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miércoles, 14 de abril de 2021

Santos Valeriano, Tiburcio y Máximo.

Santos Valeriano, Tiburcio y Máximo. 14 de abril. 

Estos santos, de los que nada se sabe, consta su historicidad a partir de que sus tumbas se conservan en las catacumbas de San Calixto (14 de octubre). Además, aparecen mencionados en la “Depositio Martyrum” del siglo IV. En el siglo VI sus tumbas serían meta de peregrinos y tuvieron una iglesia dedicada en la Via Appia. En 821 el papa San Pascual I (11 de febrero) trasladó sus reliquias, junto a las de Santa Cecilia (22 de noviembre) a la iglesia de Santa Cecilia “in Trastevere”, edificada, según la tradición, sobre la casa natal de la santa. 

Esta traslación unió para siempre a estos santos en una leyenda muy conocida: Cecilia fue una noble dama romana, del clan Metela, cristiana y muy caritativa. Había hecho un voto de virginidad, pero fue comprometida con Valeriano, al cual ella advirtió que un ángel protegía su castidad, si él osaba tocarla. Valeriano le dijo que quería ver el ángel, ella le replicó que debía ser cristiano antes. Valeriano accedió y fue bautizado por el papa San Urbano (23 de mayo). Y puestos en oración, fueron coronados por ángeles, hecho que contempló Tiburcio, hermano de Valeriano, el cual también se convirtió y bautizó. Una vez que ambos hermanos fueron bautizados, se dedicaron a rescatar los cuerpos de los mártires y enterrarlos, causa por la cual alcanzaron el martirio junto con un cristiano, llamado Máximo, que se hizo presente en el momento del martirio. Cecilia, ya viuda, donó sus bienes a los pobres y se dedicó a la oración y la caridad, llevando a muchos a conocer a Cristo y ser bautizados por Urbano. Ella también sería mártir, siempre según la leyenda. 

Para los historiadores serios, entre ellos el Bollandista Delehaye, el origen de la figura de Santa Cecilia está en una matrona romana que habría venerado a los mártires Tiburcio y Valeriano, junto a los cuales quiso ser sepultada, en tiempos del papa Urbano. De hecho, en tiempos de San Urbano no hubo persecuciones a los cristianos. Lo más probable es que la relación entre Urbano y los mártires Valeriano y Tiburcio, sea únicamente la veneración a su sepulcro en tiempos de paz, probablemente sería Urbano quien edificó el primer lugar de culto en las catacumbas, con la ayuda de Santa Cecilia.  

Esto es más que frecuente en miembros prominentes de la Iglesia romana: manifestaban devoción a algún mártir, convertían sus casas en iglesias y se hacían enterrar junto a los mártires de su devoción. Tenemos, por ejemplo, los casos de Santa Constanza (18 de febrero), unida a los mártires Juan y Pablo (26 de junio), y el de San Eusebio de Roma (14 de agosto), un cristiano que edificó una iglesia en el monte Esquilino, que terminaría llamándose “de San Eusebio” y que le dotaría de una leyenda martirial. 


A 14 de abril además se celebra a

miércoles, 6 de julio de 2016

Mártir y padre de mártires.

San Tranquilino de Roma, mártir. 6 de julio.

Tranquilino ante sus hijos
Marco y Marceliano.
Según la "passio" legendaria de San Sebastián (20 de enero), Tranquilino y su mujer, Marcia, eran nobles romanos. Aunque eran paganos, sabían que los cristianos eran gente honrada, y por ello procuraron un maestro cristiano para sus hijos, los santos Marco y Marceliano (18 de junio), aunque le advirtieron que no enseñara su fe a los niños. Pero finalmente los niños se convirtieron a la fe y vivieron como cristianos durante años hasta que, al casarse y confesar su fe a sus mujeres, toda la familia supo que eran cristianos. Los jóvenes fueron apresados y conminados a sacrificar, pero ellos se negaron. Fueron castigados y luego de varios tormentos condenados a muerte. Tranquilino y Marcia imploraron a Cromacio, vice-prefecto de la ciudad, que se retrasara la ejecución treinta días para poder hacer cambiar de parecer a los jóvenes. Confiaban que podrían hacerles cambiar de parecer y por ello Cromacio les concedió treinta días de gracia. Por orden del prefecto pasaron los jóvenes de la cárcel a la casa de los Santos Nicostrato y Zoé (5 de julio), donde la familia y los amigos les suplicaban diariamente que se arrepintieran de su confesión del Nombre de Cristo.

