miércoles, 27 de junio de 2018

De un glorioso mártir y su vergonzoso martirio.

San Arialdo de Milán, diácono y mártir. 27 de junio.

Nació en Como, sobre el año 1000, al parecer en una familia acomodada. De su infancia y primera juventud sabemos que estudió en Milán y París, y que fue ordenado diácono en Varese a mediados del siglo XI.

Fue Arialdo una figura eminente en la iglesia milanesa de su tiempo por su denuncia de la inmoralidad del clero y los fieles. Fue decidido defensor del celibato sacerdotal, manifestando el concubinato extendido en el que vivían los presbíteros, sin vergüenza alguna. Para acabar con ello propugnaba por que los curas vivieran en comunidades pequeñas donde unos a otros se guardaran para no caer en pecado. El mismo organizó una comunidad canonical de presbíteros pobres, entregados a Cristo y célibes que hacían vida común, inspirados en las comunidades de la Iglesia primitiva para las cuales San Agustín (28 de agosto; 24 de abril, bautismo; 29 de febrero, traslación de las reliquias a Pavía; 5 de mayo, conversión; 15 de junio, en la Iglesia oriental) había escrito una Regla.

Además, junto a otros presbíteros y monjes honestos denunció el terrible pecado de la simonía, denunciando con nombres a aquellos prelados que habían caído en ella, comprando o vendiendo cargos eclesiásticos, obispados y beneficios espirituales. Sobre 1056 Arialdo fundó, además, un partido político-religioso para oponerse a tales desmanes, en el cual militaban clérigos y seglares, principalmente de clase media y comerciantes. Llegaron a sacar a la fuerza de las iglesias a los sacerdotes y sus concubinas, castigándoles públicamente. El papa Víctor II convocó un sínodo en Novara, donde se condenó los métodos extremos de Arialdo y sus seguidores, aunque se alabó su celo por una vida recta. Esto hizo más fuerte el movimiento reformador de Arialdo, ganando adeptos en todas las clases sociales. En 1057 el papa Esteban IX le dio su apoyo y además, le pidió que continuara su denuncia profética.

El gran enemigo de Arialdo fue Guido de Velate, el arzobispo de Milán, quien había comprado su episcopado y quien en principio no hizo caso alguno a aquel movimiento popular, conocido como La Pataria. Sin embargo, Arialdo predicaba incansablemente contra el pecado y el delito, atrayendo cada vez más adeptos que querían una reforma de la Iglesia.

Cuando Guido reaccionó, lo primero que hizo fue excomulgar a Arialdo, quien abogó ante el papa Nicolás II, quien se interesó en su causa y le levantó la excomunión. Eran tiempos de grandes papas desde San León IX (19 de abril), que buscarían incansablemente la reforma de la Iglesia. En 1059 el papa envió a San Pedro Damiani (21 de febrero), a Anselmo da Baggio (futuro papa Alejandro II) y al monje Hildebrando, futuro San Gregorio VII (25 de mayo) para deponer a Guido. Estos tres pilares de la reforma pusieron las cosas en su sitio, deponiendo al obispo y llevando el levantamiento de la excomunión. Guido y sus parientes y defensores habían huido de la ciudad para evitar a los legados pontificios. Lo que sí no lograron fue preveer el atroz martirio que padecería Arialdo. Pero aún falta para ello, lo veremos más adelante.

Apenas los legados se fueron, Guido tomó la sede de nuevo, enfrentándose abiertamente al papa, aunque ante las presiones de los demás obispos de Lombardía, que se proponen enmendar sus vidas públicamente, Guido declara hacer lo mismo y renunciar. Pero era solo para tomar tiempo, pues en breve sus desmanes y pecados públicos regresan. Arialdo y los suyos vuelven a denunciarle ante el papa y Guido reacciona sobornando a los nobles de Milán para que le apoyen y repriman al movimiento popular del santo diácono que iba en aumento y sobrepasando los límites de la denuncia espiritual para convertirse en una fuerte oposición a los nobles y al mismo emperador Enrique, también enfrentado a la reforma. En 1066 estalló una revuelta ciudadana que Guido aprovechó para traer de su lado, clamando contra Roma por interferir en el gobierno de Milán. Excomulgó a Arialdo nuevamente y los seguidores de este asaltaron el palacio episcopal. Arialdo siguió el consejo de un clérigo de un pueblo cercano, quien le ofreció su casa para estar lejos de la ciudad un tiempo y huir del implacable Guido. Pero este presbítero lo traiciona y lo entrega a los clérigos mercenarios de Guido. Estos le cortaron los genitales, le amputaron manos y pies y le arrojaron al lago Maggiore el 27 de junio de 1066.


Altar relicario de San Arialdo.
El cuerpo del santo apareció en mayo de 1067 y trasladado triunfalmente por sus seguidores a Milán. Los funerales, político-religiosos, se celebraron en la iglesia de San Ambrosio y fueron multitudinarios. El papa Alejandro II, su defensor desde hacía años, le declaró mártir y permitió su culto en la iglesia de San Celso. En 1075 se escribió la primera "vita", por Andrea da Strumi. Desde el siglo XVI las reliquias se veneran en la catedral de Milán. En 1904 San Pío X (21 de agosto) confirmó la canonización informal hecha por Alejandro II y ese mismo año se aprobó el Oficio Litúrgico propio. En 1940 el Beato Ildefonso Schuster (30 de agosto) elevó las reliquias a un nuevo altar.

Fuentes:
-"Passione del santo martire milanese Arialdo". ANDREA DA STRUMI. Sant Ambrogio Editoriale, 1786.
-https://www.heiligenlexikon.de

A 27 de junio además se celebra a:


San Zoilo de Córdoba
y comp. mártires.
San Sansón,
confesor.
San Cirilo de Alejandría,
Doctor de la Iglesia.





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