martes, 14 de abril de 2015

De puente en puente...

San Benezet de Avignon, pastor, constructor de puentes. 14 de abril, 18 de marzo (primera traslación), 3 de mayo (segunda traslación), 26 de marzo (tercera traslación) y 1 de enero (cuarta traslación).

Nació en Villard, un pueblo de Vivarais, en 1165 y fue llamado Benito, aunque pronto se le conoció como "benezet" osea, "pequeño Benito". Quedó huérfano de padre muy pronto y su madre le encargó cuidar el rebaño. El 3 de septiembre de 1177, cuando tenía 12 años, de repente ocurrió un eclipse de sol y en medio de la oscuridad, se oyó la voz de Dios que dijo: 

"Benezet, hijo mío, obedece a mi voz, y apresta tu oído. No temas, yo soy el Señor Creador del cielo, de la tierra, el mar y todo lo que contiene. Quiero que salgas de aquí, dejes las ovejas de tu madre;  y vayas a construirme un puente sobre el Ródano”.  “Señor –respondió el niño- yo no sé que es el Ródano, ni me atrevo a abandonar el rebaño de mi madre”. "Te lo he dicho, no temas, yo guiaré las ovejas hasta el granero y te guiaré a ti hasta el Ródano". “Pero Dios, solo tengo tres monedas, ¿cómo voy a construir un puente con eso?”-terció Bezenet. “Tú ponte en camino, yo lo haré todo”-respondió Dios.

Benezet obedeció al momento y siguió el primer camino que vio ante él. Pronto un ángel se le apareció, ataviado como peregrino, y le dijo: "Sígueme sin miedo, hijo mío, te llevaré a donde necesitas ir a construir un puente para el Señor”. Llegados a Avignon, el ángel le señaló que aquel era el sitio indicado, mandándole fuera al obispo a comunicarle su misión. Benezet vio una barca y le pidió al barquero le llevara al otro lado, este le exigió el estipendio común: tres monedas. Benezet le suplicó por Dios y la Virgen María lo llevara, que ella le recompensaría, pero el barquero, judío a la sazón, le soltó “la tal Virgen María que no tiene ningún poder en el cielo ni en la tierra; prefiero tres monedas". El niño le dio las únicas monedas que tenía y el barquero le cruzó.


Llegó a la catedral, frente al obispo, subió al altar y dijo: “Escuchadme todos, Dios me ha enviado ante usted para construir un puente sobre el Ródano". El obispo, indignado, lo mandó apresar y que fuera llevado frente al preboste de la ciudad, ante el cual Benezet repitió sus palabras. El hombre se rió de él, tomándole por loco, pues si ni los romanos, ni San Carlomagno (28 de enero y 29 de diciembre) habían podido acometer esa obra, como iba un pequeñajo como él a hacerla. A la insistencia del niño, el gobernador pretendió pasarse un rato de risas y le conminó a que intentara mover una enorme piedra que había en su palacio desde el tiempo de la dominación romana y que ni con caballos y bueyes había podido ser movida. “Si puedes moverla - le dijo – yo creeré en ti y te daré todo lo que necesites para tu puente”. Y allá fueron, acompañados de una multitud, pues a estas horas, ya había corrido la noticia por la ciudad, sobre el pequeño que quería hacer un puente por mandato de Dios. Benezet aceptó la propuesta y lleno de confianza en Dios se arrodilló frente a la piedra, trazó la señal de la cruz y levantándose, la puso sobre sus hombros como si no pesara nada. Inspirado por Dios, comenzó a caminar hasta llegar al río, adonde la lanzó, para que sirviera como base del puente. El gobernador y el obispo se arrodillaron ante el niño, le besaron las manos y le dieron dineros para que comenzara su obre inmediatamente. El pueblo se sumó a la iniciativa, tan importante para la economía y el progreso de la ciudad y en pocos días juntaron 5000 monedas.

Benezet comenzó su obra muy pronto, estableciendo una comunidad de hombres devotos, los “Hermanos del Puente”, para ayudar a los trabajadores, socorrer a los heridos y administrar los trabajos del puente. Benezet fue nombrado “ministro de trabajo del puente”, a tenor de las leyes y privilegios emanados de la construcción del puente, que se conservan perfectamente. En 1181 la comunidad se estableció en una casita situada sobre el primer arco del puente, edificado sobre la piedra del milagro. Allí acogían a peregrinos y entusiastas de la obra de Dios, como se consideraba al puente. Bezenet no solo trabajaba con sus manos, sino que dedicaba tiempo a la oración y la penitencia, a la caridad y el socorro a los necesitados. Más de una vez le vieron en éxtasis, orando suspendido sobre el puente, con el rostro resplandeciente y bello como un ángel. Varios milagros realizó, como resucitar a uno que había sido aplastado por una piedra, sanar a dieciocho heridos y cojos, etc.