Treinta días eran muchos y cuando los hermanos comenzaron a flaquear juntos, lo notó el Capitán de la primera compañía de guardias del Emperador, que cada día les visitaba, y no era otro que Sebastián, que era cristiano en secreto. Viendo este que desistían en su determinación de ser mártires, les animó en la fe, y el cielo confirmó sus palabras con apariciones de ángeles, que vieron todos los presentes. Esto no solo fortaleció a los hermanos, sino que convirtieron a Tranquilino y Marcia, Nicostrato y Zoé, que también serían mártires. Cambiaron todos las lágrimas de dolor por las de gozo, al conocer la fe cristiana y por contar con dos valerosos confesores en la familia. Y los nuevos conversos fueron bautizados por el sacerdote San Policarpo (6 de julio), también mártir después. Pasaron los treinta días de gracia, que la familia y amigos vivieron en oración y actos de caridad. Al cabo llamó Cromacio a Tranquilino y al preguntarle si había logrado cambiar a sus hijos, el santo viejo le confesó que no, y aún más, se había hecho cristiano él mismo, su mujer y toda su familia. Sabido es, según las Actas de San Sebastián, que Cromacio también aceptó la fe cristiana, lo cual le logró la salud, pues curó de gota. Al convertirse, lo mismo hizo su familia, de la cual su hijo San Tiburcio (11 de agosto) fue mártir.

Cuando Marco y Marceliano fueron martirizados, Tranquilino y Marcia se dedicaron a socorrer a los cristianos perseguidos. El papa San Cayo (22 de abril) le ordenó presbítero y lo tenía de colaborador. Finalmente, estando Tranquilino orando en el sagrado lugar de la Confesión de San Pablo, lo hallaron los paganos y lo apedrearon, el 6 de julio de 286.



Fuentes:
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Junio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1862.


A 6 de julio además se celebra a  
Santa Ángela de Bohemia, virgen carmelita
San Goar, presbítero y eremita.

sábado, 18 de junio de 2016

Ecce cuam bonum...

Pregunta: ¿Quien era San Marceliano? por favor. 

Respuesta: Con ese nombre el primer santo que me viene a la cabeza es:

Santos Marco y Marceliano de Roma, hermanos mártires. 18 de junio. 

Su leyenda se encuentra inserta en las "Actas de San Sebastián", traducida y embellecida por San Simeón Metafrastes (27 de septiembre) y en la Edad Media, recopilada y vuelta a embellecer por el Beato Santiago La Vorágine (13 de febrero).

Estos hermanos gemelos nacieron a mediados del siglo III y fueron hijos de Tranquilino y Marcia, nobles romanos. Sus padres eran paganos, pero sabiendo que los cristianos eran gente honrada, procuraron un maestro cristiano para sus hijos, aunque le advirtieron que no enseñara su fe a los niños. Pero estos eran despiertos y viendo en su maestro algo diferente, más sublime y perfecto que los paganos no tenían, llegó el tiempo en que inquirieron cual era la causa. El maestro les confió su "secreto": creía en Cristo; y una vez que explicó la fe cristiana a los jovencitos, estos adoptaron la de de Cristo sin que sus padres lo supieran. La leyenda dice que querían permanecer célibes por el Reino, pero fueron conminados a casarse con jóvenes nobles, pero paganas, a las que con su predicación y buen ejemplo, pensaban convertir a la verdadera fe. No tardó la familia de los jóvenes en conocer su conversión, pero los jóvenes se mantenían en secreto, sin delatarse como cristianos para socorrer a los que eran perseguidos por la recién persecución de Diocleciano. Alentaban a los confesores, socorrían a las viudas y huérfanos, escondían a presbíteros, etc. Conforme arreciaba la persecución iba creciendo su deseo de ser mártires, y pronto lo vieron cumplido pues fueron delatados como seguidores de Cristo.

