jueves, 4 de febrero de 2021

"ahora comenzamos a ser discípulos de Jesucristo..."

Santos Fileas y Filoromo de Alejandría, mártires. 4 de febrero y 26 de noviembre.

En el siglo XVII, el célebre escritor y hagiógrafo, Fr. Thierry Ruinart, OSB. rescató del olvido viejas Actas de Mártires, conocidos o no, a las que el llamó "sinceras", y con ese título las publicó: "Sinceras Actas de los Mártires". Aunque él las da por reales, hay que matizar este "sincera", pues aunque algunas son actas tardías, elaboradas y poco fiables, son "sinceramente" los documentos originales o copias de estos, que cimentaron las leyendas, devoción y culto a muchos mártires. La edición española de 1776 lo confiesa en el prefacio del primer tomo: "De estas Actas nos ha quedado un gran número, que aunque no tengan toda la pureza e integridad de las primeras [originales] y aunque visiblemente se observen muchas faltas (...) no nos parece que se deben enteramente desechar. En el mismo orden es necesario colocar las Actas que, aunque verdaderas en su origen, las han corrompido manos ignorantes o temerarias, añadiendo falsos milagros o diálogos entre los jueces y los mártires. Con las luces de la crítica se separa lo verdadero de lo falso".

En el caso de hoy, sobre estos santos hay que decir que tenemos noticias diversas. Las Iglesias Orientales le recogen a 26 de noviembre, dentro de un extenso grupo de mártires egipcios, pero probablemente sea otro santo obispo del mismo nombre. De hecho las Actas no dicen que Fileas fuera obispo, pero todos los martirologios lo recogen siendo obispo de Thmuis, capital de Nomos. Incluso el Martirologio Romano también le llama obispo, y pone a ambos santos a 3 de febrero. Ruinart, incomprensiblemente, los pone a 24 de febrero, tal vez por error. 

Estas Actas son consideradas genuinas por la mayoría de historiadores, su copia más antigua está datada en el siglo IV. Aún así, admiten que el final, desde la intervención de Filoromo, podría ser un añadido tardío. El lenguaje elaborado del discurso y la oración final parecen corroborarlo. Y ya os dejo con las Actas:

En 306, imperando Galerio y Maximino muchos cristianos fueron llamados a declarar ante Culciano, Gobernador de Alejandría a causa de su fe. Entre esos muchos estuvo Fileas, quien fue interrogado:

Culciano: - ¿Te parece que estarás ya en tus cabales?
Fileas: - Yo creo que siempre lo he sido.
C: - Pues sacrifica a los dioses.
F: - No lo haré.
C: - ¿Por qué razón?
F: - Porque la Santa Escritura me lo prohíbe. Cualquiera, dice esta, que sacrifica a otros dioses y no al único, y verdadero, será exterminado.
C: - Pues bien, sacrifica a ese único y verdadero Dios. 
F: - Tampoco le sacrificaré, porque también está escrito: ¿Qué necesidad tengo yo de todos vuestros sacrificios? como el mismo Señor dice: 'Esa multitud de víctimas no me puede agradar: ya estoy harto: yo no quiero ni vuestros holocaustos, ni la grosura de vuestros corderos, ni la sangre de vuestros cabritos, ni tampoco la flor de la harina'. 
C: - ¿Pues qué sacrificios son agradables a tu Dios?
F: - Aquellos en que se le ofrece un corazón puro, un amor sincero y palabras de verdad.
C: - Sacrifica, te digo.
F: - No sacrificaré.
C: - ¿No sacrificó acaso Pablo?
F: - No, por cierto.
C: - ¿Y Moisés?
F: - Eso era permitido a los judíos, pero solamente en Jerusalén y así, cuando ofrecen ahora sacrificios en otros lugares, pecan gravemente, no lo dudes.
C: - Todos esos discursos no valen nada: vamos a los hechos: es necesario sacrificar.
F: - Yo no pretendo manchar mi alma, ni la quiero perder.
C: - Pues ¿qué, nosotros queremos perder la nuestra?
F: - Sí, la perdéis, y perdéis también vuestro cuerpo.
C: - ¿ Cómo, "este cuerpo"? 
F: - Ese mismo cuerpo. 
C: - ¿Con que de veras crees tú que esta carne ha de resucitar algún día? 
F: - No hay duda. 
C: - Hablemos de otras cosas. ¿No renunció Pablo al que tú llamas Cristo? 
F: - No, por cierto. 
C: - ¿Te atreverías a jurarlo? 
F: - A nosotros nos está prohibido el jurar: solamente se nos permite el decir sí o no.
C: - ¿Pues Pablo no fue toda su vida un perseguidor? 
F: - No. 
C: - ¿Y no era un gran idiota, no era Sirio, y hablaba mal la lengua siriaca? 
F: - Te engañas, pues era hebreo y ordinariamente hablaba el griego, y además de eso era muy sabio. 
C: - ¿Lo era más que Platón? 
F: - No solamente más que Platón, sino más que todos los filósofos del mundo; y esto es tanta verdad, como que convirtió a un gran número de ellos .¿Quieres que te diga alguna de sus máximas?
C: - Ya basta, sacrifica.
F: - Ya dije que no sacrificaré.
C: - ¿Temes tú los remordimientos de tu conciencia? 
F: - Sí, por cierto. 
C: - ¿Y no temes que te reprenda la dureza que muestras por tus hijos y por tu mujer? 
F: - Es que el interés de Dios se ha de preferir a todo; porque dice la Escritura: ‘Amarás al Señor tu Dios, que te ha hecho’. 
C: - ¿Qué Dios es ese? 

