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domingo, 12 de junio de 2016

San Onofre el penitente.

San Onofre, anacoreta. 12 de junio.
"Querido hermano Pafnucio, el Señor mi Dios no te abandonará, que Él te bendiga y te confirme en su amor, e ilumine tus ojos para que veas su bondad. Que Él te libre de todas las trampas y asaltos del diablo, y termine en ti el buen trabajo que has comenzado. Que sus ángeles te guarden en el terrible día del Señor". 

Fueron estas las últimas palabras del eremita Onofre a Pafnucio. Pero, ¿quiénes son estos dos personajes?

Leyenda Oriental.
Según cuenta la leyenda, era Pafnucio abad de un monasterio del desierto cuando un día que se retiró al yermo. Luego de varios días de penitencia vio a lo lejos una extraña bestia de dos patas, cubierta de pelos y ceñida con hojas de palma. Al ver que se le acercaba, Pafnucio huyó despavorido a un monte, pero el ser le siguió y al llegar a los pies de la colina habló, porque hombre era: "Santo varón, desciende; que hombre mortal soy y vivo en este desierto". Asombrado bajó Pafnucio de su altura y sentándose junto a él le preguntó quién era. Y el santo viejo, que hacía años no veía a mortal alguno, soltó la lengua:

"Me llamo Onofre y hace sesenta años que vivo en esta soledad, en la que no he visto otra persona aparte de ti. Siendo joven y monje en Tebas oí hablar de la vida que hicieron los profetas Elías y Juan el Bautista en el desierto, entendí que era más perfecto vivir en soledad y apartado de los hombres pendiente de sola la providencia de Dios, que no en comunidad, donde hay tantas ayudas y socorros. Me determiné a seguir lo más perfecto, y tomando algunos pocos panes para cuatro días, salí del monasterio y entré en el desierto. No sabía adonde encaminarme, pero en la noche una luz, que era mi ángel, iba delante de mi guiándome. Animado por aquella compañía caminé por aquella soledad unas siete millas, hasta que llegué a una cueva, de donde salió un venerable viejo que al verme dijo: 'Tú eres, Onofre, mi huésped e imitador: entra, hijo, y persevera en lo que has comenzado, que Dios te ayudará'. Estuve en compañía del viejo algunos días y cuando le pareció que yo estaba bien instruido me llevó más adentro del desierto, a cuatro días de camino, donde hallando una palma cerca de una pobre choza, me dijo que aquel era el lugar que Dios me tenía reservado, y allí hice morada. Una vez al año me visitaba el santo viejo hasta que murió y le enterré junto a su ermita".

Le preguntó Pafnucio a Onofre si en el principio de aquella vida tan austera había padecido mucho por vivir tan austeramente. "Mucho padecí" – respondió Onofre – "sobre todo por el hambre y la sed. Pero contento con mi perseverancia, Dios se apiadó y al cabo de unos años envió su ángel, que diariamente me traía alimento y agua. También dirigió Dios su providencia hacia la palmera a cuyos pies moraba: todos los años me obsequiaba con doce racimos de dátiles, los cuales con algunas yerbas me parecían manjar del cielo".

"Sígueme"
De pronto dijo Onofre: "Sígueme", y se adentraron en el desierto, hacia el sitio de retiro de Onofre. Llegados allí, bajo la palmera había un pan recién horneado y un cántaro con agua limpísima. Ambos dieron gracias a Dios, comieron y se pusieron en oración separados uno del otro a una distancia de un tiro de piedra. A la mañana siguiente Pafnucio halló a Onofre muy pálido y débil, y al asustarse, este le dijo: "No temas, hermano, porque el Señor, que es misericordioso, te ha enviado aquí para que entierres mi cuerpo; pues hoy acabo mi peregrinación, y me voy al lugar de mi descanso. Y si fueres a Egipto, da cuenta a los monjes de lo que te he dicho, y de las grandes misericordias que he recibido de Dios, en cuya bondad confió hará muchas mercedes a los que se encomendaren a él tomándome por intercesor". Pafnucio manifestó querer quedarse allí en su lugar, pero Onofre le reveló que no era esa la voluntad divina, sino que Dios se complacía en que, enterado de las vidas de los santos ermitaños, las diese a conocer a los monjes para su edificación, por lo que debía volver a su monasterio. Aceptó Pafnucio y le pidió: "Bendíceme, padre, y suplica a Nuestro Señor, que como te ha mostrado a mí en la tierra, en carne mortal, me deje verte inmortal en el cielo". Lo bendijo Onofre como leímos al principio, y entregó su espíritu. Se oyeron las voces de los ángeles en el silencio del desierto, Pafnucio hizo una oración y enterró al santo eremita. Y como prueba de la voluntad de Dios, en ese momento se derrumbó la ermita del santo y la palmera que le daba sustento se secó inmediatamente. Fue el 12 de junio de 400.