Les apresaron y enviaron a los calabozos, lo cual recibieron con gran alegría. En el primer interrogatorio declararon su fe y fueron azotados, tormento que padecieron con entereza, siendo la admiración de no pocos paganos. Varios familiares les visitaron para persuadirlos que obedeciesen los edictos imperiales, o al menos que disimulasen su religión, rindiendo culto a los ídolos solo externamente. Pero ambos eran enemigos de tal simulación y se negaron. Fueron interrogados nuevamente y requeridos a sacrificar. Dijeron ellos: "la religión de los dioses es infame, abominable; y no hay ni habrá otra verdadera que la que profesamos los cristianos". Desesperado el juez, mandó que fueran colgados en el potro, despedazados con uñas de hierro y quemados los costados, pero nada logró con estas torturas. Así que, cansado, mandó fueran degollados.

Su familia imploró a Cromacio, vice-prefecto de la ciudad, que se retrasara la ejecución unos días para poder hacer cambiar de parecer a los jóvenes. Confiaban que podrían hacerles cambiar de parecer y por ello Cromacio les concedió treinta días de gracia. Por orden del prefecto pasaron los jóvenes de la cárcel a la casa del funcionario público Nicostrato y su mujer Zoé. La leyenda nos dice que aquello les supuso más tormento que los castigos, pues las lágrimas de sus padres, su amor y súplicas les eran más dolorosas en cada visita que les hacían. Y añádanse los ruegos de sus mujeres, y los llantos de sus pequeños hijos. Ya fuera juntos o por separados, eran requeridos por todos, familiares y amigos, para que abandonasen aquella fe que les hacía padecer. Como recogen las Actas "no vio el mundo ataque más violento, ni más dificultoso de sostener".

Marco, Marceliano y sus parientes.
Sufrieron los hermanos todo esto, y se alentaban mutuamente, cuando uno se sentía desfallecer ante tanto dolor de la madre y los hijos, el otro le sostenía. Hablaban del cielo, de la recompensa eterna, de la condena eterna que esperaba a los apóstatas, etc. Pero treinta días eran muchos y cuando comenzaron a flaquear juntos, lo notó el Capitán de la primera compañía de guardias del Emperador, que cada día les visitaba, y no era otro que el gran San Sebastián (20 de enero), que era cristiano en secreto. Viendo este que desistían en su determinación de ser mártires, les habló: "Pues que, hermanos míos, ahora que estáis casi llegando al fin de vuestra gloriosa carrera, ¿será posible que los llantos de hijos y parientes os hayan de hacer volver atrás con ignominia? ¿Han apagado esas lágrimas vuestro amor de Dios y vuestra fe? ¿Adónde se fue aquella cristiana magnanimidad que mostrasteis en mayores tormentos? ¿Permitiréis que os arranque el laurel de la cabeza el artificioso llanto de vuestras mujeres, y el pueril de vuestros hijos? ¿Seréis apóstatas por alargar algunos pocos días más la vida de un padre y de una madre que ya no pueden durar mucho? ¿Ignoráis acaso que desde la cuna a la sepultura hay poco trecho, y desde la ancianidad á ella casi ninguno?"

Y luego de arengar a los hermanos, se dirigió a los parientes, y les demostró la verdad de la fe cristiana, la dicha de dar la vida por Cristo y los premios que aguardaban en el cielo a los valientes que confesaban su Nombre. Y lo hizo con tal inspiración divina, que mientras estaba hablando una luz celestial resplandeció en torno a él, sus ropas resplandecían y siete ángeles aparecieron sobre su persona. Las palabras y el portento visto, no solo fortalecieron a los hermanos, sino que convirtieron a San Tranquilino (6 de julio) y Marcia, y a los santos Nicostrato y Zoé (5 de julio), que también serían mártires. Cambiaron todos las lágrimas de dolor por las de gozo, al conocer la fe cristiana y por contar con dos valerosos confesores en la familia. Y los nuevos conversos fueron bautizados por el sacerdote San Policarpo (6 de julio), también mártir después. Por su parte, la leyenda de San Cástulo (26 de marzo), dice que este les prestó ayuda.

