Pregunta:
Dentro de poco es el día mundial contra el Sida y recién me enteré que
San Luis Gonzaga, del que se muy poco, es el patrono contra esta
enfermedad, y no entiendo por que, si el no lo padeció, ni existía el
sida en su época. Espero puedas responderme. Gracias.
Respuesta: Hola. Primero tenemos que saber que a un santo no siempre se le da un patronato porque haya padecido algo parecido a una enfermedad, o haya practicado un oficio. Muchas veces sí, pero no siempre es así. En ocasiones es por asociación, iconografía, y hasta por error. Lee aquí: ¿Como se elige un Santo Patrón?
No importa entonces que San Luis no haya padecido VHI, para que pueda proteger a los enfermos de esta enfermedad. Tampoco importa que en su tiempo el sida ni se pensara, existe hoy y es hoy cuando San Luis intercede por ellos. Los santos viven junto a Dios y este permanece siempre, aunque hayan vivido hace siglos en la tierra, su obra y protección continua hoy en la gloria, ven a Dios, conocen sus intenciones, las nuestras y por ellas ruegan. Así como no existía el VIH en tiempos de San Luis, tampoco existían los cosmonautas en tiempo de San José de Cupertino (18 de septiembre) y no por eso se van a quedar fuera de tener un protector. ¿Que es lo verdaderamente importante? Pues que la presencia de Dios, la esperanza y el consuelo de la fe, llenen cada espacio de la vida del cristiano, y para eso está la protección de los santos, para acompañar esos espacios, momentos o dolores de la vida. Y, visto esto, ¿por que se escogió a San Luis Gonzaga como abogado de los que padecen VIH? Pues vemos un extracto de su vida:
San Luis Gonzaga, novicio jesuita. 21 de junio.
Hay que decir que cuando se lee algo de su vida, se entiende por qué no es un santo popular. Si santidad es difícilmente aceptable, su estilo de vida parece de otros siglos, de otro mundo. Luis nació en 1568, en Lombardía, en una familia prominente y muy influyente en la corte Felipe II. Desde niño vivió en ambientes militares, cuarteles, cuadras y sus juguetes fueron las armas. Y a esto quería destinarle su padre, hacerlo un buen soldado y que alcanzara honor y fama como soldado. Su primer encuentro con la pureza sucedió ahí: repetía las palabrotas y frases de los soldados, sin entenderlas del todo. Bastó que su tutor le reprendiera severamente, para que Luis se avergonzara, y tanto, que durante toda su vida lloró amargamente aquel “pecado horrible”.
A los siete años ya comenzó una vida muy seria de piedad: Recitaba a diario el Oficio Parvo, y otras devociones, siempre de rodillas. A los nueve años, en Florencia, donde estudiaba con sus hermanos, hizo voto de virginidad ante una imagen de la Virgen María. A los trece años recibió la Primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo. En medio de la corte, era una referencia constante al buen ejemplo, a la vida cristiana y la caridad. Y esto, por sus rigurosas disciplinas, como ayunar tres días a la semana, flagelarse con una correa de perros, rezar siempre de rodillas, no encender jamás el fuego, por frío que hubiera. De sus penitencias, por la que es más conocido haciéndolo un santo poco amable, fue jamás mirar a una mujer, ni su madre; solo a la Virgen María en sus imágenes.
Durante una dolorosa enfermedad renal, de la que sanó tarde y mal, se aficionó a leer libros de Vidas de Santos (como Santa Teresa o San Ignacio) y el famoso “Las cartas de Indias”, que narraban la vida misionera de los jesuitas. Y se despertó su vocación al sacerdocio, en la Compañía de Jesús y su primera acción fue dedicarse a enseñar el catecismo a los niños pobres. Trasladado con su hermano a Madrid, como pajes del Príncipe de Asturias, continuó su vida de piedad, mortificación y caridad. Allí, el 15 de agosto de 1583, en la iglesia de los jesuitas, oyó claramente una voz que le decía: “Luis, ingresa en la Compañía de Jesús”. Su madre apoyó enseguida su vocación, pero su padre… mandó le azotaran hasta que desistiera de su idea. Después de mucha batalla que no voy a contar aquí, intercesión de nobles, parientes, clérigos, etc., su padre dio el consentimiento y escribió al General Jesuita, Claudio Aqquaviva. “Os envío lo que más amo en el mundo, un hijo en el cual toda la familia tenía puestas sus esperanzas”.
