sábado, 16 de junio de 2018

De una anti-patrona para aprender idiomas.

Santa Lutgarda de Tongeren, virgen cisterciense. 16 de junio.

Nació en 1182 en Tongeren. Su padre era un rico comerciante y tenía en mente un matrimonio favorable para su hija. Su madre, por otra parte, le enseñó el amor a la vida espiritual y el amor por la vida religiosa. Así, a los 12 años Lutgarda entró al monasterio de las benedictinas de Santa Catalina en Sint-Truiden, no para ser monja, sino con vistas a formarse con vistas al matrimonio ventajoso al que aspirara el padre de Lutgarda. Ella misma estaba de acuerdo con vivir en el mundo, pues nada le llamaba a ser religiosa, si bien era piadosa.

Pero he aquí que un caballero, pariente de una de las monjas que allí vivía, conoció a Lutgarda en una de sus visitas. Enseguida se prendó de la niña, ya casadera a sus 12 años, en aquella época. El joven, presa de una pasión exacerbada, llegó a colarse en la parte del monasterio reservada a las educandas a romancear con Lutgarda. Así más de una vez, hasta que un día en que Lutgarda llegó al sitio oculto donde se veía con su pretendiente, ocurrió que quien la esperaba, en una visión, era Nuestro Señor herido en su Pasión, quien dijo a la niña: "De aquí adelante serás Esposa mía, no busques ya deleites del mundo. En mi corazón puedes morar y en el será donde debes colocar tu afecto. En mi pecho, que es la fuente de amor casto, hallarás recreos puros y limpios, y sin mezcla de amargura". Acto seguido Lutgarda despidió inmediatamente a aquel hombre y se determinó a consagrarse a Jesucristo.

Con esta determinación volvió Lutgarda continuó su vida en el monasterio, esperando tener la edad precisa para poder tomar el hábito monástico. Pero ocurrió que un militar amigo de su padre se prendó de ella y le propuso matrimonio. Lutgarda le rechazó firmemente. Resentido el militar de verse despreciado juró vengarse de la santa niña. Así, un día que Lutgarda iba a casa de una hermana suya el militar le salió al encuentro con unos amigos y la agarró en sus brazos llevándola a un bosque apartado donde por milagro, todos los malvados quedaron cegados y huyeron temerosos, dejando a Lutgarda sola. Entonces se le apareció su ángel guardián y la sacó de aquel apartado lugar, llevándola salva a su casa.

Al fin tomó Lutgarda el hábito en el mismo monasterio benedictino de Santa Catalina y ya desde novicia se resolvió a vivir una vida sumamente penitente y orante. Temía la joven flaquear en su decisión y volver a los deseos de mundo, cuando un día se le apareció la Santísima Virgen, que le dijo: "No temas hija mía, que no sucederá como presumes: ya no volverás a las imperfecciones pasadas, porque yo te tomo bajo mi protección. Y no sólo no incurrirás en los defectos pasados, como temes, antes bien crecerán en ti cada día la gracia, el fervor y devoción". Su primer éxtasis de muchos que vendría, lo tuvo siendo aún novicia, un día de Pentecostés. Estando cantando con las demás monjas el "Veni Creator Spiritus" fue arrebatada e incluso su cuerpo levitó durante el transcurso del himno. Al poco tiempo se vio resplandecer un rayo de luz que seguía a la santa donde quiera que iba.

Luego de su noviciado emitió Lutgarda sus votos monásticos en manos del obispo de Lieja, quien al ponerle la simbólica corona de flores sobre su cabeza, le pareció que esta era de oro finísimo y más adornada que las de otras dos religiosas que profesaban. Muchos más consuelos divinos tuvo la santa, como aparecérsele Cristo en forma de cordero y besarle la boca, dándole desde entonces mejor voz que las demás monjas para entonar los cánticos e himnos en el coro.