Pasaron los treinta días de gracia, que la familia y amigos vivieron en oración y actos de caridad. Al cabo llamó Cromacio a Tranquilino y al preguntarle si había logrado cambiar a sus hijos, el santo viejo le confesó que no, y aún más, se había hecho cristiano él mismo, su mujer y toda su familia. Sabido es, según las Actas de San Sebastián, que Cromacio también aceptó la fe cristiana, lo cual le logró la salud, pues curó de gota. Al convertirse, lo mismo hizo su familia, de la cual su hijo San Tiburcio (11 de agosto) fue mártir. Esta conversión de Cromacio hizo que Marco y Marceliano quedaran libres y se juntaran con Sebastián continuando su labor de socorrer a los fieles. Pero una vez que Cromacio se retiró de la vida pública, le sucedió Fabiano, declarado enemigo de los cristianos, que renovó la persecución contra ellos. Averiguó cuales eran las causas pendientes contra los discípulos de Cristo y mandó arrestaran a todos los que habían sido liberados.

Fueron por segunda vez detenidos Marco y Marceliano, y como ya estaban sentenciados a muerte, y persistían en confesar a Jesucristo, mandó Fabiano que se ejecutase la sentencia sin más interrogatorio. Fueron atados los hermanos a un tronco, traspasándoles los tobillos con dos grandes clavos, y aunque el dolor era insoportable, ellos entonaban el salmo 133: "Ecce quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum", como alabanza al Señor. Pasaron así un día y una noche, sin cejar en su resolución. Por última vez intentó Fabiano que apostataran prometiéndoles liberarles, pero ellos respondieron "Nunca hemos sido tan felices, y preferimos permanecer aquí hasta que nuestra alma se libere de su la envoltura de nuestro cuerpo". Entonces Fabiano mandó fueran traspasados con lanzas, acto que les valió la muerte, el 18 de junio de 286, 287 según otros. 

Fueron enterrados a cuatro leguas de la ciudad, en un campo que se llamaba "de las Arenas", entre las vías Apia y Ardeatina, donde después habría un cementerio con su nombre. En tiempos del papa Teodoro sus reliquias fueron trasladadas a Roma, como las de tantos mártires, y depositadas en una iglesia, cuya memoria se perdió hasta el siglo XVI. En 1582, con las reformas promovidas por el cardenal Baronio en la iglesia San Cosme y San Damián, los cuerpos fueron hallados junto al de San Tranquilino, su padre, que terminó siendo martirizado a pedradas.  Unos frescos les representan victoriosos. Actualmente esas reliquias se veneran en Santa Práxedes, Roma.



Fuentes:
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Junio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1862.
-"Vidas de los Santos". Tomo VI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.


A 18 de junio además se celebra a
Santa Isabel de Shönau, mística.
Beata Hosana Andreasi de Mantua, dominica.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Santa Cecilia o un error milenario.

Santa Cecilia de Roma, mártir. 22 de noviembre, 14 de abril (martirologio pseudo-jeronimiano) y 20 de octubre (invención de las reliquias).



La figura de Santa Cecilia pasó la criba realizada en la revisión del calendario universal de la Iglesia, posterior al Concilio Vaticano II. Sobre esta reforma ya escribí en su momento, pero el caso de Cecilia es un buen ejemplo de como la devoción multisecular se impuso a la revisión historicista. Su culto era lo suficiente firme y antiguo como para mantener su memoria y algunos textos propios del oficio litúrgico, sin que esto implique que la Iglesia avale su leyenda, que es eso lo que nos ha llegado de ella.

