Volvemos hoy a nuestro santoral carmelita, al que cada día vamos añadiendo más santos, sabiendo que será dificil completarlo, tal como dice el abad Tritemio "¿Quién capaz será de contar los infinitos santos que ha dado al cielo ese orden siempre magnífico, siempre grande, siempre santo? Al guarismo y a la contabilidad misma exceden, y para decirlo de una vez, necesario fuese el poder reducir á expresion las estrellas del cielo, para poder decir cuantos son los santos que ha producido el Carmelo". Nos toca hoy otro de los santos semi-legendarios y antiguos, para lo que volvemos a valernos de "Flores del Carmelo":
San Bertoldo, confesor. I General Latino. 29 de marzo.
La leyenda de este santo padre nuestro empieza en Hungría. Estaba San Gerardo Sagredo (24 de septiembre), apóstol de Hungría y carmelita, en su catedral, cuando se acercó a él Guido de Malefayda, noble que había estado bajo las órdenes del emperador Enrique en la guerra para reponer a Pedro, rey de Hungría en su trono. Hablaron ambos, y contándole Gerardo de las excelencias del Monte y Orden del Carmelo, quiso Guido abandonar la milicia para ingresar como religioso. El santo obispo tuvo una revelación de que Dios no le quería religioso, sino casado para que diera al mundo, a la Iglesia y la Orden del Carmen, grandes luminarias de santidad. Obedeció Guido y aceptó el ventajoso matrimonio con una noble que le ofreció el emperador en pago a su destreza militar. Pasaron los años, y en 1060 nació el primer hijo del matrimonio: el Beato Audemar (7 de julio), que sería obispo de Puy-Vezelay, Francia. Y el segundo fue nuestro santo: Bertoldo.
Nació en 1073, ya hijo de la madurez de sus padres. Claro que desde niño fue piadoso y listo, inclinado a la bondad y a la obediencia. En cuanto tuvo la edad suficiente fue enviado junto a su hermano a la universidad de París, donde se doctoró a los 22 años, y por estas mismas fechas debió ser ordenado sacerdote. Para estas fechas ya su hermano había sido nombrado obispo y le prometía una carrera de ascenso en la Iglesia o en la sociedad, pero en el interior de Bertoldo anidaba el desprecio por el mundo y los honores. Sucedió que murieron sus padres, lo que para el santo fue de gran dolor, pero al mismo tiempo, un viso de libertad para elegir estado.
En 1095, Urbano II proclamó la Cruzada, nombrando a Audemar como legado pontificio y Bertoldo se le sumó. En 1098, en el cerco de Antioquía las cosas se pusieron feas y los sitiadores se convirtieron en sitiados, y legó el hambre, la sed, la muerte, y comenzaron las enfermedades. Bertoldo prometió a Dios vestir el hábito de la Madre de Dios en el monte Carmelo si los libraba. Entonces se le apareció Cristo acompañado de María y San Pedro (29 de junio, 1 de agosto, 18 de enero, 22 de febrero y 18 de noviembre), revelándole que serían librados. Esa noche bajó fuego del cielo, que diezmó las tropas sarracenas, lo que animó a los cristianos a cargar contra el enemigo. Llevaban consigo la Santa Lanza que había atravesado el costado de Cristo, hallada por un sacerdote un tiempo antes, por revelación de San Andrés (!). Cuando salieron del campo, ocurrió otro prodigio: del cielo bajaron, montados en caballos blancos, San Jorge (23 de abril), San Demetrio (9 de abril, 8 y 26 de octubre), San Mauricio (22 de septiembre y 22 de febrero) y San Mercurio (11 de noviembre; 24 de noviembre, Iglesia Oriental; 16 de junio, traslación de las reliquias e Iglesia Copta; 1 de agosto, dedicación de la basílica de Saifain) que ayudaron a los cristianos, perdiendo la vida 100.000 moros. Conquistada la ciudad, a los pocos días murió Audemar y fue enterrado allí mismo. Prosiguió Bertoldo con los cruzados, y llegaron a Cesarea el día de Pentecostés. Como le quedaba cerca el Monte Carmelo, Bertoldo organizó una peregrinación de militares y eclesiásticos. Allí habló al abad de su promesa, pidiéndole le admitiera entre sus religiosos en un breve tiempo, a lo que accedió el abad.
Acompañó Bertoldo a los soldados al sitio de Jerusalén, donde igualmente padecieron muertes y plagas. Finalmente, el 18 de julio de 1099 tomaron la ciudad. Tuvo Bertoldo de su hermano bajando del cielo y entrando el primero en la ciudad. Y no solo eso, sino que fue visto por muchos junto a los muertos que no habían llegado a la ciudad Santa, recorriendo los Santos Lugares. Una vez iniciado el gobierno cristiano, se despidió Bertoldo del rey Godofredo y se fue al Carmelo. Allí pidió el hábito alos 28 años, en el año 1100. Como si leyeráis otras vidas de santos: Aventajaba a todos los religiosos en la oración, la penitencia, la humillación, la caridad, etc. Tenía la devoción de rezar un Avemaria y una Salve en cada una de las horas canónicas, costumbre esta que, según la leyenda, introdujo en el oficio propio de la Orden, junto con el rosario, que habría aprendido del Venerable Pedro el Ermitaño.