Leyenda Occidental.
Si bien la leyenda del santo hasta aquí es extravagante, en otros lares y con el tiempo se rellenó los huecos de la infancia y juventud con igualmente otros elementos milagrosos y extravagantes. Onofre habría sido hijo de un rey de Abisinia, cuyos padres no podían tener hijos. Tanto rogó la madre que concibió, pero el diablo malmetió al rey y este creyó que era hijo de un adulterio. "Apenas nazca, tíralo al fuego", le dijo el maligno. Así hizo el rey, pero un ángel sacó al niño del fuego, lo dio a sus padres recomendándoles bautizarle y entregarlo a Dios. Se convirtieron los padres a la fe de Cristo, y llevaron al niño a un monasterio para que fuera educado en la fe. Allí continuaron los portentos, pues una cierva blanca bajaba cada día de los montes para alimentar al niño Onofre ("el que trae lo bueno"). A los tres años de edad se desató una hambruna, pero la Santísima Virgen le daba de comer al mismo tiempo que al Niño Jesús, y así durante años. A los doce años el abad quiso nombrarlo sucesor, pero era muy pequeño, aunque Dios se manifestaba claramente en él. Sabiendo esto Onofre se fue al desierto guiado por el ángel, como ya sabemos, y ocurre lo mismo que narra la leyenda oriental, con algunos añadidos, como la presencia de dos leones que ayudan a Pafnucio a enterrar a Onofre, como leemos también de San Pablo Ermitaño (15 de enero) y San Antonio Abad (17 de enero).

Historia.
La historia de San Onofre tiene orígenes oscuros, pues no hay consenso sobre quién es este "Pafnucio" que cuenta la historia. Según unos es San Pafnucio Abad (9 de febrero), pero la muerte de este consta fue en 370 y la leyenda de Onofre dice que murió en 400, aunque siempre puede ser un error. Otros afirman que es célebre San Pafnucio (12 de septiembre), el que convirtió a Santa Thais (8 de octubre), o el padre de Santa Eufrosina-Esmaragdo (2 de enero y 10 de febrero), que fue monje y eremita, pero en su vida no se lee nada de que haya visitado el desierto. Y otros, finalmente, añaden que es Pafnucio, un discípulo de San Macario el Viejo (19 de enero). Pero en realidad es probable que fuese un desconocido, o su persona sea un añadido para propiciar un diálogo y tener palabras "de primera mano" de Onofre. De hecho, el "Libro de los Padres del Desierto" narra esta historia sin mencionar a Pafnucio alguno.

Culto y patronatos.
El culto al santo se extendió en Oriente con prontitud. En Constantinopla tuvo dos iglesias dedicadas, y de allí pasó a Occidente en épocas de las Cruzadas, cuando su leyenda aparece en Europa junto con dudosas reliquias, como la cabeza que se venera en Munich o los huesos de Brunswick, ciudades de las que es santo patrón. En Roma se le dedicó igualmente un templo. Es abogado de los eremitas, los penitentes y los tejedores (por los largos cabellos), de los peluqueros y se le invoca contra las enfermedades del ganado. En Occidente es habitual encontrar su iconografía con la corona real y el cetro a los pies, como símbolo de abandono del mundo. A veces porta cruz, rosario, piedra para golpearse el pecho, etc., pero es perfectamente reconocible por ir siempre casi desnudo y cubierto con una abundante cabellera blanca.


Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo VI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Junio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1862.


A 12 de junio además se celebra a  
San Odulf de Utrecht, misionero
Beata Brígida de Holanda, dominica.
Santa Cunera de Rehen, virgen y mártir.

sábado, 2 de enero de 2016

Santa Eufrosina, o al cielo por el travestismo.



Pregunta: oie hablános de Eufrosina, yo ni la conocía! jejejej. YA NO APARECE EN EL CALENDARIO, NI O. CARM, NI OCD.

Respuesta: Dice San Pablo, que para los que aman a Dios, todo les sirve para el bien. Y es la historia de esta mujer, travestida en hombre, por una causa: el Reino de los Cielos. 


Santa Eufrosina-Esmaragdo, virgen. 2 de enero y 10 de febrero.

