San Ricardo de Chichester, obispo. 3 de abril y 16 de junio, traslación de las reliquias.
Fue el segundo hijo de los nobles Ricardo Backedine y Alicia. Nació en Wyke. La familia tenía numerosas propiedades que, cuando el padre murió siendo Ricardo un niño pequeño, pasaron a ser custodiadas por fideicomisarios. Y fueron tan mal administradores y ladinos que cuando los niños llegaron a la mayoría de edad y quisieron hacerse cargo de sus posesiones, se hallaron casi en la miseria, todo endeudado, vendido o rapiñado. Solo les quedó un trozo de tierra para trabajar y comer. Ricardo dejó los estudios y trabajó la tierra junto a su hermano, como un siervo. Cuando ya eran jóvenes hechos, el hermano mayor dio la propiedad a Ricardo, que la había enriquecido con su trabajo. Visto esto, la familia planeó casar a Ricardo con una muchacha de buena familia y así salir un poco adelante. El hermano mayor se arrepintió de haber cedido la propiedad y Ricardo le respondió: "no te preocupes hermano, te trataré como una vez me trataste: te resttuyo la propiedad, la tierra, y también puedes casarte con la joven si ella consiente. Te prometo que ni he besado sus labios".
Y el santo lo dejó todo, tomó lo necesario para su sustento y se fue a Oxford, donde estudió arduamente, recuperando los años perdidos. Luego probó estudiar en la célebre Universidad de París, donde pasó grandes penurias. Compartía habitación con otros dos jóvenes piadosos y estudiosos, pero más pobres que las ratas. Tan pobres que solo tenían un abrigo entre los tres, y cuando uno lo usaba para ir a clases, los otros dos quedaban en su cuarto estudiando; luego el que había asistido conferenciaba para sus amigos. Una vez que se graduó regresó a Oxford, para continuar estudios en su propia tierra. Una anécdota cuenta que estando sentado en una cena, un hombre le avisó que deseaban verle urgentemente, Ricardo se levantó y se fue a la puerta, pero no había nadie. En eso cayó un trozo de la pared justo donde él estaba sentado, que lo habría matado sin duda. El santo siempre agradeció a su ángel de la guarda por aquello.
Ricardo volvió a los estudios, pero en Bolonia, adonde fue para doctorarse en Derecho Canónico. Uno de sus profesores lo quiso casar con su hija y hacerle heredero, pero el santo rechazó su oferta, aunque aún no se había decidido por la vida religiosa. A los siete años de estudios, y graduado con honores regresó a Oxford, donde su nombre ya era conocido por su saber, buen hacer y rectitud, y fue nombrado Canciller de la Universidad. Al poco tiempo los obispos San Edmundo de Canterbury (16 de noviembre) y Robert de Lincoln, se esforzaron por nombrarle canciller de sus respectivas diócesis, pero él después de un tiempo eligió servir a San Edmundo. Le tocó al santo una época complicada en las relaciones entre la Iglesia y el rey Enrique III, que había usurpado para el poder civil asuntos que concernían al poder eclesiástico, como determinar el uso de los ingresos de las abadías, poner y deponer abades o nombrar para los cargos a gente suya, sin la más mínima vocación, ocasionando perjuicio a la salud espiritual y material de los monasterios. Por otro lado, no ayudaba el legado del papa Gregorio IX: el papa le había enviado a la "fidelísima Inglaterra" a recaudar para la Cruzada, y este legado se extralimitó vendiendo dispensas para no participar en la Cruzada, o sacando la quinta parte de los ingresos de las diócesis a los obispos para tal asunto.
