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sábado, 9 de abril de 2016

Beata Margarita Rutan, mártir.

Beata Margarita Rutan, virgen Hija de la Caridad y mártir. 9 de abril.

"Jamás me tocarás viva".
Infancia y vocación.
Margarita nació en Metz, Lorena, el 23 de abril de 1736. Fue la octava de 15 hermanos, hijos un cantero y su mujer, profundos cristianos, que educaron a sus hijos en la virtud y la fe cristiana. Además de Margarita, otras dos hermanas, Francisca y Antonia, serían Hijas de la Caridad, además de una sobrina. Su infancia fue dura, incluso fue peón de su padre en los trabajos de albañilería y cantería. A los dieciocho años Margarita sintió la vocación religiosa, encaminada al servicio de los pobres en las Hijas de la Caridad y así se lo confió a su familia, pero esta no quiso hablar del tema hasta la mayoría de edad. Así, el 23 de abril de 1757, a la par que cumplía 21 años, comenzó su noviciado en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad en París. Al instante le encargaron misiones con los enfermos y pobres, a los que servía como al mismo Cristo. 

Religiosa en lo bueno y lo malo.
Terminado el noviciado, la enviaron a Pau, donde pronto organizó una pequeña fábrica de lana junto al hospital en el que servían las Hermanas. Con este telar, dio trabajo a las mujeres viudas o enfermas que no tenían sustento propio. De allí la destinaron a los hospitales de Fontainebleau, Brest, y otros, en los que dio ejemplo de caridad y abnegación heroicos, siendo amada por las gentes sencillas y sus superioras. En 1779 es nombrada superiora de la comunidad que D’Aulan, obispo de Dax quiere se haga cargo del nuevo hospital que ha fundado. Margarita, como buena Hija de la Caridad, organiza, asiste, visita, negocia. En poco tiempo al hospital añade una bella capilla y una escuela para niñas huérfanas o expósitas. Diez años más tarde, en 1789, se unirá a ella su sobrina, la religiosa Ana Sofía, quien será testigo de la vida sacrificada y del martirio de su tía, de lo que dejará constancia escrita. 


Ese mismo año comienza la persecución contra la Iglesia, destruyendo junto a la libertad religiosa, el único socorro que tenían miles de pobres en toda Francia. La ciudad de Dax fue una de las que más padeció los desmanes a los que la Revolución Francesa nunca debió ceder. La Casa de las Hijas de la Caridad, obra preciosa de la Iglesia en la ciudad pronto se convirtió en el centro del odio contra la religión. Era una casa “refractaria”, “oscurantista”, donde “se obligaba a las mujeres a tener votos de esclavas”, a decir de quien no puede ver en el servicio abnegado a los pobres sino una esclavitud, solo porque su falta de religión le impide abnegarse igualmente. El obispo de la ciudad y el capellán de la Casa fueron destituidos por el Comité, y en su lugar nombraron a sacerdotes “juramentados”, o sea, que habían firmado la “Constitución Civil del Clero”, de sonado contenido neopagano y anticristiano. Al verse acosadas en su aspecto externo, Margarita decidió que las religiosas vistieran de seglar, cosa que, en definitiva, es más afín al espíritu de San Vicente de Paúl (27 de septiembre y 26 de abril, traslación de las reliquias). 

Continuaron su trabajo un tiempo más, hasta que en 1792 las Hijas de la Caridad son acusadas de robo de bienes públicos (por aceptar limosnas). En diciembre de 1793 los revolucionarios se presentaron en el hospital y acusaron a nuestra Beata de “fanática” e “incívica”, por continuar una labor religiosa, no dejar de rezar y mantener documentos peligrosos a la Revoclución. Documentos que no eran más que estampas, libros de devoción, etc. No deja de ser irónico que los verdaderos fanáticos del control, la opresión, la injusticia, llamasen fanática a una mujer coherente con su fe y oficio. 

