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domingo, 26 de febrero de 2017

Del primer antiarriano.

San Alejandro de Alejandría, obispo. 26 de febrero, 29 de mayo, Iglesias Ortodoxas, y 17 de abril, Iglesia Copta.

Alejandro nació sobre 250, y desde joven se consagró al servicio de Cristo. Sozomeno dice que era conocido por su afabilidad y mansedumbre. En 313, luego de la muerte de San Aquilas (13 de junio), nuestro santo fue elegido patriarca de Alejandría. Un día, habiendo terminado las fiestas de la celebración del martirio de San Pedro I de Alejandría (26 de noviembre y 9 de diciembre, Iglesias Orientales), se fue a comer con sus clérigos. Vio por su ventana a unos niños que remedaban ser sacerdotes y realizaban un bautismo. Fijándose en el que oficiaba de obispo y lo correcto de sus ceremonias, les llamó e interrogó, admirándose de que todo lo habían hecho conforme a las normas litúrgicas, y comprendió lo que valía aquel chico y se encargó de su educación y cuando ya era un joven instruido y piadoso, Alejandro lo ordenó de diácono sobre 320, y le eligió como su secretario. Ese niño era el gran San Atanasio (2 de mayo). 

Alejandro fue el obispo al que tocó la época de tránsito entre las persecusiones y la anhelada paz con el Imperio. Pero esta paz trajo otros problemas internos para la Iglesia que Alejandro heredó de sus antecesores Pedro I de Alejandría y Aquilas: En Egipto las persecuciones habían sido brutales, provocando esclarecidos mártires y conocidas deserciones y apostasías. Una vez terminada la persecución, Pedro había sido implacable con los "lapsi", aquellos que habían aparentado ser idólatras por temor al martirio. Entre ellos estaba Melecio, obispo de Licópolis de Egipto, que había sacrificado a los dioses por conservar la vida. Pedro le depuso de su sede y Melecio, en lugar de reconocer su culpa y aceptar la pena, creó un cisma junto a sus seguidores. Pedro intentó reducir a los cismáticos, pero nada logró. Como dije, Alejandro heredó este problema, pero él no siguió la estela de rigor de su maestro, sino que propugnaba por perdonarles. Tampoco obtuvo nada, pues los melecianos, a los que no hay que confundirles con los otros "melecianos", seguidores de San Melecio de Antioquía (12 de febrero), aún dieron guerra bastantes años más.

Una leyenda le quiere presente junto a San Aquilas en el martirio de Pedro I de Alejandría, en compañía del diácono Arrio. Pedro les habría advertido del mal que el Arrio habría de traer a la Iglesia, por medio de la visión de Cristo vestido con una túnica rota. Por ello les advirtió que no debían admitirle a la comunión de la Iglesia, de la cual él le había excluido por su afinidad con los melecianos. Ciertamente podemos dudar de semejante leyenda, porque fue Aquilas el obispo que ordenó presbítero a Arrio, cosa impensable de haber sido cierto la narración previa. Cuando Arrio, sobre 318, comienza la enseñanza de su doctrina herética, que negaba la divinidad de Cristo y su inferioridad con respecto al Padre, nuestro Alejandro, ya obispo, reacciona pronto, intenta que Arrio reconozca sus peligrosos errores, con gentileza le exhorta y corrige, pero no logra nada. Entonces escribe al papa San Silvestre (31 de diciembre) y a todos los obispos de Oriente. Alerta del peligro de la herejía y su rápida extensión. Convoca un sínodo y, preventivamente, condena el error. El emperador San Constantino (21 de mayo) toma cartas en el asunto y convoca el Concilio en Nicea, en 325. Allí brilla San Atanasio, al que Alejandro da la encomienda de abogar en su nombre por la fe católica. El concilio, para evitar cualquier confusión en el futuro, añade al Credo la palabra "homomisios", o sea, que define a Cristo como Dios y consustancial al Padre.

El santo levantó una bellísima, según las descripciones antiguas, iglesia dedicada a San Teonás (23 de agosto), obispo de Alejandría. San Alejandro murió el 26 de febrero (o el 17 de abril, que dudas hay) de 326 y como era su deseo, San Atanasio fue elegido su sucesor.


