11 de septiembre.
A 2 de enero además se celebra a
San Isidoro de Zaragoza, obispo y mártir.
San Basilio de Ancyra, mártir.
Otras mujeres que vistieron de hombre son:
Santa Eugenia-Eugenio. 25 de diciembre.
Santa Eusebia-Hospedes. 23 24 de enero.
Santa Ángela-Ángelo. 6 de julio.
Santa Hildegundis-José. 20 de marzo.
Santa Teodora-Teodoro. 11 de septiembre.
A 2 de enero además se celebra a
San Isidoro de Zaragoza, obispo y mártir.
San Basilio de Ancyra, mártir.
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