Prisión y martirio.
El 23 de diciembre fue encarcelada, sin más razón que su fe católica y su condición de religiosa, que no hay otra. A principios de abril le confirmaron la acusación y la condena a muerte por contrarrevolucionaria. Margarita solo pidió perdón de Dios para aquellos que la condenaban injustamente. El 9 de abril de 1794 ella y el párroco de Gaube, un anciano sacerdote, fueron sometidos al escarnio público y atadas las manos a la espalda, fueron conducidos a la plaza principal de Dax, centro de las ejecuciones revolucionarias. La plaza estaba abarrotada de gente, mucha de ella asistida o visitada por la condenada. Dos soldados, apenados, se condolieron de la religiosa, y ella los animó, y a uno regaló su reloj y a otro su pañuelo. Subió a la plataforma de la guillotina, y antes de inclinar la cabeza, un soldado intentó quitarle la cofia atada al cuello, pero ella se le encaró y le espetó: “Déjame, ningún hombre me ha tocado jamás y tú tampoco lo harás mientras viva". Al ser decapitada, el infame tomó la cabeza y la abofeteó pretendiendo escarnecerla. En 1795, sustituido el Comité, el Consejo Administrativo de la ciudad reconoce que Sor Margarita había sido sacrificada injusta e inhumanamente. Y que fuera gente que llenaron Francia de absurdos cultos “a la diosa razón”, cambiaran el calendario gregoriano por referencias estacionales, y destruyeran tanto y tanto arte, pues tiene más ironía. En todo caso, si fanática fue, no derramó más sangre que la suya, en contraste con los “libertadores del pueblo”.


Beatificación de Margarita Rutan.
Culto y beatificación.
En 1907 Mn. Touzet, obispo de Aire inició el proceso de canonización, en el cual testificaron incluso juristas expertos en la Revolución Francesa, que dictaminaron que ni siquiera bajo las leyes inicuas y ridículamente fanáticas (esas sí) se podía acusar a Sor Margarita Rutan de delito alguno. En 1909 el proceso se reabrió a petición de Roma. En 1916la causa pasó a Roma, donde, a 24 de enero de 1917 Benedicto XV, firmó la apertura de la causa. En 1918 la Congregación de Ritos ratificó el “non cultu”, una verificación necesaria desde los tiempos de Benedicto XIV, que invalidaba cualquier proceso si el candidato había sido objeto de culto previamente y sin autorización. Esta norma ya no está vigente, pues ciertamente contradice el origen de las beatificaciones, que son precisamente la ratificación de este culto. De hecho, en 1994 la Iglesia de Dax celebró los 200 años del martirio de Sor Margarita Rutan. La Causa durmió en los archivos hasta 1999, en que una comisión histórica comenzó a remover las causas olvidadas. En 2000 el Abbé Devert se hace cargo de la Causa como postulador, para lograr que a 1 de julio de 2010, el papa Benedicto XVI firmara el Decreto de martirio de Sor Rutan. Y fue beatificada en la en la plaza de toros de la misma ciudad que la vio dar su vida por Cristo, el 19 de junio de 2011.


Fuente:
-http://rutan.cef.fr/


A 9 de abril además se celebra a






domingo, 7 de febrero de 2016

"no tengo derecho a perder la caridad"

Beata Rosalía Rendu, virgen Hija de la Caridad de San Vicente. 7 de febrero.

Juana María Rendu nació en 1786, en Confort, Lancrans, Francia. Sus padres Antonio y María eran de clase media, labradores acomodados. En 1789, cuando estalla la Revolución Francesa y los sacerdotes y miembros de la Iglesia refractarios al nuevo orden republicano son perseguidos a muerte la familia Rendu arriesga su vida y bienes acogiendo a algunos sacerdotes y al mismo obispo de Annecy. En este ambiente de persecución, de noche y en el secreto de un sótano, como en las catacumbas, la pequeña Juana María toma la primera comunión. A los 10 años muere su padre y la menor de las hermanas, en un breve lapsus de tiempo. Como es la mayor, deja sus ilusiones de estudiar, para hacerse cargo de dos hermanas pequeñas y ayudar a su madre a sacar la familia adelante. 