El puente de Avignon en la actualidad.
Siete años más duró Benezet frente a las obras del puente, alentando, trabajando y llevando a Dios a los demás con su palabra y ejemplo. No pudo ver terminada su obra, pues el 14 de abril de 1184, con 19 años, Dios le llamó a sí. Quiso el obispo enterrarle en la catedral, pero conociéndose la voluntad del santo joven de ser enterrado junto en la capilla de su puente, dedicada entonces a San Nicolás, situada entre el segundo y el tercer tramo. Allí le llevaron solemnemente, acompañándole el clero, la nobleza y el pueblo. Depositaron las reliquias en el altar y la tumba se convirtió en meta de peregrinos y fuente de milagros, la mayoría bien documentados en los archivos de Avignon. En 1245 el papa Inocencio IV pasó por Avignon rumbo al I Concilio de Lyon, y enterado de su vida, virtudes y milagros, le canonizó allí mismo, mediante una bula escrita en el momento. Es patrono de los ingenieros, arquitectos y constructores de puentes.

El puente no sería termiado hasta 1188 y aún hoy es un prodigio de la ingeniería medieval, y Monumento Nacional. En el siglo XV se reformó la capilla del santo, al estilo gótico, y se dividió en dos, creando una capilla superpuesta a la otra. Fue padeciendo guerras, transformaciones, reparaciones apresuradas. En 1602 cayó un arco, en 1650 otro. En 1669 el duro invierno creó grande témpanos de hielo, uno de los cuales se desprendió y arremetió contra la capilla, dejándola en riesgo de derrumbe. Ante esto, el 18 de marzo se trasladaron las reliquias al hospital del puente, controlado por Roma. El cuerpo su vio incorrupto y emanando un dulce olor. Podían distinguirse los rasgos faciales, el interior de la boca se veía fresco y el vientre lleno. Fue colocado en una caja nueva, forrada en plata y tela brocada y expuesto al pueblo, ante lo que hubo que poner guardias, por el afán de muchos de arrancar reliquias. Varios prodigios se anotaron, como el de la curación de niño de tres semanas que no podía succionar del pecho. 

Luis XIV, a quien poco le importaban las reliquias, pero quería fastidiar, al saber que el santo había sido trasladado sin permiso real, mandó fueran transferidas al monasterio de los monjes celestinos, bajo tierra francesa. El obispo se quejó de lo apresurado del traslado y las causas que lo motivaron, así que le conminó que el rey arreglase el puente y la capilla, para que las reliquias no irían adonde debían: a su capilla original. La traslación a los celestinos se hizo el 3 de mayo de 1672. Luis XIV, presionado por el Concejo y por el papa, se comprometió a la restauración del puente y la iglesia para que el santo regresara a su sitio. El 26 de marzo de 1674 se efectuó esta tercera traslación, con predicación, octava y funciones solemnes. Lamentablemente, en 1793 las reliquias fueron profanadas por revoltosos, con el consentimiento de algunos sacerdotes juramentados al régimen. Algunas fueron salvadas por personas piadosas, que se dispersaron con ellas, perdiéndose la mayoría hasta 1846, en que aparecieron algunas, que se colocaron en una caja sellada a la veneración del pueblo, como el culto al santo merecía. El 1 de enero de 1854 se efectuó la última traslación de las reliquias, en el marco de una misión popular predicada por los capuchinos. Fueron llevadas solemnemente a la iglesia de San Didier. Una pierna fue llevada a su capilla primitiva en el puente, donde se venera aún. Otras fueron repartidas por varias iglesias y seminarios. 

En cuanto a los “Hermanos del Puente”, luego de la muerte de Benezet, fueron constituidos como orden religiosa, Juan Benedicto, sucesor de Benezet fue elegido prior y sus miembros profesaron los tres votos comunes a todo instituto religioso, añadiéndole un cuarto voto: servicio a los viajeros y dedicación de por vida a reparar el puente cuando fuera necesario.  Eran maestros de albañilería, enfermeros, y enseñaban sus artes a los aprendices de día, y de noche oraban y atendían a los peregrinos. En 1222 tuvieron su primer presbítero, el Hermano Elías Barjols, que había sido pintor y músico antes de entrar en la comunidad.

Vivían de limosnas y su trabajo de enseñanza y la construcción de otros edificios como el Hospital del Espíritu Santo (donde tendrían otra comunidad desde 1310), el puente de Mirabeau y la capilla de Santa María Magdalena. Con el paso del tiempo obtuvieron varias donaciones, parte en los derechos de pontazgo y, como suele suceder, al llegar el alejamiento de la pobreza primitiva, comenzaron los problemas. Se hicieron poderosos, el sentido monástico se fue perdiendo y se convirtieron en administradores del puente. En 1233 les tildan de abusadores con los pontazgos, en 1260 el obispo es nombra un canónigo como superior para que les reforme y les lleve al fervor primitivo, pero muere pronto. En 1270 tendrán otra comunidad en Toulouse, y ese mismo año pretenden unirse a los caballeros templarios, lo que les fue negado. En 1284 se unirían a la Orden de San Juan de Jerusalén (de Malta). En 1488, la comunidad del hospital del Espíritu Santo emanaba fervor y disciplina religiosa y fueron admitidos a las órdenes sagradas, y se les comienza a llamar “padres blancos”, por su hábito blanco con dos arcos rojos en el pecho, simbolizando el puente. No hay que confundirlos con los Padres Blancos misioneros en África y que son llamados así por el mismo motivo.

Fuente:
-"Histoire de Saint Bénézet et des Frères de l'Ouvre du Pont d'Avignon". Agustín Canron.



A 14 de abril además se celebra a

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