domingo, 25 de marzo de 2018

Sea en marzo o diciembre, fiesta grande es.

La Anunciación de la Santísima Virgen María. 25 de marzo.

Esta festividad está unida indisolublemente a la Pascua. Desde el siglo III ya era creído en la Iglesia que Nuestro Señor Jesucristo había padecido en la Cruz un 25 de marzo. Un testimonio de ello lo da Tertuliano en su "Adversus Iudeos". Una tradición judía, extrabíblica, decía que los profetas morían el mismo día en que se encarnaban. Reminiscencia de ella la hallamos en San Hipólito (22 de agosto), o más acá en el tiempo, en San Agustín, quien en "De Trinitate" dice que Jesús fue ejecutado a 25 de marzo, el mismo día en el cual que había sido concebido. Siguiendo esta creencia piadosa, la Iglesia colocó la Encarnación del Verbo Eterno el mismo día de la Muerte del Señor, a 25 de marzo. Esta fiesta habría sido una de las primeras en ser celebradas por la Iglesia y marcaría todo el Año Litúrgico, pues a partir de ella se colocarían otras festividades: la Natividad del Señor a 25 de diciembre, la Circuncisión a 1 de enero y la Presentación a 2 de febrero. Igualemente hay que recordar que esto no es lo importante, sino los acontecimientos, pues la Iglesia celebra sucesos y no fechas históricas.

Es en este marco de la contemplación de Pascua en el que es colocada esta festividad, sin tener una connotación mariana. Para ello tendremos que esperar más en el tiempo y en la evolución de la comprensión del misterio mariano dentro de la teología y la liturgia de la Iglesia. Pascua, Pentecostés, Encarnación y Natividad van a ser las primeras fiestas de la Iglesia, junto a las memorias de los mártires, siempre de manera local. La Anunciación se enmarca siempre unida a la primera: la Pascua. Testimonio importante es la dedicación de una iglesia a este Misterio de la Anunciación en Nazaret, nada menos que en el año 400. La Dedicación de las iglesias solían ser acontecimientos con gran carga teológica, y si una se dedica a este hecho sin duda estamos ante una prueba de una celebración litúrgica de lo conmemorado. En este mismo siglo San Proclo de Constantinopla (24 de octubre) dedica un sermón a este misterio de fe, enmarcado en su celebración.

Sin embargo, la importancia que la Cuaresma va tomando a partir del mismo siglo V, hará que tanto en Oriente como en Occidente, la Anunciación no se establezca por igual en todos lados, ni aparezca con la solemnidad que merecería, sino que en algunos años sea suprimida o al menos pasada por alto. Tal vez por ello existió, según testimonio de San Abramio (16 de marzo) esta misma fiesta el Domingo anterior a Navidad, el actual IV Domingo de Adviento, el cual aún tiene cierta connotación mariana. Aparece establecida a 18 de diciembre en el "Chronicon Paschale", de mediados del siglo VII. El Concilio de Toledo de 656 declara expresamente que, ya que era evidente la dificultad de celebrar la fiesta de la Madre de Dios (ya es una fiesta eminentemente mariana) en su día preciso (25 de marzo), debido a que podría caer en la Semana de Pasión, no debía ser omitida, sino celebrarse a 18 de diciembre, exactamente una semana antes de Navidad. Esta fecha la tomarían otros misales, como los de Milán, Rávena y, por supuesto, el de Toledo. Es esta la razón por la cual en el rito mozárabe aún tenemos a 18 de diciembre a Nuestra Señora de la Encarnación, de la Esperanza o de la O.

En 692 el Concilio "in Trullo", definirá que la Anunciación del Señor se exime de la norma de no celebrar fiestas durante la Cuaresma, permitiéndose esta precisamente por su vinculación con la Pascua. Esta será la costumbre de Roma, celebrarla en marzo como las iglesias griega y constantinopolitana, y queda claro cuando en el siglo VII el papa San Sergio I (8 de septiembre) la establece para la ciudad junto a las otras fiestas marianas de La Asunción, a 15 de agosto, y la Natividad, a 8 de septiembre, ambas de larga tradición en Oriente. De ahí de estableció en todo Occidente como parte de la progresiva romanización litúrgica de las iglesias locales. Actualmente se celebra como una gran solemnidad que "rompe" de alguna manera la penitencia cuaresmal (aunque siempre haya que orientarla a la Pascua) y, en caso de que el 25 de marzo caiga dentro de la Semana Santa, se trasladará al próximo día libre después de la Octava de Pascua, que es el lunes siguiente. Por ejemplo, en 2018 el 25 de marzo fue Domingo de Ramos, por ello la Anunciación se trasladó ese año al 9 de abril.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo III. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.


A 25 de marzo además se celebra a






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