Vivió como un religioso ejemplar durante muchos años. Fueron años en los que muchos hombres deseosos de abandonar el mundo se instalaron por su cuenta en el Monte Carmelo, viviendo cada uno como estimaba conveniente, surgiendo algunas disputas y encontronazos con los carmelitas, auténticos hijos de Elías (!). En 1137 ocupó la sede antioquena el patriarca Americo, y Bertoldo con algunos religiosos, le visitó para pedirle solución a aquello. Visto el caso, el patriarca determinó que los diversos eremitas se uniesen en cenobios y que estos, y los monasterios ya existentes, guardaran la misma regla: la que Juan, patriarca de Jerusalén había escrito en 412 para los "carmelitas" y que se guardaría hasta que San Alberto de Jerusalén (17 de septiembre y 8 de abril) entregara la nueva y definitiva Regla. Mandó el Patriarca que todos los religiosos y monasterios estuviesen bajo un abad General, para lo cual eligió a Bertoldo, como sucesor de San Elías, y aunque intentó negarse aduciendo su edad, sus pecados, su indignidad, el patriarca no le escuchó y le confirmó como tal.
Ya como General (primer general latino, recordad que desde San Elías había habido "padres generales") impulsó la vida regular, la devoción mariana, la perfección y la caridad evangélica. Construyó el convento del Monte Carmelo cuyas ruinas aún se conservan, al estilo de los monasterios occidentales, y restauró otros que habían sido desruidos por los sarracenos. Tuvo que padecer la ofensiva de los mahometanos, que iban tomando terreno, asolando poblaciones y monasterios, pasando a cuchillo a sus queridos hijos. Implorando misericordia a Dios por tanta tragedia, este le mostró en una visión las almas de todos los carmelitas mártires, que gozaban de la visión beatífica, en forma de corderos coronados por los ángeles.
En 1187, con 115 años y 45 como General, dejó a sus religiosos como únicas posesiones, la observancia de la regla, la caridad mutua y la mansedumbre. El 29 de marzo de ese mismo año expiró dulcemente y fue vista una paloma salir de su boca y subir al cielo. Fue enterrado en la primitiva iglesia de la Virgen, la edificada por Elías. Le sucedió en el Generalato N. P. San Brocardo (2 de septiembre). Como ya apuntamos en la vida de este y en la de San Cirilo de Constantinopla (6 de marzo), en 1635, el P. Próspero del Espíritu Santo, al "reconquistar" para la Orden el Monte Carmelo, comenzó una serie de excavaciones, identificando, sin mucha crítica, los sitios de Elías, los profetas y el primitivo convento. En una gruta, al tirar un tabique, aparecieron tres tumbas que, inmediatamente, y con poca crítica, identificó como las tumbas de los tres primeros Generales latinos: Bertoldo, Brocardo y Cirilo; reliquias hoy perdidas, aunque un cuerpo de San Bertoldo se venera en las monjas carmelitas de Parma.
Su iconografía es bastante repetitiva: hábito, iglesia o plano de iglesia en recuerdo del monasterio que construyó, espada a los pies (aunque en realidad no fue a las cruzadas como militar), libro de constiruciones. No hay que confundirle con el Beato Bertoldo II (17 de mayo).
A 29 de marzo además se celebra a
San Bertoldo, confesor. I General Latino. 29 de marzo.
La leyenda de este santo padre nuestro empieza en Hungría. Estaba San Gerardo Sagredo (24 de septiembre), apóstol de Hungría y carmelita, en su catedral, cuando se acercó a él Guido de Malefayda, noble que había estado bajo las órdenes del emperador Enrique en la guerra para reponer a Pedro, rey de Hungría en su trono. Hablaron ambos, y contándole Gerardo de las excelencias del Monte y Orden del Carmelo, quiso Guido abandonar la milicia para ingresar como religioso. El santo obispo tuvo una revelación de que Dios no le quería religioso, sino casado para que diera al mundo, a la Iglesia y la Orden del Carmen, grandes luminarias de santidad. Obedeció Guido y aceptó el ventajoso matrimonio con una noble que le ofreció el emperador en pago a su destreza militar. Pasaron los años, y en 1060 nació el primer hijo del matrimonio: el Beato Audemar (7 de julio), que sería obispo de Puy-Vezelay, Francia. Y el segundo fue nuestro santo: Bertoldo.