Vivió Eufrosina en tiempos de Teodosio el Menor y fue hija de Pafnucio y de una mujer cuyo nombre no se recoge. Este matrimonio, bueno y piadoso, padecía el no tener hijos. Acudían a santuarios a orar por su intención, y monasterios a suplicar oraciones, en especial a uno, donde era abad un conocido de Pafnucio. Y al parecer, Dios, satisfecho o cansado de sus oraciones, les premió con una hija, a la que pusieron el nombre de Eufrosina, nombre que en griego quiere decir “alegría”. Fue una niña hermosa, buena y piadosa, y a los doce años ya decidió consagrarse a Dios. A los dieciocho comenzó a recibir pretendientes y, como es lógico, el padre comenzó a analizarlos y eligió a uno de noble familia y mejor virtud. Antes, llevó a su hija ante su amigo, aquel abad que había orado por él, para pedirle la bendijera y tuviera un buen matrimonio. Pero sucedió que, al ser bendecida, Eufrosina se confirmó en su decisión primera: su matrimonio sería con Cristo. Al volver a casa cambió de costumbres y comenzó, si cabe más, una vida de profunda piedad y oración. Llegó incluso a recibir la consagración de las vírgenes en secreto, ante lo cual, se determinó salir de su casa, puesto que su padre no cejaba en su intento de casarla.

¿Y que se le ocurrió? Pues travestirse, asumiendo una identidad masculina. y huyó de casa. Así, Eufrosina, o Esmaragdo, el nombre masculino que eligió, se fue al monasterio de marras, y pidió el hábito al abad, que no la reconoció. Fue recibida y le dio por maestro al santo monje Agapio, para que la enseñara el estilo de vida monástico. Cuando Pafnucio volvió a su casa y no la halló, dio la voz de alarma, mandó cerrar las puertas de la ciudad y se fue al monasterio, a llorar junto a su amigo, pidiéndole orara para que su amada hija apareciera viva y sana. El abad le consoló diciéndole que confiaba que su hija estaba feliz y contenta, y de seguro estaba al servicio de Dios; aún más, le aseguró que Dios no dejaría que muriera sin verla. Y así, tranquilo, se fue el buen hombre a su casa. Y Esmaragdo sin saber nada, siendo un monje más, solo destacando por su mansedumbre, piedad y obediencia.

Y sucedió que algunos monjes (copio literalmente del Flores del Carmelo) “se le aficionasen torpemente por su extremada hermosura, sin saber que era mujer”, vamos, que en el monasterio algunos la hubieran dejado más tranquila si se hubiera sabido que era una mujer. Por esta razón le mandó el abad a Esmaragdo viviera recluido en una celda, apartado de los otros, sin que tuviera comunicación con nadie, salvo con Agapio. Allí vivió Esmaragdo, hasta que un día, viniendo su padre al monasterio, oyó a los monjes a hablar de aquel que se santificaba en una celda solitaria y quiso conocerlo. Entró a su celda, le contó sus lágrimas y sufrimientos por su hija desaparecida, ante lo cual, Esmaragdo se echó a llorar, pensando el padre que eran lágrimas de empatía, por lo cual le encomendó que rezara por él.

Eufrosina se revela a su padre.
Treinta y ocho años vivió allí, en oración, penitencia y feliz, hasta que llegó el día en que Dios reveló a Eufrosina que moriría pronto, y sabiendo que su padre estaba de visita, mandó decirle que no saliera de allí, hasta pasado tres días, al cabo de los cuales le llamó a su celda y le dijo: “Quiero librarte, Pafnucio, de muchos cuidados, y declararte lo que sé de tu hija; pues tienes gran deseo de saber de ella. Yo, padre, soy tu hija Eufrosina, y este es el rostro de tu bija: Dios me ha encaminado en este encerramiento y manera de vida, como Esmaragdo, sin que ninguno pudiese entender que era Eufrosina y me ha inspirado que tomase este hábito de monje, y perseverase en él hasta esta hora; y me ha dado gracia, para que habiéndole visto muchas veces en esta casa, nunca me he arrepentido de haber venido a ella, ni tus lágrimas me hayan ablandado, ni movido a volver atrás. Dios te ha traído, para que entierres mi cuerpo”. Y murió. Su padre, a voces, contó a los monjes la verdad. Pidió, y obtuvo del abad, la gracia de quedarse en aquella celda bendita donde vivió su hija, y allí vivió diez años más, hasta morir.