San Edmundo primero escribió al papa "El rey no permite que las iglesias catedrales y conventuales tengan libremente pastores para tomar su alimento". En 1236 partió acompañado por nuestro Ricardo hacia Roma a defender la causa de la reforma de la iglesia inglesa ante las intromisiones del rey Enrique, y aunque el papa les escuchó con benevolencia, no se atrevió a inmiscuirse por temor a represalias reales y la rebelión del clero abiertamente regalista. A lo sumo el papa prescribió que si una sede quedaba sin pastor, no se eligiera uno sino hasta luego de seis meses. Con esto quería el papa dar tiempo a la organización de las iglesias ante las intromisiones reales. A tal punto llegaron las tensiones, que en 1240, ante la imposibilidad de Edmundo de cumplir las órdenes del papa sin oponerse abiertamente al rey, y viceversa, decidió retirarse de su sede a Francia, donde murió en el monasterio en el monasterio de los canónigos regulares de Soisy-Bouy. Después de su muerte, Ricardo se retiró al convento dominico de Orleáns, donde se dedicó al estudio de las Escrituras y donde fue ordenado presbítero, aunque sin tomar el hábito dominico. Muerto San Edmundo el rey pudo nombrar arzobispo de Winchester al tío de su mujer, el Beato Bonifacio de Saboya (14 de julio).
A los cinco años regresó a Inglaterra, donde Bonifacio, ya preconizado arzobispo de Canterbury lo nombró su canciller. Cuando murió el obispo de Chichester el capítulo canonical eligió a uno de sus canónigos, y el rey nombró a un cortesano suyo para la sede, pero Bonifacio y Roberto de Lincoln se negaron a ambos nombramientos y para quedar en un punto medio nombraron a Ricardo como obispo. Enrique montó en cólera y para vengarse confiscó todas las propiedades de la sede de Chichester, Ricardo protestó, pero el rey pasó de su demanda. Ricardo se fue a Roma, a ser consagrado obispo por el mismo papa, a la sazón Inocencio IV. Cuéntase que en la misma ceremonia debía ser consagrado otro obispo y cuando el otro fue a ser ungido con el óleo del crisma, el tapón del ánfora de aceite se trabó y solo cayeron unas gotas sobre la cabeza del obispo. Pero he aquí que cuando pasaron a Ricardo, el tapón cayó derramando todo el aceite sagrado sobre el santo, tanto que tuvieron que limpiarle completamente con toallas. Uno de los cardenales presentes exclamó: "¡Este sí que ha recibido la plenitud de la gracia!", y todos rieron.
Cuando Ricardo regresó a Inglaterra halló su sede de Chichester ocupada por el rey. Todos los bienes confiscados y el palacio episcopal ocupado por un favorito del rey, por lo que el santo tuvo que hospedarse en casa de Simón de Terring, uno de sus fieles, que generoso le cedió una habitación. El santo comenzó a visitar su diócesis a pie, en un burro o en un caballo prestados, lo que fuera. A veces era bien recibido, otras echado por agentes del rey. Cuando veía a sus canónigos tristes por aquel atropello, les decía: "Recordad de lo que se dice de los apóstoles, que salieron con gozo de la presencia del Concejo de los judíos, porque fueron considerados dignos de sufrir reproches por el nombre de Jesús".
Así, perdonaba, tenía paciencia y rezaba, siempre rezaba. El papa Inocencio, para reparar la injusticia mandó cartas al rey, ordenando bajo pena de excomunión la restitución de los bienes de la Iglesia. Enrique obedeció a regañadientes y devolvió el palacio, las tierras y otras propiedades; pero los devolvió expoliados, las tierras áridas y descuidadas y las iglesias desprovistas de todo. Ricardo nombró a su hermano mayordomo de palacio episcopal para que administrara lo que quedaba e hiciera prosperar a la sede. Cuando este llegó halló que Ricardo había dado a los pobres la última pieza de una vajilla de plata, para que la vendieran y comieran, por lo cual le reclamó cuidado con las limosnas. El santo obispo respondió: "Hermano querido, nunca comeré en platos de oro y plata mientras Cristo está sufriendo en la persona de sus pobres. Nuestro Dios comió y bebió en vajilla común, y yo también luego vender ese plato”.
