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lunes, 7 de junio de 2021

De una vida que fue puro portento.

San Colman de Dromore, obispo. 7 de junio.

De él se cuentan numerosos milagros, que parecen recogidos de otros santos llamados también Colman. Aunque estos a su vez podrían ser desdoblamientos de un único santo. No se puede pretender a más de mil años de distancia, poner en claro algo así.

Su “historia” comienza antes de su nacimiento, según su leyenda. Cuéntase que San Patricio (17 de marzo), yendo de Armagh a Saul, recibió la oferta de un obispo de pernoctar en su casa, mas el santo apóstol lo rechazó diciéndole: "No es este lugar para mi, pero, después de sesenta años, nacerá una estrella que fundará su monasterio en este lugar”. Y señalando un valle anejo, continuó: “Allí, esta mañana, mientras cantaba la misa, vi por la ventana de la iglesia una gran multitud de ángeles reunidos".

Nació, según la mayoría de hagiógrafos, a inicios del siglo VI. Fue bautizado por un obispo que era tío suyo, también llamado Colman. Y el milagro no faltó en el bautismo: no había agua, y Dios hizo brotar una fuente milagrosa, la cual fue luego fuente de numerosas curaciones por intercesión del santo. Otra leyenda de la niñez, repetida en otros santos, narra que mientras cuidaba las vacas de sus padres, un lobo se comió una de las terneras. El niño buscó al animal, pero no halló más que la piel roída y los huesos desparramados. Metió estos en la piel y haciendo la señal de la cruz, la carne y tejidos se llenaron de vida y la ternera resucitó.

Se educó con en el monasterio de Nendrum, bajo la dirección del abad San Caylan (3 de septiembre). Compañero suyo habría sido San Mochaoi (23 de junio). Fue un discípulo aventajado y muy pronto aprendió las Reglas y costumbres del monasterio, aventajando a todos los demás monjes. Preguntó un día al abad que más podría hacer para ser santo, y Caylan le envió a quitar una piedra enorme que había en un camino que los monjes usaban. Colman, que no podía con la roca, trazó sobre ella la señal de la cruz, y la piedra rodó por sí misma a un lado. Aún puede venerarse en uno de los tantos sitios en los que San Colman tiene culto en Irlanda.

Visitó nuestro santo a San Ailbhe de Emly (12 de septiembre), de quien aprendió las Sagradas Escrituras. Luego, con su tío Colman aprendió la enseñanza de los Padres de la Iglesia y la Teología. Con toda esta formación, quiso fundar su propio monasterio y, por revelación divina, llegó al valle de Dromore, en Cobá, el mismo valle señalado casi 100 años antes por San Patricio. Se dice que escribió un Regla para los cientos de monjes que tuvo bajo su cayado en poco tiempo. Todos eran muy observantes, caritativos y disciplinados.

De su etapa de abad, también se cuentan milagros, como que su breviario cayó al agua y flotó hasta la orilla sin mojarse, o que devolvió a la vida a una pobre mujer decapitada por unos ladrones. O en otra ocasión en la que predicaba, aparecieron unos juglares paganos, que comenzaron a burlarse del santo. Le pedían insistentemente que hiciera milagros para divertirse y he aquí que la tierra se abrió y se los tragó. Toma diversión.

Visitó el santo Roma por tres veces, y la última de estas ocasiones fue ordenado obispo por el papa San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre, elección papal), quien le dio muchas reliquias de los santos mártires. Su episcopado, más allá de lo ficticio de su ordenación por parte del papa, parece fue el primero en la zona de Dromore. Pero curiosamente, no volveremos a hallar otro obispo en la zona hasta el siglo X. La leyenda cuenta aquí, de modo estrafalario, que, al volver a Irlanda, pasó por Gales, y esa noche nació el hijo de los reyes, pero nació muerto, y Colman lo resucitó al tocarle con unas reliquias de las que portaba. Ese niño sería San David de Gales (1 de marzo), pero la leyenda propia de este santo no dice nada de eso.

Pero aún no lo hemos visto todo. Colman era tan casto que jamás miraba a mujer alguna. Y tanto que en una ocasión en que su madre fue al monasterio a verle y Colman le mandó decir: "Que elija entre verme de lejos, o hablarme sin verme". La madre respondió: "Prefiero hablarle sobre asuntos relacionados con el bienestar de mi alma". Y se encontraron en lados opuestos de un enorme roble. Pero he aquí que cuando la conversación se elevó a las cosas del cielo, en el tronco del árbol se abrió una abertura, dejando que madre e hijo se vieran.

Colman murió anciano, sobre 610, según quien cuente la historia, pero es una fecha barajada por muchos. Luego de una larga oración y bendecir a sus hermanos, expiró dulcemente. Su culto está extendido en Irlanda y lo estuvo en Escocia, aunque, como dije antes, se le confunde con otros santos llamados Colman.


A 7 de junio además se celebra a

sábado, 7 de junio de 2014

Beata Ana de San Bartolomé, casi Madre Nuestra

La Beata Ana de San Bartolomé (7 de junio) es uno de los pilares del carmelo teresiano, a la que debemos mucho los que amamos este carisma. De las monjas fieles, luchadoras, impregnadas del espíritu teresiano, que se enfrentaron a frailes, generales y obispos para conservar el espíritu de Nuestra Madre. De las santas, en fin. Lega, fundadora, priora, mística, intuitiva, consejera de gobernantes, libertadora de los cristianos... Muchas cosas podríamos decir de ella, leyendo sus cartas y su autobiografía, escrita por obediencia a los superiores. Por falta de tiempo no puedo hacer un artículo como se merece (suponiendo que pudiera hacerlo yo), sino que os brindo un sencillo resumen del libro "La Beata Sor Ana de San Bartolomé. Una maravilla de Dios", del agustino recoleto P. Ángel Peña. 

