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domingo, 26 de agosto de 2018

Reformadora de la Reforma.

Beata Juana de Jesús de Neerinck, virgen clarisa coletina. 26 de agosto.

Nació en 1576 en Gante, mas no se tienen datos sobre su familia. En 1607 tomó el hábito de las clarisas, destacando por su gran intelecto y emprendimiento. Ya profesa fue trasladada al monasterio de Limburgo, donde no satisfecha con la vida monástica del momento, retoma las ideas reformadoras de Santa Coleta de Corbie (6 de marzo), casi 200 años antes como base de una ardua tarea reformadora.

En 1623 fundó las Hermanas Penitentes Recoletas, a la imitación de los Franciscanos Penitentes-Recoletos. Vivían pobremente, en estricta clausura, silencio y recogimiento. Varios monasterios surgieron, agrupándose en la llamada "Recolección de Limburg". Juana fue devotísima de la Humanidad de Cristo, expresada en el Sagrado Corazón. Subió al cielo en 1648. Nunca ha sido beatificada, pero en algunos documentos se le llama así, "beata".

Las vicisitudes del mundo y de la Iglesia, perseguida duramente durante los siglos XVII al XIX, hicieron que en 1891 todos los monasterios se agruparan en una sola Congregación religiosa de inspiración franciscana.

Fuente:
https://www.archieven.nl

A 26 de agosto además se celebra a:


Santa Pelagia,
viuda y fundadora
.
La Trasverberación
de Santa Teresa
.
San Ceferino,
papa
.





martes, 15 de mayo de 2018

San Primaël de Quimper.

San Primaël de Quimper, ermitaño. 15 de mayo.


Nació en Inglaterra, en a inicios del siglo V. cruzó Bretaña y se estableció en Quimper para llevar allí vida de ermitaño. Algunas leyendas dicen que San Corentin (12 de diciembre) fue discípulo suyo. Cuando nuestro santo estaba ya anciano, le era casi imposible buscar a la fuente. Así que Corentin tomó un palo y trazó una línea en la tierra, desde la fuente hasta la ermita del santo, y justo al terminar, la línea se convirtió en un afluente que llevó agua hasta la ermita de Primaël.

Falleció entre 450 y 480.


A 15 de mayo además se celebra a:


Santa Juana de Lestonnac,
viuda fundadora.
Santa Dympna,
virgen y mártir.
Santa Sofía de Roma
e hijas mártires.





lunes, 15 de mayo de 2017

Todo por Cristo y por las niñas.

Santa Juana de Lestonnac, viuda y fundadora. 15 de mayo y 28 de diciembre, traslación de las reliquias.

Nació en Burdeos en el año 1556. Sus padres se llamaban Ricardo, buen católico, y Juana, ferviente calvinista. La pobre niña empieza a ser objeto de contradicción. Es bautizada en la Iglesia católica, a pesar de la oposición de la madre, que intenta inocular en la niña sus propias ideas. Pero su fe, combatida, acaba por fortalecerse, apoyada por su padre, su hermano Guido y su tío, el célebre filósofo Miguel de Montaigne, que llamó a su sobrina "bella princesa albergada en magnífico palacio". Incluso deseó entregarse a Dios en el claustro, aunque no llegó a realizarse.

Juana creyendo acatar así los designios de Dios, aceptó el matrimonio con Gastón de Montferrant, varón de Landirás y de la Mothe. Fue un matrimonio feliz. Tuvieron ocho hijos, de los que sobrevivieron cinco, a los que Juana educó en la piedad y caridad cristiana. La baronesa cumplió a la perfección sus deberes de esposa y de madre. Llevaban 24 años de feliz matrimonio cuando Gastón murió. Seis años después había muerto también el primogénito, y Francisco, el heredero de la baronía había fundado su hogar. Dos hijas se habían consagrado al Señor, y la benjamina, Juanita, la encomienda al cargo de Francisco. Así, todo arreglado, ella se consagra al Señor en las Fuldenses de Tolosa. Se siente feliz. Se entrega a rigurosas penitencias que la hacen enfermar. Una pena profunda se apodera de ella al indicarle la superiora que ha de volver a su castillo de Landirás, por prescripción facultativa.

Aquella noche empieza a diseñarse en su espíritu la futura Compañía de María. Tiene una visión celestial, presidida por la Virgen María, en la que contempla que muchas jóvenes se pierden. Las ve caer en espantoso torbellino y que tienden los brazos implorando ayuda. El Señor va iluminando su camino. Los Padres Bordes y Raymond, de la Compañía de Jesús, la apoyan y aconsejan. Se van concretando las reglas de la Congregación, calcadas en las de San Ignacio. Y el 1 de mayo de 1608 toman el hábito de la Compañía de María las cinco primeras religiosas.

El cardenal de Sourdis quiere acoplar la Obra a las reglas de las ursulinas, pero luego cede. La Obra sigue adelante según el primer diseño. La Virgen vela por su Compañía. En 1610 se consagran a Dios, el día de la Inmaculada, la madre fundadora y nueve compañeras. Pronto la semilla se hizo fecunda y floreció en 40 fundaciones. Abundaron las persecuciones, los sufrimientos, hasta la traición de una de sus primeras hijas, Blanca Hervé, que empezó una conspiración viciosa que dio como resultado su elección como superiora y la deposición de Santa Juana. Blanca maltrató entonces cruelmente a su anterior superiora. Santa Juana soportó sus pruebas con gran paciencia hasta que Blanca finalmente se arrepintió. Para entonces, sin embargo, Santa Juana ya no deseaba ser repuesta como superiora y vivió sus restantes años en el retiro. Así se consolidaría el Instituto. "La parte que Jesús nos da de su cruz nos hace conocer cuánto nos ama", decía la Madre Fundadora cuando más arreciaban las persecuciones.

Tenía una gran devoción a la Eucaristía, a la Virgen María, al ángel de la guarda. El 2 de febrero de 1640 entregó su alma a Dios. Sus hijas seguirían trabajando por la educación cristiana de la juventud, según el ideal de la Fundadora: "O trabajar o morir por la mayor gloria de Dios". Sus venerables restos, dispersos y profanados por la Revolución Francesa en 17, fueron felizmente encontrados y trasladados el 28 de diciembre de 1822. Podéis leer este hecho en este artículo. Fue beatificada el 23 de septiembre de 1900 por el Papa León XIII, es Canonizada el 15 de mayo de 1949, por el papa Pío XII, así elevandola a la gloria de los altares.


Fuente:
-Jhonatan Alarcón.


A 15 de mayo además se celebra a
Santa Sofía e hijas mártires.
Santa Dympna de Geel, virgen y mártir.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

La Traslación de Santa Juana de Lestonnac.

La Traslación de Santa Juana de Lestonnac, viuda fundadora. 28 de diciembre.