La Orden del Carmen la tuvo como Santa propia hasta la reforma del santoral en 1972. Su memoria se celebró primero el 10 de febrero y luego el 2 de enero, hoy está suprimida. Sín embargo, su iconografía permanece en muchas iglesias antiguas de la Orden, sobre todo iglesias de monjas. 


Fuentes:

-“Flores del Carmelo, vidas de los santos de N. S. del Carmen”. FR. JOSÉ DE SANTA TERESA. Madrid, 1678.  
-"El Carmelo Ilustrado con favores de la Reina de los ángeles". P. FRANCISCO COLMENERO. Valladolid, 1754.
-"Jardim Carmelitano". Primera Parte. FR. EGIDIO LEONINDELICATO. OCarm. Lisboa, 1761. 


Otras  mujeres que vistieron de hombre son:
Santa Eugenia-Eugenio. 25 de diciembre.
Santa Eusebia-Hospedes. 23 24 de enero.
Santa Ángela-Ángelo. 6 de julio.
Santa Hildegundis-José. 20 de marzo.

Santa Teodora-Teodoro. 11 de septiembre. 


A 2 de enero además se celebra a 
San Isidoro de Zaragoza, obispo y mártir.
San Basilio de Ancyra, mártir.

jueves, 11 de septiembre de 2014

San Pafnucio, contra lo perdido.

Pregunta: Oye de pura casualidad podrias decirme algo de San Panuncio??? solo se q es un santo q creo ayuda a encontrar cosas y caminos perdidos y me gustaria saber mas de el =) ojala pudieras ayudarme. Gracias!!!! México

Respuesta: Bueno, de pura casualidad no, sino porque me leo santorales... Aquí dejo un resumen de lo que se sabe de Pafnucio (no Panuncio), que no son más que noticias sueltas de su época.

San Pafnucio, eremita y obispo. 11 de septiembre
Vivió en el siglo IV y fue un anacoreta, discípulo de San Antonio Abad (17 de enero) de hecho el más famoso de su tiempo. Como todos estos ermitaños vivía de hierbas, agua, algo de pan y poco más, y sometido a grandes austeridades, falta de sueño, trabajo, oración y penitencias. Su soledad se veía interrumpida muchas veces por aquellos que le visitaban para recibir consejo, escuchar sus palabras, pedirle sus oraciones y por algunos que querían imitarle en su búsqueda de Dios. Poco a poco su fama se extendió y tuvo que abandonar su soledad porque fue nombrado obispo de Tebaida, Egipto. Toda su vida de intensa oración y penitencias le fortaleció para enfrentarse a la persecusión de por cristianos, y soportar el martirio, del que sobrevivió, pero con una pierna inservible y sin un ojo, del que se dice gustaba besar con respeto y veneración el convertido emperador Constantino.


Estuvo presente en el Concilio de Nicea, donde se defendió la divinidad de Cristo y se condenó el arrianismo, donde, a pesar de su austeridad de vida y su firmeza, se mostró con caritativo, abierto, moderado y transigente en contraposición a los padres conciliares, que no conocían la dureza de la Tebaida ni los horrores de la amenaza, ni la vejación, y no querían perdonar a aquellos que habían flaqueado en las persecusiones, impidiendo su reconciliación con la Iglesia. Asimismo, según tradiciones, se opuso a la forzosa separación que quería el Concilio, de los clérigos casados de sus esposas, permitiendo que los ya casados permanecieran tal cual e imponiendo la costumbre antigua, según luego de ordenados, ya no podrían casarse. Esta es la ley que aún conserva la Iglesia Ortodoxa, en la que salvo los obispos, los presbíteros y diáconos pueden ser casados.

En el Concilio de Tiro, año 325, reconcilió a Máximo, patriarca de Jerusalén, que coqueteaba con el arrianismo. Le mostró sus marcas producto de la persecusión, y señalando las que Máximo también llevaba, le dijo "quien lleva las mismas gloriosas señales que yo por haber defendido la santa fe, no debe dejase arrastrar y conducir por gentes que se obstina en el error, sino estar decidido a combatirlas", el patriarca volvió a la recta fe católica.

Dos hechos se le atribuyen y son los que le han hecho más famoso. Uno es la conversión de Santa Thais (7 y 8 de octubre), la pecadora a la que el santo llevó por el camino de la oración, la penitencia por sus pecados hasta alcanzar la santidad. Es patrono para hallar las cosas perdidas, de los que siguen malos caminos y del arrepentimiento, porque halló y rescató a Santa Thais.


A 11 de septiembre además se celebra a  
Santos Proto y Jacinto, mártires.
Santa Teodora-Teodoro, penitente

Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...