I. Los inicios:
Ana García Manzanas nace el 1 de octubre de 1549, sexta de siete hermanos, e hija de Alonso Sánchez y María Sánchez. De su infancia sabemos que dedicaba largos ratos a la penitencia y la oración y que tuvo la gracia de ser acompañada frecuentemente por el Niño Jesús, que según ella crecía, se iba mostrando de su edad. A los diez años habían muerto sus padres y fue enviada como pastora por sus hermanos. A los 13 años la quieren casar, pero ella desecha a todos los pretendientes y suplica a Dios la libre de matrimonio alguno si no es con Él mismo. Tiene una revelación de una orden nueva: carmelitas que viven la regla primitiva, y con ellas quiere entrar. Rechaza a las jerónimas, que la invitan a profesar con ellas. Los hermanos le dicen que de carmelitas fundadas por "una loca llamada Teresa"; nada, que si quiere, a las jerónimas. Uno llega a acuchillarle. Finalmente su tío intercede por ella y la llevan a Ávila, donde le dilatan la entrada y mientras, los hermanos le hacen la vida imposible, cargándola de trabajos todo el día. Al fin, el 2 de noviembre de 1570 entra al monasterio como hermana lega, siendo la primera de la descalcez. 

II. Con Teresa:
En 1571, siendo novicia aún, conoce a la Santa Madre Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto), que al verla, dice: "Aunque sea novicia, llévenla a mi celda, que quiero que sea mi compañera". Siendo priora la santa en la Encarnación le dará permiso para la profesión, que ocurrió el 15 de agosto de 1572. Fue tornera y enfermera. Jamás estaba ociosa y aún de priora, si iba al locutorio, hilaba, cosía, escribía o rezaba el rosario. En 1574 enferma de cuidado, por lo que la Santa no puede llevarla consigo, como quería, a las fundaciones de Beas de Segura y Sevilla. Vuelta la santa de Sevilla, encuentra gran pobreza en el monasterio, y varias enfermas por el hambre que pasaban. Pone a Ana de enfermera y esta, por obediencia, arrastrando su enfermedad, consuela a las otras y mejora su salud. Desde ese momento, comienza a atender a la Santa y no se separará de ella hasta ayudarla a morir en sus brazos. Juntas vivieron  los caminos calurosos o fríos, secos o húmedos; los desplantes de Burgos y las alegrías de Palencia. Juntas por esos mundos: Valladolid, Salamanca, Villanueva de la Jara. Juntas padeciendo, riendo, enfermando y sanando. Juntas temieron la persecusión de los "calzados", la angustia por la prisión del Santo Padre, los ataques a Gracián y el casi derrumbe de la obra teresiana. Juntas agradecieron a Dios por el Capítulo de Alcalá de Henares. Juntas, en fin, llegaron a Alba de Tormes el 20 de septiembre de 1582, para morir la santa el 4 de octubre del mismo año, sostenida por Ana de San Bartolomé. 

Muerte de Santa Teresa
III. Sin Teresa:
Enterrada la Santa en Alba, quiso Ana quedarse a la vera de su cuerpo, pero fue enviada a Ávila, su verdadero convento. Fue testigo entre 1583 y 1588 de las desastrosas e indignas traslaciones del cuerpo de Santa Teresa, de Alba a Ávila y viceversa. Tuvo, como otras religiosas, apariciones de la santa, ya fuera bendiciendo a la priora, en el coro sentada entre las demás monjas, o sintiendo el mismo olor que expedía su cuerpo incorrupto en varias estancias del convento de Ávila. En 1591 María de San Jerónimo es nombrada priora del convento de Madrid para atajar un atisbo de separación de las monjas de dicho convento, y llevó consigo a nuestra beata a dicha ciudad. En 1595 la llevaría consigo a la fundación de Ocaña, donde permaneció hasta 1598 y se fraguó la tercera y definitiva parte de su vida. Ella lo cuenta: 
"Estando en esta fundación de Ocaña, la noche de Navidad, después de los Maitines, me quedé recogida y en sueños me mostraron la venida que había de hacer a la Francia. Entráronme en un mar muy oscuro que me daba temor y me enviaron con unas compañeras que no eran mis conocidas, sino una conocí después en este recogimiento. Me hallé forzada mi espíritu antes de esta vista en un vivo deseo de ser mártir, y aunque algunas veces se me han apretado estos deseos, no tan perfectos como esta vez, que me hallaba con una conformidad y gozo, tomándolo por Dios con el más encendido amor que en esta parte he tenido (...) Se me mostró Nuestro Señor como cuando andaba por el mundo, mas con grandísima hermosura y Majestad, pero por otra parte afligido, dándome a entender la mucha pena que tenía y tocándome en el hombro, me dijo: “Hija, ayúdame. Mira las almas que se me pierden en Francia”. Y fuéme mostrando todo el reino y estas tierras de por acá cómo se están abrasando en herejías y grandes pecados. Y de aquel tocarme en el hombro me parece descargó su pena y me la dio a mí tan grande y sentí tan gran dolor que me parece me moría. Los efectos con que quedé de este arrobamiento y visión fue un amor tan abrasado con aquellas almas y las de todos mis prójimos que me parece me iba secando". 