También tenía bondad el santo con los pecadores y sus enemigos, a los que perdonaba siempre, alentaba a la reconciliación y tendía puentes de verdadera amistad. A cierto John Fitz-Alan, que había sido excomulgado por el anterior obispo, nuestro santo le recibió fraternalmente, le invitó a cenar y le dijo: "Aquí, en mi mesa estás absuelto de tu excomunión y así podrás quedar cuando te vayas, si haces la satisfacción necesaria a los que has hecho daño". Amor al pecador, odio al pecado, era su norma, como la de Cristo: a un presbítero reconocido que tenía relaciones con una monja, lo echó de sus cargos y le prohibió celebrar los misterios sagrados. El cura protestó al arzobispo Bonifacio y Ricardo al saberlo dijo públicamente: "Mientras mi vida permanezca en mi cuerpo, malvado como este, que no sólo ha hecho el mal, sino que aún tiene una monja profesa como su amante, no le permitiré la cura de las almas en mi diócesis. Que mi señor arzobispo, a quien ha apelado, haga con él según le parezca oportuno y que responda por ello en el día del Juicio Final". Otros detalles que nos hablan de su nobleza son como que dejaba a sus canónigos dormir un poco más mientras él era el primero en hacer una hora de oración antes de Laudes, o que se apenaba por los pajarillos que le cocinaban, comiéndolos solo por caridad.
Con la bendición del papa Ricardo se lanzó a predicar por toda su diócesis, alentando a la conversión de costumbres, reparando iglesias, reformando monasterios, etc. Ciudades y aldeas gozaron de su presencia amorosa, jovial y sencilla. Llegando a Dover consagró un cementerio para pobres y una iglesia dedicados a San Edmundo, su querido obispo. Se hospedó en el hospital para los pobres y con ellos compartía su mesa y conversación. Estando en la iglesia un día de mañana se sintió mal, se desmayó y fue llevado a una cama del hospital, donde conoció que nunca se levantaría de allí. Se preparó para la muerte, ordenó su funeral y dijo a su amigo Simón de Terring: "Me alegré cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor". Le preguntaron que quería comer y dijo como San Felipe "Señor, muéstranos al Padre, y nos bastará", y le presentaron un crucifijo al que abrazó y besó, diciendo: "Señor Jesucristo, te doy gracias por todas las bendiciones que me has dado y por todos los dolores e insultos que has soportado por mí, para que se te apliquen verdaderamente estas palabras. ‘Mirad y ved, si hay dolor como mi dolor’. Tú sabes. Señor, cuánta disposición debo tener para ti el insulto, el dolor y la muerte. Por tanto, ten misericordia de mí, porque a Ti encomiendo mi espíritu" – y haciendo una pausa continuó – "María, Madre de gracia, Madre de misericordia, protégeme del enemigo y recíbeme en la hora de la muerte". Y luego, quedó en paz y falleció, el día 3 de abril de 1253, con 59 años de edad.
Fue sepultado en Chichester. El papa Urbano IV le canonizó en 1262. El 16 de junio de 1276 se trasladaron las reliquias, comprobando que estaba incorrupto, a un arca de plata, por orden del rey Eduardo y el obispo Esteban de Chichester. Esta arca fue puesta en el transepto de la catedral. En 1538, luego de la persecución de Enrique VIII el arca fue destruida y saqueada sus imagencitas talladas de plata. En 1847 se reabrió el arca para ser restaurada y se hallaron restos de los huesos, y del báculo del santo. En Selborne se conservan un peine suyo y un aparato calefactor que usaba en invierno.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo IV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 3 de abril además se celebra a
Santa Fara de Faremoutiers, abadesa.
Beata Alejandrina de Foligno, virgen clarisa.
San Pancracio de Taormina, obispo y mártir.
El joven Ricardo labra sus tierras. |
Y el santo lo dejó todo, tomó lo necesario para su sustento y se fue a Oxford, donde estudió arduamente, recuperando los años perdidos. Luego probó estudiar en la célebre Universidad de París, donde pasó grandes penurias. Compartía habitación con otros dos jóvenes piadosos y estudiosos, pero más pobres que las ratas. Tan pobres que solo tenían un abrigo entre los tres, y cuando uno lo usaba para ir a clases, los otros dos quedaban en su cuarto estudiando; luego el que había asistido conferenciaba para sus amigos. Una vez que se graduó regresó a Oxford, para continuar estudios en su propia tierra. Una anécdota cuenta que estando sentado en una cena, un hombre le avisó que deseaban verle urgentemente, Ricardo se levantó y se fue a la puerta, pero no había nadie. En eso cayó un trozo de la pared justo donde él estaba sentado, que lo habría matado sin duda. El santo siempre agradeció a su ángel de la guarda por aquello.