Muerte y funerales. 
Santa Juana de Lestonnac murió en Burdeos el 2 de febrero de 1640, a los 84 años y luego de una ardua vida desarrollada en el matrimonio, la fundación de la Compañía de María, dedicada a la contemplación y a la educación de las niñas. Así, el día de la Purificación de Nuestra Señora, día santo para las religiosas de la Compañía, puesto que renuevan sus votos religiosos, la Madre Juana voló al cielo. Su muerte y funerales estuvieron rodeados de varios acontecimientos prodigiosos, como la constante flexibilidad del cuerpo y la hermosura que este mostraba. Desaparecieron las arrugas y los ojos, que no le cerraron nunca, aparecían brillantes, como vivos. Los funerales duraron cuatro días, durante los cuales no hubo señal de incorrupción, y las religiosas, alumnas y pueblo pudieron venerar a la santa Madre. La Madre de Franc, superiora de la Casa de Burdeos, dirigió una circular a las comunidades de la Orden, en la que les dice: 
"El viernes, a las tres de la tarde, la pusimos en el féretro, y nuestra iglesia se llenó de tanta gente que, habiendo llamado músicos para cantar con nosotros los responsorios del Oficio de difuntos, no pudieron penetrar hasta el lugar destinado, y se vieron obligados a volverse. El siguiente día el P. Champeils, de la Compañía de Jesús, hizo la oración fúnebre, y concluyó exhortándonos que solicitáramos la beatificación de la Sierva del Señor. La iglesia y coro se adornaron con colgaduras blancas y orla negra, y en medio de éstas el escudo de la Orden, es a saber, el Nombre de María sobre fondo azul. Todo el mundo la aclama como santa. Para no faltar en cosa que pudiéramos hacer, hemos colocado su cuerpo en un sepulcro de piedra, levantado sobre dos pilares, en medio de la sepultura en que enterramos a nuestras religiosas difuntas, y por espacio de cuarenta días se ha dejado en nuestra iglesia una capilla decorada de negro". 

Es decir, que la Madre fue sepultada entre sus hijas, solamente se elevó un poco su sepultura, y se hizo de noche, cuando había menos público, estando presentes los vicarios episcopales Carón y Niat. En 1644 la Madre Rives, superiora del convento de Béziers, se abrió el sepulcro, pudiéndose contemplar una magnífica incorrupción del cuerpo, según el Acta Notarial levantada. En 1680 volvió a abrirse el sepulcro de la Madre Lestonnac y se le halló igualmente incorrupta. 

Profanación. 
En 1793, llegada la Revolución Francesa, terrible por sus excesos para con la libertad religiosa, la Asamblea Constitucional confiscó los bienes de las comunidades monásticas y religiosas. Las Hijas de Nuestra Señora, temiendo verse arrojadas de su convento-colegio de Burdeos, ya en septiembre de 1792 habían sacado a la Madre Lestonnac de su sepulcro y la habían colocado en la caja de un clavicordio, confiándolo al señor de Galathau, pariente de Juana de Lestonnac. Expulsadas las religiosas, confiaban en la protección de su preciada reliquia, pero defortunadamente la profanación no le fue ajena. El custodio de las reliquias fue detenido y al revisar la casa hallaron la caja de clavicordio en la que una nota lateral ponía: "Depósito de las Religiosas de Nuestra Señora". Así, pensando los revolucionarios, que serían cosas "peligrosas para la libertad" y se llevaron la caja a la Casa Consistorial. Allí la abrieron y vieron sorprendidos su contenido.

Los revolucionarios no saben que hacer con aquel cuerpo desenterrado que luego de 173 años se mantiene incorrupto y flexible. Algunos temen, otros se desentienden. Así, inexplicablemente queda expuesto el cuerpo de Juana de Lestonnac en la Casa Consistorial, y se da lo que fue un auténtico peregrinaje de devotos. Algunos se llevan trozos del hábito y las carnes. Debió ser un espectáculo medio devoto medio esperpéntico, que muestra precisamente lo surrealista de la Revolución Francesa: A la par que las iglesias eran saqueadas y el culto prohibido, el salón de una Casa Consistorial se convierte en santuario donde acuden a venerar a Juana de Lestonnac de la cual el pueblo tenía grata memoria.
Tuvo que intervenir un tribunal "revolucionario" para parar aquello, y ordenó que el santo cuerpo fuera echado a cualquier sitio. En la oscuridad de la noche se abrió una fosa en los terrenos del arsenal y allí arrojaron las reliquias de la Madre. Pretendían tirar también el cuerpo semiputrefacto de un caballo muerto, para ultrajar a la santa religiosa, pero al parecer a última hora cambiaron de idea y el caballo quedó semienterrado a unos dos metros.

Invención de las reliquias.
Pasó la revolución (todas pasan para bien o para mal), trayendo la tribulación y el martirio a las religiosas de la Compañía. Hasta 1822 no pudieron las religiosas de Burdeos volver a unirse para reconstruir su convento y volver a la enseñanza. Uno de los primeros deseos fue recuperar el cuerpo de la Madre Juana, del que no sabían nada, salvo el hecho de la profanación. La Madre Duterrail, superiora de Burdeos Escribe a otra religiosa: "¡Cuán consolador sería para nosotras si pudiéramos hallar este precioso tesoro! No hay cosa mejor seguramente para reanimar en nosotras el espíritu de nuestra santa vocación. Ante el espectáculo de los restos de una persona tan venerable por tantos y tan justos títulos, se renovarían en nosotras sus avisos saludables, sus santos consejos; recordaríamos el menosprecio que tuvo de sí misma y de todas las cosas del mundo; su grande celo por la observancia de las Reglas, medio por el cual progresan santamente las Comunidades religiosas, y único para conservar el fervor primitivo; su amor a la obediencia, la que debe ser por excelencia nuestra virtud favorita; en fin, su recogimiento interior, que es el alma de la vida religiosa. (…) En cuanto a nosotras, hemos empezado un mes de ayunos y comuniones, y daremos limosna proporcionada a nuestros recursos".Otros conventos se comprometieron a orar y sacrificarse por la misma intención.

Esta Madre además investigó, hizo diligencias, buscó testimonios. Las autoridades colaboraron y el pueblo mismo se lanzó a preguntar, a hallar testigos que quisieran contar lo que sabían. Así hasta que en julio del mismo año supieron del sitio donde habían ido a parar las reliquias. Y dejo que la misma Madre lo cuente: "El pueblo se presentó en tropel para asistir a las pesquisas y averiguaciones que se hicieron; unos como testigos de vista, manifestando quién fue el que enterró el sagrado depósito, y que para tener una reliquia le había arrebatado el velo, única cosa que a la sazón le quedaba del vestuario religioso; otros publicaban a voces las virtudes y milagros de la Sierva del Señor".  

Así, en el lugar señalado se encontró el caballo medio consumido, y a pocos pasos, como dijo un testigo, hallaron los restos de la Madre Lestonnac. El cuerpo aún conservaba algo de incorruptibilidad, aunque se deshizo al levantarlo, pudiendo solo conservarse los huesos y algunas partículas de carnes. El cráneo estaba destrozado por golpes al momento del entierro, pero pudo recomponerse. Las autoridades ordenaron el reconocimiento de los restos, hecho que llevó a cabo el obispado, que investigó y escuchó a testigos de primer orden que salieron de su anonimato. Mientras, el cuerpo era resguardado por las autoridades civiles con máximo respeto.

Actual altar relicario de Santa Juana de Lestonnac. Burdeos.