Y Fileas, levantando los ojos al cielo, dijo: - "El Dios que hizo el cielo, la tierra, el mar, y todo cuanto estos contienen: el criador de las cosas visibles e invisibles, que es incomprensible, que no se puede ni definir, ni representar, que es el solo, que subsiste y permanece por todos los siglos. Amén". 

Los jueces llamaron aparte a Fileas, viendo que era hombre íntegro y sabio, y le pedían que no resistiera más al Gobernador, que ya mostraba suma paciencia con él, pero Fileas respondió que él solo respondía lo que le preguntaban acorde a su conciencia. El interrogatorio continuó.

C: - Déjate de todos esos vanos discursos y sacrifica. 
F:- No sacrificaré tal, ni haré semejante desatino. Pero sobre solo todo, ¿crees que solo los cristianos son los que cuidan de esto? ¿Vuestros paganos no han temido a lo menos el hacerla desgraciada? Mira a Sócrates cuando le llevan a la muerte: ¿acaso la vista de su mujer y de sus hijos le hace mudar de sentir? ¿Le hace pedir perdón? Nada menos que eso. Traga alegremente el veneno. 
C: - Confiesa la verdad, ¿estás firmemente persuadido que Cristo era Dios? 
F: - Muy convencido. 
C: - ¿Y qué pruebas tan convincentes tienes? 
F: - ¿Qué pruebas? Tengo mil. La vista restituida a los ciegos, y el oído a los sordos, los leprosos curados y los muertos resucitados. Los mudos que hablan y una infinidad de enfermos que recobran la salud. Y no solo esto, sino que una mujer sanó con solo tocar la fimbria o extremidad de su túnica. ¿Quién podría decir el número de milagros que hizo? 
C: - ¿Y con todo eso, a pesar de ser Dios, fue crucificado? 
F: - Sí que lo fue; por nuestra salvación. Pero sabía muy bien que lo había de ser, y fue voluntariamente, y estuvo a su arbitrio el que sufriese por nosotros. Fuera de que los libros santos habían predicho todo esto. Los judíos creen entenderlas, pero lo cierto es que no es así. No obstante de que no hay cosa más clara y si alguno lo duda, que abra el libro, y lea. 
C: - ¿No ves tú que te se ha tenido algún respeto? Yo bien podía deshonrarte en tu propia ciudad, a la vista de tus parientes. 
F: - Yo te animo a ello cuanto puedes desear, pero añade a este un nuevo favor. 
C: - ¿Cuál es? 
F: Que uses de tu poder. Haz, pues, lo que se te ha mandado. 
C: - ¿Luego, tú quieres morir, y sin tener ningún motivo para ello? 
F: Sí, quiero morir por mi Dios, y por la verdad. 
C: - Dime una cosa, ¿Pablo era también Dios? 
F: - No, jamás lo fue. 
C: ¿Pues, qué era? 
F: Un hombre como nosotros. Pero el espíritu de Dios estaba en él, y obraba por él todos los milagros que se le atribuyen. 
C: - Pues mira, te perdonaré la vida en consideración a tu hermano. 
F: - Si es que me atrevo a pedirte alguna cosa por mi parte, es el que te sirvas contra mí del poder que se os ha dado. 
C: Aun si te vieses reducido a la última miseria y para sacarte de ella me pidieses la muerte, no tendría dificultad alguna en concedértela. Pero ahora está en tu mano el vivir, porque eres rico. ¡Qué digo yo!, con solas tus rentas podrías mantener a casi toda una provincia, ¿y quieres dejar la vida? Yo no me podré resolver a quitártela, así que vive, pero para sacrificar a los dioses. 
F: - Yo no sacrifico a nadie, y en eso miro a mi interés y me hago gracia a mí mismo. 