"estando de rodillas recogida, vi a Nuestro Señor
Jesucristo (...) que me puso la mano en el hombro
porque descargue en mi su pena, y quedéme
como desmayada, porque me dio su Divina
Majestad a entender las muchas almas que se
perdían en Francia, y dejóme
"
Diálogos sobre su espíritu.
IV. A Francia, o sea, al Calvario:
La fundación en Francia, procurada por Madame Acarie y su primo Pedro Berulle, había pasado por varios contratiempos que podéis leer en el artículo dedicado a esta santa mujer en este blog. En 1604 Berulle fue a España a buscar las religiosas necesarias, pero halló que la religiosa que más lo había procurado, la Gran María de San José, había fallecido. Berulle la sustituyó con Ana de San Bartolomé, cosa que no gustó ni al Nuncio ni a las demás monjas (Ana de Jesús Lobera, Leonor de San Bernardo, Isabel de los Ángeles, Isabel de San Pablo y Beatriz de la Concepción), pues Ana de San Bartolomé era una lega sin instrucción. Entraron en Francia el 29 de agosto de 1604, y llegaron a París el 15 de octubre. El 18 se fundaría el convento de la Encarnación, nombrando a Ana de Jesús como priora.

A los dos meses los superiores determinaron darle el velo negro de corista a Ana, que se negó rotundamente. Era necesario, para que fuera fundadora y priora, dada la posibilidad de hacer otras fundaciones. La Venerable Ana de Jesús se opuso fuertemente, diciendo que iba contra la Santa, que la había querido de velo blanco, que jamás se había visto que una lega cambiase al velo negro, y menos para ser priora y fundadora. Dice la Beata su autobiografía:

"La prelada [Ana de Jesús] no quería. Yo estaba sola y ella me tenía a veces en una celda una hora entera, diciéndome cosas de harta temeridad, que no los creyese, que me condenaría y que por mí se perdería y relajaría la Orden en Francia y en España".

Finalmente Berulle y los superiores harían su voluntad, y el 11 de enero de 1065 tomaría el velo negro. Dos días después sería encomendada como fundadora y priora de Pontoise. El 15 de enero llegó a la ciudad. No le fue fácil; estaba acostumbrada a obedecer, no a mandar. No podía enseñar a rezar el breviario a las cuatro novicias que entraron, pues no sabía leer latín. Ninguna hablaba español, ni ella hablaba francés. Finalmente, por un milagro, pues Ana de San Bartolomé tenía don de lenguas, lograron entenderse. Mientras, en París, la tensión entre Berulle y Ana de Jesús crecía, puesto que este, pretendía mantener a perpetuidad la autoridad sobre las carmelitas, en contra de lo acordado, que era que sólo sería hasta que los carmelitas descalzos entraran en Francia. Como no se preveía aún dicha fundación, Berulle maquinaba, y, todo sea dicho, los descalzos desentendidos de sus monjas. Pronto entendió Ana de San Bertolomé las verdaderas intenciones de Berulle de hacerla monja de coro: manipularla e influir en las monjas para imponer su propia visión de la vida religiosa reformada, valiéndose de una figura tan cercana a la Santa Madre como Ana de San Bartolomé. Pero no contaba con el temple de una hija de Santa Teresa como era la Beata.

Ana de Jesús dejó París, y fue de fundadora a Dijon, por lo que Ana de San Bartolomé fue mandada de priora a París, y para que las monjas de Pontoise no protestaran, la sacaron disfrazada de hombre. Toda una locura e improvisación por parte de Berulle y compañía. Milagros casi eran necesarios para que todo aquello prosperase. El primer año le fue bien, pero al cabo, las tensiones de Berulle con las monjas se acentuaron y Ana de San Bartolomé las padeció. La acusaron de pretender introducir a los frailes (¡como si ese no fuese el "convenio"!) para librarse de su obediencia. Comenzaron a sembrar cizaña entre las monjas francesas contra la beata, diciéndoles (según cuenta Ana en su autobiografía): 

Cardenal Berulle.
Solo hay que ver esa cara...
"No tratéis con la Madre vuestras almas, que su espíritu no es para vosotras. Ella es extranjera, y más, española. No os fiéis de ella, que si quiere a los frailes, os darán una vida muy cruel. Son recios; no es para vosotras su término". 

Menuda cara dura, cuando el rigorismo del Carmelo francés fue obra suya y no de los frailes ni monjas españolas. Más aún, Berulle gobernaba el monasterio, aceptando o echando monjas, cambiando oficios a su antojo, o poniendo o quitando prácticas de devoción o penitencias, sin contar con la priora para nada. O más, diciéndole "que no tengo que tener pena ni cuidado, que ellos lo tendrán". La vigilaba, le ponía una monja espía de tornera o de compañera, prohibía a las monjas y a ella misma elegir confesor, a las monjas que le hablaran cualquier cosa de espíritu, siendo esto contra la regla y constituciones teresianas.

En 1608 logró salir de allí, para fundar en Tours, donde le tocó otra persecución  era ciudad casi totalmente protestantizada, y las calumnias llovieron sobre ella y las monjas: que si vivían con sacerdotes, que si una prostituta era monja allí, que si tenían hijos a escondidas. Y tampoco tuvo paz: la supriora era afín a Berulle y le informaba de cada paso que daba la beata. Llegaron a interceptarle las cartas que enviaba y recibía de España. En 1611 quiso volver a París, ya que, al fin, los descalzos estaban a punto de fundar. Berulle aceptó, pero le prohibió pidiese la obediencia a los descalzos, pues "ellas eran suyas" (!). Pero el General envió una orden a Ana para que fundase en Flandes, lo que enfureció a Berulle que quiso hacerla negarse y que le prestara obediencia. Ella, claro está, se negó rotundamente y fue castigada. Pero no osó Berulle contradecir al General y en octubre de 1611 partió Ana de San Bartolomé hacia Flandes. Y dice:
"Salí antes del amanecer fuera del lugar adonde me llevaron, que estaban allí los religiosos aguardando. Dios me dio tan grande consuelo de verme vuelta a la Orden que me parecía estaba como cuando echan una piedra en un pozo y se va al centro y allí reposa como en su gloria y paraíso".