Traslación solemne.
Después de ello, el 26 de diciembre de 1822 las religiosas colocaron las reliquias de su santa fundadora en un ataúd que habían mandado a hacer y habían adornado. Se le pusieron los sellos del municipio y del obispado, y se planeó la desagraviante traslación de las reliquias. Esta Traslación solemne se hizo el 28 de diciembre siguiente, con gran pompa y devoción desde la Casa Consistorial hasta la casa de las religiosas, en la calle Palais Gallien. Todo el clero, las cofradías y religiosas de Burdeos, ex-alumnas y pueblo en general estuvo presente. Las reliquias fueron llevadas a hombros por ocho religiosas de la Compañía. La traslación hizo una estación en la catedral, donde el arzobispo bendijo las reliquias y se cantó un responsorio solemne.
La procesión, continuó bajo el rumor de las gentes, que se decían unos a otros: "Llevan una santa", porque lo era. Al llegar al convento, bellamente engalanado, las religiosas entraron con las reliquias y quedaron unos ratos a solas con su Madre, para luego abrir las puertas de la iglesia, dejando que la multitud de fieles honrasen a la Madre Lestonnac. Cinco días duró la veneración pública de las reliquias, donde la devoción popular arrancó algunos prodigios a la Madre. No se había visto fervor tal desde la Revolución. 

El santo cuerpo fue colocado por las religiosas de Nuestra Señora en la sacristía del monasterio, luego de separar un hueso que se envió al convento de Tolosa. Actualmente las reliquias se veneran en el mismo convento de Burdeos, en el interior de un altar relicario de mármol de 1900. Según las normas de la Iglesia, fueron expuestas de nuevo al público luego de la beatificación de Juana de Lestonnac, el 23 de septiembre de 1900. Pío XII la canonizó el 15 de mayo de 1949 y su memoria es igualmente a 15 de mayo.


Fuente:
-"La Beata Madre Juana de Lestonnac". Barcelona, 1900.


A 28 de diciembre además se celebra a  
San Convoyon, abad

Y además  podéis leer sobre
De la Invención y Traslación de reliquias en la Iglesia.
La Invención de las reliquias de San Esteban.
La Invención de Santiago Apóstol.
La Traslación de Santiago Apóstol. 
La Traslación de San Gregorio Nacianceno.
La Traslación de San Juan de Mata.
La Traslación de San Phantalo
La Traslación de los Reyes Magos
La Traslación de Santo Tomás de Aquino.
La Traslación de San Mateo Evangelista.
La Traslación de Santa Isabel de Hungría.
La Traslación de Santo Domingo de Guzmán.
La Traslación de San Juan de la Cruz.

jueves, 18 de agosto de 2016

Santo y hermano de super Santo.

Beato Manés de Guzmán, presbítero dominico. 18 de agosto.

Fue Manés de la estirpe de los Guzmán y los Aza. Su padre fue Don Félix de Guzmán y su madre fue la Beata Juana de Aza (2 de agosto), y su hermano menor el gran Patriarca Santo Domingo (8 de agosto; 24 de mayo, traslación de las reliquias; 15 de septiembre "in Soriano"). Nació sobre 1166, en la casa familiar de Caleruega, Burgos. Como ya sabemos de Domingo, Manés y el otro hermano, Antonio, fueron educados en la piedad, las letras y desde pequeños sus padres se gloriaban de ofrecerlos al Señor. Y de hecho los tres fueron apóstoles de Cristo. Las investigaciones apuntan a que Manés fue monje cisterciense en el monasterio de San Pedro de Gumiel, vinculada con su familia, gran benefactora del recinto. Consta un acta de profesión fechada en 1188 a nombre de Fr. Manés de Caleruega. Las antiguas vidas de Santo Domingo tratan a Manés con sobriedad, pero coinciden en llamarle "hombre contemplativo y santo", "afable y humilde", etc.

Algunos quieren que apenas Domingo funda su obra apostólica de Frailes Predicadores, Manés abandonó el monasterio para engrosar las filas de los apóstoles dominicos. Pero en realidad, como quieren algunas leyendas, no se le ve en la predicación de Domingo en el Languedoc ni en la obra fundacional, con los primeros canónigos de Osma. Solo cuando la obra está consolidada, luego de 1216 entra en acción nuestro beato. Según el Beato Jordán de Sajonia (13 de febrero) en su obra "Orígenes de la Orden de Predicadores" le pone en la comunidad que Domingo envía a estudiar y fundar en Paris, Bolonia, España y en Roma. Fue en el año 1217, y Manés fue destinado a París. En el primer convento de París su labor fue la predicación, el culto y la atención a los estudiantes.

En 1219 Santo Domingo le envía a Madrid, como formador y capellán de las monjas que acaba de fundar en Madrid, y se entregó a ello con dedicación de apóstol de la vida contemplativa, pues en 1220 Domingo escribe a las monjas satisfecho por la labor de su hermano que “ha trabajado mucho por ellas”. Este trabajo le venía de perlas al otrora cisterciense: silencio, contemplación, trabajo callado con las almas, mística, culto y liturgia cuidados, etc. También la tradición le quiere como sostén de las monjas dominicas de San Esteban de Gormaz. En 1221 falleció Domingo, con gran dolor de Manés, que desde los inicios no cejó en promover el conocimiento de la santidad de su hermano y padre. En 1232, con la canonización de Domingo, Manés se empleó en la construcción de la primera iglesia dedicada al santo fundador. Y, claro, la erigió en Caleruega, casa natal de ambos. Una capilla sencilla, austera y piadosa, como le habría gustado al santo. Y profetizó que "si algún día él deseara otra más grande, ya se la construirán otros fieles devotos". Se elevó la iglesia en el lugar exacto del nacimiento del santo, que hoy es la cripta de la hermosa iglesia que veneran las monjas dominicas.

Juana de Aza,
Domingo y Manés.
No se conoce a ciencia cierta la fecha de fallecimiento de Fray Manés, pero sí que se conoce el sitio: su viejo monasterio de Gumiel. Allí partió, junto a las sepulturas de sus antepasados. De nuevo regresó a la vida oculta del monasterio cisterciense. No hay concierto sobre si vivió allí como fraile predicador por especial consideración a su linaje, su santidad y la de su hermano, o si retomó el hábito y las costumbres cistercienses. Fue sepultado junto a sus parientes, en la capilla familiar. Sus reliquias fueron trasladadas a Caleruega en 1860 a causa de la exclaustración y allí se veneran, pues su culto inmemorial fue confirmado por Gregorio XVI el 2 de junio de 1834. 


Fuente:
- "Nuevo Año Cristiano". Tomo 8. Editorial Edibesa, 2001.


A 18 de agosto además se celebra a la  
Beata Hortolana de Asís, religiosa.
San Agapito de Præneste, niño mártir

jueves, 12 de mayo de 2016

Juana, a la que costó ser monja.

Santa Juana de Portugal, princesa, religiosa dominica. 12 de mayo.

La princesa penitente.
Nació Juana a 6 de febrero de 1452, y fue hija de Alfonso V, rey de Portugal, y su esposa Isabel de Portugal. Nació destinada para ser reina, pero a los tres años el nacimiento de su hermano Juan II la apartó de la sucesión. Al morir su madre en 1455 Juana quedó al cuidado de su aya Beatriz de Meneses. Pronto manifestó la niña aptitudes para la virtud, las cosas de religión y la piedad. A los nueve años se trazó un plan de vida, con oraciones, lectura espiritual, obras de caridad, mortificaciones, etc. A los doce sus lecturas espirituales se intensificaron, añadiendo las Escrituras y algunos de los Santos Padres. Se apartaba de los juegos, picarescas y diversiones mundanas y a las fiestas que acudía lo hacía por complacer a su padre, procurando siempre hallar un momento para hacer alguna breve oración. Ni hablar de usar galas, vestidos y joyas deslumbrantes: siempre vestía austeramente y con sencillez, y las galas que alguna vez usó por obedecer, siempre eran discretas. Y aún así, bajo sus vestidos, llevaba siempre una túnica de áspera estameña, semejante a las de las monjas dominicas. Además, llevaba siempre que podía un cilicio, y ayunaba frecuentemente.