La leyenda, que ya circulaba en el siglo V, todos la conocemos: Era Cecilia una noble dama romana, del clan Metela, cristiana y muy caritativa. Había hecho un voto de virginidad, pero fue comprometida con Valeriano (14 de abril), al cual ella advirtió que un ángel protegía su castidad, si él osaba tocarla. Valeriano le dijo que quería ver el ángel, ella le replicó que debía ser cristiano antes. Valeriano accedió y fue bautizado por el papa San Urbano (23 de mayo). Y puestos en oración, fueron coronados por ángeles, hecho que contempló Tiburcio, hermano de Valeriano, el cual se convirtió y bautizó. Una vez que ambos hermanos fueron bautizados, se dedicaron a rescatar los cuerpos de los mártires y enterrarlos, causa por la cual alcanzaron el martirio. Cecilia donó sus bienes a los pobres y se dedicó a la oración y la caridad, llevando a muchos a conocer a Cristo y ser bautizados por Urbano. Esta mudanza de vida la delató como cristiana, fue apresada y luego de varios tormentos fue condenada a morir en un baño de vapor. Todo un día estuvo allí, pero el calor no hacía mella en ella ("nulla pars omnino ejus membris vel minimo sudoris signo fuit humectata"). Al saberlo Almaquio, el gobernador, mandó le decapitaran. Tanto escrúpulo tuvo el verdugo que necesitó tres golpes, y ni aun así logró separar la cabeza del cuerpo. Tres días más estuvo agonizando la santa; días en que muchos cristianos mojaban paños en su sangre para guardarlos como reliquias. Finalmente falleció y fue enterrada por Urbano en el cementerio de San Calixto. Y toda esta leyenda anterior, sazonada con belleza simpar, dotes morales, linajes nobles, riquezas, etc.

Sin embargo, la historia de la “santa de la música” hay que comenzarla en el siglo IV, época en la que se puede probar que su culto ya es conocido entre los cristianos, pero no los romanos, sino los griegos. Si bien el martirologio pseudo-jeronimiano del siglo IV la trae a 14 de abril, asociada a los mártires Tiburcio, Valeriano y Máximo, ni la "Depositio martyrum" romana del siglo IV, ni el martirologio cartaginés de principios del siglo V, conocen la memoria de Santa Cecilia. Sí que la incluye el misal del papa San Gelasio (20 de noviembre), con lo cual se puede decir que ya era venerada. En Roma llegó a tener tres iglesias dedicadas, una en Monte Iordano, otra en Campo Marzio, que la tradición identificaba como la casa natal de Valeriano, y la que queda hoy en día la del Trastévere, que se dice está edificada sobre su casa natal. En 821 el papa San Pascual I (11 de febrero) habría tenido una visión en la que la santa le decía que estaba enterrada en el cementerio de San Calixto, junto con Valeriano. Excavaron en el sitio "señalado", y hallaron los tres sepulcros de Cecilia, Valeriano y Tiburcio. El cuerpo de ella estaba envuelto en una rica tela, cubierto el rostro por un velo y las señales de los antes mencionados tres golpes en el cuello. Trasladaron el cuerpo a esta iglesia y monasterio benedictino dedicados a la memoria de Santa Cecilia. En el siglo XIII las monjas camaldulenses sustituyeron a los monjes.

Esta traslación y enterramiento del siglo IX evidenció una veneración temprana, aunque con el tiempo, las reformas y las destrucciones, haya quedado olvidado el cuerpo hasta ser descubierto el 20 de octubre de 1599, por el cardenal Sfondrati, sobrino del Gregorio XIV, “párroco” de esta iglesia. Estaban en obras, cuando descubrieron una cripta y en ella las reliquias, que fueron puestas en un arca de plata. Además, se descubrieron mosaicos en los cuales aparece la santa, Valeriano y el papa Pascual I. Con esta invención la iglesia ganó indulgencias y beneficios eclesiásticos, y se hacía estación penitencial el tercer miércoles de Cuaresma. Luego de este descubrimiento, las reliquias se pusieron a la veneración pública bajo el altar, donde también se puso una escultura que reproduciría el cuerpo incorrupto que el cardenal Baronio habría visto dentro de la sepultura. Yo sinceramente lo dudo, pues ¿quién se cree que en el siglo XVI, con el auge de las reliquias y el culto a estas como bastión de la contrarreforma, no se iba a exponer el cuerpo incorrupto de una de las mártires más insignes de la Iglesia, al menos en cuanto a devoción? No casa con otros casos y menos aún con Baronio, entusiasta del culto a los santos y sus reliquias. 

