Dolorosa. Munich, Alemania. Siglo XVIII |
Aunque desde por lo menos la Edad Media las representaciones marianas al pie de la Cruz (y por tanto, el dolor de María) son constantes, pero nunca se separa de este contexto. O sea, no existe una devoción ni fiesta específicamente a los Dolores de María por separado hasta el siglo XV, y eso de manera local (por ejemplo, Colonia y Erfurt). Algunos libros y Doctores tocan el tema en los siglos XII y XIII. El primer decreto oficial sobre el tema lo emite la Iglesia en 1668, permitiendo a los Servitas la misa votiva de los “Dolores de María”, por petición de los mismos Servitas (estos llevaban meditando y propagando esta devoción desde el siglo XIII), pero sin decretar día fijo. En 1692, Inocencio XII instituyó la fiesta por primera vez: se celebraría el tercer domingo de septiembre. En 1714 se aprueba una conmemoración de los dolores de María el viernes anterior al Domingo de Ramos, popularmente llamado el “Viernes de Dolores”. Aunque fue abolida con la reforma litúrgica post-conciliar, en muchas iglesias o cofradías mantienen esta memoria, como preámbulo a la Semana Santa.
No es hasta 1814 en que Pío VII incluye la memoria en el calendario oficial de la Iglesia, extendiéndola a toda ella con un éxito tremendo, pues basta ver cuantos altares, cofradías, congregaciones religiosas hay bajo el título de la Dolorosa. Ciudades, pueblos y parroquias la toman como patrona. En parte tuvo tanto éxito por la espiritualidad un tanto “ñoña” del siglo XIX, en que nacieron y se multiplicaron devociones, novenas, triduos, advocaciones marianas… en esta época la devoción estaba enfilada en la compasión a la Madre, en las lágrimas y dolores, llegando a considerarse los dolores físicos. Por eso San Pío X (21 de agosto) reformó la fiesta, fijando la fecha el 15 de septiembre, y obviando lo de los “siete dolores”, comenzando a hacer énfasis en la Maternidad espiritual adquirida por María al pie de la Cruz, así como la tan discutida corredención mariana.
Y modernamente hay que mencionar el “Vía Matris”, que traza los sufrimientos de María, paralelos a la Pasión de Cristo. La Orden de los Servitas y la Congregación Pasionista tienen a la Dolorosa como Madre y Patrona de sus institutos.
Iconografía de la Dolorosa.
Probablemente sea la advocación o momento de la vida de María más representado, junto a la Natividad de Cristo. Esculturas, grabados, pinturas, miniaturas... en cualquier apartado de las Bellas Artes encontramos la imagen de la Madre de Dios. Si bien, como apuntaba antes, en origen siempre unida a Cristo, es muy frecuente hallar lienzos e imágenes de bulto que reciben culto fuera del contexto del Calvario. Esta difusión ha hecho que los cánones para representar los dolores de María sean escasos, pues encontramos a la Dolorosa de muchísimas maneras. Si bien, hay puntos que nunca debemos olvidar, para una correcta representación: Por ejemplo, Las Dolorosas miran hacia arriba, el rostro es tenso y llevan, si acaso un pañuelo en las manos (no tienen sentido las espinas ni nada más). En el pecho llevará un puñal, uno solo (el Dolor por excelencia, la espada de la muerte del Hijo).
Otras representaciones (aunque sean llamadas "la Dolorosa" o Nuestra Señora de los Dolores"), que expresan más calma, son sentadas o miran hacia abajo, sostienen espinas o clavos, aluden más a la Soledad de María, donde el dolor es meditado, es sereno y esperanzado. Generalmente aparecen con la cruz vacía, sea al lado, o al fondo, en caso de la pintura. Aparece el corazón con los siete puñales, culmen de todos los dolores de María, y no suelen faltar los instrumentos de la Pasión, contemplados por la Madre. En la pintura puede aparecer acompañada de Juan, la Magdalena, o las mujeres, aunque se prefiere sola. No suele derraar lágrimas. Lo dicho, el dolor es sereno y callado.
No hubo en las épocas románica o gótica un color preciso para María Dolorosa, sino que igualmente vestía de los colores típicos, rojo, azul, verde. Desde el XVI comienza a utilizarse el negro riguroso, copiando el modelo social del luto, y en la imaginería vestida se imita la forma de vestir de las mujeres del momento. Os recomiendo el libro "La Virgen de Luto", completísimo estudio sobre el tema. Hoy en día, a la par que el concepto social del luto desaparece, resurge el morado, en consonancia con Jesús Nazareno o la Cuaresma, apuntan maneras el blanco, azul y el rojo, aunque el negro sigue siendo el color predominante y casi irremplazable.