Fuentes:
-"La leyenda de oro para cada día del año". Volumen II. PEDRO DE RIBADENEIRA. Barcelona, 1861.
-"Vidas de los Santos". Tomo II. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.


A 26 de febrero además se celebra a 





sábado, 26 de noviembre de 2016

San Pedro Alejandrino, el mártir.

San Pedro I de Alejandría, obispo y mártir. 26 de noviembre y 9 de diciembre (Iglesias Orientales).

En el año 300, luego de la muerte del Patriarca San Teonás (23 de agosto), fue elegido Pedro en su lugar, siendo que desde niño había sido discípulo suyo. Su elección ocurrió en medio de la persecución de Maximiano y Galerio, entre 284 y 305, por lo que tuvo que huir de Alejandría. Dedicó su destierro a la consolación de los confesores, la asistencia a las viudas y huérfanos, las visitas a las cárceles y el sostenimiento de los pobres. Animaba a los mártires y confortaba a los que habían caído en aparentar idolatría por salvar la vida.

Una vez terminada la persecución, fue implacable con los "lapsi", aquellos que habían aparentado ser idólatras por temor al martirio. Entre ellos estaba Melecio, obispo de Licópolis de Egipto, que había sacrificado a los dioses por conservar la vida. Pedro le depuso de su sede y Melecio, en lugar de reconocer su culpa y aceptar la pena, creó un cisma junto a sus seguidores. Pedro intentó reducir a los cismáticos, dispuso penas canónicas y misericordia para los que se arrepintiesen, exhortó, escribió, oró… pero nada. Aún en época de San Atanasio (2 de mayo), el problema de estos "melecianos" continuaba. No hay que confundirles con los "melecianos" seguidores de San Melecio de Antioquía (12 de febrero).

Aunque su martirio fue cierto, está mezclado con narraciones legendarias tardías: En 308 reanudó la persecución de Maximiano y Daya, y Pedro fue preso. Y los cristianos respondieron con entereza a aquello: acudieron en masa a la cárcel a presentarse como cristianos. Presbíteros, mujeres, aún niños se presentaron. El tribuno quedó admirado de aquella comitiva que apareció a morir con su obispo, y que le cuidaban y protegían. Temía el hombre un motín, cuando aquellos solo querían padecer martirio con su pastor y entrar de su mano al cielo. 

La leyenda del siglo X, no confirmada por la historia, dice que el célebre hereje Arrio era diácono suyo, al que Pedro había amonestado y excomulgado por sus ideas peligrosas contra la fe. Apareció Arrio allí entre los cristianos, aparentando ánimo de reconciliarse con Pedro, pero en lo que realidad quería era aparecer como católico, para que antes del martirio del santo obispo, este le eligiera como sucesor suyo en la sede de Alejandría. Pero Dios ya había "tomado cartas en el asunto". Cuando Pedro vio a Arrio, llamó aparte a los presbíteros Aquilas y Alejandro y les dijo: "Soy un gran pecador, pero aun así sé que la piedad de Dios me dará la corona del martirio. Después de mi muerte, vosotros seréis dos columnas en la Iglesia de Jesucristo. Los dos me sucederéis, uno después de otro, en la silla patriarcal de Alejandría: Aquilas será el primero, y Alejandro el segundo. Así me lo ha prometido el Señor; y para que no creáis que duro mi corazón al no reconciliar a Arrio con la Iglesia, os diré lo que me ha ocurrido: se me apareció Cristo en figura de un niño de doce años extremadamente hermoso: estaba vestido de una túnica larga, rasgada de arriba abajo, por lo que le pregunté: Señor, ¿quién fue el impío que despedazó vuestra túnica? Y me respondió: Arrio fue el que la rasgó, al tiempo que me ordenó que no le admitiese a la Iglesia nuevamente. Yo he cumplido ya con mi misión, y solo me queda dar cuenta a Dios. Si vosotros faltaseis a la vuestra, vosotros solos seréis responsables de vuestra cobardía o de vuestra desobediencia". Aunque este hecho sea legendario, efectivamente, obispos y sucesores de Pedro I en la sede fueron los obispos San Aquilas (13 de junio) y San Alejandro (26 de febrero). Para más duda de semejante leyenda, fue Aquilas el obispo que ordenó presbítero a Arrio, cosa impensable de haber sido cierto la narración previa.