V. Flandes, la nueva y definitiva morada.
Y a Flandes llegó. Tenía 62 años, que no son pocos para el siglo XVI, siendo ella también una "inquieta y andariega". Llegada a Flandes, estuvo un año con las carmelitas de esta ciudad, hasta el 17 de octubre de 1611, que partió como fundadora a Amberes. Esta fundación le infundía algunos temores, pero Jesucristo se le reveló consolándola y diciéndole: "No temas, que esta fundación resplandecerá con el tiempo como una antorcha que da mucha luz". El 26 de octubre llegarían a Amberes. Revisó los últimos retoques de la casa provisional y alquilada, y el 6 de noviembre se hizo el traslado solemne y se inaugura la clausura, em una probreza teresiana al cien porciento:

"Vinimos aquí en tanta pobreza que no teníamos sino 50 florines prestados, y los padres jesuitas nos dieron recaudo para decir la primera misa, que no teníamos cosa, y los del Magistrado no nos querían; querían tornarnos a enviar, y Dios lo ha todo allanado de tal manera que de toda la villa está este monasterio estimado y, en tres años que ha estamos aquí, está más proveído que otros de diez años. Hemos comprado el mejor sitio del lugar… La santa es la Priora, que lo más ordinario me imagino que la ando sirviendo como lo hacía cuando era viva, y que lo demás ella lo hace. Y sin ser muchas veces imaginación, actualmente la he sentido conmigo y que lo hace todo. Dios me ha dado en esto tanta paz y consuelo que nadie lo podrá creer". (Autobiografía)
El 21 de noviembre profesaría la primera novicia, y muy pronto se reencontraría con el P. Gracián, ya expulsado de la descalcez y en esos momentos "calzado", que visitaba la ciudad para predicar a los soldados y a unas religiosas con motivo del Adviento. El 11 de abril de 1619 profesaba en sus manos Sor Clara de la Cruz, antigua dama de la Infanta Isabel Clara Eugenia, a la que la Beata había profetizado años antes que sería monja. No solo acertó, sino que fue su secretaria, su apoyo y amiga hasta la muerte de la Beata. El 1 de mayo de 1619 se funda otro Carmelo de jóvenes inglesas, que pronto abandonarían la obediencia a la Orden, con pena y disgusto de Ana de San Bartolomé, que llegaría a escribir a Isabel Clara Eugenia, para que les llamara al orden, o las expulsara del país incluso. El 15 de agosto se inaugura la casa definitiva de las carmelitas, trasladadas de la primera casa. En 1618 será año de gran alegría para Ana de San Bartolomé: sus queridos descalzos fundan en Amberes, aportándole consuelo y seguridad. En 1623 las carmelitas de Borges huyen de Berulle, la Beata las acoge y con la misma comunidad funda el monasterio de Jeper. 1614 le llena de gran alegría, por la beatificación de la Santa Madre, el 24 de abril. Inmediatamente cambia el nombre a su monasterio de Amberes por el de "Beata Teresa y San José", siendo el primero en llevar el nombre de su amada Madre. Alegría completa en 1622, cuando Gregorio XV canoniza a Santa Teresa de Jesús. Nuestra Beata escribe:
"Me consolé el día de su canonización… Yo quedé en paz y gozo, que lo he tenido de ver esta santa honrada como lo merece de Dios y de su santa Iglesia. Bendigamos día y noche al Señor que la escogió para poner en ella tantas gracias, que es de su gloria mostrarlas en sus amigos".


Ana de San Bartolomé,
patrona de Amberes
VI. Libertadora de Amberes.
Es llamada, y con razón, libertadora de Amberes, pues en dos ocasiones el poder se su intercesión salvó la ciudad. En 1621, las tropas españolas y las holandesas terminan la tregua y se reanuda la guerra. Ana de San Bartolomé aumenta su oración, sus penitencias en aras de la victoria española y católica, contra los holandeses herejes, todo por la gloria de Dios y el bien de las almas. Es el siglo XVII, recordad. Al año siguiente, los españoles sufren pérdidas y el asedio a Bergen-op-Zoom es un fracaso. Spínola tiene que abandonar el asedio para no someter a los soldados a una matanza segura. Con esto, se quedaba el camino despejado para que los herejes tomaran Amberes. En diciembre de 1622 llegó el momento, las tropas holandesas atacaron la ciudad, pero no contaban con aquella monja que se sacrificaba y oraba intensamente por la exaltación de la fe católica, y perdieron. Sobre este hecho contará la M. Teresa de Jesús, quien sería la priora que le sucedió:
"Pasaba las noches en oración clamando a Dios por estas necesidades como lo hizo aquella noche cuando los holandeses quisieron venir a tomar Amberes, que antes de acostarse nos dijo a todas en el coro con grandísimo fervor: que por amor de Dios que rezásemos bien y apretásemos a Dios por estas cosas de su Iglesia, y esto tornaba a repetir con tanto ímpetu, que nos espantábamos, y pensábamos que había tenido nuevas, que se había de hacer alguna gran empresa. Y preguntádoselo dijo que no sabía esto, mas que Dios le ponía este espíritu; y desde las dos de la mañana se puso en oración hasta que yo fui a su celda a la mañana antes de ir al coro como lo tenía de costumbre, y en entrando me dijo: '¡Ay, hija!, y qué cansada que estoy, que parece tengo el cuerpo molido, alguna gran traición debe de haber, porque toda la noche parece he peleado y de la fuerza que me han hecho para que yo rezase que al momento que yo quería bajar los brazos que tenía levantados para clamar a Dios, me decían siempre reza más, más, más, y aunque hubiera peleado con un ejército no creo estuviera más cansada, que estoy toda en agua'. Y así fue menester mudarle la túnica, y a la mañana sosegó y dijo: 'Ya está hecho', y dos o tres horas de ahí vino la nueva de cómo había faltado muy poco para que los holandeses tomasen Amberes, y fuíselo a decir a nuestra Madre, la cual dio hartas gracias a Dios por esta merced. Hartas veces decía sentía había alguna traición, y de ahí algunos días venían las nuevas cómo era verdad. (Procesos de canonización).