Este descubrimiento trajo una ola de devoción, más artística que piadosa. En 1594 Gregorio XIII la canonizó formalmente y la nombró patrona de la música. Numerosos pintores, músicos, escultores, pusieron su arte al servicio de la santa, componiendo o pintando magistrales escenas de su vida. Su día se convirtió en el “Día de la música”, siendo tradicionales los conciertos, los estrenos de óperas y otros certámenes musicales.

Como fuese, puesto que de Cecilia solo conocemos el sitio de su sepultura, ¿de dónde salió su relación con la música? Pues sale de un error de traducción de la “passio”, cuyo origen está en San Simeón Metafrastes (27 de septiembre): Esta passio dice, literalmente “venit díes in quo thálamus collacatus est, et, cantátibus órganis, illa in corde suo soli Domino decantábat: Fiat Dómine cor meum et corpus meus inmaculatum et non confundar”. Lo que significa “llegó el día en que subió al tálamo, y, mientras los instrumentos, ella en su corazón a su único Señor cantaba: Haz, Señor, mi corazón y mi cuerpo inmaculados, y no sea yo defraudada”. Entendamos "tálamo", no como el lecho nupcial, al que no llegó a subir según la misma leyenda y "passio", sino como el momento cumbre del desposorio con Cristo. Y entendamos el “mientras” como un “a la par”, o “al mismo tiempo”. Con lo que la frase lo que quiere decir es que Cecilia cantaba en su corazón a la par de los instrumentos. El error de la traducción estuvo en traducir “órganis” como instrumento musical, cuando solo se refiere a instrumentos (en este caso los martiriales) y “cantátibus” como “cantar” o “sonar”. De ahí a creer que el órgano emitía música y Cecilia cantaba no hubo más que un paso que la iconografía completó añadiéndole como atributo un pajarito cantor, que luego el renacimiento y el barroco cambiarían en un órgano tubular. Aunque el órgano como instrumento musical es antiguo y ya era conocido por los romanos, su uso era escaso y en la Iglesia, solo en algunas, no entró hasta el siglo VIII, no antes. Últimamente, según avanza la decadencia de la música litúrgica, la vemos representada con guitarras y hasta maracas.

Diferentes leyendas cambiarían esta frase de contexto, pues si se refiere a instrumento musical no pintaría nada en medio del tormento, que es donde realmente hay que ubicarla. Así que la leyenda, para reafirmarse a sí misma, contó que mientras sonaban los órganos en el banquete de su boda, Cecilia cantaba melodías celestiales en su corazón. Y esta es toda la asociación con la música: un error. Un error aumentado por la iconografía, la piedad y la espiritualidad devota. Solo un ejemplo, tomado de un sermón en honor a la santa: "...esta Virgen no se emplea en otra cosa que en alabar a su Esposo, en bendecir su bondad, en implorar su misericordia, en aplacar su justicia, y en hacerle favorable a todos los hombres (...) Mas como sabia muy bien que la música no puede menos de ser grata a aquel que todo lo hizo con harmonía, (...) acompaña al órgano su delicada voz, y dando vida a aquel instrumento inanimado, enseña a las criaturas insensibles a cantar las alabanzas de su Esposo. 'Cantantibus organis decantabat Cecilia'". Aquí incluso con las palabras cambiadas. Aunque algo sí que la salva, es cierto que, según la “passio”, al menos en su corazón, Cecilia cantaba u oraba con el salmo 70.

Pero es que no es tan sencillo, pues hay, al menos, dos contradicciones entre la “passio”, la leyenda y la historia:

1. La “passio” dice que la martirizaron con varios tormentos, pero incurre en una contradicción, pues si Cecilia era una matrona romana de linaje, no habría sido martirizada, pues la ley lo prohibía. Solo podían ser ajusticiados mediante la pena "capital", o sea, la decapitación. Así que, o Santa Cecilia era una dama noble y no fue martirizada, o fue una mártir sin ascendencia noble.