Visión de Cristo.
Una vez que Pedro húbose entregado totalmente en manos de Cristo, por caridad con su grey, pidió al tribuno que no le sacase al martirio delante de todos sus fieles, sino que hiciese un boquete en la pared trasera de la cárcel y por allí, en silencio, le llevase al martirio. Así lo hicieron, le sacaron por la pared y le llevaron a las afueras de la ciudad, al mismo sitio, según la leyenda, donde había sido martirizado el evangelista San Marcos (11, Iglesia griega, y 31 de enero, traslación de las reliquias a Venecia; 9, 25, y 30 de abril, Iglesia Copta; 25 de junio, invención de las reliquias, 23 de septiembre, 3 Octubre, 8, y 30 de octubre, Iglesias Orientales) y donde Pedro pudo orar un rato. al cabo, inclinó la cabeza ante los soldados, pero ninguno se atrevió a dar el golpe, hasta que por cinco monedas de oro (ofrecidas por el santo, según la leyenda) uno le decapitó. Era el 26 de noviembre de 311. Una vez se supo del martirio, el clero y los fieles recogieron su cuerpo, le revistieron con sus ornamentos episcopales y le sentaron en la silla de San Marcos, en la cual, siempre según la leyenda, Pedro jamás había querido sentarse por hallarse indigno. Allí recibió el homenaje de todos sus fieles durante días. Finalmente fue sepultado y su tumba fue meta de peregrinos durante siglos. El aniversario de su martirio lo solemnizó su sucesor Alejandro, de quien ya hablamos. 

Se le atribuyen algunas obras sobre la penitencia, o la condena de la creencia herética sobre la preexistencia del alma. Pero probablemente sean posteriores y apócrifas. Algunas fuentes mencionan a tres obispos llamados Hesiquio, Pacomio y Teodoro, como compañeros suyos en el martirio, pero algunos menologios griegos, los ponen como compañeros de San Fausto, igualmente a 26 de noviembre.


Fuentes:
-"La leyenda de oro para cada día del año". Volumen XI. PEDRO DE RIBADENEIRA. Barcelona, 1865.
-"Vidas de los Santos". Tomo XIV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.


A 26 de noviembre además se celebra a  
San Conrado de Constanza, obispo
San Stelian de Adrianópolis, eremita.

domingo, 20 de diciembre de 2015

San Filogonio, el elogiado.

San Filogonio de Antioquía, obispo. 20 de diciembre.


Filogonio falleció santamente el 20 de diciembre de 322, a los cinco años de ser obispo, y lo que de él santo conocemos, lo describe bellamente un sermón de San Juan Crisóstomo (27, traslación de las reliquias a Constantinopla, y 30 de enero, la Sinaxis de los Tres Patriarcas; 13 y 14 de septiembre, 13 de noviembre, Iglesias Orientales; y 15 de diciembre, consagración episcopal). El santo obispo predicó la memoria de Filogonio el 20 de diciembre del año 386, celebrando su aniversario, en el marco de la cercana fiesta de Navidad. Más que una homilía biográfica sobre el santo, versa sobre los bienes que ha alcanzado este, sobre la conveniencia de celebrar las memorias de los santos, admirando e imitando sus virtudes. Un gran texto que trae a demostrar la devoción a los santos en un tiempo tan antiguo como el siglo IV:

