sábado, 30 de enero de 2021

reina del palacio del amado Esposo.

Santa Aldegundis de Maubege, abadesa. 30 de enero y 13 de noviembre, traslación de las reliquias.

Aldegundis perteneció a una familia franca de la baja nobleza muy peculiar, pues todos sus miembros conocidos son venerados como santos: sus padres fueron 
San Walbert IV, Conde de Hainaut (11 de mayo) y Santa Bertilia (18 de septiembre). Su hermana y su cuñado fueron Santa Waltrudis de Mons (9 de abril) y San Vincente Madelgar (14 de julio); y por tanto sus sobrinos fueron San Landeric de Metz (17 de abril), San Dentelin (16 de marzo), Santa Aldetrudis (25 de febrero) y Santa Madelbertis (7 de septiembre). Sus primos fueron Santos Aya e Hidulf de Lorena (18 de abril)

Cuéntase que al llegar Aldegundis a la edad de contraer matrimonio, sus padres la comprometieron con un príncipe inglés. Pero Aldegundis deseaba permanecer virgen por Cristo, y lo expuso a sus padres. Estos le replicaron que el compromiso estaba arreglado y solo le quedaba obedecerles, como mandaba la Escritura. Ella a su vez les enfrentó diciéndoles: "Y también dice la Escritura 'quien ama a su padre o a su madre más que yo, no es digno de mí'". Y huyó adonde su hermana Waltrudis, quen ya vivía retirada en un monasterio con el consentimiento de su marido. Waltrudis la protegió y apoyó en sus deseos de consagrarse a Cristo, escribiendo varias cartas a sus padres para calmarles. Estos accedieron a que Aldegundis permaneciera algún tiempo con su hermana, y entretanto Waltudis les fue convenciendo para que le dejaran a Aldegundis seguir su vocación.

Los padres prometieron respetarle y Aldegundis dejó el monasterio de su hermana para volver a casa de sus padres, para prepararse para la vida monástica. Pero he aquí que el pretendiente inglés llegó a Bretaña y exigió se cumpliera la palabra dada, amenazando con una guerra si no se cumplía. Aldegundis imploró a Cristo fuera su valedor y el matrimonio fue pospuesto. Aprovechó Aldegundis para huir y sus padres y el novio se lanzaron en su persecución. En el camino tropezó la santa con el río Sambre, sin que hubiera allí barco alguno que pudiera transportarla. Se puso en oración la joven y aparecieron dos ángeles que la tomaron por los codos y la transportaron al otro lado del río. Vieron esto sus perseguidores y quedaron como petrificados. El novio volvió a Inglaterra, incapaz de forzar a una joven elegida por Cristo, y Walbert y Bertilia volvieron a casa, tristes, pero esperanzados en ver que su hija era una predilecta del Señor. Bertilia falleció poco tiempo después.

Una vez que Aldegundis fue libre para seguir su vocación, se dedicó a la vida eremítica en absoluta pobreza. A los cinco años se fue a Maubeuge, donde conoció a los obispos San Amando (6 de febrero) y San Autbert (13 de diciembre), quienes estaban alojados en el monasterio de Hautmont, donde vivía su cuñado Maldegar, luego de separarse de su hermana Waltrudis. Estos obispos quisieron imponerle el velo monástico para que dirigiera un monasterio femenino que pensaban fundar en la ciudad. Se preparó la ceremonia, que solía ser muy solemne, para domingo siguiente. Y ocurrió que, cuando llegó el momento de que los prelados tomaran el velo para cubrir a la Esposa de Cristo, una blanquísima paloma entró por un ventanal y tomando el velo en su pico, lo colocó sobre la cabeza de Aldegundis. Esto, por supuesto, fue visto por todos los presentes como un signo precioso de elección. Luego volvió a su vida retirada y poco tiempo después ya tenía numerosas discípulas en torno suyo para establecer el monasterio. Entre ellas estuvieron las primeras sus sobrinas Santas Aldetrudis y Madelbertis.