Dos años después , en agosto de 1624, Spínola comienza el asedio de Breda, y aún con el temor que los holandeses aprovecharan para atacar Amberes de nuevo, como pasó de hecho el 13 de octubre del mismo año, con el fracaso de los herejes, en la rendición de Breda. Cartas dela Beata, estampas o pañuelos que habían sido tocados o bendecidos por ella eran tenidos como reliquias y muchos soldados llevaban alguno, confiando en la oración de esta Esposa de Cristo. Su otra gran intervención en favor de las tropas católicas, esta vez a distancia, fue en la batalla de la Montaña Blanca, el 8 de noviembre de 1620, donde el paladín de la victoria sería el carmelita Venerable Domingo de Jesús María y la Capitana de los ejércitos sería Nuestra Señora, en su advocación carmelitana de Nuestra Señora de la Divina Gracia. La Beata profetizaría sobre esta batalla: "En este día los cristianos han obtenido una gran victoria”, y a los pocos días la noticia de la victoria le dio la razón.
 
VII. También muere hija de la Iglesia
En este mismo 1624, los primeros síntomas de su partida al cielo se hicieron notar. Sufrió una apoplejía de la que no se recuperó del todo, aunque la Infanta le hizo ver de los mejores médicos y tomar los mejores remedios del momento. Casi tenía que moverse a gatas, y aún así no abandonó sus oraciones y el trabajo. En una ocasión llegó incluso a cortar la leña para que se calentasen las monjas al salir del Oficio Divino. Dos años duró esta agonía, durante los cuales, intensificó su unión con el Amado, recitando frecuentemente con San Juan de la Cruz "adonde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido". Los días de comunión se preparaba desde la madrugada, con oraciones, ratos de silencio y se hacía leer los salmos. El 4 de junio de 1626 tuvo una recaída, el 7 del mismo mes se le impartió la extremaunción, y luego de comulgar tuvo un éxtasis de unos quince minutos, para luego morir dulcemente, sin tensión ni dolor aparente. A los pocos días, la venerable Catalina de Cristo escribió contando a la M. Teresa, como había tenido revelación de la muerte nuestra beata:
"El Señor me dio a entender en la oración que estaban a su cabecera todos los santos y toda la Trinidad y la Madre de Dios y nuestra santa Madre y el maestro, santísimo padre san José, con las demás vírgenes; y en saliendo su bendita alma del cuerpo, fue al cielo derecha con cánticos celestiales de todos los santos y santas y ángeles". 

El cuerpo fue puesto en el coro bajo de las monjas, y fue tanta la afluencia de gente a venerar el cuerpo de su "santa española", que las monjas, sin permiso, lo acercaron a la ventanilla de comulgar del presbiterio, para que los fieles la tocaran, besaran y pasaran objetos de devoción. Cuando les regañó el superior, ya no pudo impedirlo. Durante esos días de continua devoción, se tocaron miles de rosarios, los carros provenientes de Bruselas, Mons, y otras ciudades llegaron a atascar las entradas y salidas de Amberes. Aún no estaba enterrada y ya se hizo patente el primer prodigio: una endemoniada que llevaba poseída dos años fue liberada en la iglesia de los agustinos de Amberes, luego que le aplicaran una reliquia tocada al cuerpo de la Beata. Los procesos narran que continuaron los prodigios: las ropas, cama y objetos que había usado desprendían un olor sobrenatural, incluso después de haber sido lavados en lejía algunos, para probar.

En 1625 el P. Matías de San Francisco, General de la Orden, quiso ver el estado de las reliquias, se abrió el sepulcro y el cuerpo estaba íntegro y oloroso. Se le cambió de caja. En 1634 se volvió a abrir la sepultura, por deseo de la reina de Francia, María de Médicis, sanada milagrosamente en 1633 por la intercesión de Ana. Se comprobó por parte de los asistetes, el olor del cuerpo. En 1635 se concluyó el proceso ordinario, como de costumbre; recopilación y análisis de sus escritos, declaración de testigos, certificación de milagros y prodigios, evidencias de devoción popular, etc. En 1783 se abrió el sepulcro y se vio el cuerpo en buen estado. Se tocaron varios objetos, para reliquias. Pero el proceso se detuvo, se ralentizó, hasta recibir un definitivo impulso entre los siglos XIX y XX. En 1917 los restos fueron exhumados y colocados en su celda, convertida en oratorio. Finalmente Benedicto XV el 6 de mayo de 1917, y actualmente proceso para la definitiva su canonización duerme en el sueño de los papeles.
VIII. Un alma mística
Varios dones místicos tuvo Ana de San Bartolomé, como la bilocación: Sabiendo que su confesor, el P. Juan de San Cirilo estaba para morir, oró por él, se sintió arrebata y se vio a su lado, recomendándole un remedio al enfermero. A los pocos días el antes enfermo fue al monasterio a darle las gracias. Tuvo muchos éxtasis, mediante los cuales contemplaba y comprendía misterios de la fe, como la Santísima Trinidad, o la presencia de Cristo en el Sacramento. Tuvo don de conocimiento de las alma, y lo usaba para orar por los demás, y para aconsejar a religiosas y seglares, sin que estos le contasen sus problemas, o antes que lo hicieran, si iban a visitarla. Varios milagros realizó en vida, como multiplicar el dinero de un mercader que les había dado a guardar una suma, sanar a hermanas de melancolía, fiebres, dolores de muelas o de cabeza. Y todo con sencillez, discreción y naturalidad, sin alterar sus oficios, ni pavonearse por ello.