…la fiesta del bienaventurado Filogonio, cuyo día hoy celebramos, arrastra nuestra lengua a la consideración de sus beneficios. Y no hay sino obedecerla. Porque, si quien maldice a su padre o a su madre sufre la muerte, es claro que quien los bendice recibirá los premios de la vida eterna. Y si para con quienes son nuestros padres según la naturaleza debemos mostrar tan grande caridad, mucho más debemos tenerla para con aquellos que son nuestros padres en el espíritu; sobre todo, si tenemos en cuenta que nuestros discursos en nada hacen más gloriosos a los que ya murieron, mientras que a nosotros, los que aquí nos hemos congregado, tanto a los que hablamos como a los que escucháis, nos hacen mejores. Porque este bienaventurado, una vez trasladado a los cielos, para nada necesita de las alabanzas de los hombres, puesto que ha ido a gozar de una suerte mejor. En cambio nosotros, los que aún estamos en este mundo y necesitamos de muchas exhortaciones, nosotros sí que tenemos necesidad de sus encomios, con el fin de excitarnos a su imitación. Por lo cual un cierto sabio decía: ¡La memoria del justo con alabanzas! Y esto no como si los que ya murieron sacaran de ahí alguna grandísima utilidad, sino los que aún viven. En consecuencia, puesto que tan crecido lucro nos viene de hacer esto, obedezcamos y no nos rehusemos”. (…)
Fue, en efecto, el día de hoy trasladado a aquella vida tranquila que no sabe de perturbaciones, y llegó ya con su navecilla a sitio en donde no puede temer los naufragios, ni las tristezas, ni los dolores. Ni ¡cómo maravillarse de esto si aquel lugar está inmune de toda molestia! (…) yo en gran manera me congratulo por la felicidad de este bienaventurado. Porque fue llevado de aquí y abandonó nuestra ciudad, pero fue a otra ciudad que es la de Dios; y alejado de esta iglesia llegó a aquella otra que es la de los primogénitos inscritos en el reino de los cielos; y habiendo dejado los festejos de acá, pasó a celebrar los de los ángeles. (...)
¡A esta suerte feliz y que no está sujeta a la ancianidad, pasó hoy el bienaventurado Filogonio! ¿Qué discurso habrá, pues, digno de este varón a quien Dios se ha dignado conceder suerte tan feliz? ¡Ninguno! Pero, ¡ea! ¡dime! ¿Por esto habremos de callar? Mas, entonces ¿para qué nos reunimos? ¿Nos excusaremos diciendo que no es posible alcanzar con nuestros discursos la grandeza de sus hazañas? Pues por esto precisamente se ha de hablar; porque es esta la mayor alabanza suya: ¡que las palabras no puedan igualar a sus hechos! Los hechos de aquellos que superan a la mortal naturaleza, es manifiesto que también superan a la humana elocuencia”.

Como dije, el Crisóstomo no da muchos datos biográficos, alegando que San Flaviano, patriarca de Constantinopla (21 de febrero) y cuarto sucesor de Filogonio, hablaría del santo a continuación, y por ello corta el discurso encomiástico a la mitad, para seguir hablando sobre cómo prepararse a la Natividad del Señor. Mala decisión, pues el sermón de Flaviano no nos ha llegado, tal vez no lo escribió. Pero algo se puede saber: era Filogonio un seglar dedicado al derecho, viudo y con una hija, cuando en 319 fue elegido por el clero como obispo de Antioquía. Si como letrado brillaba por su amor a la verdad, la rectitud y la defensa de los pobres, como obispo no se quedó detrás. Su primera etapa como obispo estuvo inmersa en las persecusiones de Maximino y Licinio, en las que confesó su fe, padeció algunos tormentos y cárcel por ella. Llegada la paz de Constantino, no solo defendió la fe, sino que se preocupó por la extensión de esta, predicando, exhortando y convirtiendo a muchos a Cristo. Se enfrentó a Arrio y su herejía que negaba la divinidad de Cristo, junto a San Alejandro de Alejandría (26 de febrero) y otros prelados, defendiendo a su grey de los errores contra la fe católica, pasando de la defensa terrenal a la celestial. El mismo Crisóstomo lo apunta:
…que haya sido Dios quien eligió a éste, es manifiesto por la misma pureza de sus costumbres; puesto que, habiéndolo sacado de en medio de los tribunales lo colocó en este trono. ¡Tan honorable y preclara fue su vida anterior, allá cuando vivía con su mujer y su hija, y se ocupaba en el foro! Y de tal manera venció al mismo sol con su esplendor que apareció desde luego digno de esta magistratura; y así fue trasladado del tribunal profano al sagrado tribunal. Allá defendía a los hombres contra los hombres; y a quienes eran oprimidos de quienes les armaban asechanzas, y los hacía triunfar de los que les hacían injusticia; acá, en cambio, en cuanto vino, defendió a los hombres de los demonios que los acometen”.


Fuentes:


-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.


A 20 de diciembre además se celebra a 
Santos Ammon y compañeros mártires.
Beata Margarita del Espíritu Santo, virgen dominica


Y se canta la cuarta de las Antífonas Mayores de Adviento: O Clavis David.

Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...