Hay ciertas leyendas que versan sobre su vida religiosa: dícese que un día Waltrudis fue a visitarla y ambas quisieron ir a ver la iglesia de San Pedro de Maubeuge, pero al llegar estaba cerrada. Entonces ambas hermanas tocaron las puertas y estas se abrieron solas. En otra ocasión conversaban de cosas celestiales cuando la única vela que las iluminaba cayó al suelo y se apagó. Entonces Aldegundis la tomó, tocó la mecha con sus dedos y la vela volvió a encenderse por sí sola. Una vez visitó a su amigo el abad San Humberto de Mariolles (25 de marzo) y al llegar al monasterio la santa tuvo sed, pero no quería perturbar la paz de los monjes, entonces hizo una oración y una fuente brotó milagrosamente en el claustro. Simpáticamente Humberto y Aldegundis se "culpaban" mutuamente del milagro, ponderando la santidad del otro.

Un día un pescador le regaló un pez enorme para que lo comieran, pero Aldegundis tuvo pena del animal y lo echó a la fuente del monasterio para que viviera allí con los otros. Por lo que fuera, el pez no estaba a gusto y de un salto cayó en medio del patio del monasterio, donde lo vieron unos cuervos y volaron a comérselo. Entonces de la nada apareció un cordero blanquísimo que cubrió al pez, repeliendo a los cuervos que huyeron graznando. Cuando las hermanas acudieron, vieron que el cordero que protegía al pez desaparecía y el pobre pez estaba vivo aún. Aldegundis le tomó con afecto, le susurró unas palabras y lo echó al agua. El pez nadó alegremente y vivió muchos años siendo la delicia de las monjas.

También se cuenta que Aldegundis vio el alma de San Amando subir al cielo acompañado por miles de ángeles. El diablo la tentaba constantemente con la desesperación sobre su salvación, hasta un día en que Cristo se le apareció y le confirmó que su alma era preciosa a los ojos de Dios y que perseveraría hasta el final.

Nuestra santa entró al cielo el 30 de enero de 680, luego de soportar varios años un horrible cáncer en el pecho. Cuando sintió que se acercaba el fin de la vida terrena, llamó a sus monjas y les dijo: "Mis hermanas e hijas queridas. No os sorprendáis de ver cuánto anhelo la muerte, porque sé que en ese momento entraré en el palacio de mi amado Esposo. No estéis tristes tampoco, ahora que vais a tener que echar de menos mi presencia y mi apoyo, porque aunque mi alma abandone este cuerpo miserable, eso no significa que yo os deje abandonadas. Sin el cuerpo, podré estar más cerca de vosotras en espíritu que nunca antes".

Aldegundis fue sepultada en Cousolre, en la tumba de sus padres, pero al cabo de unos años Waltrudis concedió al monasterio de Maubeuge el poder tener las reliquias de su amada fundadora, por lo cual el cuerpo fue trasladado allí. Su sepulcro fue abierto en dos ocasiones, el 6 de junio de 1161 y el 27 de mayo de 1438, comprobándose el buen estado del santo cuerpo. Durante todo el medievo y la Edad Moderna, los peregrinos acudían constantemente al sepulcro de la santa, especialmente las mujeres aquejadas de cáncer, o las que querían lactar o quedar embarazadas, pues, como no, es abogada de los males de pecho y por extensión de otros males o situaciones de salud de las mujeres y sus bebés, como para que los niños no tengan dificultades al caminar. También se le invoca contra las fiebres y el dolor de cabeza, las enfermedades torácicas, oculares, las úlceras, los tumores, las inflamaciones, las lesiones y la muerte súbita.

Lamentablemente la iglesia monástica fue destruida durante la Revolución Francesa, y su magnífico relicaro fue destruido y fundido, aunque las reliquias se habían salvado antes. En 1808 se sacaron de su escondite y puestas al culto público en la parroquia de San Pedro y San Pablo, donde aún se le venera y acuden peregrinos.


A 30 de enero además se celebra a:

Beato Sebastián Valfré,
pres
bítero.
Santa Haberilla,
virgen
.
Santa Martina,
virgen y mártir
.





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