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martes, 4 de mayo de 2021

"El cielo y la tierra darán cuenta de nuestra inocencia"

San Juan Houghton, y compañeros mártires cartujos. 4 de mayo.

Este santo mártir nació de una familia de la nobleza inglesa de Essex. Estudió en Cambridge, licenciándose en ambos Derecho. Aunque el mundo le sonreía, lo abandonó para ser sacerdote y servir a Dios. Siendo presbítero entró a la Cartuja de Londres, donde desde el noviciado comenzó su vida de perfección. Fue ejemplar en la oración, el silencio y la obediencia.  

En 1531 fue elegido prior de Beauvalmas a los dos años los monjes de Londres le eligieron para que fuera su prior y allí se encaminó. Fue un recto y amoroso padre para con sus monjes, a los que decía: “Si somos siervos inútiles al hacer las cosas que debemos, ¿qué seremos cuando, por culpa nuestra, no hacemos lo que debemos? Caín fue reprobado por ofrecer víctimas menos dignas, y la ley de Moisés reclamaba para Dios víctimas inmaculadas. Temamos la sentencia de la Escritura, (Jer. 48, 10): Maldito el que hace la obra de Dios con negligencia’”. En 1532 fue nombrado Visitador de las Cartujas de la Provincia Inglesa. 

En 1534, luego de la inválida declaración de nulidad matrimonial entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, y el consiguiente matrimonio del monarca con Ana Bolena, el rey pretendió ganar para sí al clero, pretendiendo hacer legítima su descendencia y sus actos contra la fe católica que hasta poco antes había defendido. Sabiendo del prestigio de la Cartuja de Londres, quiso ganarse a los monjes a su causa. En abril de ese año envió legados a la Cartuja para que firmaran la adhesión al rey y la legitimación de los futuros hijos de Ana Bolena como legítimos herederos a la Corona. Juan respondió a las pretensiones reales: "Los Cartujos tenemos por costumbre no meternos en los asuntos de los Gobiernos. Por tanto, no nos toca decir cuál ha de ser la persona llamada a compartir los honores del Trono, o a recibir la sucesión de la Corona". Ante esta respuesta neutral, fueron los monjes precisados a ir más allá y declarar su aceptación o no del divorcio de Enrique. Su respuesta fue simple: si la Iglesia había bendecido ese matrimonio nadie tenía por qué declararlo nulo. Esta respuesta le valió la prisión domiciliaria a la comunidad. Cosa que no les costó mucho, pues cartujos y encerrados eran. 

Sin embargo, nuestro santo y el procurador del monasterio fueron llevados prisioneros a la Torre de Londres. Allí el obispo de Londres le aconsejó que, puesto que el asunto de la sucesión no era algo de fe, no valía la pena morir por ella, y que podían firmar lo solicitado. Por ello, ya que una cuestión política, finalmente el 6 de junio del mismo año prestaron juramento de obedecer al rey y aceptar la cuestión dinástica, hasta donde lo permitiera la conciencia y la ley divina.  

Los monjes estuvieron en relativa paz hasta noviembre, cuando Enrique VIII se proclamó a sí mismo y a sus sucesores como Cabeza de la Iglesia Anglicana, con lo cual se iniciaba un período de persecución contra todo católico que no aceptara semejante herejía. Los cartujos de Londres recibieron la noticia respondiendo: "Muramos en la simplicidad de nuestros corazones. El cielo y la tierra darán cuenta de nuestra inocencia". A lo que Juan respondió: “Sea una misma muerte la que nos haga nacer a la vida eterna a los que una misma Regla tuvo muertos al mundo y a sí mismos". Y se dispusieron a la muerte mediante la oración y la penitencia. El último día, mientras cantaban la Misa Votiva del Espíritu Santo, todos sintieron una brisa que recorría la iglesia conventual, y al mismo tiempo una moción interior de fuerza para el martirio. Nuestro inclíto santo tuvo que detenerse varias veces mientras celebraba la que sabía sería su última misa, pues la emoción le embargaba. 