En 1585, ingresó al noviciado, pero sus penitencias y ayunos le habían estropeado la salud para siempre. Su vida de penitencia se moderó al punto justo, según la época, así como sus horas de oración. En Roma ocupó como celda un hueco bajo una escalera, sin más ventana que una claraboya. Servía en la cocina, fregaba los suelos y era el último de todos. En ocasiones se le vio en éxtasis durante varias horas, con el rostro resplandeciente mientras meditaba en la misericordia y justicia de Dios, su tema favorito de oración.
En 1591 la peste asoló Roma y los jesuitas abrieron un hospital improvisado, donde los religiosos asistían a los enfermos. Luis tomó la tarea de limosnero y luego la de asistir y consolar a los moribundos, limpiando sus llagas, y preparándoles a bien morir. Contrajo la enfermedad luego de cargar sobre sus espaldas a un enfermo que había encontrado solo en la calle. Quedó a las puertas de la muerte, pero sanó, aunque no del todo y, tres mese más tarde, las fiebres le redujeron a la agonía. Cuando podía, se levantaba a besar el crucifijo. Su confesor fue San Roberto Bellarmino, que le alentaba a confiar en Dios y a que no pasaría el purgatorio. El 20 de junio de 1591, recibió la extremaunción, besó el crucifijo, y, a medianoche, dijo “Jesús” y falleció. Sus reliquias están en la iglesia de San Ignacio de Roma. Fue beatificado en 1605. En 1726 fue canonizado por Benedicto XIII, que lo nombró protector de estudiantes y novicios jesuitas. Pío XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana.
Patrono de los enfermos de sida:
En 1991, por las celebraciones por el IV centenario de la muerte de Luis, Juan Pablo II lo proclamó patrón de los enfermos de sida, “la peste moderna”.Y esto, por que? Pues las palabras del papa fueron claras: “por su gran misericordia se dedicó a los enfermos de peste en Roma, en aquel tiempo. Fue así como se contagió y murió tan joven”. O sea, es su caridad, la asistencia a los enfermos, el motivo principal. Ahora, también está la figura de Luis, como santo amante de la pureza y la castidad, lo que también ha sido valorado a la hora de elegir el patronato. Conocido es que el sida se trasmite, principalmente, por las relaciones sexuales, aunque existan otras vías. Y dentro de la vía sexual, son claros factores de riesgo la promiscuidad, la no protección, y el no tener pareja estable. Es ahí donde surge la figura de Luis, como ejemplo de joven casto y que lucha contra el mundo que le rodea. Es el mensaje de la Iglesia frente al contagio del sida: castidad, compromiso, verdadera educación sexual basada no tanto en la información, sino en la formación afectiva. Sabe la Iglesia lo que hace falta: pues más de la mitad de los enfermos de sida del mundo que aún permanecen en sanatorios, están atentidos por religiosos, los tienen cerca.
Afirmaciones exageradas y oportunistas comparan el sida con la peste, como castigos de Dios al mundo pecador, repitiendo la misma ignorancia del siglo XVI. Pero esa no es la intención de la Iglesia al proponer a Luis como patrón de los enfermos de sida, ya que también es patrón de los enfermos que se han contagiado por otras vías, como una transfusión de sangre. No son los enfermos de sida ni más pecadores ni más merecedores de su “castigo” que los que estamos sanos.
Por otro lado están ciertos lobbies o colectivos que se oponen a dicho patronato, diciendo que no es lo que necesitan los enfermos, sino apoyo de la Iglesia, y que esta permita usar condón. Según este argumento, pareciera que los contagiados por causas sexuales son tan catolícísimos que no se atreven a contradecir a la Iglesia en esto y por eso se han contagiado. Si la primera opinión era oportunista, esta es el doble de retorcida y falsa.
El patronato de San Luis, como los demás, está por encima de la forma de vida, o la causa de la enfermedad. Es protección, consuelo y ejemplo.
A 21 de junio además se celebra a
San Ramón de Roda, obispo.
San Albano de Colonia, mártir.