Sufrió ataques y tentaciones del demonio, al que llegó a ver en forma de perro gigante en la cocina de Ávila. Se le enfrentó diciéndole que no le temía, y que más prefería tener a siete demonios en el monasterio que a un solo hombre, con lo que el diablo se esfumó por la chimenea. Otro ataque del demonio lo venció con la oración, y como premio vio como San Juan Evangelista, San José, Santiago Apóstol y San Bartolomé bendecían la casa derramando agua bendita. Como no podía ser menos en una carmelita, fue hija amantísima de la Virgen María. Escribe en su autobiografía:
"Estando una vez en la fiesta de Navidad haciendo mi oración, adoraba las llagas de los pies de Jesucristo y vínome a la memoria: “Ahora, Señor, venís niño, y Vos en la cruz. ¿Qué haré de veros siempre así, oh Niño?”. Y en ese momento se le apareció la Virgen con el Niño en sus brazos mostrándomelo desnudo y pequeñito como lo tenía en sus sagradas entrañas y tenía en sus pequeñitos pies señaladas las llagas como llagas con unas gotas de sangre, que parecía le habían caído como señalados los clavos que había de tener"

De su devoción y trato frecuente con los santos, dice, igualmente en su Vida:

"Tuve devoción (desde niña) con los gloriosos San José, San Juan Bautista, San Francisco, San Bernardo y el arcángel San Gabriel, y a cada uno rezaba un padrenuestro y un avemaría cada día, y tres a las once mil vírgenes a quienes rogaba guardasen mi castidad (...) Una vez, el día de San José, habiéndome levantado, me puse en oración diciendo que como estaba mala me pesaba de no poder solemnizar su fiesta como yo quisiera. Entonces el glorioso San José me representó todas las mercedes que Dios le había hecho desde su niñez; de que quedé tan consolada y elevada que, si no me hubiera ido a la mano, me hubiera hecho mucho daño. Y cuando empezaron los cantores a cantar la misa, estaba fuera de mí".


La Beata contempla a San Elías
sobre los capitulares.
Tal vez la revelación más conocida, y representada en los ambientes carmelitanos, por su trascendencia es aquella donde vio a Nuestro Padre San Elías (20 de julio; 12 de enero, en la Iglesia Oriental, la ascensión al Paraíso; y 20 de junio, traslación de reliquias a la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla) bendecir el importante Capítulo de Valladolid de los descalzos:
"Una vez, estando nuestros padres en capítulo en Valladolid, habiéndose juntado de toda la provincia para definir cosas de la Orden y hacer prelados, acabando de comulgar que era cuando querían entrar en el Capítulo, yo los estaba encomendando a Dios. Y mostróme el Señor al santo padre nuestro Elías, que estaba sobre el convento donde estaban juntos, en una manera de nube como fuego, tendida su capa y abiertos los brazos sobre ellos, mostrando darles su espíritu. Y acabado el Capítulo vino el provincial a nuestro convento de Ávila, que era el padre fray Nicolás [Doria], un santo varón, y dijo a la Priora que había tenido un Capítulo de cielo que, entrando los frailes en él, se hallaron tan suspensos y recogidos que ninguno discrepó de otro en cuantas cosas se ordenaban. Y todos tenían un mismo espíritu sin hablarse los unas con los otros. Y dividían entonces las provincias y todos a una voz dijeron: 'llamemos ésta de San Elías' [provincia de Castilla], que parece en esto que sentían su espíritu. Y así lo dijo el provincial: 'Este Capítulo ha sido de Dios y de su Santo Espíritu por los efectos que todos me han confesado y lo que yo he sentido'".

 Y muchos más dones y virtudes podríamos relatar, pero necesitaríamos mucho más espacio y tiempo.


A 7 de junio además se celebra a
San Deochar de Herrieden, abad
San Mériadec de Vannes, obispo.

jueves, 18 de abril de 2013

Beata María de la Encarnación, Madame Acarie

Celebra hoy nuestro Carmelo a una beata muy conocida en Francia, pero lamentablemente poco más. Mística, gran luchadora, muy humilde y penitente:

Beata María de la Encarnación, viuda, religiosa. 18 de abril.
Bárbara Avrillot nació el 1 de febrero (como yo) de 1566. Era hija de Nicolás Augusto Avrillot, señor de Chanpalestreux, consejero del rey de Francia y canciller de la reina de Navarra. Su madre fue Maria de Huilher, perteneciente a una reputada y acomodada familia parisina. Estudió en las Hermanas Menores de la Humildad de Longchamps, una congregación franciscana donde era religiosa profesa una tía suya. Allí aprendió la doctrina cristiana, la piedad y el gusto por las obras de caridad y la austeridad. Al regresar a casa a los 14 años, pretendió seguir su vida piadosa y austera, pero su madre se opuso tenazmente, haciéndola visitar a la alta sociedad, mostrándola en bailes y cenas. como no lograba sacarla de su retraimiento y vida piadosa, la castigaba, la sometía a ayunos y encierros que a Bárbara le sabían a gloria. Finalmente, sus padres pensaron que si no podían doblegarla, lo haría un marido, y al poco tiempo fue prometida a Pedro Acarie, hijo único del señor de Montbraud y de Bucenay, y vizconde de Villemor. 

Misa en su casa.
Sus hijas y sirvientas comulgan
Aunque intentó resistirse, no le sirvió de nada y contrajeron matrimonio cuando Bárbara tenía 16 años. Tuvieron seis hijos. Fue buena esposa, como cabía esperar de su formación cristiana y con el tiempo aprendieron a quererse y fueron felices. Ejemplo para los sirvientes, con los que rezaba y a los que ayudaba, más allá del salario justo. Visitaba a los pobres, enfermos, viudas pobres. Instruía a los niños en la doctrina cristiana, socorría a los monasterios y con su ejemplo y palabras influía en las esposas de algunos herejes, a los que logró convertir por este medio.