Pocos días después se reunieron en la Cartuja de Londres Roberto Lawrence y Agustín Webster, priores de Beauval y Axholme, respectivamente. Los tres priores celebraron consejo y decidieron entrevistarse con Cromwell, el terrible ministro del rey, para exponerle que el estilo de vida cartujana no era enemigo del reino, pues no se inmiscuía para nada en la vida del mundo. Los monjes intentaron, en un último esfuerzo librar al menos a los monjes de la persecución, pero todo fue en vano, y aún más, contrario a ellos (según la prudencia del mundo): fueron apresados y enviados a la Torre de Londres, acusados de alta traición. Allí fueron vejados infinidad de veces y presionados para que claudicaran y admitieran la supremacía real sobre la Iglesia si querían vivir. Los tres santos prefirieron la palma de la victoria antes que traicionar a Cristo y vivir una vida de separación de la verdadera Iglesia. 

El documento que debían firmar para irse libres y en paz se conserva, sin firmar, y al dorso tiene estas palabras: “Juan Houghton declara que no puede reconocer al rey nuestro soberano, como jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra, por encima de los apóstoles de Jesucristo. Roberto Lawrence afirma que no hay sino una sola Iglesia Católica, de institución divina, bajo la autoridad del obispo de Roma; y renuncia, en consecuencia, reconocer la supremacía real. Agustín Webster pretende que el jefe de la Iglesia es, no el rey, nuestro soberano señor, sino el obispo de Roma, es decir, aquel que ha sido declarado tal por los doctores Ambrosio y Jerónimo”. 

Finalmente fueron condenados por delito de alta traición, y sometidos a un terrible tormento. El 4 de mayo de 1535 fueron atados a la cola de caballos y arrastrados hasta la plaza Tyburn, testigos de tantísimos testimonios martiriales. Estando Juan con la soga al cuello, fue invitado una vez más a renegar de la autoridad papal, mas el no respondió, y se dirigió al pueblo: “Pongo a Dios por testigo que si me niego a obedecer al rey, nuestro señor, no es por obstinación, ni por malicia, ni por espíritu de insubordinación, sino porque me obligaba a ello mi conciencia. Encontrándose los decretos de su Majestad y del Parlamento en contradicción con las leyes de la Iglesia, nuestra madre común, es mi deber someterme a las órdenes de Roma, y con la ayuda de Dios, no faltaré a la obediencia que les debo, aunque tenga que sufrir mil muertes. Rogad por mí, y tened piedad también de mis hermanos, de quienes fui indigno Prior”. Entonces recitó el salmo 30: “En Vos, Señor, he esperado; no sea yo confundido para siempre; libradme por vuestra justicia. Inclinad hacia mí vuestro oído; acelerad mi socorro. Sed para mí Dios protector y un lugar de refugio, donde me pongáis a salvo. Porque Vos sois mi fortaleza y mi auxilio; por vuestro Nombre me guiaréis y me sustentaréis. Me libraréis de este lazo que ocultamente me armaron; porque Vos sois mi defensa. En vuestras manos encomiendo mi espíritu; me habéis redimido, Señor Dios de bondad”. 

Entonces fue ahorcado y, según era costumbre, en medio del sofoco, se cortó la cuerda y estando aún vivo, se le abrió en canal y se le sacaron las vísceras. Aún tuvo ánimo para clamar el santo mártir: “Amabilísimo Jesús, tened piedad de mi en esta hora”. Y expiró. Luego se juntaron los trozos del cadáver, se hirvieron y se clavaron en varios lugares de la ciudad para amedrentar a los católicos. El brazo derecho se colocó frente a su Cartuja para que los monjes lo vieran y se aprestaran a jurar la fidelidad al rey como Jefe de la Iglesia. Los priores Roberto Lawrence y Agustín Webster padecieron igual martirio. Sobre la suerte de los otros monjes, podéis leer en la “vita” del Beato Guillermo Horne (5 de agosto), ya publicada en el blog. 