Nació en 1073, ya hijo de la madurez de sus padres. Claro que desde niño fue piadoso y listo, inclinado a la bondad y a la obediencia. En cuanto tuvo la edad suficiente fue enviado junto a su hermano a la universidad de París, donde se doctoró a los 22 años, y por estas mismas fechas debió ser ordenado sacerdote. Para estas fechas ya su hermano había sido nombrado obispo y le prometía una carrera de ascenso en la Iglesia o en la sociedad, pero en el interior de Bertoldo anidaba el desprecio por el mundo y los honores. Sucedió que murieron sus padres, lo que para el santo fue de gran dolor, pero al mismo tiempo, un viso de libertad para elegir estado.
San Bertoldo. Anónimo flamenco. |
Acompañó Bertoldo a los soldados al sitio de Jerusalén, donde igualmente padecieron muertes y plagas. Finalmente, el 18 de julio de 1099 tomaron la ciudad. Tuvo Bertoldo de su hermano bajando del cielo y entrando el primero en la ciudad. Y no solo eso, sino que fue visto por muchos junto a los muertos que no habían llegado a la ciudad Santa, recorriendo los Santos Lugares. Una vez iniciado el gobierno cristiano, se despidió Bertoldo del rey Godofredo y se fue al Carmelo. Allí pidió el hábito alos 28 años, en el año 1100. Como si leyeráis otras vidas de santos: Aventajaba a todos los religiosos en la oración, la penitencia, la humillación, la caridad, etc. Tenía la devoción de rezar un Avemaria y una Salve en cada una de las horas canónicas, costumbre esta que, según la leyenda, introdujo en el oficio propio de la Orden, junto con el rosario, que habría aprendido del Venerable Pedro el Ermitaño.
Vivió como un religioso ejemplar durante muchos años. Fueron años en los que muchos hombres deseosos de abandonar el mundo se instalaron por su cuenta en el Monte Carmelo, viviendo cada uno como estimaba conveniente, surgiendo algunas disputas y encontronazos con los carmelitas, auténticos hijos de Elías (!). En 1137 ocupó la sede antioquena el patriarca Americo, y Bertoldo con algunos religiosos, le visitó para pedirle solución a aquello. Visto el caso, el patriarca determinó que los diversos eremitas se uniesen en cenobios y que estos, y los monasterios ya existentes, guardaran la misma regla: la que Juan, patriarca de Jerusalén había escrito en 412 para los "carmelitas" y que se guardaría hasta que San Alberto de Jerusalén (17 de septiembre y 8 de abril) entregara la nueva y definitiva Regla. Mandó el Patriarca que todos los religiosos y monasterios estuviesen bajo un abad General, para lo cual eligió a Bertoldo, como sucesor de San Elías, y aunque intentó negarse aduciendo su edad, sus pecados, su indignidad, el patriarca no le escuchó y le confirmó como tal.
San Bertoldo. Carmelitas de Santa Clara, California |
En 1187, con 115 años y 45 como General, dejó a sus religiosos como únicas posesiones, la observancia de la regla, la caridad mutua y la mansedumbre. El 29 de marzo de ese mismo año expiró dulcemente y fue vista una paloma salir de su boca y subir al cielo. Fue enterrado en la primitiva iglesia de la Virgen, la edificada por Elías. Le sucedió en el Generalato N. P. San Brocardo (2 de septiembre). Como ya apuntamos en la vida de este y en la de San Cirilo de Constantinopla (6 de marzo), en 1635, el P. Próspero del Espíritu Santo, al "reconquistar" para la Orden el Monte Carmelo, comenzó una serie de excavaciones, identificando, sin mucha crítica, los sitios de Elías, los profetas y el primitivo convento. En una gruta, al tirar un tabique, aparecieron tres tumbas que, inmediatamente, y con poca crítica, identificó como las tumbas de los tres primeros Generales latinos: Bertoldo, Brocardo y Cirilo; reliquias hoy perdidas, aunque un cuerpo de San Bertoldo se venera en las monjas carmelitas de Parma.
Su iconografía es bastante repetitiva: hábito, iglesia o plano de iglesia en recuerdo del monasterio que construyó, espada a los pies (aunque en realidad no fue a las cruzadas como militar), libro de constiruciones. No hay que confundirle con el Beato Bertoldo II (17 de mayo).
A 29 de marzo además se celebra a
San Armogasto y comp. mártires. |
San Cirilo, diácono mártir. |
Beato Raimundo Llull, mártir. |
B. Juana María de Maillé, terciaria franciscana. |
Maruxela dice:
ResponderEliminarPero de dónde sacas tanta información? Es verdad esta historia. La Iglesia en sus comienzos fue un poco guerrera. A fuerza de golpes se afianzó sus posiciones y jerarquías. ¿No te parece que más que Iglesia , es todo una trama de política?
Ruega por Nosotros
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