Encerrada en su cuarto pasaba días sin comer, y los viernes ayunaba a pan y agua, sin dejarse ver de nadie más que de dos señoras de confianza, que ya habían servido fielmente a su madre. Era Juana muy devota de la Pasión de Cristo, y como se dolía de tener una buena cama, mientras que el Salvador no tuvo donde reclinar la cabeza, mandó que en uno de los sitios más ocultos del palacio la pusiesen una cama de paja con sábana de estameña, donde se acostaba en secreto siempre que podía hacerlo. Esta devoción a la Pasión de Cristo le llevó a colgar de su cuello una joya en forma de corona de espinas, y el mismo símbolo se repetía como blasón en sus aposentos, sus libros de devociones, y en los ornamentos litúrgicos que gustaba bordar para no estar ociosa. Siempre que oía predicar de la Pasión derramaba abundantes lágrimas. Desde el Domingo de Ramos hasta el sábado de Pascua meditaba constantemente en los misterios de eso días. No hablaba y no comía más que pan y agua. El Jueves y Viernes Santo no dormía en toda la noche, y el jueves procuraba llevasen a su presencia a doce mujeres pobres o enfermas, a las que atendía humildemente y socorría con largueza. Esta intensa vida espiritual no estaba disociada de la caridad efectiva: tenía un grupo de personas que distribuían las limosnas que daba a los pobres. Enfermos, prisioneros, viudas, niños expósitos… todos los que recurrían a su persona hallaban socorro.

A pesar de estas penitencias, su salud no menguaba, sino todo lo contrario, mientras más crecía, más bella se hacía. Con apenas 13 años comenzó a ser pretendida por varios príncipes europeos. Su padre, que la quería mucho, veía en esto algo bueno, y pretendiendo alcanzarle un buen matrimonio, le insistía fuera receptiva a los halagos, regalos y pretensiones de los príncipes. Así que Juana, temerosa de que su padre la casase como fuera, comenzó a considerar tomar los hábitos y a informarse sobre cual monasterio del reino sería el más virtuoso. Pero llegó a sus oídos que Leonor de Meneses, hija de los condes de Viana vivía retiradamente y con una profunda vida espiritual, comenzó a cartearse con ella. Al cabo de un tiempo, convinieron en visitar el monasterio de San Bernardo, fundado por el rey Dionís y su mujer Santa Isabel de Portugal (4 de julio). Pero allí no halló lo que buscaban. Supieron ambas entonces del monasterio de "de Jesús" de Aveiro, de monjas dominicas, donde vivía Beatriz Lectona, una beata cuya fama de santidad ya recorría todo Portugal y hacía que muchas jóvenes ingresaran en dicho monasterio. Leonor escribió a Juana que se disponía entrar allí, pues su padre pretendía casarla a la fuerza con el duque de Braganza. Finalmente no fue así y Leonor pudo entrar sin tener que huir. Juana por su parte, comenzó a dotar y despedir a sus damas, establecer pensiones para sus caballeros y demás sirvientes. Dio tiempo para que su amiga le dijese como era en realidad el estilo de vida de las monjas y si realmente era un monasterio observante. En unos mese Leonor le confirmó que realmente Dios moraba allí, y que las monjas eran todas ejemplares y se vivía en estricta pobreza, con lo cual, no había de tener reservas.

Se dispuso Juana a entrar en el monasterio, pero no lo iba a tener tan fácil. Su padre y hermano no habían abandonado el pensamiento de casarla con alguno de los príncipes que la solicitaban, como el Delfín Carlos de Francia, el futuro Maximiliano de Austria o Enrique VII de Inglaterra. Juana jugó una treta a su padre pues, sabiendo por revelación que Carlos de Francia moriría pronto, dijo a su padre que se casaría con este en caso de estar vivo para los esponsales, pero si no era el caso, no debía este hablarle más de matrimonio. Quedó el Rey consolado con esta respuesta, mas a los pocos días se supo la muerte de Carlos y no hubo nada que hacer. Enrique VII de Inglaterra redobló sus gestiones y Juana ya temía la casaran cuando se le apareció un ángel que le dijo: "No estés triste, ten por seguro que ha muerto el rey de Inglaterra, cuya pretensión de casamiento te trae tan angustiada". Al otro día su padre le habló del tema y Juana le replicó: "Sepa usted que ese rey con quien tanto desea que me case es ya muerto. Y si es cierto lo que digo, crea que de una vez que es voluntad de Dios que yo permanezca en este estado". A los seis días recibieron la noticia de la muerte de Enrique.

Convento sí, monja no.
Parecía ya podía entrar religiosa, pero en ese tiempo su padre preparó una expedición contra los moros de Tánger y se llevó a Juan con él, a pesar de ser un jovencito enfermizo. Quedó Juana, a sus 18 años de regente. Vistió de negro cerrado, color que conservó hasta el fin de la contienda a la par que durante este tiempo redobló sus mortificaciones y oraciones. Cuando el rey Alfonso volvió, mandó que todos se vistieran de gala y preparasen fiestas en el palacio. Al llegar su padre, se fue hasta él y poniéndose de rodillas, le dijo: "Señor, del buen fin que ha tenido la guerra, a nadie a más alegría que a mi, por haber encomendado este asunto a Dios. Y me parece que merced tan grande obliga a agradecimiento y remuneración. Será justo, señor y padre mío, que cada uno haga algún ofrecimiento a Dios por ello. Los emperadores romanos cuando triunfaban, ofrecían a sus dioses lo mejor que tenían, y Jepté en reconocimiento de una victoria ofreció a Dios su hija. Así creo es justo que se me conceda una cosa que lo sea yo, pues con que con esta ofrenda pagaremos ambos. Lo que pido, padre, con cuanta humildad y reverencia puedo, es que jamás me hable de  casamiento, y tenga por bien que me recoja en algún monasterio. Lo pido de nuevo, ahora por santísimas llagas de nuestro Señor". Accedió Alfonso a complacer a su hija, pero oyendo su respuesta los príncipes y grandes del reino, protestaron, pues la princesa Juana era gobernante de algunas regiones. Requirieron que en caso que el reino lo necesitase, la princesa debía salir del monasterio y casarse, quedando sin efecto el consentimiento paterno. Juana, que confiaba en la voluntad divina, aceptó para no poner a su padre en situación delicada frente sus nobles.

Aunque su voluntad era retirarse en Aveiro, no se fue allí por no disgustar a su padre, que no veía bien que una princesa entrase en un monasterio pobre. Este le puso como condición que fuese un monasterio donde fuese reconocida como princesa, así que aún recordándole la palabra empeñada frente a los nobles del reino, la dejó entrar al monasterio cisterciense de Udivelas, que era fundación real. Lo hicieron con discreción, de tal modo  que antes que se supiese la noticia se hallaba ya Juana entre las monjas, aunque con la prohibición paterna de que tomase el hábito, pues el reino estaba falto de herederos. Consintió Juana, pero a cambio pidió le dejasen salir de Udivelas, que no era lo suficientemente austero y observante que ella buscaba. Su padre y hermano le permitieron pasar a las clarisas de Santa Clara de Coimbra, monasterio igualmente para monjas de abolengo, donde se previó para junio de 1472, luego de cumplir los veinte años. 