El "intercambio de corazones"
Era obedientísima, muy esforzada en su trabajo y nunca faltaba a sus deberes. En una ocasión en que se hallaba débil llamaron al coro y pensó si el levantarse le sería malo para la salud. Estaba en dudas cuando una voz le dijo "¿Qué haces, hija mía, descansando en el lecho, cuando los pecadores me están ofendiendo? Haz penitencia por ellos y no cuides de tu regalo, sino de mis ofensas". Bastaron estas mociones internas para que Lutgarda se levantara inmediatamente y aún llegara la primera al Coro. Allí se abrazó al crucifijo que presidía el coro, el cual vio manando abundante sangre, y le abrazó compadecida. Y he aquí que en ese momento, el Santo Cristo desclavó sus brazos y tomando la cabeza de la santa, aplicó la boca de Lutgarda a su llaga del costado, para que bebiera de su sangre. 

Con este refrigerio quedó la santa tan llena de dulzura y fortaleza, que nunca más sintió debilidad ni tentación por faltar a la oración o al trabajo. Y más aún, su saliva quedó para siempre de sabor dulce, y por su medio realizó la santa varios milagros, aunque esto último le fue de gran carga, pues la importunaban demasiado para que atendiera personalmente a los enfermos y aquejados. Por ello un día se quejó a Cristo diciéndole: "¿Hasta cuándo Señor ha de durar esta gracia, que tanto me aparta e impide comunicarme sólo contigo? Quitámela, pero sea de modo que me la cambies en otro favor mejor". "Que quieres recibir en su lugar", le dijo el Señor. "Entender el Salterio, para rezar con más fervor", respondió la Santa. Y se lo concedió el Señor.

Un tiempo después Lutgarda que aún no hallaba la necesaria devoción en la oración, volvió a quejarse a su Divino Esposo: "Es posible, Dios mío, que nunca llegue a penetrar los secretos de la Sagrada Escritura. Dame otro don mejor. Dame tu corazón". "Pues yo también quiero el tuyo", repuso el Señor. Y desde aquel momento se efectuó el intercambio de corazones. Este fenómeno místico, asociado al "matrimonio espiritual", es un grado de unión de Cristo y el alma, en el que Cristo toma todos los afectos, preocupaciones y deseos del alma y las hace suyas, purificándolas definitivamente, y pone sus intenciones, amor y todo Él en el corazón del agraciado. Para el alma ya no hay más afectos, ni consuelos, ni otra cosa que no sea amar a Cristo y por Él a los demás. La salvación de las almas, el que se conozca a Cristo y su misericordia lo llena todo. Este fenómeno se lee también de otros santos como Santa Margarita María (16 de octubre), Santa Teresa (15 de octubre y 26 de agosto, la Trasverberación), Santa Catalina de Siena (29 de abril y 1 de abril, impresión de las llagas) o San Miguel de los Santos (8 de junio y 10 de abril).

Pero vamos, que realmente fue Lutgarda una mujer muy inteligente y versada en las Escrituras. El célebre dominico Tomás de Cantimpré, que la trató y tuvo largos y elevados coloquios espirituales con Lutgarda, escribe de ella: "descubrí en ella un fondo de penetración tan elevado de los Divinos misterios, que yo mismo no llegaba a comprenderlos (…) en una ocasión fueron tan vivas y penetrantes sus palabras, y tanta la impresión que hicieron en mi alma, que si ella hubiera proseguido, sin duda yo habría muerto o quedado privado de juicio". También la trató Santa Cristina "la Admirable" (24 de julio), hallando consuelo y apoyo una en la otra.

Tantas virtudes en la santa despertó en las monjas el deseo de tenerla por abadesa, aunque aún no había cumplido ni 24 años de edad. Mucho batallaron las monjas por lograrlo, pero más aún se mostró firme Lutgarda negándose. Y a tanto llegó su repudio a la prelacía del monasterio, que decidió pasar al monasterio cisterciense de Aquiria, Brabante, con la aprobación y bendición del Señor y su Madre en una visión. Y para evitar que allí también la eligieran para algún cargo de poder, pidió a Crsto le negase el conocimiento del francés. Y tanto se lo concedió Jesús que, aún viviendo allí 40 años, solo aprendió Lutgarda a pedir perdón o algo de pan.

