viernes, 29 de enero de 2021

De campanas, cefaloforias y perros con rabia.

San Gildas "el Joven", abad. 29 de enero y Lunes de Pentecostés. 

Nació alrededor del año 500, en Bath, Gales. Muy niño fue confiado por su padre al abad San Illtut (6 de noviembre), abad de Llancarvan. Allí fue condiscípulo de San Samson de Dol (28 de julio) y San Pablo de Léon (12 de marzo). Una vez llegada a la madurez y teniendo vastos conocimientos de teología y la Escritura, comenzó su peregrinaje para proclamar el Evangelio. Recorrió Escocia e Irlanda, en las costas de Bretaña, donde junto con sus compañeros Santos David y Kado (24 de enero) compuso una liturgia adaptada a la cultura del lugar. 

Abundan las leyendas en la vida del santo. Una muy simpática cuenta que Gildas tenía el oficio de fabricante de campanas. En una ocasión hizo una muy sonora y la enseñó a su amigo Kado, quien la quería para que cada toque le recordara la llamada a la Vida Eterna. Kado le ofreció plata y oro por ella, pero Gildas le dijo que la quería para llevarla a la Basílica de San Pedro en Roma. Kado, que había estado siete veces en Roma, le dejó claro que allá las tenían mejores, pero Gildas insistió y allá se fue. Al llegar frente al papa, este tomó la campana, la movió pero esta no sonó. El papa dijo a Gildas: "Tu campana no suena. ¿Es que no la probaste primero?" "Sí lo hice" – dijo Gildas – "con mi amigo el abad Kado allá en Bretaña, quien quería que se la regalara". El papa le respondió: "Ah, le conozco bien. Ha estado aquí al menos siete veces. ¿Sabes una cosa? Llévale esta campana que no suena, con mis saludos y mi bendición. Y créeme: no hay necesidad de traer campanas a Roma". Y Gildas volvió a Bretaña muy triste, pero obedeció al papa. Y, milagro, al entregar la campana a Kado, esta repicó alegremente y ambos amigos rieron de buena gana. 

Otra leyenda nos dice que mucha gente acudía a Gildas para pedirle consejo, milagros, que les predicara o les predijera el clima. Tanto le molestaban que Gildas no tenía tiempo para orar, por lo cual se fue al mar y clamó a Dios le socorriera. En ese momento, unas rocas se abrieron milagrosamente y el santo pasó entre ellas hasta la cima de la montaña donde construyó una ermita, adonde huía para rezar en paz. Actualmente hay allí una capilla, a la que acceden los peregrinos a pesar del difícil acceso. 

Gildas fundó una abadía en la península de Rhuys, que pronto se llenó de monjes deseosos de aprender y santificarse. Allí también se buscó Gildas un sitio solitario para hacer oración cerca de Blavet, no sin hacer uno de sus portentos antes. Sucedía que los piratas invadían la zona, sembrando el terror entre los pobladores. Estos le pidieron a Gildas que les ayudara y este hizo una oración, haciendo surgir un banco de arena entre la playa y el mar abierto, haciendo que los piratas encallaran cada vez que intentaban el saqueo, dando tiempo a los pescadores a protegerse. En poco tiempo, los piratas no volvieron más. 

La leyenda de Santa Trifina (29 de enero; 21 de julio, en Bretaña, y 8 de noviembre) cuenta que esta joven fue casada con Conomor, Duque de Cornwall, el cual era conocido por su vida libertina y sus muchas mujeres, a las que abandonaba cuando se cansaba de ellas, hallaba alguna nueva, o se quedaban embarazadas. Todo fue bien hasta que Trifina quedó embarazada. Al saberlo Conomor, sin mediar palabra tomó una espada y decapitó a la muchacha. Gildas, que estaba en oración, fue al lugar del hecho e invocando a Dios, lanzó un puñado de tierra contra el castillo de Conomor, que se derrumbó al instante, quedando este mal herido. 

Luego Gildas tomó la cabeza de Trifina, la puso sobre sus hombros, la bendijo y ella volvió a la vida (!), quedándole para siempre la cicatriz en el cuello. Trifina quiso irse con Gildas a su monasterio de Rhuys, pero este no la aceptó, recomendándole que volviera a casa de sus padres y cuidara a su hijo. Ella lo hizo y dio a luz a San Tremeur (21 de julio). Cuando era aún pequeño, Trifina lo llevó al monasterio de Gildas, y ella misma ingresó en un monasterio de monjas, donde vivió piadosamente. 

Pero si esta leyenda anterior es algo extraña, la siguiente lo es más aún: Era San Bieuzi (24 de noviembre) discípulo de Gildas y había fundado su propio monasterio en Castennac, no lejos de Pontivy. Bieuzi tenía un don dado por Dios para sanar los perros enrabietados, por lo cual un señor local le envó llamar para que curase milagrosamente a sus perros de caza, atacados del mal de rabia. Bieuzi estaba a punto de celebrar misa y dijo que no podía ir, y empezó la misa. Entonces el caballero sacó su espada y la enterró en el cráneo del santo abad. El hombre volvió a su casa y sus perros con rabia se lo comieron. Por su parte Bieuzi terminó la misa con la espada en la cabeza y acto seguido se fue procesionalmente, con sus monjes y el pueblo, de camino a Rhuys para despedirse de Gildas. De camino, cerca de Morbihan Bieuzi y su comitiva se encontraron con Gildas y su propia procesión, que venía al encuentro de Bieuzi. El santo mártir abrazó a Gildas y expiró en sus brazos. 

Se conoce una obra histórico-poética llamada "La caída de Bretaña", en la cual relata los hechos históricos de la Bretaña, elogiando sus maravillas y llorando sus pecados. Especialmente sus lamentos se centran en las incursiones sajonas y los desastres provocados. No en balde se le ha llamado "el Jeremías de Bretaña". 

Gildas murió el 29 de enero de 570 en Houat, donde se dice que llegó subido sobre un viejo bote lleno de agujeros y usando su manto como vela. Su sepulcro aún se venera en la iglesia de Saint Gildas en Rhuys. 

Es abogado contra los dolores de cabeza y de muelas, aunque su especialidad es contra las enfermedades de los animales, especialmente los caballos y los cerdos. En toda Bretaña existían tradiciones con respecto a su culto y los animales, bendiciones, carreras, peregrinaciones. Ile-Saint-Gildas se bendecía un pan el lunes de Pentecostés, del cual debían comer los caballos cuando estuvieran enfermos. En Carnoiet los caballos daban vueltas a la capilla del santo, eran bendecidos y bebían del agua de la fuente del santo. Allí mismo se le ofrecían gallos y gallinas, y hasta entrado el siglo XX hubo la costumbre de arrojar un gallo desde el campanario, peleándose los hombres para hacerse con la cabeza del pobre animal. En Mellionec, cosa curiosa, aún en el siglo XIX se hacían peleas de perros en honor al santo. 

Fuentes:
-https://heiligen-3s.nl
-"Vie des bienheureux et des saints de Bretagne". MALO-JOSEPH DE GARABY. St-Brieuc, 1839.
-Vidas de los Santos. Tomo I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.


A 29 de enero además se celebra a:













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