Cuando llegó el día, partió la comitiva real rumbo a Coimbra, pero cuando estaban a una jornada, luego de pedir auxilio a la Santísima Virgen, Juana pidió a su padre cambiaran el rumbo y la dejasen profesar en las dominicas de Aveiro. El rey quiso concedérselo, pero su hermano Juan y Doña Felipa, una tía monja del Císter no querían consentir, pues no le parecía que una hija de reyes debía vivir tan pobremente y como una monja más. Respondió Juana: "la Reina del Cielo tuvo por casa un pobre establo donde nació el Hijo de Dios, y esto pone la Iglesia para ejemplo de los reyes de la tierra, para que consideren lo que hizo el que es Señor del mundo". Súplicas, argumentos e insistencia lograron lo que quería. El rey Alfonso cambió de rumbo y el 30 de julio entraba Juana en la ciudad de Aveiro, la leyenda dice que fueron guiados por una estrella. Estuvo cinco días con sus familiares para despedirse, y al cabo, el 4 de agosto, antigua fiesta de Santo Domingo de Guzmán (8 de agosto; 24 de mayo, traslación de las reliquias, y 15 de septiembre, "in Soriano"), traspasó las puertas de la clausura. El rey dotó al monasterio de amplia renta, y de todos los beneficios que reportase la villa de Aveiro, siervos incluidos.

Vida en Aveiro.
Entró al monasterio Juana, pero como tenía prohibido tomar el hábito, vistió una túnica basta del mismo color blanco sarga de las dominicas. Las monjas le dieron una celda cómoda y varios aposentos, pero Juana viendo lo estrecho del monasterio no quiso aceptar aquella comodidad. Sugirió a las monjas ocupasen un huerto adyacente al monasterio, así podría ella hacerse una ermita para no molestar a las religiosas y a la par, la huerta serviría de solaz a las monjas. Tres años vivió allí, siguiendo la regla de la Orden, yendo al coro y sirviendo como una monja más, y al cabo de este tiempo pidió el hábito a la priora, Doña Beatriz de Leytoa. Esta, considerando que el monasterio era suyo y que ni rey ni nadie tenía autoridad en su casa, le dio el velo el 25 de enero de 1475. Poco tiempo tardó en saberse la noticia, pues lo descubrió una tía suya, a pesar de que Juana acudía al locutorio con una túnica que no dejaba ver el hábito. Esta, Doña Felipa se vistió de luto y mandó a los habitantes de la villa que hiciesen lo propio, por haber la princesa muerto al mundo. Enterado el rey mandó procuradores a requerir a la priora por haber desobedecido una orden real. Esta respondió que "para servir a Dios en el estado de la religión no es menester licencia del Rey ni del reino". 

Protestaron los procuradores, pero nada podían hacer. Solo recordar que si faltaba el príncipe en algún momento, Juana sería sacada por la fuerza del monasterio, por ser princesa juramentada. Su tía Felipa le puso una monja del Císter como sirvienta, cosa que fue de gran disgusto para Juana. Llegados los procuradores a la corte, el príncipe Juan montó en cólera y sin más, tomó una partida de caballeros y tomó rumbo de Aveiro para sacar a Juana con violencia del monasterio. Entró el príncipe al monasterio, requirió a la priora, la cual no se vino abajo, aunque le permitió visitar a Juana en su celda. Entró Juan y al verla con tan pobre hábito y celda, le dijo: "Grande agravio has hecho al rey nuestro padre y a todo el reino con esta mudanza, pues ves la falta que tiene de herederos. En tu mano está el consuelo del rey y reino. A esto vengo yo, a rogarte que dejes el hábito con determinación. Y si no quieres responder a tan justa demanda, mi padre determina usar de su autoridad real, y el reino enviará quien te saque de aquí por la fuerza". 

Respondió Juana: "El poder de mi padre, el vuestro y del reino no se tendría por muy grande, si queréis mostrarlo contra esta pobre, que no tiene otras armas más que las lágrimas. Mas con ellas y con las oraciones que tengo hechas, y haré siempre a mi Dios, espero que Él se servirá de conservarme en su santo servicio, y en el estado que le he comenzado. Y con el favor de mi padre santo Domingo, cuyo hábito visto, podré más que los grandes ejércitos de la tierra: ten por cierto que el estado que he comenzado no lo dejaré por cosa del mundo. No me puedo persuadir que siendo sus altezas tan cristianos, quieran hacer resistencia a las ordenaciones de Dios, que ha puesto en mi pecho estos pensamientos. Aquí me recogí  y aquí acabaré mis días, y ninguna bravata ni malos tratamientos, ni la misma muerte serán suficientes para no llevar al fin estos propósitos. El Señor, en quien tengo puestas mis esperanzas, trocará los corazones de los reyes, y aprobará lo que ahora contradicen".

Santa Juana y su hermano Juan II.
Manuel Ferreira y Sousa. Siglo XVIII.
Viendo el príncipe aquella resolución, pidió al obispo tomara cartas en el asunto, el cual primero alabó la decisión de Juana, pero luego le recordó su posición, su deber para con el reino al no haber herederos (la enfermedad de Juan no presagiaba nada bueno) y que ni siquiera había dado hijos al reino para luego ser religiosa, como habían hecho Santa Isabel de Hungría (17 de noviembre, y 2 de mayo, traslación de las reliquias) o la Beata Blanca de Castilla (2 de diciembre). Y finalmente le conminó a dejar el hábito. Juana le respondió: "El celo que tenéis del servicio del rey, y el bien que llamáis común os hace decir estas cosas, y persuadir una cosa tan contraria a vuestro estado. En los ejemplos que me traéis de tantas princesas que fueron monjas, todavía no podéis negarme sino que para salvar sus almas buscaron lugares más seguros como son los monasterios. ¿He de dejar yo de asegurar mi salvación por razones tan débiles como son las vuestras? ¿Dónde halláis vos que yo sea legítima heredera del reino, viviendo aún el príncipe? ¿Y por qué os parece más cierta mi vida que la de mi hermano? El que le dio al mundo que es Dios, ¿no es poderoso para darle salud y vida? Podrá bien ser que el camino que tenéis por más cierto para asegurar la sucesión del reino sea su total perdición, quitando la vida al príncipe por tan grande pecado como haréis en querer impedir lo que Dios tiene ordenado. Pues señor, hermano y príncipe, y vos obispo, ya podéis cansaros de intentar persuadirme vuestros intentos, porque de ninguna suerte dejaré de continuar al llamamiento que Dios me ha hecho". Juan le amenazó con quitarle el hábito a desgarrones, hubo amenazas, promesas e intentos de violencia, pero Juana permaneció firme en su vocación, mientras las demás monjas oraban para que tuviera el sustento del cielo. Finalmente, viendo que no podían sino atarla y secuestrarla, el obispo  y el príncipe dejaron el monasterio de mala gana.