Respuesta: Hola. Primero tenemos que saber que a un santo no siempre se le da un patronato porque haya padecido algo parecido a una enfermedad, o haya practicado un oficio. Muchas veces sí, pero no siempre es así. En ocasiones es por asociación, iconografía, y hasta por error. Lee aquí: ¿Como se elige un Santo Patrón?
No importa entonces que San Luis no haya padecido VHI, para que pueda proteger a los enfermos de esta enfermedad. Tampoco importa que en su tiempo el sida ni se pensara, existe hoy y es hoy cuando San Luis intercede por ellos. Los santos viven junto a Dios y este permanece siempre, aunque hayan vivido hace siglos en la tierra, su obra y protección continua hoy en la gloria, ven a Dios, conocen sus intenciones, las nuestras y por ellas ruegan. Así como no existía el VIH en tiempos de San Luis, tampoco existían los cosmonautas en tiempo de San José de Cupertino (18 de septiembre) y no por eso se van a quedar fuera de tener un protector. ¿Que es lo verdaderamente importante? Pues que la presencia de Dios, la esperanza y el consuelo de la fe, llenen cada espacio de la vida del cristiano, y para eso está la protección de los santos, para acompañar esos espacios, momentos o dolores de la vida. Y, visto esto, ¿por que se escogió a San Luis Gonzaga como abogado de los que padecen VIH? Pues vemos un extracto de su vida:
San Luis Gonzaga, novicio jesuita. 21 de junio.
Hay que decir que cuando se lee algo de su vida, se entiende por qué no es un santo popular. Si santidad es difícilmente aceptable, su estilo de vida parece de otros siglos, de otro mundo. Luis nació en 1568, en Lombardía, en una familia prominente y muy influyente en la corte Felipe II. Desde niño vivió en ambientes militares, cuarteles, cuadras y sus juguetes fueron las armas. Y a esto quería destinarle su padre, hacerlo un buen soldado y que alcanzara honor y fama como soldado. Su primer encuentro con la pureza sucedió ahí: repetía las palabrotas y frases de los soldados, sin entenderlas del todo. Bastó que su tutor le reprendiera severamente, para que Luis se avergonzara, y tanto, que durante toda su vida lloró amargamente aquel “pecado horrible”.
A los siete años ya comenzó una vida muy seria de piedad: Recitaba a diario el Oficio Parvo, y otras devociones, siempre de rodillas. A los nueve años, en Florencia, donde estudiaba con sus hermanos, hizo voto de virginidad ante una imagen de la Virgen María. A los trece años recibió la Primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo. En medio de la corte, era una referencia constante al buen ejemplo, a la vida cristiana y la caridad. Y esto, por sus rigurosas disciplinas, como ayunar tres días a la semana, flagelarse con una correa de perros, rezar siempre de rodillas, no encender jamás el fuego, por frío que hubiera. De sus penitencias, por la que es más conocido haciéndolo un santo poco amable, fue jamás mirar a una mujer, ni su madre; solo a la Virgen María en sus imágenes.
Durante una dolorosa enfermedad renal, de la que sanó tarde y mal, se aficionó a leer libros de Vidas de Santos (como Santa Teresa o San Ignacio) y el famoso “Las cartas de Indias”, que narraban la vida misionera de los jesuitas. Y se despertó su vocación al sacerdocio, en la Compañía de Jesús y su primera acción fue dedicarse a enseñar el catecismo a los niños pobres. Trasladado con su hermano a Madrid, como pajes del Príncipe de Asturias, continuó su vida de piedad, mortificación y caridad. Allí, el 15 de agosto de 1583, en la iglesia de los jesuitas, oyó claramente una voz que le decía: “Luis, ingresa en la Compañía de Jesús”. Su madre apoyó enseguida su vocación, pero su padre… mandó le azotaran hasta que desistiera de su idea. Después de mucha batalla que no voy a contar aquí, intercesión de nobles, parientes, clérigos, etc., su padre dio el consentimiento y escribió al General Jesuita, Claudio Aqquaviva. “Os envío lo que más amo en el mundo, un hijo en el cual toda la familia tenía puestas sus esperanzas”.