En 1794, llegada la paz, su madre la envió con las ursulinas Gex, que acogían niñas en un modesto pensionado, a la par que las instruían en labores y oficios, preparándolas para la vida. Allí la jovencita conoce a las Hijas de la Caridad, que si bien durante la revolución Francesa habían sido toleradas por su acción en favor de los pobres, estaban obligadas a vestidas de civil y no podían admitir novicias. En 1800 el Ministro de Interior, Chaptal permitió recibieran miembros en la “asociación”, ante la evidente escasez de enfermeras que padecía Francia. En 1802, el Ministro de Cultos, Portalis, autorizó la restauración de las Hijas de la Caridad como congregación religiosa. Las demás congregaciones femeninas de vida activa tendrían que esperar hasta 1807. En este entorno de dificultades las conoció Juana María, trabajando incansablemente por los enfermos, los pobres y los niños expósitos. Colabora con ellas, visita a los pobres y les lleva consuelo y ayuda de parte de las religiosas. 

Así se define su vocación, y en 1802 entra con las Hijas de la Caridad de París. Fue de las primeras en ser admitidas luego de la restauración de la Congregación. En 1803, antes de terminar el noviciado le trasladan al deprimido barrio de Mouffetard, donde profesa con el nombre de Rosalía. Las religiosas tenían varias obras, y Rosalía es destinada a la educación y catequesis de los niños y las visitas a los pobres. Pero poco a poco, además de colaborar, Rosalía va poniendo su sello caritativo y organizador. Es despierta, resolutiva, paciente pero firme, cualidades excelentes para una religiosa que trata diariamente con las miserias y la desesperación humanas. 

En 1807, con la total libertad de las Congregaciones religiosas por parte de Napoleón salen a la luz parte de estas miserias humanas: Napoleón, para controlar la actividad de las religiosas, como cosa del Estado, las pone bajo la obediencia del obispo de París, pisoteando al Superior Superior General de los Padres Paúles, hasta el momento superior también de las Hijas de la Caridad. Las monjas se dividen entre ellas. Unas prefieren aceptar la resolución imperial y obedecer al obispo con tal de no padecer otra disolución que podría ser mortal, y otras prefieren abandonar París antes que negarse a traicionar el espíritu y las normas de la Congregación. Entre las primeras se halla Rosalía, que teme la extinción de la Congregación y sobre todo, que los necesitados queden sin protección. La tensión se calma en 1815 con el regreso de los Borbones, que deciden no meterse en esos asuntos, y las religiosas regresan bajo la autoridad del Superior General. Aunque Rosalía había estado entre las "transigentes", fue elegida superiora de la casa. Con el paso de los años a las obras que las Hijas de la Caridad tenían, Rosalía añadirá un horfanato, una escuela, un dispensario, y escuela nocturna para las jóvenes obreras, para las cuales añadieron en breve una guardería matutina. Además, abrió una casa para ancianos abandonados. Se atrae colaboradores, ricos y pobres. Unos aportan dinero, otros brazos y corazón. Se hace rodear de seglares que extienden la obra compasiva según el espíritu de San Vicente de Paúl (27 de septiembre y 26 de abril, traslación de las reliquias), lo que se considera el germen de la Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada posteriormente por el Beato Federico Ozanam (8 de septiembre).

En 1830 estalla la "revolución de julio", y Rosalía se prodiga con los necesitados, atiene a los heridos, protege a perseguidos de uno y otro bando, además de mantener las obras iniciadas. Llega incluso a meterse en barricadas y trincheras, para salvar a los heridos que no podían trasladarse. En su casa hallan refugio algunos sublevados y el Comisionado de Policía, de nombre Gicquel manda arrestarla por hacerlo. Los soldados se niegan, conscientes de que la defenderán con las armas si lo creen necesario. Gicquel se entrevista con la Hermana Rosalía. Le pide que le explique como es que las religiosas violan la ley. Ella responde: "Señor Comandante, soy una Hija de la Caridad, y en todas partes ayudo a los desafortunados. Si usted estuviera siendo perseguido, yo le socorrería, se lo aseguro". "Prométalo", dijo él. "No es necesario" – replicó Sor Rosalía – "una Hija de la Caridad no tiene derecho a perder la caridad". Y Gicquel la dejó en paz. Además, se desvivió con los necesitados en las distintas epidemias de cólera 1831, 1849 y 1854. Y no solo por con su persona, sino con solo nombrarla. En 1831, corrió el rumor que los médicos y farmacéuticos propagaban aposta el cólera, para acabar con los pobres. Que era un plan, vamos, para matarlos. Por ello, los ánimos se caldearon contra los doctores, y la desconfianza se acentuaba. Un día llevaba el doctor Royer-Collar un enfermo al hospital desde Mouffetard, cuando un grupo de vecinos quiere detenerlo y lincharlo. "¡Soy uno de los amigos de la Hermana Rosalía!", grita, y como por ensalmo, le dejan tranquilo, incluso le ayudan a llevar al enfermo. 

