viernes, 12 de marzo de 2021

Cristo le dio el descanso.

Santa Fina, virgen. 12 de marzo. 

Su “vita” la escribió el presbítero Juan de San Geminiano, que la conoció en persona al final de la vida de Fina y es bastante cierta, aunque no de deja de caer en las licencias típicas de las vidas de santos en el medievo. 

Fina nació en 1238 en el pueblo de San Geminiano, en la Toscana. Su familia era pobre y se ganaba la vida del trabajo ocasional en el campo. Fina, o Serafina, como se cree fue su real nombre, fue una niña piadosa y tímida, al punto que algunos pensaban que era retrasada. En plena adolescencia sufrió una enfermedad no determinada que la dejó totalmente paralizada, a excepción de la cabeza. A la par murió su padre y su madre tuvo que mendigar para poder subsistir. 

Esta circunstancia sumió a Fina en una profunda vida interior de oración y meditación. Comenzó a profundizar en la Pasión de Cristo, a la cual quiso configurarse, de tal modo que nunca quiso ser trasladada a una cama, sino que permaneció 6 años seguidos tendida sobre una tabla, en consideración a Cristo, que no tuvo sino un madero. Esta postración le causó terribles dolores y llagas, que Fina soportó con entereza e incluso con alegría, pues la acercaban más aún a Cristo llagado. Jamás se quejó, ni siquiera cuando la curaban, o lo intentaban, con dolorosos ungüentos. Por si fuera poco, su madre murió un día, frente a sus ojos, sin que Fina pudiera hacer nada. Los vecinos se encargaron de enterrar a la buena mujer y en lo que podían, cuidar a Fina. Pero no era lo mismo, pues durante días olvidaban darle de comer o beber, o curarle sus llagas. Incluso tuvo la pobre chica que soportar las ratas, las cuales le mordían su carne llagada. Afortunadamente, al poco tiempo una anciana se apiadó de ella y le atendió con solicitud, ayudándole como podía. 

La joven Fina supo de los terribles dolores y enfermedades de San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre, elección papal) y le tomó devoción. Le rezaba al santo para que le diera paciencia y le ayudara con su intercesión, hasta que una noche el santo se le apareció y le dijo: "Querida niña, en mi fiesta Cristo te dará el descanso". Y así fue, Fina murió santamente el 12 de marzo de 1253, a los 25 años de edad. 

Cuando los vecinos, a los días, fueron a verla y la hallaron muerta, tomaron el cuerpo para enterrarla y al levantarla de la tabla, vieron esta cubierta de una especie de violetas blancas, de suave fragancia. Hasta día de hoy florecen alrededor del 12 de marzo, y las llaman “flores de Santa Fina”. La santa fue sepultada en una humilde tumba en el cementerio, pero su fama de santidad hizo que las reliquias fueran trasladadas a la iglesia parroquial de San Geminiano, donde se veneran aún.



A 12 de marzo además se recuerda a:


San Muran, abad.
San Maximiliano, mártir.
San Pol de Léon,
obispo
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