Santos Eustracio, Auxencio, Eugenio, Mardario y Orestes de Sebaste, mártires. 13 de diciembre.
Eustracio era armenio, de Arauraca. Entró al ejército romano y llegó a ser general en Satala, también Armenia. Eugenio y Orestes eran soldados subordinados a su mando. Auxencio era presbítero y Mardario un seglar que vivía en Satala, aunque igualmente era originario de Arauraca. Al desatarse la persecución de los emperadores Diocleciano y Maximiano, el sacerdote Auxencio fue uno de los primeros en ser llamado ante el gobernador Lisias. Fue torturado para que apostatase, pero nada. Eustracio, hastiado de vivir su fe cristiana en lo oculto, y cansado de ver sufrir a sus hermanos inocentes, se presentó ante Lisias e igualmente declaró su fe en Cristo. Esta confesión motivó la del soldado Eugenio, que gritó a Lisias: "Yo también soy cristiano, Lisias. Oye: Yo soy cristiano". Llevaban a los tres por la ciudad, para que fueran escarnecidos, cuando Mardario, que observaba la escena desde el techo de su casa, dejó a su esposa y dos hijas jóvenes, corrió detrás de los verdugos y los gritaba: "¡Yo también soy cristiano como Eustracio!"
Por su parte, Orestes, al ver a su general, y a su compañero Eugenio padecer por Cristo, sacó una cuz que llevaba al pecho y la enseñó a Lisias, clamando: "Sí, Lisias, también soy cristiano". Y Lisias le mandó poner en la cárcel con los otros cuatro. Padecieron diversos tormentos, pero permanecieron fieles en la fe cristiana, por la que finalmente dieron su vida. Auxencio fue decapitado, Eugenio y Mardario murieron desfallecidos por las torturas, Orestes fue quemado en una parrilla de hierro y Eustracio en un horno. La leyenda añade que el último en morir fue Eustracio, el cual había recibido la comunión de manos de San Blas (3, 11; 15, Iglesias orientales, y 22 de febrero, Iglesia Ortodoxa Griega). Estando en el horno clamó "Yo te alabo, oh Divina Majestad, porque has visto mi mezquindad, y no me dejas caer en manos de mis enemigos: Has salvado mi alma de cualquier peligro".
Fueron sepultados en secreto por los cristianos, y llegada la paz, las reliquias fueron elevadas y depositadas en una basílica. En un tiempo impreciso fueron trasladadas a Constantinopla, a una iglesia dedicada a su memoria, los Santos Cinco Compañeros Mártires, como se les conoce en Oriente. Su culto fue grande y eran tenidos por santos sanadores y obradores de maravillas. En la vida de San Demetrio de Rostov (28 de octubre) se lee que Orestes se le apareció. En el siglo VIII, varias reliquias fueron solicitadas por el papa Adriano I y depositadas en la iglesia de San Apolinar de Roma.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 13 de diciembre además se celebra a
San Judoc, eremita.
Dos escenas de los santos: La vocación de Mardario y Eustracio a caballo. |
Eustracio era armenio, de Arauraca. Entró al ejército romano y llegó a ser general en Satala, también Armenia. Eugenio y Orestes eran soldados subordinados a su mando. Auxencio era presbítero y Mardario un seglar que vivía en Satala, aunque igualmente era originario de Arauraca. Al desatarse la persecución de los emperadores Diocleciano y Maximiano, el sacerdote Auxencio fue uno de los primeros en ser llamado ante el gobernador Lisias. Fue torturado para que apostatase, pero nada. Eustracio, hastiado de vivir su fe cristiana en lo oculto, y cansado de ver sufrir a sus hermanos inocentes, se presentó ante Lisias e igualmente declaró su fe en Cristo. Esta confesión motivó la del soldado Eugenio, que gritó a Lisias: "Yo también soy cristiano, Lisias. Oye: Yo soy cristiano". Llevaban a los tres por la ciudad, para que fueran escarnecidos, cuando Mardario, que observaba la escena desde el techo de su casa, dejó a su esposa y dos hijas jóvenes, corrió detrás de los verdugos y los gritaba: "¡Yo también soy cristiano como Eustracio!"
Por su parte, Orestes, al ver a su general, y a su compañero Eugenio padecer por Cristo, sacó una cuz que llevaba al pecho y la enseñó a Lisias, clamando: "Sí, Lisias, también soy cristiano". Y Lisias le mandó poner en la cárcel con los otros cuatro. Padecieron diversos tormentos, pero permanecieron fieles en la fe cristiana, por la que finalmente dieron su vida. Auxencio fue decapitado, Eugenio y Mardario murieron desfallecidos por las torturas, Orestes fue quemado en una parrilla de hierro y Eustracio en un horno. La leyenda añade que el último en morir fue Eustracio, el cual había recibido la comunión de manos de San Blas (3, 11; 15, Iglesias orientales, y 22 de febrero, Iglesia Ortodoxa Griega). Estando en el horno clamó "Yo te alabo, oh Divina Majestad, porque has visto mi mezquindad, y no me dejas caer en manos de mis enemigos: Has salvado mi alma de cualquier peligro".
Fueron sepultados en secreto por los cristianos, y llegada la paz, las reliquias fueron elevadas y depositadas en una basílica. En un tiempo impreciso fueron trasladadas a Constantinopla, a una iglesia dedicada a su memoria, los Santos Cinco Compañeros Mártires, como se les conoce en Oriente. Su culto fue grande y eran tenidos por santos sanadores y obradores de maravillas. En la vida de San Demetrio de Rostov (28 de octubre) se lee que Orestes se le apareció. En el siglo VIII, varias reliquias fueron solicitadas por el papa Adriano I y depositadas en la iglesia de San Apolinar de Roma.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 13 de diciembre además se celebra a
San Judoc, eremita.
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