En 1585, ingresó al noviciado, pero sus penitencias y ayunos le habían estropeado la salud para siempre. Su vida de penitencia se moderó al punto justo, según la época, así como sus horas de oración. En Roma ocupó como celda un hueco bajo una escalera, sin más ventana que una claraboya. Servía en la cocina, fregaba los suelos y era el último de todos. En ocasiones se le vio en éxtasis durante varias horas, con el rostro resplandeciente mientras meditaba en la misericordia y justicia de Dios, su tema favorito de oración.
En 1591 la peste asoló Roma y los jesuitas abrieron un hospital improvisado, donde los religiosos asistían a los enfermos. Luis tomó la tarea de limosnero y luego la de asistir y consolar a los moribundos, limpiando sus llagas, y preparándoles a bien morir. Contrajo la enfermedad luego de cargar sobre sus espaldas a un enfermo que había encontrado solo en la calle. Quedó a las puertas de la muerte, pero sanó, aunque no del todo y, tres mese más tarde, las fiebres le redujeron a la agonía. Cuando podía, se levantaba a besar el crucifijo. Su confesor fue San Roberto Bellarmino, que le alentaba a confiar en Dios y a que no pasaría el purgatorio. El 20 de junio de 1591, recibió la extremaunción, besó el crucifijo, y, a medianoche, dijo “Jesús” y falleció. Sus reliquias están en la iglesia de San Ignacio de Roma. Fue beatificado en 1605. En 1726 fue canonizado por Benedicto XIII, que lo nombró protector de estudiantes y novicios jesuitas. Pío XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana.
Patrono de los enfermos de sida:
En 1991, por las celebraciones por el IV centenario de la muerte de Luis, Juan Pablo II lo proclamó patrón de los enfermos de sida, “la peste moderna”.Y esto, por que? Pues las palabras del papa fueron claras: “por su gran misericordia se dedicó a los enfermos de peste en Roma, en aquel tiempo. Fue así como se contagió y murió tan joven”. O sea, es su caridad, la asistencia a los enfermos, el motivo principal. Ahora, también está la figura de Luis, como santo amante de la pureza y la castidad, lo que también ha sido valorado a la hora de elegir el patronato. Conocido es que el sida se trasmite, principalmente, por las relaciones sexuales, aunque existan otras vías. Y dentro de la vía sexual, son claros factores de riesgo la promiscuidad, la no protección, y el no tener pareja estable. Es ahí donde surge la figura de Luis, como ejemplo de joven casto y que lucha contra el mundo que le rodea. Es el mensaje de la Iglesia frente al contagio del sida: castidad, compromiso, verdadera educación sexual basada no tanto en la información, sino en la formación afectiva. Sabe la Iglesia lo que hace falta: pues más de la mitad de los enfermos de sida del mundo que aún permanecen en sanatorios, están atentidos por religiosos, los tienen cerca.
Afirmaciones exageradas y oportunistas comparan el sida con la peste, como castigos de Dios al mundo pecador, repitiendo la misma ignorancia del siglo XVI. Pero esa no es la intención de la Iglesia al proponer a Luis como patrón de los enfermos de sida, ya que también es patrón de los enfermos que se han contagiado por otras vías, como una transfusión de sangre. No son los enfermos de sida ni más pecadores ni más merecedores de su “castigo” que los que estamos sanos.
Por otro lado están ciertos lobbies o colectivos que se oponen a dicho patronato, diciendo que no es lo que necesitan los enfermos, sino apoyo de la Iglesia, y que esta permita usar condón. Según este argumento, pareciera que los contagiados por causas sexuales son tan catolícísimos que no se atreven a contradecir a la Iglesia en esto y por eso se han contagiado. Si la primera opinión era oportunista, esta es el doble de retorcida y falsa.
El patronato de San Luis, como los demás, está por encima de la forma de vida, o la causa de la enfermedad. Es protección, consuelo y ejemplo.
A 21 de junio además se celebra a
San Ramón de Roda, obispo.
San Albano de Colonia, mártir.
La vocación de San Luis Gonzaga a ingresar en los jesuitas la sintió orando ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo de la entonces Iglesia del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús. Dicha iglesia, al ser expulsados los jesuitas por el rey Carlos III, fue transformada en Colegiata de San Isidro Labrador y durante más de un siglo fue Catedral de Madrid. La imagen de la Virgen del Buen Consejo fue destruida en 1936, pero actualmente se venera una reproducción de la misma en una amplia capilla de dicho templo.
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