Los cartujos de otras partes de Europa siempre tuvieron en gran estima el testimonio de martirio de sus hermanos ingleses. Recogieron cuidadosamente todas las noticias y pocas reliquias que de ellos quedaron y trasmitieron a los monjes aquellos santos ejemplos. Sin embargo, nunca promovieron su canonización. El 29 de diciembre de 1886, el papa el Papa León XIII promulgó el decreto que reconocía el martirio de 34 víctimas de la persecución contra los católicos en Inglaterra, y entre ellas estaban los 18 cartujos mártires (leer sobre los demás aquí), beatificándoles oficialmente. En 1887 el Capítulo General de la Orden mandó se celebrase su fiesta en todos los monasterios cartujos. El Capítulo de 1897 pidió a la Sagrada Congregación de Ritos, una Indulgencia Plenaria a ganar el 4 de mayo de cada año, día de su memoria litúrgica. El 25 de octubre de 1970, el Papa Pablo VI canonizó a los tres priores cartujos junto a otros Santos Mártires de Inglaterra y Gales. Entre ellos al brigidino San Ricardo Reynolds (4 de mayo), quien durante mucho tiempo fue tenido como uno de los cartujos. 

 

Fuente: 
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000. 



A 4 de mayo además se celebra a 






 

 

 

 

lunes, 25 de junio de 2018

Del fundador no fundador.

Beato Juan "el Hispano", monje cartujo. 25 de junio.

Nació Juan en Almansa, León, sobre 1123. A los 13 años se fue a Francia con un amigo en busca de conocimiento y aventura. Estudió en Arlés, donde le conoció una noble familia que prendada de él por su actitud hacia el estudio, le ayudó económicamente a continuar estudiando cuando el joven Juan quedó casi en la miseria.
A los 16 años ya era Lector de Filosofía y antes de volver a su tierra quiso determinar su camino en la vida tomando unos días de retiro en el monasterio basiliano de la ciudad. Allí un monje muy santo y sabio le dijo que el Señor le llamaba a la vida monástica. 

Sin más, Juan dejó el mundo y en una celdilla anexa al recinto se puso bajo las órdenes del monje, quien le formó para la vida religiosa. Se aplicó tanto el joven en la oración, el ayuno y la penitencia que cayó enfermo, siendo sanado milagrosamente. Templó su austera vida y pronto progresó en la virtud. A los 20 años era tan avezado en la vida ascética que los basilianos querían hacerle prior, pero el santo Juan ya tenía otros planes, y Dios también.

Quería el joven una vida de mayor recogimiento y por ello se fue a la Cartuja de Montrieux, célebre por la santidad de sus monjes. Terminado el Noviciado fue ordenado presbítero antes de terminar la Teología. Su primer oficio, ya sacerdote, fue ocuparse de la sacristía. Su piedad, erudición y caridad para con todos eran tan ejemplares que antes de los 30 años le eligieron los monjes prior de la comunidad. Emprendió la restauración del monasterio y la iglesia, la ampliación de la biblioteca y del mejoramiento de las técnicas de trabajo de los monjes. Y tanto prosperó el monasterio que un vecino poderoso, envidioso de ello, intentó usurpar las tierras de labranza. El beato Juan se le enfrentó, y el noble cambió de táctica: comenzó a influir desde dentro, sembrando insidias en algunos monjes para que eligieran otro prior. Esta guerra sucia también la perdió el malvado, quien amenazó directamente con arruinar el monasterio.

Entonces Juan y los monjes fieles se retiraron a la Gran Cartuja, donde el Prior San Antelmo de Belley (26 de junio) les recibió paternalmente. Allí estuvieron poco tiempo, pues providencialmente el señor de Faucigny pidió a la Gran Cartuja le mandasen monjes para fundar una cartuja en el valle de Béol, Saboya. Juan y sus monjes la fundaron, luego de muchas estrecheces, el 22 de enero de 1151. Había habido allí un monasterio antes, pero la fundación había fracasado. En 1152 asistió al Tercer Capítulo General presidido por San Antelmo. Llamó la atención de los otros capitulares por su semblante austero y penitente, su entrega al estudio y la oración, y su capacidad práctica, como buen místico.