Ricardo volvió a los estudios, pero en Bolonia, adonde fue para doctorarse en Derecho Canónico. Uno de sus profesores lo quiso casar con su hija y hacerle heredero, pero el santo rechazó su oferta, aunque aún no se había decidido por la vida religiosa. A los siete años de estudios, y graduado con honores regresó a Oxford, donde su nombre ya era conocido por su saber, buen hacer y rectitud, y fue nombrado Canciller de la Universidad. Al poco tiempo los obispos San Edmundo de Canterbury (16 de noviembre) y Robert de Lincoln, se esforzaron por nombrarle canciller de sus respectivas diócesis, pero él después de un tiempo eligió servir a San Edmundo. Le tocó al santo una época complicada en las relaciones entre la Iglesia y el rey Enrique III, que había usurpado para el poder civil asuntos que concernían al poder eclesiástico, como determinar el uso de los ingresos de las abadías, poner y deponer abades o nombrar para los cargos a gente suya, sin la más mínima vocación, ocasionando perjuicio a la salud espiritual y material de los monasterios. Por otro lado, no ayudaba el legado del papa Gregorio IX: el papa le había enviado a la "fidelísima Inglaterra" a recaudar para la Cruzada, y este legado se extralimitó vendiendo dispensas para no participar en la Cruzada, o sacando la quinta parte de los ingresos de las diócesis a los obispos para tal asunto.
San Edmundo primero escribió al papa "El rey no permite que las iglesias catedrales y conventuales tengan libremente pastores para tomar su alimento". En 1236 partió acompañado por nuestro Ricardo hacia Roma a defender la causa de la reforma de la iglesia inglesa ante las intromisiones del rey Enrique, y aunque el papa les escuchó con benevolencia, no se atrevió a inmiscuirse por temor a represalias reales y la rebelión del clero abiertamente regalista. A lo sumo el papa prescribió que si una sede quedaba sin pastor, no se eligiera uno sino hasta luego de seis meses. Con esto quería el papa dar tiempo a la organización de las iglesias ante las intromisiones reales. A tal punto llegaron las tensiones, que en 1240, ante la imposibilidad de Edmundo de cumplir las órdenes del papa sin oponerse abiertamente al rey, y viceversa, decidió retirarse de su sede a Francia, donde murió en el monasterio en el monasterio de los canónigos regulares de Soisy-Bouy. Después de su muerte, Ricardo se retiró al convento dominico de Orleáns, donde se dedicó al estudio de las Escrituras y donde fue ordenado presbítero, aunque sin tomar el hábito dominico. Muerto San Edmundo el rey pudo nombrar arzobispo de Winchester al tío de su mujer, el Beato Bonifacio de Saboya (14 de julio).
A los cinco años regresó a Inglaterra, donde Bonifacio, ya preconizado arzobispo de Canterbury lo nombró su canciller. Cuando murió el obispo de Chichester el capítulo canonical eligió a uno de sus canónigos, y el rey nombró a un cortesano suyo para la sede, pero Bonifacio y Roberto de Lincoln se negaron a ambos nombramientos y para quedar en un punto medio nombraron a Ricardo como obispo. Enrique montó en cólera y para vengarse confiscó todas las propiedades de la sede de Chichester, Ricardo protestó, pero el rey pasó de su demanda. Ricardo se fue a Roma, a ser consagrado obispo por el mismo papa, a la sazón Inocencio IV. Cuéntase que en la misma ceremonia debía ser consagrado otro obispo y cuando el otro fue a ser ungido con el óleo del crisma, el tapón del ánfora de aceite se trabó y solo cayeron unas gotas sobre la cabeza del obispo. Pero he aquí que cuando pasaron a Ricardo, el tapón cayó derramando todo el aceite sagrado sobre el santo, tanto que tuvieron que limpiarle completamente con toallas. Uno de los cardenales presentes exclamó: "¡Este sí que ha recibido la plenitud de la gracia!", y todos rieron.