Suplicaba Lutgarda al Señor como servirle con más resolución cuando se le apareció la Virgen Santísima con semblante triste y melancólico, y dijo a Lutgarda: "Hija mía los herejes [los albigenses] y malos cristianos quieren de nuevo crucificar a mi Hijo. Llora esta desgracia por siete años continuos y condénate aun ayuno riguroso para que así mitigues la ira de mi Hijo, que amenaza a todo el Universo". Sin más, Lutgarda comenzó a orar seguidamente por aquella intención, y durante 7 años se mantuvo con solo pan y cerveza, sin que hubiesen podido lograr que comiese otra cosa. Cuando por obediencia le obligaron a probar queso u otro alimento, lo hacía, pero le era imposible masticarlo y tragarlo. Y, cosa divina, fueron los años en los que más buena salud tuvo la santa virgen, aunque ella creía que moriría sin comer nada fuera del pan y la cerveza. Al cabo de los 7 años, alentada por una visión en la Cristo le mostraba sus preciosas llagas, Lutgarda renovó su parca dieta por otros siete años.

Era Lutgarda muy devota de Santa Inés mártir (21 y 28 de enero), y ansiaba padecer el martirio como la inclíta niña, derramando toda su sangre por Cristo. Y he aquí que llegó un día en el que su corazón se inflamó tanto en amor de Dios y deseo del martirio, que le reventó una vena del pecho y manó abundante sangre. Al volver del éxtasis supo que el Señor la honraría como a mártir, porque su aspiración de martirio había sido tan agradable a sus ojos como el holocausto de la joven Inés.

En 1235 Lutgarda quedó ciega, pena que ofreció por los sufrimientos de Cristo, y lo hizo con tanta perfección que el Señor le consoló diciénole que, como premio, la llevaría directamente al cielo, sin Purgatorio y que todos sus familiares y amigos se salvarían. En 1241 supo nuestra santa, por revelación, que le quedaban exactamente cinco años de vida en la tierra. Ese día se leía la parábola del Banquete del rey, y dijo la Santa a una monja: "El domingo en el cual se vuelva a cantar este Evangelio, partiré de esta vida". Y así fue, cinco años más tarde, el domingo 16 de junio de 1246, se le aparecieron la Virgen Santísima y San Juan Bautista, y otros muchos Santos, y le avisaron que sería pronto su partida. Entró en agonía la santa al poco rato, recuperó la vista momentáneamente, para ver, sonreír y bendecir a las monjas por ultima vez. Miró al cielo, tuvo un éxtasis y falleció dulcemente. Tenía 64 años.


Muerte de la Santa.
Quedó su rostro blanco como la nieve y su carne tersa como la de una niña. Un olor dulce y penetrante recorrió todo el monasterio y aún se sintió más allá de los muros del recinto. Fue imposible cerrarle los ojos, que permanecieron brillantes y con la misma expresión feliz de antes de morir. El santo cuerpo fue sepultado en la iglesia, del lado del Evangelio. En 1565, ya siendo muy venerada, se trasladaron las reliquias bajo un altar dedicado a su memoria en la misma iglesia. Otras reliquias se trasladaron a Portugal y a Amberes. La Sagrada Congregación de Ritos concedió su Oficio Litúrgico propio a la Orden del Císter en 1701. Es abogada de ciegos y parturientas y es patrona del Movimiento Flamenco, una asociación político cultural de corte nacionalista que aboga por el rescate del flamenco en detrimento del francés en Bélgica. La razón es evidente: porque la santa se negó a aprender francés.


Fuente:
-"Medula Histórica Cisterciense". Volumen 4. R.P.F Roberto Muñiz O.CIST. Valladolid, 1786.


A 16 de junio además se celebra a:

Santos Julita y
Quirico, mártires.
San Aureliano de
Arlés, obispo.
San Benno de
Meissen, obispo.





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