"En esta casa no se mata"
En 1848 estalló otra revolución en la que igualmente, Rosalía se volcó con todos los que padecían. Amigos y enemigos, revolucionarios o conservadores, todos los heridos eran acogidos por ella y las religiosas, llegándose a vivir momentos de tensión, pues en varias ocasiones los heridos de uno u otro bando discutían, peleaban e incluso se amenazaban de muerte. Sucedió el 24 de junio de 1848, cuando unos oficiales fueron rodeados por revolucionarios y huyeron refugiándose en la casa de las Hermanas, y estos pretendieron llevárselos a punta de bayoneta. Pero Sor Rosalía arriesga su vida y les impone su ley: "En esta casa no se mata". Los revolucionarios pretenden sacarlos fuera, las religiosas los rodean y la beata se arrodilla ante el cabecilla de los insurgentes y le dice "En nombre de todo lo que por ustedes, sus esposas e hijos he hecho, te ruego perdones la vida de estos hombres". Los sedientos de odio se desarman, sueltan sus bayonetas y algunos lloran. El que antes quería matar, le dice estupefacto: "¡Pero Hermana, ¿quién eres tú?!" "Señor – fue la respuesta – sólo soy una Hija de la Caridad. Sólo eso".

En otra ocasión puso en jaque a un poderoso, en aras de la caridad: en su escuela había una niña que lloraba constantemente porque su padre estaba preso. Sor Rosalía, informada que había sido una injusticia, y el hombre era bueno y trabajador, se propuso liberarle. Y un día en el que el general Cavaignac, que apreciaba a Sor Rosalía, visitaba el colegio, nuestra beata tomó a la niña de la mano, la plantó delante del militar diciéndole "Hija mía, este hombre puede liberar a tu padre, si quisiera".
"¡Oh, Señor – dijo la niña – devuélveme a mi padre! Le necesitamos en casa" "Pero él debe haber hecho algo serio", dijo  Cavaignac. La niña replicó "¡Oh no! Mamá dice que no, y si lo hizo, no lo hará más, te lo prometo, ¡devuélveme a mi padre y te querré siempre!" Y no hay que decir que a los dos días el obrero estaba libre.


Pero esta temeridad caritativa le trajo una reprimenda por parte de los superiores (que incluso la suspendieron como superiora durante 10 días en 1840), por asistir a los rebeldes opositores del gobierno de Luis Felipe. Tuvo apoyos de María Amalia, esposa de Luis Felipe, y Mme. Villette, la gran amiga de Voltaire, el embajador español Donoso Cortés, entre otros, y ganaba para su causa a la élite parisina, cosa que también le valió críticas de las religiosas, que la acusaban de elitista, aduladora de los poderosos, de gustarle el poder, incluso llegaron a comentar que acudía a fiestas y recepciones. Sus vínculos con el célebre arzobispo de París, Denis Affre, le permitió mediar en los asuntos internos de los padres paúles, lo que le valió rencor continuado del General Nozo. Por todo esto, fue duramente criticada por otras religiosas y no pocos padres paúles, que la consideraban imprudente, rebelde a las normas y demasiado dada a la vida activa, sin dedicar tiempo a la oración. Tal vez porque malentendían su famosa frase "Jamás hago la oración tan bien como en la calle". Palabras metafóricas, pues sus cartas demuestran que toda su actividad apostólica procedía de profunda unión con Dios. 

La revolución, mal conducida, llevó a Napoleón III a coronarse en 1851 como “emperador de los franceses”, el cual, en 1852, le concede la “Cruz de la Legión de Honor”, por toda la obra asistencial y apostólica realizada en la paz o en la guerra. En 1854 Napoleón y Eugenia visitaron la guardería y todas sus obras, siendo espléndidos en elogios y donativos. 