Cuando Ricardo regresó a Inglaterra halló su sede de Chichester ocupada por el rey. Todos los bienes confiscados y el palacio episcopal ocupado por un favorito del rey, por lo que el santo tuvo que hospedarse en casa de Simón de Terring, uno de sus fieles, que generoso le cedió una habitación. El santo comenzó a visitar su diócesis a pie, en un burro o en un caballo prestados, lo que fuera. A veces era bien recibido, otras echado por agentes del rey. Cuando veía a sus canónigos tristes por aquel atropello, les decía: "Recordad de lo que se dice de los apóstoles, que salieron con gozo de la presencia del Concejo de los judíos, porque fueron considerados dignos de sufrir reproches por el nombre de Jesús".
Así, perdonaba, tenía paciencia y rezaba, siempre rezaba. El papa Inocencio, para reparar la injusticia mandó cartas al rey, ordenando bajo pena de excomunión la restitución de los bienes de la Iglesia. Enrique obedeció a regañadientes y devolvió el palacio, las tierras y otras propiedades; pero los devolvió expoliados, las tierras áridas y descuidadas y las iglesias desprovistas de todo. Ricardo nombró a su hermano mayordomo de palacio episcopal para que administrara lo que quedaba e hiciera prosperar a la sede. Cuando este llegó halló que Ricardo había dado a los pobres la última pieza de una vajilla de plata, para que la vendieran y comieran, por lo cual le reclamó cuidado con las limosnas. El santo obispo respondió: "Hermano querido, nunca comeré en platos de oro y plata mientras Cristo está sufriendo en la persona de sus pobres. Nuestro Dios comió y bebió en vajilla común, y yo también luego vender ese plato”.
El santo predica al pueblo. |
Con la bendición del papa Ricardo se lanzó a predicar por toda su diócesis, alentando a la conversión de costumbres, reparando iglesias, reformando monasterios, etc. Ciudades y aldeas gozaron de su presencia amorosa, jovial y sencilla. Llegando a Dover consagró un cementerio para pobres y una iglesia dedicados a San Edmundo, su querido obispo. Se hospedó en el hospital para los pobres y con ellos compartía su mesa y conversación. Estando en la iglesia un día de mañana se sintió mal, se desmayó y fue llevado a una cama del hospital, donde conoció que nunca se levantaría de allí. Se preparó para la muerte, ordenó su funeral y dijo a su amigo Simón de Terring: "Me alegré cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor". Le preguntaron que quería comer y dijo como San Felipe "Señor, muéstranos al Padre, y nos bastará", y le presentaron un crucifijo al que abrazó y besó, diciendo: "Señor Jesucristo, te doy gracias por todas las bendiciones que me has dado y por todos los dolores e insultos que has soportado por mí, para que se te apliquen verdaderamente estas palabras. ‘Mirad y ved, si hay dolor como mi dolor’. Tú sabes. Señor, cuánta disposición debo tener para ti el insulto, el dolor y la muerte. Por tanto, ten misericordia de mí, porque a Ti encomiendo mi espíritu" – y haciendo una pausa continuó – "María, Madre de gracia, Madre de misericordia, protégeme del enemigo y recíbeme en la hora de la muerte". Y luego, quedó en paz y falleció, el día 3 de abril de 1253, con 59 años de edad.
Fue sepultado en Chichester. El papa Urbano IV le canonizó en 1262. El 16 de junio de 1276 se trasladaron las reliquias, comprobando que estaba incorrupto, a un arca de plata, por orden del rey Eduardo y el obispo Esteban de Chichester. Esta arca fue puesta en el transepto de la catedral. En 1538, luego de la persecución de Enrique VIII el arca fue destruida y saqueada sus imagencitas talladas de plata. En 1847 se reabrió el arca para ser restaurada y se hallaron restos de los huesos, y del báculo del santo. En Selborne se conservan un peine suyo y un aparato calefactor que usaba en invierno.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo IV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 3 de abril además se celebra a
Santa Fara de Faremoutiers, abadesa.
Beata Alejandrina de Foligno, virgen clarisa.
San Pancracio de Taormina, obispo y mártir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te ha gustado? ¿Qué opinas? Recuerda que tus sugerencias pueden ser importantes para otros lectores y para mi.
No añadas consultas a los comentarios, por favor, pues al no poner el e-mail, no podré responderte. Para consultas, aquí: http://preguntasantoral.blogspot.com.es/p/blog-page.html