Juana, monja en paz.
Ya libre de las insistencias paternas y del reino, Juana comenzó su vida de religiosa. Los actos de mortificación se le hacían pocos y las horas de oración se le iban volando. Era austera en su vestir y calzado, llegando a usar suelas de corcho, y agujereadas. No permitía que la sirvienta del Císter hiciera nada por ella, sino que la mandaba a rezar. No buscaba nunca un lugar privilegiado ni permitía se le cediera el paso ni que la priora le hiciera deferencias. Era una novicia más. En el trabajo era una más. Bordaban, cosían y arreglaban ornamentos, trabajos en los que Juana sobresalía por haberlos hecho desde niña. Al año, hizo sus votos, y desde entonces no permitió que le llamasen Doña, ni admitió ceremonia alguna. Era solamente Sor Juana. Todas las monjas la querían porque aún siendo penitente y austera, era cariñosa, dada al servicio y siempre pronta a ayudar a las ancianas, las tristes o las enfermas. Su devoción a la Pasión de Señor y al Sacramento se acentuó, y los días de comunión eran de verdadera fiesta para ella. Llevaba unas memorias de su conciencia, para tener siempre presente sus pecados y defectos, buscando mejorarlos. Obedecía prontamente, así fuera palear tierra que cargar baldes de agua. Nada se le hacía mucho esfuerzo. Desde que profesó, no quiso hablar con grandes del reino, ni señoras nobles. A lo sumo, recibía a prelados y algunos sacerdotes, y siempre hablaba de cosas edificantes y de religión.

Al poco tiempo del noviciado, entre los ayunos, las privaciones y las penitencias, la salud de Juana se agravó y se pensó trasladarla al monasterio de dominicas de Alcobaça, menos riguroso. Allá se fue acompañada de su priora y otras monjas, y allá fue de nuevo conminada por su padre a no profesar, sino guardarse para gobernar en su día si era necesario. Cansada de tanta insistencia, Juana resolvió volver a Aveiro aunque fuera para morir, con tal de no tener que ser molestada jamás con estos asuntos. En menos de un año, mejoró algo su salud y volvió a Aveiro y el día de su santa protectora, Santa Catalina de Alejandría (25 de noviembre) de 1476 profesó pobreza, obediencia y castidad para toda la vida. Habiendo hecho estos votos, la salud le volvió como por milagro y Juana comenzó su vida de monja. En 17 años de vida religiosa, a sus expensas comenzó la reconstrucción del monasterio y la iglesia, pero no logró ver terminada su obra. Dotó la sacristía de bellísimos ornamentos bordados y de verdaderas obras artísticas en orfebrería, pintura y escultura. Además, proveyó de todo lo necesario a la enfermería para que, sin romper la regla, las enfermas tuvieran todo lo necesario, y aún comodidades. Ella misma sabía lo que era la enfermedad, porque muchas padeció, y aunque (hasta su última enfermedad) no dejó por ello de obedecer, asistir al coro y trabajar, muchas veces tuvo que ir a la enfermería, donde a la par que dolencias, Dios la consoló y le concedió no pocas gracias y revelaciones. 

Sepulcro de Santa Juana. Aveiro.
Asesinato y agonía. Triunfo y culto.
Con el tiempo y a su pesar, se convirtió en oráculo de consejo para las religiosas y no pocos seglares. Con humildad y caridad, corregía, exhortaba. A las religiosas les hablaba del cielo, de la observancia religiosa, y de la importancia de la caridad. Con los seglares llegó a tocar asuntos del mundo, e incluso llegó a administrar justicia en Aveiro, tierra que pertenecía al monasterio. Siempre abogaba por los pobres cuando se abusaba de ellos, y cuando algunos nobles súbditos no hacían lo correcto, amenazaba con dar parte al rey su padre. Esta labor de justicia y caridad para con las almas, se dice fue lo que provocó su muerte. Según la "Biografía Eclesiástica" (no lo he hallado en otras obras), vivía en Aveiro una mujer libertina, a la que Juana llamaba al locutorio del convento para reconvenirla y exhortarla a mejorar de vida y no causar escándalo. Como la mujer no hacía caso, Juana mandó la echasen de la población. Juró venganza la mujer y lo logró. 

Según dice la misma leyenda, pasando Juana por un pueblo que no sabemos cual es, pidió por caridad un vaso de agua. Resultó que en la casa vivía la mala mujer, que aprovechó para envenenar a la santa religiosa. Poco a poco la ponzoña fue haciendo su efecto  y desde aquella hora comenzaron sus males de estómago: hinchazones de vientre, vómitos terribles, dolores insoportables, etc., hicieron presencia. La cosa fue a peor a partir del 24 de diciembre de 1489, mientras celebraba la víspera de la Natividad del Señor. Fue el último día que pudo ir al coro con las religiosas. Escuchó misa, comulgó y luego desfalleció. La llevaron a la enfermería, donde permaneció hasta la Semana Santa de 1490. El Viernes Santo la llevaron al coro, donde adoró la Santa Cruz, y el domingo de Pascua comulgó entre éxtasis y fervores. Antes de ser devuelta a la enfermería, miró la sillería del coro y exclamó: "Quedáos con Dios, queridos asientos de los ángeles, pues ya no me veré más en vuestra compañía". Al llegar a la enfermería, quedó postrada y paralítica, salvo las manos, con las que podía implorar misericordia a Dios. No se quejaba, era paciente y a todas las monjas hablaba con amor, a pesar de sus múltiples dolores. Luego de la Pascua, hicieron público las monjas su mal estado de salud, y de todo el reino acudieron prelados y nobles a verla y consolarla, aunque eran ellos los que consolados salían de su presencia. Ellos le decían que rezaban por su pronta recuperación, pero ella solo quería oír hablar del cielo y sus delicias.

A inicios de mayo hizo testamento, dejando al monasterio de Aveiro los bienes que había heredado y los que le correspondiesen. Además, añadió "de mi cuerpo hágase lo que mandare la prelada, y por mi alma lo que ella hiciera, y suplico al Rey mi señor, que si faltase algo para cumplir lo que yo ordenase, que S. A. lo supla". El día de San Juan "ante Portam Latinam" comulgó devotamente y pidió perdón a las monjas con gran humildad por tanta inquietud y desasosiego que les había causado su entrada al monasterio. Eran tantos los dolores que padecía, que emitió una leve queja y una religiosa le dijo: "señora, no tema ni recele de perder la compañía que tanto desea", a lo que ella contestó: "No temo de tal suerte que venga a caer en la desconfianza de que perderé a aquel Señor en quien creo, que es su misericordia tanta que perdonará a los pecadores, de los cuales el mayor soy yo. Pero no se maraville, madre, que muestre sentimiento en esta hora, porque no parto a la casa de una rey terreno, sino a la presencia del celestial, a dar cuenta de todo el mal que hice, y mucho bien que pudiera haber hecho". Y añadió para las demás monjas: "Los trabajos y penas que padezco y que padecen los demás cristianos que llegan a esta hora son escalera para subir muy presto al cielo a gozar de Dios".