No faltan en la Dolorosa ciertos patetismos, propios del barroco y que tímidamente retomó el siglo XIX, en el que aparece la Madre a veces tumbada por los suelos, o desmayada entre las mujeres, en un arrebato de dolor, tal vez muy humano y que mueve a compasión, pero que en realidad contraviene a los escritos de los clásicos, que siempre han visto a la Madre de pie, con todo lo que esta expresión comporta. Es decir, traspasada de dolor, pero firme y fiel. Como suelen ser las madres. Ya clamaba contra estas representaciones el mercedario Fray Juan de Ayala en su delicioso (aunque demasiado estricto) "El Pintor Christiano y Erudito o Tratado de los Errores que suelen cometerse frecuentemente en pintar y esculpir las Imágenes Sagradas", una especie de norma para los artistas, de acuerdo a espiritualidad, la moral y la visión teológica tradicional de la Iglesia.
Dolorosa. Mirskofen, Alemania. Siglo XVIII |
"Mas extrañeza causaría el ver la Imagen de la Virgen Santísima, que estaba en pie junto a la Cruz de Jesu-Christo su Hijo, como nos lo dice el Evangelio de S. Juan; si de antemano hombres gravísimos, y doctísimos con mucho peso de razon, y autoridades de los Santos Padres, no hubieran destruido la vana opinion de algunos, que pintaban a la Sacratísíma Virgen (como yo he observado mas de una vez en pinturas antiguas) no estando en pie junto á la Cruz, como convenía, sino postrada en el suelo, padeciendo delíquios y desmayos, y casi sin sentidos: midiendo el hecho por su antojo, y segun su propia debilidad, y flaqueza; no por el valor y constancia de tan gran Virgen. Confieso que ya rara vez vemos esto en las imágenes y pinturas de Cristo crucificado: pero lo que acaso es peor, se oyen algunas veces Predicadores, los quales teniendo celo, pero un celo, que como dice el Apostol, no es arreglado a la ciencia, predican ígnorantemente al pueblo estas u otras cosas semejantes: sin embargo de que todo lo dicho, por no decir otra cosa peor, son boberías y hablillas de viejas que antiguamente habían cundido tanto (...)
Ya mucho antes habían reprehendido este modo de pensar o de errar los Santos Padres. San Ambrosio dice: 'Pero María, portándose con no menor fortaleza que la que correspondía a la Madre de Jesucristo, por mas que huyeron los Apóstoles, ella estaba en pie ante la Cruz, mirando con piadosos ojos las llagas de su Hijo'. (...) No puedo menos de poner aquí las palabras de un erudito escritor [Mateo Callen], que dice así: '¿Quién podrá sufrir la, casi diría, impiedad de los pintores o de algunos hombres mal intencionados, que nos representan haberse arrancado la Virgen los cabellos, afeado el semblante, golpeado el pecbo, haber caído en tierra, y padecido deliquio; de suerte que faltándole solo el expirar nos la pintan sostenida en brazos ajenos, como otra qualquiera madre del vulgo?' (...)
Hase, pues, de pintar a la Virgen Santísima, triste sí, pero con mucha modestia, y estando constantemente en pie junto a la Cruz, como con expresas palabras lo dice el Evangelio: mas, sobre si derramó, o no , algunas lágrimas, es cosa que se puede dudar, en especial por negarlo abiertamente un Autor gravísimo, como es San Ambrosio, con aquellas palabras tan sabidas: "Stantem lego, flentem non lego" ('De pie' leo; 'llorar' no leo). A mí me parece que no hay inconveniente en afirmar, ni tampoco en pintar a la Santísima Virgen saltándole piadosas lágrimas de sus ojos. (...) Por lo que respeta a San Ambrosio, se puede responder que este tan gran Santo no aprobó el que se dijera de la Virgen ejemplar, y modelo de valor, de constancia, y de modestia , que rompió en desmedidos lloros, y aullidos mujeriles; pero que no le negó el que derramase quietas y piadosas lágrimas.Algunos han tratado sobre el lugar donde debía colocarse á la Virgen en la tabla o pintura de Cristo crucificado; ni faltaron quienes han dicho que se le debía poner á la izquierda del Señor: yo juzgo lo contrario, siguiendo la costumbre común y recibida de pintarla a la derecha, en medio de Cristo y del Ladrón convertido: a que se agrega una razón y pía conjetura; a saber, porque era justo que entre Jesús, y el pecador convertido, y ya hecho justo, estuviera de por medio la Inmaculada Virgen y mediadora entre los hombres".
A 15 de septiembre además se celebra a
Santo Domingo "in Soriano".
San Rolando de Parma, ermitaño.
Beato Camilo Constanzo, jesuita, y compañeros mártires.
Muchas gracias por mencionar nuestro poryecto "La Virgen de luto" en esta interesante entrada. Enhorabuena por esta página, quedamos a vuestra disposición.
ResponderEliminarNo hay de que. Es un placer leer ese estudio, además práctico, pues hacéis lo que nadie hace, no solo decís como se viste, sino que enseñáis a hacerlo mediante los patrones. Tenéis mucho mérito.
ResponderEliminarEs curioso que la fiesta del Santo Nombre de María tuviera que ser trasladada de su primitiva fecha del 15 de Septiembre para evitar que coincidiera con la celebración de la Octava de la Natividad de María y finalmente esa fecha fuera ocupada por otra celebración mariana, la de los Dolores, que -como señala el artículo- litúrgicamente (aunque en muchos sitios no devocionalmente) ha eclipsado a la del Viernes de Dolores.
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