La Beata Rosalía en medio de los combates.

En 1856, luego de 54 años en Mouffetard, Sor Rosalía muere, y sus funerales en la iglesia de San Medardo, el 9 de febrero, fueron multitudinarios y muy sentidos por los pobres. Se hizo luto oficial y la ciudad lo vivió conmocionada. Tal vez sería la principal manifestación de que ricos y pobres, todos mezclados despidiendo a su santa protectora, avanzaban con el cortejo. Ese mismo año, en la alcaldía de París se pone un busto de bronce en su memoria. En 1857 se publicó la primera “vita”, que obvió toda la infancia y la juventud de Rosalía, de las que se poseen pocos datos. En 1867 se le dedica una calle, y unos años más tarde se edifica en su barrio una iglesia en su memoria y dedicada, como no, a su santa patrona, Santa Rosalía de Palermo (4 de septiembre). 

Todos recordaban la memoria de Sor Rosalía. Todos, menos por su superior, el General de los Paúles, que no asistió a los funerales, y gran parte de sus hermanas de hábito, que ni la mencionaban. Tendrían que pasar casi 50 años para que el resentimiento con los métodos y acciones controvertidas, más que con su persona, de la beata fueran puestos en su justo lugar. A principios del siglo XX algunos presbíteros de la Congregación de la Misión escriben artículos sobre ella, comprendiendo su entorno y valorando su obra caritativa. Pero no sería hasta 1950 cuando las Hijas de la Caridad rehabilitan su memoria y legado, y solicitan a la arquidiócesis de París la apertura del proceso de canonización. San Juan Pablo II (22 de octubre) la beatificó a 9 de noviembre de 2003.


Fuente:
-“Soeur Rosalie Rendu. Une passion pour les pauvres”. LOUISE SULLIVAN, Archives de sciences sociales des religions. Montreal, 2007.



A 7 de febrero además se celebra a

San Tressan, religioso.
San Ricardo, rey.
San Drien, abad.






viernes, 13 de noviembre de 2015

Santa Agostina, mártir de la caridad.

Pregunta: Ave María Purísima ¡Hola Ramón! ¿Cómo estás? Como leí en tu breve descripción personal, eres apasionado por la vida de los santos, y justo hoy, día de San Agustín, una amiga me saludó por el día del Santo, aunque mi nombre es Agostina. Traté de investigar si existió alguna santa llama Agostina y aparece una religiosa llamada "Santa Agostina Pietratoni", pero me surge la duda de si en verdad era Agostina o Agustina, porque también me aparece con ése otro nombre. Sé que es tan sólo una vocal de diferencia, pero quisiera saber cómo es su verdadero nombre. De paso, avisar cuándo sí sería correcto saludarme por el día de mi onomástico :) Te mando un abrazo en Cristo Rey! Bendiciones

Respuesta: Hola Agostina. Un saludo en Cristo. Gracias por tus amables palabras. Yo bien, aquí. Espero estés bien con la gracia de Dios. La verdad es que los nombres tienen diversas maneras, y siempre son el mismo. Por ejemplo, Amanda, Amata o Amada. O Jaime, Yago, Santiago... Depende de las lenguas y las costumbres. El caso que me consultas, he de decirte que es como te dijeron, Agostina es el mismo nombre Agustina, solo que en italiano se dice Agostina. Y es:


Santa Agostina Livia Pierantoni, virgen y mártir. 13 de noviembre. 