2. San Urbano no vivió en tiempos de persecución, sino en tiempos de Alejandro Severo, el cual no persiguió cristianos por las razones dadas en la leyenda: enterrar cristianos. Algunos cristianos serían juzgados, nadie lo duda, pero como cualquier ciudadano y no por el hecho de practicar la fe de Cristo. Así que, o Tiburcio Valeriano y Cecilia no fueron mártires, o lo son de otro momento. Como la mayoría de martirologios los hacen mártires, incluso Usuardo pone a Santa Cecilia padeciendo bajo Comodo, y Molano la pone imperando Marco Aurelio lo más probable es que la relación entre Urbano y los mártires, sea únicamente la veneración a su sepulcro en tiempos de paz, probablemente sería Urbano quien edificó el primer lugar de culto en las catacumbas.

Para los historiadores serios, entre ellos el Bollandista Delehaye, el origen de la figura de Santa Cecilia está en una matrona romana que habría venerado a los mártires Tiburcio y Valeriano, junto a los cuales quiso ser sepultada, en tiempos del papa Urbano, como sí ocurrió. Lo demás, como vimos, pues errores, alusiones, iconografía y devoción.


Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo XIV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
-“Grandezas y maravillas de la Ciudad de Roma. S.E. GABRIEL DÍAZ VARA CALDERÓN Y CORONADO. Madrid, 1673.
-"Santa Cecília, l'evangeli al cor". JOSEP. M. DOMINGO. Barcelona, 2001.
-“Sermones panegíricos de los Santos más celebrados en la Iglesia”. Tomo VI. P. JEAN FRANÇOIS SENAULT. Madrid, 1786.
-"Martirologio Romano". Madrid, 1791. 


A 22 de noviembre además se celebra a
Beato Salvador Lilli, franciscano, y compañeros mártires.

martes, 11 de agosto de 2015

San Tiburcio, de los carbones al cielo.

San Tiburcio de Roma, mártir. 11 de agosto.

Perteneció a una venerable familia romana, y era hijo de Cromacio, vice-prefecto romano, que en su juventud había sido perseguidor de cristianos y, según la leyenda, había sido convertido por San Sebastián (20 de enero) y San Tranquilino (6 de julio), padre de los mártires Santos Marco y Marceliano (18 de junio). Estos no solo le dieron la vida en Cristo, sino la salud física, pues al bautizarse quedó sano milagrosamente de la gota. Pues convertido Cromacio, bautizó a su familia, dio la libertad a sus esclavos y renunciando a su puesto en el gobierno, se retiró a una villa que tenía en las afueras, donde muchos cristianos perseguidos hallaron socorro. El jovencito Tiburcio imitó a su padre en el ardor por la fe de Cristo, destacando en su fervor y caridad para con los pobres. Estudió derecho y fue uno de los más importantes de su tiempo de la ciudad de Roma. Pero el aplauso del mundo no le satisfacía y decidió retirarse a la soledad, aunque el deseo del martirio le impulsaba a permanecer visible a los paganos. El papa San Cayo (22 de abril) ante el peligro de la persecución, quería que tan prometedor joven para la Iglesia, conservara su vida y se ausentara de la ciudad, con vistas a que en tiempos de paz, fuera figura importante en la comunidad cristiana. Pero no pudo convencerle; el joven Tiburcio le rogó con encendidas palabras quedarse en la ciudad y esperar que Dios hiciera su voluntad.

Y pronto tuvo ocasión de señalarse como cristiano: Halló un día en la calle el cadáver de un hombre que se había precipitado desde lo alto. Se acercó Tiburcio, y sosteniendo el cuerpo, le dijo “en Nombre de Cristo, vuelve a la vida si has de dejar tu supersticiosa fe”, y el hombre revivió y confesó a Cristo, con asombro de los asistentes, de los cuales muchos se convirtieron. Pronto se hizo conocido de todos el portento que había realizado un cristiano y otros se sintieron interesados, conocieron a Tiburcio y se convertían a Cristo. Tiburcio visitaba a los pobres, socorría a los cristianos perseguidos, distribuía limosnas a las viudas y los huérfanos. También predicaba a los catecúmenos y neófitos. Entre estos últimos había uno de nombre Torcuato, que solo se había bautizado por novedad y por saber más de aquellos cristianos, pero no había mudado en nada su vida de excesos, ni su pasión por el juego ni mucho menos su atracción por los hombres, teniendo varios esclavos jovencísimos de los que disfrutaba. Varias veces intentó atajar su conducta escandalosa Tiburcio. Primero le reprendió en privado, exhortándole en nombre de Cristo,  finalmente lo hizo en público, denunciando su indignidad de llamarse cristiano, y de frecuentar los lugares santificados por los mártires, y participar en las reuniones cristianas. Y se ganó el rencor y el odio de Torcuato, que al verse denunciado públicamente fingió reconvenirse y cambiar de vida, pero en su corazón dejó anidar el odio.