Pidió a las monjas que no llorasen por ella, sino que estuviesen muy alegres viéndola salir de una vida tan miserable. El 11 de mayo, la visitaron los médicos, que la desahuciaron, con alegría de Juana. Mandó le dijeran la misa de Las Santas Llagas, y reveló que Dios le había dicho que esta misa era gran remedio para consolar a los agonizantes, por lo que recomendó que se dijera siempre en los conventos de dominicos y dominicas. Luego dijo que moriría al día siguiente a las 10 de la noche, por lo que mandaron avisar al prior de Santo Domingo, para que la asistiera. A la hora dicha, besó el crucifijo, rezó el salmo 30 "In te, Domine, speravi", el Ave Maris Stella, y falleció dulcemente a 12 de mayo de 1490, a los 38 años de edad. El cuerpo quedó reluciente y blanco, emanando un resplandor purísimo. Celebraron los funerales, solemnísimos, los obispos de Coimbra y Oporto, que la habían acompañado en su agonía. En 1500 se autorizó culto particular para toda la Orden dominica. En 1693 Inocencio XII la beatificó. En 1959 se comenzó un proceso para su canonización, que no se efectuó, aunque igualmente se le llama "santa" desde hace siglos.


Fuentes:
-"Biografía eclesiástica completa: vidas de los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento".Tomo XIX. BASILIO SEBASTIÁN CASTELLANOS DE LOSADA. Madrid, 1864.
-"Sacro Diario Dominicano". FR. FRANCISCO VIDAL. O.P. Valencia, 1747.
-"Compendio histórico de las vidas de los Santos canonizados y beatificados del Sagrado Orden de Predicadores". FR. MANUEL AMADO. O.P. Madrid, 1829.


A 12 de mayo además se celebra a
San Pancracio, mártir.
Santa Rictrudis de Marchiennes, viuda y abadesa.

jueves, 31 de marzo de 2016

Beata Juana de Tolosa, carmelita.

Beata Juana de Tolosa, virgen “terciaria” carmelita. 31 de marzo.

Leyenda.
Sobre esta Beata de la Orden, mucho se ha fabulado, por falta de datos personales y sobre la Orden. Durante mucho tiempo se dijo que nació en 1220 y murió el 25 de agosto de 1271. La versión francesa la hace hija de Raimundo VII, conde de Tolosa, y descendiente de Juan I de Inglaterra. En 1249 se habría convertido en Condesa de Tolosa. En 1265 visitaba San Simón Stock
(16 de mayo) a los carmelitas de Tolosa (que habían fundado en la ciudad en 1240), cuando llegando Simón al convento, Juana le salió al camino y le suplicó la admitiera en la Orden. El santo la cubrió con la capa del hábito y la agregó a la Orden como terciaria, siendo la primera. La encomendó a Juan, prior del convento, el cual le permitió hacer votos públicos y seguir la Regla de San Alberto (17 de septiembre y 8 de abril). En adelante, se dedicó al servicio de los pobres y enfermos, y para su vida espiritual visitaba diariamente la iglesia de los frailes, les ayudaba, oraba y hacía sus penitencias allí. Poco a poco reunió a otras jóvenes a las que llevó a profesar como terciarias, siendo la fundadora de estas.  

Historia.
Pero la gran parte de lo anterior es legendario y sin fundamento, pues Juana realmente vivió en el siglo XV, o sea, nada menos que 200 años después que el santo del Escapulario. Tampoco se le puede considerar fundadora de las terciarias o las monjas, como apuntan algunos, pues las monjas y los terciarios se constituyen a finales de este mismo siglo XV. No es hasta 1452, ya Juana muerta, cuando el papa Nicolás V concede la Bula "Cum Nulla" a
los carmelitas de Florencia, por la que se fundan la Segunda y la Tercera Orden del Carmen. La Bula se extiende con tan amplias facultades, que el General de la Orden, el Beato Juan Soreth (24 y 28 de julio) la aprovecha para extenderla a toda la Orden. En el caso de las monjas, el primer monasterio con la Regla de San Alberto lo funda Soreth en los Países Bajos, aunque su mayor labor la desarrollaría en Francia luego de conocer a la Beata Francisca de Amboise (5 de noviembre), con la cual fundaría varios monasterios. 

Volviendo a los terciarios: ciertamente esta fundación oficial, enmarcada en la labor reformadora de Juan Soreth, no se habría dado sin que seglares, mujeres y hombres, no se hubieran acogido desde tiempo atrás a la espiritualidad carmelitana desde mucho antes y en diversos países, en sus respectivos conventos, sin que haya un fundador de terciarios. La Bula fue la consecuencia, y no la causa, de un movimiento extendido y simultáneo, no homogéneo, en el que los fieles participaron gradualmente. Una de estas fieles, una más, habría sido nuestra Juana, que en lo que sí es la primera es en recibir culto en la Orden.

Culto.
Relicario de la Beata Juana de Tolosa.
Juana murió en entre 1400 y 1450, en una fecha indeterminada. Fue sepultada en la iglesia de los carmelitas de la ciudad. Muy pronto su tumba comenzó a ser meta de peregrinos que la invocaban y lograban favores de ella. Si bien en 1437, fecha aproximada del primer “Catalogus Sanctorum Carmeli” elaborado por el carmelita de Tolosa, Fr. Juan Grassi, Juana no aparece ni entre los Venerables, en 1450 se hizo la primera traslación de las reliquias, lo cual evidencia un culto. Es probable que no fuera conocida o tal vez aún viviera cundo Grassi escribe su obra, y la traslación de 1450 fuese el primer acto de culto público. En 1452 se elevaron las reliquias, y en 1474 se colocaron definitivamente en una capilla dedicada a su memoria en la iglesia de los carmelitas. En 1656 unas reliquias fueron trasladadas a España, por el General Enrico Silvio. 

En 1805, en las obras de la iglesia, luego del saqueo y destrucción a la que fue sometida en la Revolución Francesa, en una pared fueron halladas las reliquias de Juana, y junto a estas, un acta de reconocimiento del cuerpo, datada en 1688. Además, se encontró un valioso libro de oraciones personales, manuscritas probablemente por la misma Juana. Esto indica que sería una mujer de cultura, conocimientos de la religión y claro, profundamente piadosa. Las reliquias fueron llevadas a la iglesia de San Esteban de Tolosa, y depositadas en dos relicarios en la capilla de San Vicente de Paúl, donde se veneran actualmente. 

En 1893 la Orden comenzó un proceso de beatificación oficial para la que ya tenían como santa desde siglos atrás. En 1895 el papa León XIII la beatificó y extendió su memoria a toda la Orden. Luego de la Reforma litúrgica emanada del Vaticano II, la memoria fue suprimida.



Fuente:
-"Historia de la vida y del culto de la beata Juana de Tolosa, virgen, religiosa profesa del orden de los Carmelitas de la antigua observancia". Barcelona, 1897.


A 31 de marzo además se celebra a
San Renovato de Mérida, obispo.
San Benjamín, diácono mártir.

martes, 9 de julio de 2013

Santa Juana de Reggio.

