lunes, 22 de febrero de 2021

Caridad, silencio, penitencia y obediencia.

Beata Juana María Bonomo, abadesa benedictina. 22 de febrero y 1 de marzo. 

La Beata nació en Asiago, Italia, el 15 de agosto de 1606. Sus padres fueron Juan y Virginia, comerciantes emparentados con los nobles Ceschi. Una leyenda algo estrafalaria, nos dice que teniendo 10 meses habló por primera vez, y fue para sacarle en cara a su padre un pecado que este estaba pensando en cometer. A los 5 años, dice la misma leyenda, ya entendía el latín y podía seguir las ceremonias de la misa. Además, lo leía y escribía. 

Cuando tenía 6 años de edad quedó huérfana de madre, y su padre, incapaz de educarla, la internó en las clarisas de Trento, quienes tenían un prestigioso internado para niñas y jóvenes nobles. La niña María demostró grandes capacidades para el aprendizaje, especialmente de la música, y para las cosas de la religión. Sus virtudes teologales y cardinales pronto se fortalecieron y se convirtió en ejemplo hasta para las internadas mayores. 

Era devotísima del Santísimo Sacramento, por ello le permitieron comulgar por primera vez a los nueve años, rarísimo privilegio en el siglo XVII. Ese día hizo voto de perpetua virginidad y se consagró a la Madre de Dios. A partir de entonces comenzó a confesarse semanalmente y a comulgar cada vez que se le permitía, que no eran pocas veces. En tres años su alma se llenó totalmente de Cristo, y a los 12 años se propuso ser religiosa. Pidió permiso a su padre para ingresar como clarisa en el mismo monasterio de Trento, pero su padre se negó, incluso comenzó a buscarle pretendiente. A los 15 años, luego de numerosas súplicas y penitencias de María, y la mediación de algunos clérigos, finalmente Juan accedió y dejó que su hija fuera monja, aunque sería él quien elegiría el monasterio. 

Así, libre ya, María comenzó su noviciado en las clarisas de Trento, mas en 1621 pasó a las benedictinas de Bassano, tomando el nombre de Juana María. En 1622 hizo sus votos monásticos. Luego de su desposorio con Cristo para Juana María comenzó una etapa de intensas gracias místicas. De hecho su primer éxtasis lo tuvo durante su profesión religiosa, dando bastante que hablar. Locuciones, visiones, profecías, unión total con Cristo, sobre todo luego de comulgar. Recibió los estigmas de la Pasión de Cristo, los cuales le hacían padecer muchísimo. A los 20 años obtuvo la gracia mística del Matrimonio Espiritual, el cual es un grado de unión de Cristo y el alma, en el que Cristo toma todos los afectos, preocupaciones y deseos del alma y las hace suyas, purificándolas definitivamente, y pone sus intenciones, amor y todo Él en el corazón del agraciado. Para el alma ya no hay más afectos, ni consuelos, ni otra cosa que no sea amar a Cristo y por Él a los demás. La salvación de las almas, el que se conozca a Cristo y su misericordia lo llena todo. 

Luego tuvo Juana María un período de intensa sequedad espiritual, una noche oscura de la fe, durante la cual solo la caridad y la perseverancia lograron que saliera victoriosa. Las penitencias y los ayunos eran frecuentes, tanto, que la abadesa tuvo que mitigarlos. A la par, Juana María padecía frecuentes enfermedades, como punzantes dolores de cabeza, de espalda, fiebres, desmayos, etc. Todo esto hizo que su fama de extática corriera pronto por la ciudad. Esta fama le atrajo, además de la pena por salir del anonimato, el dolor de la incomprensión y el recelo. Varias monjas desconfiaban de su sinceridad. Como le prohibieron comulgar, dícese que más de una vez Cristo se le aparecía en la cruz y sacando de su costado una hostia blanquísima le daba de comulgar. O le enviaba un ángel que tomaba una partícula de la hostia consagrada en la misa conventual para llevársela a su celda. También le prohibió su confesor comunicarse con el exterior, ya fuera en el locutorio o por carta, para probarla en la humildad. 

Y fue precisamente eso, la humildad, lo que fue ablandando las reticencias de las monjas y del clero, quienes comprobaron que Juana María estaba más a gusto en la soledad y sin que le viesen extática. Por ello, en 1652 fue elegida abadesa de la comunidad. Caridad, silencio, penitencia, obediencia y cumplimiento estricto de la Regla era lo que deseaba y lo que procuraba enseñar a las monjas. la obediencia, decía, era más signo de santidad que los milagros o los éxtasis. En 1664 volvió a ser elegida abadesa, siéndolo ya hasta su muerte. Fue madre no solo de las monjas, sino de los seglares, pobres o ricos, que al monasterio se acercaban en busca de auxilio material o espiritual. 

La santa monja entró al cielo 1 de marzo de 1670. En 1699 se abrió su proceso de canonización. Fue beatificada el 9 de junio de 1783 por el Papa Pío VI.


Fuente:
-"Azioni della beata Giovanna Ma. Bonomo". LUIGI MARIA DI VICENZA. Vicenza, 1798.


A 22 de febrero además se celebra a






 

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