Se le considera fundador de las monjas cartujas por esta razón: las monjas benedictinas de Prebayón, que le conocían bien, le pidieron que les escribiera una versión de las "Costumbres" de de Dom Guigo, para ellas así formar parte de la Orden Cartuja. San Antelmo dio el visto bueno, iniciándose así la vida cartujana femenina.


Abadía de Montrieux.
El 25 de junio de 1160, con solo 37 años de edad, el prior Juan entregaba su espíritu al Creador. Su sepultura fue signo de su humildad hasta el extremo: había ocurrido años antes que dos sirvientes habían fallecido en una avalancha y Juan, siendo prior, les había mandado a enterrar en pésimo sitio. Los superiores le reprendieron por ello y Juan, siempre que podía decía a sus religiosos que, en expiación por aquel error, él debía ser enterrado fuera de la clausura, junto las víctimas de su de error. Así lo hicieron los monjes, lo cual provocó que muy pronto su sepulcro estuviera rodeado de la atención de los devotos, cosa extraña a los cartujos.

Numerosos milagros ocurrieron allí durante siglos, hasta que en 1659 el obispo de Ginebra trasladó los huesos a la iglesia monástica, reconociendo, al menos localmente, su culto. En 1791 dos piadosos montañeses salvaron los huesos de la furia revolucionaria y lo smantuvieron ocultos hasta 1800, cuando los devolvieron a los monjes, ya restaurada la Cartuja. Pio IX, confirmó el culto del Beato Juan el 14 de julio de 1864.

Fuente:
-"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.

A 25 de junio además se celebra a:


Santa Febronia,
carmelita mártir.
B. Daniel de Almaark
y compañeros mártires.
S. Pazanne, Macrina
y Columba, vírgenes.





domingo, 1 de abril de 2018

Obispo por fuerza, monje por vocación.

San Hugo de Grenoble, obispo. 1 y 22 de abril.

Nació en 1053, en Chateauneuf d’Isère, en una familia de clase media. Estando embarazada, su madre soñó que veía a su futuro hijo amparado por varios santos, y que San Pedro y San Pablo le señalaban el camino del cielo. Por ello su padre, que era caballero, decidió inclinar al pequeño Hugo al estudio con vistas a que hiciera la carrera eclesiástica.

A los 21 años, ya graduado en Teología, le nombraron canónigo de la catedral de Valence, y aunque no era presbítero, aventajaba a estos en el cumplimiento de la disciplina y en el rezo del Oficio común. Colaboró con el Legado papal en Francia, obispo de Die, quien le tomó mucho afecto y se hizo acompañar de él en 1079 en el Concilio de Anignon. En esta cita de eclesiásticos conocieron a nuestro santo varios canónigos de Grenoble, quienes se hallaban sin obispo desde la muerte de su prelado, Ponce II, quien además había sido un obispo nefasto, simoníaco y excomulgado. Los canónigos, viendo las dotes de Hugo, solicitaron al Concilio que les nombrara a Hugo como su pastor, a pesar que este solo tenía 27 años y ser seglar. A pesar de su oposición, Hugo fue ordenado presbítero por el Legado, quien luego le llevó consigo a Roma, donde fue consagrado obispo por el papa San Gregorio VII (25 de mayo). En Roma el santo comenzó a padecer una serie de ataques demoníacos y espantosas tentaciones que le acompañaron más de 40 años, de los que salió victorioso gracias a su fe en Cristo, su oración y sus penitencias.