Las guerras de religión les trastocaron su vida para siempre, primero dando todo de sí en favor de los necesitados, especialmente durante el asedio de París en 1590. Su marido era partidario de la Liga, opuesta al rey Enrique IV, por lo que al triunfar este en París, perdieron sus bienes y quedaron reducidos a la pobreza. Dedicada a la educación de sus hijos, los encaminó con ayudas, y logró del rey el priorato de Grammont para su hijo segundo. Dedicó años a administrar los pocos bienes que le quedaron, e ir acrecentando la fortuna familiar, hasta lograr rehabilitar a su marido ante el rey, logrando se le devolviesen parte de sus posesiones. En 1601, conoció la vida y obra de la española Santa Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto) y, estando en oración en la iglesia de San Nicolás de Lorena, tuvo una visión de Santa Teresa, que le pedía se esforzase para que las carmelitas descalzas pudieran establecerse en Francia. Pero son tiempos difíciles, las congregaciones monásticas eran mal vistas y las leyes prohibían la fundación de nuevos conventos, menos aún de extranjeras. Insiste ante el rey y ante el arzobispo de París, pero nada. 

Visión de Santa Teresa.
Madame Acarie contempla las santas carmelitas francesas

Como era mujer espiritual y conocida en los círculos intelectuales católicos consultó su visión e intenciones con su primo, el futuro cardenal Berulle, con el cartujo Dom Beaucosin, que serán sus incondicionales defensores, con el presbítero Andrés Duval (que será su director espiritual y escribirá su vida). Todos le respondieron que esperase a tiempos más favorables, esperando que Dios le diese una señal más cierta. Otra vez se le aparece Santa Teresa insistiéndole, por el bien del Carmelo, de la Iglesia y de Francia, ya que habrá frutos de santidad de gran valor (como ha sucedido realmente con Santa Teresita, Isabel de la Trinidad, las mártires de Compiégne, etc). Tuvo que aparecer San Francisco de Sales (24; 29, traslación de las reliquias, de enero y 28 de diciembre), en la escena, que al conocerla, ver su valía espiritual y su intención, se preocupó del tema. Lograron entusiasmar con la idea a la princesa de Longueville, que comenzó la lucha por conseguir sitio para la primera fundación. Sería en París, en el priorato de Santa María de los Campos, que hubo comprar al Cardenal de la Joiosa, que fungía como abad comendatario. San Francisco de Sales logró convencer al rey, a los obispos, al General de la Orden y al mismo papa Clemente VIII, que autoriza la entrada de las carmelitas españolas en Francia. 

Mientras tanto, María contacta jóvenes virtuosas, para apoyar la fundación. Funda una especie de beaterio junto a la abadía de Santa Genoveva, y allí las reúne para practicar las virtudes, aprender el oficio divino, iniciarse en la oración. Se llamaban "hijas de Santa Genoveva", aunque no hicieron votos ni vistieron hábito alguno, esperando la llegada de las carmelitas o lo que Dios dispusiera. No solo luchaba por la introducción de las carmelitas en Francia, sino que mientras esperaba ayudó a la reforma de los monasterios de Longchamps, las benedictinas de Montebraldo, y las monjas de Soissons. Fundó en París un monasterio de Ursulinas, para la educación de las niñas. A los 27 años, recibe las llagas de la Pasión, aunque de manera invisible, siendo la primera santa francesa cuya autenticidad de las llagas se verificó (desconozco como se puede certificar algo así, invisible).

Siglo XVIII.
Franciscanos de Pontoise.
El 29 de agosto de 1604 salieron rumbo a Francia desde España, las seis primeras carmelitas descalzas, entre ellas la Venerable Ana de Jesús y la Beata Ana de San Bartolomé (7 de junio), discípulas de primer orden de Santa Teresa. Llegaron a Paría el 15 de octubre del mismo año iniciando el 18 del mismo mes la vida regular. Ana de Jesús fue nombrada priora de París, donde tuvo dificultades con Berulle, decidido a influenciar en la vida de las carmelitas, y a perpetuarse como superior. De allí salió para fundar en Dijon. Ana de San Bartolomé, que había sido priora en Pontoise, le sucedió. En 1607, Ana de Jesús dejó Francia para fundar en Bruselas. Ana de San Bartolomé, luego de fundar Tours, también salió de Francia rumbo a Flandes, donde fundó.

Fundó los conventos de Pontoise, Digione y de Amiens, donde entraron monjas tres de sus hijas (Sor Genoveva de San Bernardo, Sor María de Jesús y la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, gran propagadora de la devoción a la Infancia de Jesús en Francia). En 1613 llegó otra adversidad: Pedro Acarie fue presa de una enfermedad mortal y murió. Encaminados los hijos y sin ataduras a este mundo, vistió el hábito de hermana conversa en el monasterio de Amiens junto a sus hijas, el 7 de abril de 1614, Miércoles de Cenizas, con el nombre de María de la Encarnación, para profesar el 8 de abril del año siguiente. Era el Carmelo más pobre e insalubre de todos. Su vida monástica fue humilde y muy penitente, no parecía para nada que había sido una gran señora. Comenzó un tiempo de éxtasis, visiones, consuelos en la oración, en medio de su enfermedad y sufrimiento. Fue, junto a su hija, gran devota y propagadora de la devoción al Corazón de Jesús, anticipándose a la también francesa Santa Margarita María de Alacoque (16 de octubre). Fue una mística de la "presencia de Dios".