Nació en Pozzaglia el 27 de marzo de 1864 y sus padres se llamaron Francisco y Catalina. Fue la segunda de once hijos y la llamaron Olivia. Tuvo una infancia marcada por el trabajo, la austeridad y la sólida piedad cristiana. A los 4 años, recibió la Confirmación. Siendo de las mayores, fue como una madre para sus hermanitos, a los que educaba y cuidaba. Ese fue el germen de su caridad y paciencia para con los demás. Desde los 7 años supo lo que era el trabajo duro, pues fue asalariada en las obras de la carretera Orvinio-Poggio Moiano, portando pesadas cargas de piedras. Además, trabajaba en casa, en el campo, cuidaba los animales. Fue poco al colegio, pero como era de inteligencia despierta y muy aplicada, adelantaba más que las demás niñas. A los 12 la primera Comunión, y poco después se va a Tívoli, a la campaña de la aceituna con otras jóvenes. Por los peligros de estar fuera de casa, en ambientes poco religiosos, Livia asume el cuidado y la instrucción religiosa de sus amigas. Hacen un grupo virtuoso, que no va a los bailes ni se reúne con los jóvenes. Entre todas hacen frente a los jefes inescrupulosos y poco recatados.

Entre los jóvenes también tenía predicamento Livia, y causaba admiración. Su madre quería un buen matrimonio para ella, siendo hija mayor y de grandes aptitudes, no estaba dispuesta a que tuviera un esposo cualquiera. ¡Y anda si no tuvo el mejor Esposo! Según crecía en edad y madurez, su vocación a seguir a Cristo la conminaba a una opción radical. La caridad y el servicio eran sus impulsos. Después de alguna búsqueda, tuvo acogida entre las “Hermanas de la Caridad” fundadas por Santa Juana Antida Thouret (23 de mayo). El 23 marzo de 1886 entró al Postulantado en la Casa General, en Roma, para prepararse para ser una verdadera sierva de los pobres. Al año siguiente tomó el hábito añadiendo el nombre de Agostina, con el deseo de ser la primera santa de ese nombre (en realidad hay al menos otra y muy anterior, pero ella no lo sabía). Fue enviada al antiguo hospital del Espíritu Santo, una fragua de sacrificio y caridad, donde se forjaron santos como Camilo o Carlos Borromeo. A pesar del gran aporte de la Iglesia a la caridad y la enseñanza, la persecución religiosa en Italia, avanza. El anticlericalismo se confunde con el anticristianismo y todo lo católico huele a monarquía y falta de libertades. El hospital pronto sentirá la injusticia: expulsan a los religiosos capuchinos y se prohíben las imágenes religiosas. Las monjas no son expulsadas por lo probado de sus servicio y el temor a la protesta popular. Agostina logra erigir en un rincón oculto, un pequeño eremitorio con un altarcito y una imagen de la Santísima Virgen, a la que confía su obra, la salud y la paz de sus enfermos. Pide por ella misma, para tener fuerza y paciencia, para no flaquear. Y la Madre de Dios la sostiene, pues la caridad de la Hermana Agostina no tiene límites, por ello se contagia de tuberculosis, enfermedad de la que sana por milagro.

Ella destaca entre todos por su paciencia y amabilidad, incluso con aquellos que son hostiles a la religión y a las monjas. Entre estos hombres ásperos y desagradecidos, que muerden la mano que los ayuda desinteresadamente, llama la atención Romanelli, un hombre obsceno y violento, amigo de crear peleas. Este hombre fue expulsado del hospital, por un desagradable suceso con las mujeres en la lavandería del hospital. Antes de ser echado, tropieza con Sor Agostina, a la que amenaza. Le escribe cartas amenazantes con expresiones como "¡Te mataré con mis propias manos!", o  “no te daré más de un mes de vida!" Y lo llevó a cabo: el 13 de noviembre de 1894, teniendo la religiosa solo 30 años, Romanelli se coló en el hospital y la golpeó fuertemente en la cabeza, asesinando a la religiosa. Las últimas palabras de Agostina fueron para perdonar a su agresor.

El asesinato conmovió Roma, a creyentes y hasta a algunos enemigos de la Iglesia, que sabían de la abnegación y bondad de la hermana Agostina. El pueblo acudió en masa a los funerales, venerando el cuerpo de la mártir de la caridad. Fue beatificada el 12 de noviembre de 1972 por el Beato Pablo VI (26 de septiembre) y canonizada el 18 abril de 1999 por San Juan Pablo II (22 de octubre) y en 2003 fue declarada patrona de los enfermeros italianos.





Fuente:
http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_19990418_pietrantoni_sp.html


A 13 de noviembre además se celebra a
San Bricio de Tours, obispo.
Santa Maxellendis de Caudray, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...