Hugo se hizo cargo muy pronto de su Sede, la cual estaba devastada por el mal ejemplo de su anterior obispo, como dije. Los asuntos de administración en manos de nobles y seglares, presbíteros con posesiones y sirvientes, algunos amancebados y con hijos. Hugo comenzó una serie de predicaciones y penitencias públicas, exhortando a la conversión del clero y los fieles. Durante dos años predicó, visitó, castigó y perdonó a aquellos arrepentidos. Muchos le dieron la espalda, llegando, literalmente, a pasar hambre por no caer en negocios turbios. Creyendo era impotente para lograr la conversión de toda su diócesis, nuestro santo se retiró al monasterio benedictino de "Casa Dei", donde tomó el hábito, para vivir como un monje más, alejado del poder y del peligro de ostentar el mando. Pero sin embargo, al saber el papa Gregorio VII donde estaba, le mandó abandonar el monasterio y volver a su tarea de obispo. Por ello, Hugo salió del monasterio sin llegar a profesar como religioso. De vuelta en Grenoble se esmeró más aún en su labor y pronto tuvo resultados. En tres años la diócesis parecía otra: más fervor y recta vida en el clero y los fieles, y los asuntos políticos separados (hasta donde era pensable en el siglo XI) de los asuntos espirituales.

El sueño de San Hugo.
En junio de 1082 Hugo tuvo un sueño misterioso: Vio caer a sus pies 7 estrellas, que le guiaban a través de las montañas hasta un solitario paraje llamado Chartreuse. Allí vio a Jesucristo ordenando a los ángeles edificarle una casa para él. Hugo no sabía que significado tendría aquella visión, pues era más que un sueño, cuando le llegó la respuesta: Se presentó ante él San Bruno (6 de octubre), otrora canónigo de Colonia, con seis compañeros. Bruno le relató su inspiración de entregarse a Dios en la soledad, viviendo en común, pero manteniendo el aspecto eremítico de los antiguos Padres del Desierto. Para ello Bruno le solicitaba le cediera algún espacio solitario y alejado del mundo. Hugo entendió su visión y fue un entusiasta defensor de Bruno, colaborador en la fundación de la primera Cartuja y además, fue de gran valía para lograr la aprobación de la Iglesia sobre la nueva Orden.

Su cariño por Bruno y su peculiar estilo de vida se tradujo en las largas temporadas que Hugo pasó en la Cartuja, donde era recibido como un padre. Oraba con ellos, vivía en soledad, se penitenciaba y trabajaba como ermitaño, anhelando aquella vida para él mismo. Estaba tan a gusto allí, que más de una vez el abad debía decirle "Id a vuestras ovejas y dadles el pasto que les pertenece", pues Hugo parecía olvidar que era obispo.

Varias veces intentó el santo prelado le removieran de la carga del episcopado, pero tanto Honorio II como Inocencio II no quisieron oír hablar de ello. No fue sino hasta cuando la edad y le enfermedad se lo impidieron, cuando el papa aceptó su renuncia, nombrando en su lugar a Hugo II, monje de la Grande Chartreuse. Dícese que tomó el hábito cartujano, y por ello la Orden lo tiene como santo propio, pero no está muy claro, porque hay testimonios de que siguió viviendo en Grenoble, muy cercano a su sucesor. Si no fue cartujo legalmente, de corazón sí que lo fue con certeza.

Muerte y veneración
del Santo.
Falleció Hugo el 1 de abril de 1132, Viernes de Pasión, teniendo más de 80 años. Sus funerales fueron un gozo pascual, celebrados con alegría más que con llanto. Le sepultaron en su catedral, donde se mantuvo incorrupto su cuerpo durante mucho tiempo después de enterrado. Los milagros junto a sus reliquias fueron tantos que el papa Inocencio II le canonizó el 22 de abril de 1134 en el marco del Concilio de Pisa, a tan solo dos años de su feliz tránsito. Pronto la Orden Cartuja obtuvo celebrar su memoria, y en 1258 pudo elevarla a categoría de Fiesta. Antiguamente la celebraban a 1 de abril, hoy a 22 del mismo mes.