En 1616 fue trasladada al monasterio de Pontoise, donde, aún vivió dos años. El 7 de febrero de 1618 se le detectó una inflamación gravísima de un pulmón, que la hizo padecer graves dolores que llevó con paciencia y caridad. Finalmente murió el 18 de abril de 1618. Apenas saberlo el pueblo, acudió en masa a venerar sus restos, recordando a su otrora benefactora. Fue enterrada en la capilla del monasterio, y muy pronto fue visitada por la Reina Madre y otros nobles. San Francisco de Sales celebró misa allí, y Santa Juana Fremiot de Chantal (12 de diciembre) encomendó a ella su obra fundacional de las Visitandinas. Sus reliquias se mostraban en una bella urna.

María de la Encarnación.
Grabado del XIX
El 23 de marzo de 1623 se inició el proceso informativo de virtudes en Reims. En 1630 se abrió en otras ciudades francesas. Se detuvo el proceso, por el decreto de Urbano VIII que prohibía iniciar procesos de canonización hasta los 50 años después de la muerte del candidato. El 15 de octubre de 1788, luego de varias gestiones de sacerdotes, monjas carmelitas, Pío VI mandó reabrir el proceso, declarando las virtudes heroicas. El 10 de abril de 1791 se declararon auténticos tres milagros para la beatificación, que ocurrió ese mismo año, el 5 de junio, por Pío VI. Se fijó su memoria litúrgica para toda la Orden y las diócesis de Amiens y Rouen a 18 de abril, con oficio del común de santas mujeres. 

Se le llama "Madre y Fundadora del Carmelo en Francia", pero es un título que realmente no le corresponde. Fue la gran promotora, la impulsora y quien puso los medios para ello, pero en realidad, ni siquiera la idea original fue de ella: Ya en 1582, el carmelita francés Jean de Brétigny se reunía en Sevilla con María de San José, para tratar la fundación de las monjas en Francia. Y en 1585, en Pastrana, trató el asunto de introducir a los frailes en Francia. Pero el General Doria y el rey Felipe II se opusieron a ambos proyectos (los frailes no llegarían hasta 1611), y Brétigny se dedicó a la traducción de las obras de la Santa Madre. Por otro lado, Madame Acarie era muy cercana a Berulle en su visión rigorista, alejada del humanismo teresiano. Berulle pretendió introducir un nuevo voto "de servicio" en la regla carmelitana, y aunque no lo logró, su impronta marcó el Carmelo francés. No deja de ser sintomático que las carmelitas francesas hayan sido más sanjuanistas que teresianas. Y no es que sea nada malo, sino que viene dado por esa visión torcida de San Juan de la Cruz, que le presenta como duro, severo, hosco y penitente hasta extremos nada reales.

La verdadera fundadora del Carmelo francés es Ana de Jesús, que fue quien introdujo el espíritu reformador, la sensibilidad teresiana y, finalmente, el modo de vida descalzo, del que María de la Encarnación tuvo que aprender. Ella puede considerarse como cooperadora sustancial, importantísima, pero no como la fundadora de Francia. Sería algo semejante a decir que la fundadora de la reforma teresiana fuera Doña Luisa de la Cerda o el fundador Álvaro de Mendoza o San Pedro de Alcántara (19 de octubre), por el apoyo y facilidades dados a Santa Teresa en su obra.

Eco involuntario de la verdadera fundadora y de como se le negaba este título a Ana de Jesús, se hace Santa Teresita (1 de octubre) en su "Historia de un alma", al narrar una visión que tuvo: 
"...era el 10 de mayo, segundo domingo del mes de María, (...) sin saber cómo habían entrado, vi a tres carmelitas, vestidas con capas blancas y con los grandes velos echados. Me pareció que venían por nuestra Madre, pero lo que entendí claramente fue que venían del cielo. Yo exclamé en lo hondo del corazón: ¡Cómo me gustaría ver el rostro de una de esas carmelitas! Y entonces la más alta de las santas, como si hubiese oído mi oración, avanzó hacia mí. Al instante caí de rodillas. Y, ¡oh, felicidad!, la carmelita se quitó el velo, o, mejor dicho, lo alzó y me cubrió con él. Sin la menor vacilación, reconocí a la Venerable Ana de Jesús, la fundadora del Carmelo en Francia. [aquí refiere una gracia de consuelo]. Esta impresión ha quedado grabada en mi corazón. Lo cual es tanto más curioso, cuanto que la Venerable Ana de Jesús me había sido hasta entonces del todo indiferente, nunca la había invocado, y su pensamiento sólo me venía a la mente cuando oía hablar de ella, lo que ocurría raras veces. Por eso, cuando comprendí hasta qué punto me quería ella a mí, y qué lejos estaba yo de serle indiferente, mi corazón se deshizo en amor y gratitud, y no sólo hacia la santa que me había visitado, sino hacia todos los bienaventurados moradores del cielo".

Sepulcro de
María de la Encarnación
Y termino con un texto del P Duval, primer biógrafo de María de la Encarnación:
Se mantenía en Presencia de Dios independientemente de si se encontraba viajando, atendiendo a asuntos importantes, u orando a los pies de Cristo en la Cruz. Viajando en dirección a Amiens, en una ocasión en la que discutíamos acerca de la elevación del alma hacia Dios y de las distracciones en que podía uno incurrir, admitió que durante en el transcurso de un día entero podía llegar a distraerse –apartando así momentáneamente la atención sobre Dios- unas nueve o diez veces, lo que no es casi nada dada la naturaleza vagabunda de la imaginación humana que, como constatamos por nosotros mismos, nos conduce hacia mil objetos distintos a cada instante”.

Fuentes:
-"Vida de Madame Acarie, Beata María de la Encarnación". BERNARD SESÉ.
Biografía Eclesiástica Completa. Tomo XII. 
-Conferencia "La Encarnación, espiritualidad de Madame Acarie". P. JEAN DUJARDIN. 25 de marzo de 2000.
-"Historia de un alma".Manuscrito B. [2ºr] y [2ºv]. SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS
-"Obras Completas". ANA DE SAN BARTOLOMÉ. Editorial Monte Carmelo.



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