Llegando a todos la noticia de que Diocleciano había mandado se arreciara la persecución a los cristianos, pesquisando más detenidamente quienes lo eran, para que fueran apresados y sacrificaran a los dioses bajo pena de muerte, Torcuato planeó su venganza. Denunció a Tiburcio a los ministros, diciéndole donde solía reunirse con los cristianos, y para no aparecer como delator, convino que le apresaran a él mismo en compañía de Tiburcio. Así lo hicieron, y llevados los dos ante Fabiano, sucesor de Cromacio, Torcuato dijo era cristiano y había sido convencido por Tiburcio, al que pretendía seguir en todo. Respondióle Tiburcio: “Yerras si crees que no conozco tu traición, ni tu perfidia. Ninguno de nosotros te reconoció nunca por discípulo de Jesucristo; tu vida siempre desmintió tu fe, ni era posible que se contase en el número de los fieles a quien viva como un gentil: tus desórdenes eran el mejor testimonio de la religión que verdaderamente profesabas. Vivías entre nosotros; pero no eras de nosotros. Buena prueba es de eso tu alevosa traición. Mas no creas que me has ofendido intentando mi ruina, pues al contrario, me has proporcionado el mayor bien al que puedo aspirar. Nada deseaba con más ardiente pasión que derramar toda mi sangre y dar mi vida por amor de aquel Señor que primero quiso expirar por mi amor clavado en un afrentoso madero”.

Irritado, Fabiano le conminó a sacrificar a los dioses, a lo que le respondió Tiburcio: “Yo no reconozco otro Dios que al único Dios verdadero, creador del cielo y de la tierra. A este solo ofrezco sacrificios. Dichoso sería si yo mismo mereciera ser víctima sacrificada por su amor”. “Sea lo que fuere”- replicó Fabiano – “obedece ahora mismo, o disponte a pasearte muy despacio sobre carbones encendidos”. “Pronto estoy a sufrir los más crueles tormentos, pues ya es cosa muy sabida que estos no espantan a los cristianos” le dijo el esforzado Tiburcio.


Admirado Fabiano de aquella intrepidez, ordenó que se tendiese sobre el pavimento un gran montón de carbones encendidos para que Tiburcio, o echase incienso en honor a los dioses, o le obligasen a caminar descalzo sobre ellos. Y ni una ni otra, pues nuestro mártir no sacrificó, ni esperó le obligaran a nada, sino que él mismo se quitó el calzado y comenzó a pasearse sobre las brasas, como quien no siente el fuego. Gritó Fabiano “sabemos que ese maestro Cristo enseñó su magia a todos sus secuaces, y no nos causa admiración el sortilegio que acabas de ejecutar”. Ante esta blasfemia, Tiburcio replicó predicando las verdades de la religión de Cristo y la falsedad de los dioses paganos y la necedad de los que creían en ellos. Y no pudiendo aguantar por más tiempo al santo mártir, mandó le decapitaran. Le llevaron por la Vía Lavicana, y a cuatro millas de la ciudad le cortaron la cabeza, a 11 de agosto de 286. Su cuerpo fue recogido por un cristiano piadoso, que le dio sepultura, siendo un sitio señalado para los cristianos. Llegada la paz, dos parientas del santo, llamadas Lucina y Fermina levantaron una basílica y un monasterio para servir a Dios junto al invicto Tiburcio.



Fuente:
-“Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los dias del año”. Agosto. JEAN CROISSET. Barcelona, 1863.

Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...