En este momento, los jueces dijeron al Gobernador que Fileas ya había sacrificado una vez. Lo hicieron con el ánimo de salvarle la vida, pero el santo no consintió que se manchase su honor o se dudase de su fe y replicó:

F: - No hay nada de eso. 
C: - Vas a hacer infeliz a una mujer. 
F: Jesucristo mi Señor es el Salvador de todas las almas: él me llama a la herencia de su Reino, y a su gloria, y puede también, si quiere, llamar a ella a mi mujer. 

Entonces los jueces pidieron al Gobernador que le diese tiempo para pensarlo bien, y Culciano lo concedió. Apenas el santo quedó libre, sus parientes, amigos, y hasta algunos de los jueces, le suplicaban a sus pies que se compadeciese de su familia, de sus hijos y su mujer, que viera que ellos le necesitaban. Pero él no permanecía sino firme en su fe, y declarando que solo a los mártires reconocía como su verdadera familia. 

Había allí un tribuno del ejército llamado Filoromo, que era cristiano en secreto. Admirando la firmeza del santo Fileas, clamó a los que le tentaban: -"¿Por qué os cansáis de ese modo en querer vencer la generosa resistencia de ese esforzado hombre? ¿De qué os servirá hacerle infiel a su Dios? ¿Por qué habéis de querer que renuncie por una pura complacencia? ¿No veis que sus ojos están cerrados a vuestras lágrimas, y que sus oídos están sordos a vuestras palabras? Creedme, nada mueven los lloros, cuando se considera la gloria del cielo". Esta intervención desató la furia de los jueces contrarios a Fileas, quienes clamaron por la rápida condena a muerte de Fileas y, además, de Filoromo. 

Culciano les condenó a la pena de la decapitación, la cual fue prontamente puesta en marcha. Cuando les llevaban al lugar del suplicio, un hermano de Fileas, juez, le animó a que pidiera el perdón, que se lo concederían. Fileas respondió: -"No lo permita Dios. No oirás semejante desgracia. Lejos de desear que se revoque la sentencia que me condena a muerte, al contrario, doy humildes gracias a los emperadores, y al Gobernador, de que el día de hoy entro en posesión del reino que Jesucristo quiere compartir conmigo". 

Cuando llegaron al lugar en que debían ser ajusticiados, Fileas extendió las manos hacia el Oriente, y levantando la voz, dijo: -"Queridos hijos míos , vosotros los que buscáis a Dios sinceramente, oídme. Velad sobre vuestro corazón, porque el enemigo ronda sin cesar alrededor de vosotros, buscando su presa, y algún corazón que devorar. Por lo que a nosotros toca, todavía no hemos sufrido nada, pero ahora comenzamos a padecer: ahora comenzamos a ser discípulos de Jesucristo. Amados hermanos míos, observad exactamente sus santos mandamientos. Juntaos a nosotros hermanos carísimos: oremos juntos a este Ser incomprensible, a este Ser puro, sin mancha ni mezcla alguna, y sin ninguna imperfección que está sentado sobre los querubines, que ha hecho todas las cosas; que es el principio y el fin de todas ellas, y al cual pertenece la gloria en todos los siglos. Amen". 

Y al punto, le derribaron los verdugos y les cortaron las cabezas a ambos. 

Fuentes:
-"Las verdaderas actas de los mártires". TEODORICO RUINART. Tomo III. Madrid 1776. 

A 4 de febrero además se recuerda a:

San Teófilo, penitente.
San Isidoro de Pelusio,
carmelita
.
San Modan, abad

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