Fuente:
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.


A 1 de abril además se celebra a
La Estigmatización de Santa Catalina de Siena.
Santa Genoveva de Brabante, eremita.
Santa Teodora de Xalapa, virgen y mártir.

domingo, 14 de enero de 2018

"Ya veo a mi Rey, ya estoy en su presencia..."

Beato Odón de Novara, monje cartujo. 14 de enero.

Beato Odón.
Cartuja de Garegnano, Milán.
Nació en Novara, Lombardía, a finales del siglo XI. Fue de los primeros religiosos novicios en la Grand Chartreuse, y también fue parte del grupo de fundadores de la Cartuja de Seitz, Moravia. También participó en la fundación de la Cartuja del Piamonte.

Nos dicen que fue un religioso humilde, obediente y amante de la Regla. Por ello fue elegido como Prior de la Cartuja de Gyrio, Yugoslavia, en un difícil momento: el obispo Teodoro, que ambicionaba las tierras y el edificio de los cartujos, les hacía mucha guerra. La mansedumbre y recta intención de Odón calmaron un poco las cosas, pero el obispo se salió con la suya y, con ayuda del poder secular, expropió a los monjes de sus bienes. Entonces nuestro santo, luego de acomodar a sus monjes en otros monasterios, partió hacia Roma a exponer el caso ante el papa Clemente III. No se detuvo ni por su ancianidad, pues pasaba los 90 años. Mas sin embargo, en Roma tampoco halló solución al problema, pues el obispo era demasiado poderoso como para enfrentarse a él a causa de un monasterio. Entonces Odón renunció a su priorato en frente del mismo papa y se dispuso a pasar a la Cartuja del Piamonte que ya conocía.

Sin embargo, de camino pasó por la Cartuja femenina de Santos Cosme y Damián de Taglacozzo, donde Adhuisis, la abadesa, viendo sus prendas de prelado piadoso y observante, pidió al papa, pariente suyo, que nombrara a Odón como capellán y director espiritual de las monjas. Al mismo tiempo quedaba como superior de todo el clero beneficiado del monasterio. El santo acató la voluntad del papa y mandó se le construyera una pequeña celda junto a la clausura, ara allí vivir pobremente, en constante oración y lectura espiritual. Solo salía de su celda para celebrar la santa misa, o para confesar y predicar a las monjas. A pesar de su edad, Odón era un ejemplo de penitencia y austeridad para todos. Dormía en un colchón de sarmientos, trabajaba para no estar ocioso, no ser gravoso a las monjas y aún hacía caridad a los pobres. Ayunaba siempre que podía y se disciplinaba frecuentemente. Usaba un cilio pegado a las carnes que solo dejó de llevar tras su muerte.

Pronto la fama de santo del capellán de las cartujas traspasó los muros del monasterio y recorrió la península itálica. Muchos querían confesarse con él, tocarle o besarle las manos. Y no de balde, pues muchos milagros realizaba solo con estos pequeños gestos. Él mismo sanaba de sus dolencias luego de pedir a Dios sanara a otros, pues para sí mismo nada pedía. Incluso se dice que llegó a convertir agua en vino.

Pasaba, y bastante, de los 100 años, cuando tuvo revelación de que ya era la hora de cantar como el anciano Simeón, "Nunc Dimittis", y anunció a sus hijas espirituales que pronto las dejaría. Así, entrada la Epifanía del año 1200, recibió los Santos Sacramentos, dirigió su última plática espiritual y entró en éxtasis. El 13 de enero dijo a los que estaban presentes: - "Mañana a estas horas dejaré este mundo; os ruego en Nombre de Dios que no hagáis a mi cuerpo honra alguna particular, sino que con este mismo hábito que tengo puesto lo pongáis en la sepultura, y a la cabeza de ella una simple cruz de madera". Al día siguiente, habiendo muchos testigos, el santo Odón exclamó: - "Aguárdame, Señor, en buena hora; presto voy a Ti, mi descanso y mi gloria. Ya veo a mi Rey y Señor; ya estoy en su presencia". Entonces extendió los brazos y levantándolos un poco, parecía que su alma se iba con el cuerpo. Pero este cayó lentamente en el lecho, quedando con los ojos abiertos y resplandecientes, no opacos. 

