San Vivien de Saintes, obispo. 28 de agosto y 13 de enero (traslación de las reliquias).
Según la "Miracula Sancti Viviani", este era hijo de un
pagano y de una cristiana llamada Maurella. Aunque fue educado en las
costumbres y tradiciones galo-romanas, el paganismo no hizo mella en él, y a
los 16 años, con alegría de su madre, fue bautizado por San Ambrosio de Saintes
(28 de agosto). Su mente despierta y las influencias de su padre le hicieron
escalar puestos en el servicio público, llegando a ser gobernador de distrito. A
los 33 años, se hastió del mundo, lo dejó todo y se fue adonde su obispo, que
conociendo su piedad y sabiduría, le concedió el presbiterado. Cerca del año
450 Ambrosio murió y el clero y el pueblo eligieron a Vivien para sucederle
como obispo. Aunque se negó, nada pudo hacer al aparecer sobre él una paloma
blanca, que fue tomada por todos como signo de elección divina.
En una fecha incierta, pero antes de 1020, sus reliquias
fueron trasladadas al célebre monasterio de Figeac, competidor en los ámbitos
material y espiritual de la vecina abadía de Santa Fe de Conques. Es en este
contexto en el que se escriben las obras "Miracula Sancti Viviani" y
"Translatio", que rellenan las lagunas que la vida y culto del santo
se tenían, y lo hace con portentos comunes a otros santos, y sin mucha crítica.
En Rouen tiene una iglesia y plaza dedicadas a su memoria.
Fuentes:
-"Office de Saint-Vivien, évêque de Saintes". Rouen, 1845.
-"Les sociétés de l'an mil: Un monde entre deux âges". PIERRE BONNASSIE. Bruselas, 2001.
A 28 de agosto además se celebra a
San Julián de Brioude, mártir.
San Elouan de Bretaña, ermitaño.
Vidriera de la iglesia de Saint Vivien, Rouen. |
Le tocó hacer frente a las dificultades de un Imperio que
hacía agua por todas partes: corrupción, crisis de fe, neo-paganismo, y lo
peor: los bárbaros asolando las fronteras del Imperio y adentrándose en los
territorios cristianos. Se dio todo a todos, al decir de San Pablo, protegiendo
a los refugiados, acogiendo a monjes que huían y fundando nuevos monasterios,
organizando la caridad e incluso los servicios públicos y militares de su
ciudad. También comenzó la construcción de la catedral de San Pedro, que hubo
de interrumpir por la irrupción de los herejes arrianos procedentes de España.
Eran cristianos, pero no se detenían ante cualquier botín que pudieran
arramblar, y con más deseo aún si eran bienes de los católicos. Saintes fue atacado,
y los que no huyeron, fueron apresados y llevados a Tolosa. Con ellos se fue San
Vivien, que desechó el cómodo carro y caballos que le ofrecieron los nobles,
para usar un simple carro tirado por bueyes. Llegados a Tolosa, Vivien veneró
las reliquias de San Saturnino (29 de noviembre). Luego se retiró a un monte,
para hacer oración en soledad y pedir a Dios ayuda e inspiración. Estando allí,
un arriano le robó sus bueyes para transportar lo que había saqueado en
diversos sitios, pero apenas los sacó de la cuadra, quedó paralizado, por lo
que clamó a Dios y pidió perdón al obispo a gritos. Oyéndole Vivien, fue, le
perdonó y el hombre quedó libre. Además, se convirtió a la verdadera fe de Cristo.
Este portento llegó a oídos de Teodorico II, rey de los visigodos,
que quiso conocer a Vivien, para lo cual le invitó a su mesa. Al llegar vio que
la mesa estaba ocupada por obispos arrianos. El rey quiso honrar a todos los
prelados dejándoles beber de su propia copa. Al llegar a Vivien, este le dijo: "Su
Majestad, como líder de la iglesia, solo puedo aceptar esta copa a menos que
cambie a la verdadera Iglesia", y se retiró de la mesa ante el enfado del
rey, para pasar la noche junto a la sepultura de San Saturnino. Esa noche
Teodorico tuvo un sueño en el que le era revelada la santidad y la razón que
tenía Vivien, por lo que a la mañana fue a verle y disculpándose, le ofreció le
pidiese lo que quisiera. Vivien aprovechó para pedirle: “me gustaría diera la libertad
a todo mi pueblo y le devuelva todos sus bienes". Teodorico aceptó y les
dejó libres y con sus posesiones restituidas. Saintes recibió triunfalmente a
su obispo, llevándole en andas a la catedral en construcción. Entre todos se
dieron a la tarea de la reconstrucción de la ciudad, volviendo a la vida
cotidiana.
Pero poco duró la paz: en menos de dos años aparecieron los sajones
ante las puertas de la ciudad. Allí estaban los ejércitos, y cuando ya
socavaban las murallas de la ciudad, de pronto un estruendo de armas y gritos
de soldados desde dentro de Saintes, creó confusión entre los sajones, que
huyeron despavoridos ante aquello. Y fue cosa de milagro, pues los soldados
eran pocos y la mayoría del pueblo estaba orando junto a su obispo, al que “responsabilizaron”
de aquel milagro. Finalmente, puedo concluir la construcción de su amada
catedral, pero supo por revelación que no vería la dedicación. Reunió a su
clero, les dio a conocer su próxima muerte y designó a San Troian (30 de
noviembre) como sucesor. Efectivamente, murió la víspera de la dedicación de la
catedral, celebrándose su funeral a la par que la consagración del templo.
Curiosamente no fue sepultado en la catedral, sino a las afueras de la ciudad,
tal vez con la intención de levantar una iglesia dedicada a su memoria sobre su
sepulcro. Pronto comenzaron los milagros junto a su tumba: paralíticos, artríticos,
lisiados, etc. Entre ellos, una pobre mujer, cuyas uñas crecían hacia adentro
de sus manos ya había quedado imposibilitada de trabajar, visitó al santo, y
haciendo oración halló la sanación de su mal, pudiendo mantener a sus hijos.
Fuentes:
-"Office de Saint-Vivien, évêque de Saintes". Rouen, 1845.
-"Les sociétés de l'an mil: Un monde entre deux âges". PIERRE BONNASSIE. Bruselas, 2001.
A 28 de agosto además se celebra a
San Julián de Brioude, mártir.
San Elouan de Bretaña, ermitaño.
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