"Más tarde llegó este año la primavera a nuestra Religión, que solía en los demás, pues por junio dio al cielo una fragantísima flor, y digna de ser colocada en sus mayores altares hiciese los abriles y mayos de la eternidad (cuando en sí no lo suelen) muy floridos. Esta fue la graciosa y bienaventurada Santa Juana de Regio, y fundadora en aquella ciudad de las monjas carmelitas, cuya heroica santidad fue una flor olorosa para el olfato de Dios, como sus fragancias lo son a toda su Iglesia, y en especial a nuestra Religión"
Con estas barrocas palabras comienza "Flores del Carmelo" la reseña sobre la santa o beata de hoy:

Beata Juana Scopelli, virgen carmelita. 9 de julio
La mejor referencia sobre Juana es la biografía escrita por el P. Benito Mutti y que nos ha llegado íntegra. Según esta, Juana nació en 1428 en Reggio, en la modesta familia de Simón y Catalina Scopelli, siendo la menor de tres hijas. Desde niña mostró piedad, caridad y ansias de entrega a Dios. Era modesta, obediente, amante de la religión y el culto. Llegó a la adolescencia y quiso ser carmelita, por su amor a la Virgen María, a la que tanto ama la Orden del Carmen. Pero sus padres se opusieron, pues eran pobres, no podían darle la dote, además de ser la tercera y estar sin casar sus hermanas. Darle la dote para irse al monasterio, implicaría que las otras quedarían sin dote más tiempo para casarse. Pero ocurrió un milagro: Aparecieron dos nobles caballeros que, sin conocer apenas a las hermanas, las pidieron en matrimonio. Los padres se opusieron en un principio, por lo extraño del hecho y por la evidente desigualdad social, aunque al fin, viendo era providencia de Dios, aceptaron los matrimonios. Vencido este escollo, se encontró Juana con el impedimento de la salud y vejez de sus padres, y le pareció injusto darse gusto entrando en religión dejándolos solos. Así pues, determinó sacrificar sus deseos de ser esposa de Cristo, para ser buena hija de sus padres. Pero ni llegó a decidirse: sus padres enfermaron y murieron con poca diferencia de tiempo.

Libre de ataduras, dejó todos sus bienes, y quedándose solo un crucifijo se fue en compañía de una amiga a una humilde casita, donde llevaban vida de beatas. Preguntándole su compañera si tenía con qué iniciar el monasterio, Juana le señaló el crucifijo, su única hacienda y propiedad. Al poco tiempo, una devota señora quiso donar una casa que tenía junto a la iglesia de San Pedro para una obra piadosa, y no hallando mejor obra, se decidió, junto a sus hijas, a tomar el hábito del Carmen y fundar un monasterio. Se pusieron bajo la dirección de Juana, como otras que ya habían acudido junto a ella atraídas por su piedad. En 1452 tomaron todas el hábito carmelita, y se fundó el monasterio del que Juana quedó como priora.

Era dada a la oración, al ayuno y las penitencias. Tenía acierto para el gobierno, siendo inflexible con las faltas, pero amorosa con quien las cometía. Mantuvo la pobreza propia del Carmelo. No faltaron milagros y conversiones, como la del joven Agustín, hereje albigense. Juana le habló tan profundamente, y oró tan intensamente por él, que alcanzó de Dios la gracia de cambiar el corazón del joven. Con su oración sanó a varias personas y multiplicó los alimentos del monasterio. Sufrió grandes tentaciones de desesperación por parte del demonio, que le aumentaba sus pecados y le mostraba el infierno diciéndole que estaba condenada sin falta. Redoblaba sus oraciones y Dios le iluminaba una y otra vez, hasta que finalmente un día, se le apareció Cristo triunfante y le confirmó que se salvaría, que no había de temer más al demonio, al tiempo que le ponía una corona de flores hermosísima. En forma de carnero salvaje se le presentó el demonio en medio del claustro, pero Juana, sabiendo quien era en realidad, pasó por su lado, despreciándole, con lo que desapareció el demonio. Una de sus devociones preferidas y eficaces se llamó "la Túnica de la Virgen", que consistía en rezar quince mil avemarías, intercalando una Salve cada cien. Decía que todo lo alcanzaba de Dios con esta devoción, que terminaba cantando siete veces el "Ave Maris Stella".

En 1456 trasladó el monasterio, que se había quedado pequeño, a la iglesia de San Bernardo, que pertenecía a los Humiliatti (que serían suprimidos en 1571, por su corrupción) y la tenían casi abandonada. Aunque tuvo pleitos, en 1457 finalmente pudo fundar oficialmente el monasterio, dependiente de la Congregación Mantuana, al que puso el nombre de Nuestra Señora del Pópulo. Fue devotísima de la Virgen María, y en las vísperas de las fiestas marianas tenía éxtasis en los que contemplaba los misterios a celebrar. La Virgen le premió con un milagro esta dedicación a Ella: Estando las religiosas en el coro, entró una paloma con una filacteria dorada con el texto de la Salve, oración que la Orden Carmelita venera con especial cuidado, haciéndola, junto al "Flos Carmeli" su oración mariana predilecta. Un día de Navidad la Virgen María le dejó al Niño Jesús en sus brazos, para que le manifestara todo su amor. Un Domingo de Pascua se le apareció el Redentor triunfante, en medio de ángeles que cantaban el Aleluya, y tomando Cristo flores celestiales que le ofrecían los ángeles, la fue coronando como esposa predilecta. Tuvo los dones de profecía y de conciencias. Fue devota de socorrer a las almas del purgatorio, de las que tuvo varias revelaciones.


Traslado del cuerpo para
el reconocimiento de 2009.
En 1491, el Señor le avisó se la llevaría pronto para gozar de la vida eterna, revelándole la fecha y hora exactas, y así lo comunicó a sus religiosas. Juana se preparó a la muerte, redoblando la oración, las penitencias, la observancia religiosa y la caridad. El día señañado, cayó enferma, reunió a las religiosas, exhortándolas a ser fieles a la Regla. Llegada la hora, expiró dulcemente el 9 de junio de 1491, a los 63 años. Aún después de muerta, siguió su oficio de priora, pues apareció a algunas religiosas para aconsejarlas y guiarlas. 

En 1493, las religiosas, viendo la devoción creciente del pueblo a Juana, quisieron elevar sus reliquias, y al abrir el ataúd, la encontraron incorrupta flexible, y emanando un suave olor que inundó el convento y más allá, algunos sitios de la ciudad. La priora, Jerónima Lanci, le cortó el brazo derecho para su devoción privada, pero Juana se le apareció pidiéndole lo restituyera a su sitio. Estando el cuerpo expuesto, comenzaron a fluir las gentes y los prodigios, por lo que los superiores carmelitas y el obispo consideraron dejarla a la vista, permitiendo el culto. Se decidió colocarlo en una urna visible junto al altar mayor, para lo cual se organizó una procesión con el cuerpo por toda la ciudad. 

Se le da el título de santa o de beata, aunque no ha sido proclamada oficialmente ni una cosa ni otra por la Iglesia. Su culto se considera inmemorial y está permitido desde su confirmación en 1771, año en que se presentó la positio a Roma. Actualmente el cuerpo incorrupto yace en la catedral de Reggio, desde que los conventos de la Congregación Mantuana fueron suprimidos. En 2009 se hizo un reconocimiento de los restos, que se hallaron en buen estado de conservación. Su fiesta en origen fue el 9 de junio, luego trasladada, como memoria libre, al 9 de julio.


A 9 de julio además se celebra a:

Santos Patermucio, Copretes
y Alejandro, mártires
.
San Juan de Colonia,
dominico már
tir.
Santa Paulina,
virgen fundadora





Santa Almedha, virgen y mártir.

Santa Almedha, virgen y mártir. 1 de agosto.   Fue esta una de las legendarias hijas del rey de Britania, San  Brychan  ( 6 de abril ). Hast...