Santa Sancha de Portugal, reina y religiosa cisterciense. 11 de abril, 13 de marzo, 17 y 20 de junio.
Nació en 1180 Fue hija de Sancho I de Portugal, y de la reina Dulce. Sus hermanas fueron Santas Teresa y Mafalda (17 y 20 de junio). Desde muy niña fue piadosa y muy devota de la Santísima Virgen. A los 5 años aprendió a leer, y el Oficio, las vidas de santos y tratados piadosos eran sus lecturas preferidas. A los 10 años comenzó a usar un cilicio pegado a las carnes, que la hacía sufrir muchísimo, pero lo soportaba por amor a la Pasión de Cristo. Cuando llegó a edad de buscarle marido, su madre le preguntó sobre con quien querría casarse llegado el momento, a lo que la princesa respondió: “Con aquel que me ha recibido por esposa antes de nacer”
En 1198 murió su madre y el rey Sancho, viendo la determinación de su hija a ser toda para Cristo, le regaló uno de su castillo de Alenquer para que ella lo convirtiese en su morada personal, alejada de la corte. Sancha eligió a los parientes y sirvientes más devotos y rectos para que le acompañaran en su casa. Allí no había vanidades ni vida frívola como en la corte: se rezaba frecuentemente, se hacían actos de cariad y se atendía a los pobres. Todos los miércoles del año Sancha daba de comer a 12 mujeres pobres a las que ella misma lavaba y vestía. Les daba limosnas y a algunas las seguís socorriendo si eran enfermas, o las colocaba de sirvientas en casas honestas. En esta villa donde vivía había un beaterio en el que mujeres pobres y penitentes se santificaban, Sancha las visitaba en ocasiones, aprendía con ellas de la vida espiritual, tenían oración en común, y la reina siempre les daba alguna limosna.
A la muerte de su padre, en 1112, su hermano Alonso tomó el reino en sus manos y una de sus primeras acciones fue reclamar la villa y castillo de Alenquer para sí. Sancha, tanto por ella misma, como por sus siervos, en unión con su hermana Teresa, igualmente en peligro de perder sus posesiones, se rebeló contra su hermano. Organizó un ejército que plantó cara a Alonso a las afueras de Alenquer, donde el rey comenzaba el sitio. Lo contuvo un tanto, pero Alonso no cejó en sus pretensiones, por lo cual Sancha apeló al papa Inocencio III, el cual reconoció como legítimas las donaciones del rey Sancho, zanjando el asunto. A cambio, ella y Mafalda renunciaron al título de reinas.
Luego de esta situación Sancha quiso tomarse más en serio su consagración, recibió de su hermano Alonso el permiso para fundar un monasterio cisterciense en Vimarens, que tomó el nombre de Santa María de Celas. Lo fundaría con las beatas que conocía de Alenquer y algunas monjas profesas del Císter autorizadas a trasladarse allí para enseñar a todas los usos y costumbres de la Orden. El abad de Alcobaça les dio el hábito a todas, menos a Sancha, que no sería monja sino hasta más tarde. En este tiempo ocurrió que el rey San Fernando III de Castilla (30 de mayo) pidió la mano de Sancha a Alonso de Portugal y este mandó a Sancha que accediera. Dos años duraron las amenazas, las promesas, las renuncias y las defensas de Sancha. Diría a su hermano en una ocasión: "Mas fácil me sería, hermano, dejarme arrojar en un horno ardiendo, o con una piedra al cuello en el profundo del mar, o cortar mis miembros uno a uno, que casarme con hombre nacido: y si en alguna cosa deseas darme gusto, será en no hablarme más deel asunto”. Finalmente, San Fernando desistió.
Para librarse en lo sucesivo de otro intento de matrimonio, Sancha hizo voto de castidad perpetua ante el obispo de Coimbra y el clero. Luego se despidió de los franciscanos de Alenquer, a los que había traído, fundando el primer convento de franciscanos de Portugal en su amada villa de Alenquer. Anotamos aquñi que cuenta la leyenda que, en agradecimiento, San Francisco de Asís (4 de octubre, 17 de septiembre, Impresión de las llagas; 25 de mayo, traslación de las reliquias a la basílica de Asís) le envió a San Berardo y a sus compañeros (16 de enero), que iban de camino de África a predicar. Estos santos dieron encendidas pláticas a las religiosas del monasterio, dejándolas llenas de deseos de servir mejor a Dios. Al año siguiente de esta visita, estando Sancha orando, se le aparecieron los franciscanos con gran gloria, revelándoles su martirio gozoso por Cristo.
En fin, que libre de ataduras, Sancha se fue al monasterio de Cela, donde tomó el hábito del Císter. La leyenda del Císter le hace una monja perfecta, muy fervorosa. Tuvo varias gracias místicas como la profecía, el don de corazones. Fue muy penitente y constantemente llevó un cilicio que le cubría todo el torso y una cuerda de esparto a la cintura. Era también muy humilde, siendo la primera en servir a las demás, en hacer los trabajos más bajos de la casa y la primera en pedir perdón por lo que ella consideraba sus faltas. También tuvo el don de milagros, pues se nos dice que a varias religiosas aquejadas de dolores, tumores o infecciones, sanó con trazar la señal de la cruz sobre ellas.
Con su hermana Santa Teresa. |
Sancha entró al Reino de su Divino Esposo el 13 de marzo de 1229. El cuerpo fue trasladado al monasterio de Lorban, donde su hermana Santa Teresa vivía, a pesar de que las monjas de Cela la querían sepultar entre ellas, como tal había vivido. En Lorban el cuerpo fue depositado en el sepulcro de piedra labrada que Teresa tenía preparado para sí misma. Las crónicas del Císter nos cuentan que realizó numerosos milagros y que, incluso, más de una vez fue vista por alguna monja aparecer en el coro y cantar el Oficio Litúrgico con las monjas.
En 1576 el rey Sebastián de Portugal y el obispo de Coimbra iniciaron las gestiones para que ambas reinas hermanas fueran canonizadas, debido al culto que recibían de parte de las monjas. En 1695 el papa Inocencio XII dio visto bueno al proceso de canonización. El 23 de diciembre de 1705 el papa Clemente XI autorizó que fueran llamadas santas, canonizándolas directamente, sin beatificarlas oficialmente, pues se consideró que el culto permitido por los obispos y los papas anteriores era una intrínseca beatificación.
Fuente:
-"Médula Histórica Cisterciense". Volumen 4. ROBERTO MUÑIZ O.Cist. Valladolid, 1780.
A 11 de abril además se celebra a
San Antipas de Pérgamo,
obispo y mártir.Beato Jorge Gervase,
benedictino mártir.Santa Godebertis,
virgen.San Guthlac,
ermitaño.
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