Muerte del Beato Odón.
Carduccio. Museo del Prado.
El cuerpo fue enterrado en el cementerio de los pobres, como el mismo había pedido. Sobre 1240 se elevó el cuerpo de la sepultura, dícese que porque el santo viejo se había aparecido tres veces a Oderisio, el Arcipreste de monasterio, pidiendo ser colocado en lugar de más honor. Pero no es algo que case con la humildad que siempre le caracterizó. Al abrir el sepulcro se le halló incorrupto, se le colocó en la iglesia monacal. Ese mismo año se instruyó un proceso de canonización que fue aprobada por Gregorio IX, pero nunca se le canonizó. No sería hasta 14 de junio de 1859 que el Beato Pío IX (7 de febrero) confirmó su culto inmemorial.


Fuente:
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.


A 14 de enero además se celebra a:
Santa Macrina la Anciana, viuda.
San Engelmar de Passau, eremita mártir.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Beato Guillermo de Fenol.

Beato Guillermo de Fenol, monje cartujo. 16 de diciembre


Beato Guillermo.
Cartuja de Montalegre.
Nació en Monferrato, a inicios del siglo XII. Muy joven tomó la decisión de vivir como eremita las montañas del Piamonte. Vivía en una pobreza absoluta, disciplinándose, orando y trabajando para no mantenerse ocioso. Allí le tentó el demonio enviándole una mala mujer para que el santo cayera, pero el joven venció con la ayuda de Dios, las seducciones de la mujer. 

Este episodio le hizo pensar acerca de la conveniencia de la soledad, por lo cual decidió tomar el hábito en algún monasterio donde la soledad fuera acompañada por una comunidad. Por ello eligió la Cartuja, donde el solitario alterna con la comunidad solo para los actos precisos, y en silencio. Tomó el hábito en la Cartuja de Casularum, a mediados del siglo XII. En la Cartuja el Guillermo aumentó sus virtudes con la de la obediencia, esencial para la vida monástica. En breve tiempo cumplía la Regla con exactitud y sin afectación. Era caritativo con sus hermanos, elegía los trabajos más difíciles y siempre estaba presto a ayudar a los hermanos ancianos.
Su oración era elevadísima, siendo su devoción preferida la Pasión de Señor. Estando un día orando ante un Crucifijo, el Señor le crucificó en espíritu con Él, de tal modo que, en adelante, sufrió todos los dolores y aflicciones de Cristo, los cuales ofrecía constantemente por la salvación de las almas.

Guillermo murió muy anciano, sobre 1200. Fue sepultado en el exterior del monasterio, junto a la portería, pero a menos de un mes eran tantos los peregrinos que acudían a remediar sus males en la sepultura del santo religioso, que los monjes sacaron el ataúd y le sepultaron dentro del monasterio, en la clausura. Pero he aquí que, por milagro, al otro día el ataúd apareció de nuevo en el agujero de la sepultura. Otras dos veces se le llevó dentro y otras dos veces regresó a la primera sepultura, por lo cual se le dejó allí y se permitió el culto del pueblo, cosa rara entre los cartujos.

En el siglo XIII el culto ya era constante y los milagros se contaban a cientos. San Pío V (30 de abril) confirmó su culto. En el siglo XVIII se abrió el sepulcro para extraer reliquias y se halló el cuerpo incorrupto. El Beato Pío IX le beatificó en 1862, fijando su memoria a 19 de diciembre para toda la Orden Cartuja. Posteriormente sería trasladada al 16 del mismo mes.



Fuente:
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.


A 16 de diciembre además se celebra a:
Beata María de los Ángeles, virgen carmelita.

Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...